El pasado día 20 de febrero se
celebró el Debate sobre el Estado de la
Nación. En dicho acto, aparecía en la pequeña pantalla un Rajoy serio y
circunspecto, dispuesto a hacer frente a los problemas económicos que
padecemos. Abrió el Debate del Estado de la Nación diciendo: "Nada de
brotes verdes ni nubes pasajeras ni anticipos primaverales. La realidad social
y económica de nuestro país es terriblemente dura y sobre esa base tenemos que
cimentar nuestras actuaciones". Pasó revista a nuestra situación y dejo
constancia de lo “terriblemente dura”
que era nuestra realidad social y
económica y señaló que pondría todo su empeño en “darle la vuelta” al drama del
desempleo.
Fue siete días después, tras la
sesión rutinaria de control al Gobierno, cuando pudimos ver en las pantallas de
televisión a un Mariano Rajoy con un semblante moderadamente más exultante y relajado
que el que vimos durante el Debate sobre el Estado de la Nación. Y es que, en
esta ocasión puede dar una noticia francamente positiva: España cierra el año
2012 con un déficit público del 6,7% del PIB. Es cierto que sobrepasamos en
cuatro décimas el objetivo del 6,3% que nos había marcado Bruselas, pero aún
así estamos ante un resultado francamente positivo, ya que logramos reducir 2,3
puntos del PIB con respecto al año 2011.
En estos datos, por supuesto, no está incluido el coste del rescate
bancario, ya que no computa para cumplir los objetivos de déficit fijados por
Bruselas. Y no incluyendo esa ayuda, la diferencia entre ingresos y gastos,
durante el año 2012, arroja la cifra de 70.390 millones de euros, frente a los
95.266 millones de 2011. Lo que quiere decir que hemos reducido el déficit en
casi 25.000 millones de euros en tan
solo un ejercicio. Esto supone un recorte muy próximo al 25,6% interanual.
Ese déficit del 6,7% del PIB,
logrado a finales del año 2012, mejoró notablemente lo que auguraba la mayoría de los analistas
económicos. En todo caso, un resultado extraordinariamente positivo y
alentador. Por administraciones, de acuerdo con los datos proporcionados por el
ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, el resultado sería este: la Administración
Central cerraría el ejercicio con un déficit del 3,83%; las Comunidades
Autónomas con el 1,73%; el déficit de las Entidades Locales llegaría al 0,2% y
la Seguridad Social al 0,96% del PIB.
Es cierto que Mariano Rajoy y
Cristóbal Montoro reconocen abiertamente que se alcanzó ese dato gracias al
enorme esfuerzo y sacrificio de la sociedad y a las medidas adoptadas por el
Gobierno. Pero no toda la sociedad contribuyó en igual medida para conseguir
esa reducción del déficit. Han sido los de siempre, los ciudadanos de a pie,
los que más privaciones tendrán que soportar. A los pobres, a los que menos
culpa tienen, a todos aquellos que les sobra mucho mes al final de lo que
cobran, se les obliga a ser aún más pobres, a caer en la miseria.
Los políticos, en cambio, han
puesto muy poco y el Gobierno nada, ya que, en vez de repartir la carga
reduciendo simultáneamente gastos, cargó todo el peso de la crisis sobre los
que menos pueden, la sufrida clase media y trabajadora, subiendo brutalmente los
impuestos y decretando recortes y más recortes. La restricción del gasto, por
parte del Gobierno, se circunscribió prácticamente a las inversiones. Para
hacer milagros de este tipo, no hacen falta poderes extraordinarios, los hace
cualquier persona.
Además de la reducción del déficit,
también son positivos los resultados de nuestra balanza de pagos y así ha sido
reconocido unánimemente dentro y fuera de nuestras fronteras. Según datos
aportados por el Banco de España, llevamos ya seis meses consecutivos de
superávit de la cuenta corriente. Todo un éxito desde el punto de vista del sector
exterior de la economía, ya que, durante el último año, nuestras necesidades de
financiación del exterior han sido notablemente más moderadas que en los
ejercicios anteriores.
En el año 2011, por ejemplo, el
conjunto de la economía nacional tuvo que endeudarse en el exterior en 32.009,3
millones de euros. En 2012 en cambio, tan solo hemos tenido que pedir prestado
al extranjero 1.689,3 millones de euros. Lo que indica que nuestra capacidad de
financiación frente al resto del mundo ha mejorado considerablemente. Y
esperemos que esa tendencia positiva de los últimos seis meses se consolide
durante el año 2013. Los datos siguientes, proporcionados por el Banco de
España el pasado 28 de febrero, son extremadamente elocuentes:
BALANZA DE PAGOS AÑO 2011 AÑO 2012
-----------------------------------------------------------------------------------------
Balanza Comercial.
. . . . . . . . . . . . . . . . -39.726,9 -24.927,8
Servicios (Turismo,
viajes y 0tros). . . .
34.240,0
39.574,7
Rentas. . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -26.105,8 -18.447,6
Transferencias. .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . -5.904,4 -4.457,2
Cuenta de Capital.
. . . . . . . . . . . . . . . . . 5.487,8 6.568,7
CUENTAS CORRIENTE+CAPITAL. -32.009,3 -1.689,3
Estos datos nos demuestran que,
durante el último ejercicio, España ha logrado reducir considerablemente su
deuda exterior. Pero tenemos que reconocer que, al igual que en la reducción
del déficit público, no se debe al Gobierno la mejora experimentada en nuestra
balanza de pagos. Más bien, todo lo contrario, pues el sector público se
endeudó, durante el pasado año de 2012, en más de 100.000 millones de euros.
Hasta ahora, y a pesar de lo crítico de nuestra situación económica, las
administraciones públicas han seguido gastando alegremente bastante más de lo
que ingresan.
Ese beneficioso vuelco en la
balanza de pagos tenemos que atribuírselo al sector privado. Han sido los
hogares y las empresas los que han
realizando ese ajuste y están compensando meritoriamente los
despilfarros de nuestros políticos. En España, durante años, hemos estado
viviendo por encima de nuestras posibilidades y hemos acumulado una deuda tan
descomunal que ha llevado a nuestra economía al borde del desastre.
El sector privado llegó a la
conclusión de que su sobreendeudamiento era francamente inasumible y que los
números rojos, cada vez más altos, terminarían ahogando su economía. Había
hecho saltar ya todas las alarmas. A mediados del pasado año su deuda estaba
prácticamente en el 160% del PIB. Y como
sabe que el crédito privado no debe sobrepasar nunca del 110% del PIB, el
sector privado comenzó a ahorrar para reducir tan elevada deuda. El sector
público, en cambio, lejos de imitar la meritoria actuación de los hogares y las
empresas, ha acelerado aún más ese endeudamiento.
De 2008 a 2009, con José Luis
Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno, es cuando nuestras cuentas públicas
sufren el deterioro más vertiginoso e inquietante de nuestra historia reciente.
Repasando los datos, vemos que el sector público, en 2008, gastó 48.897
millones de euros más de lo que ingresó, dejando el déficit público en el 4,5%
del PIB. Pero en 2009, el gasto sobrepasó a los ingresos nada menos que en
117.143 millones de euros, lo que supone un 11,20% del PIB. El desfase entre
ingresos y gastos comenzó a ser ligeramente más moderado en 2010 y 2011, pero
aún así, en ambos años, el gasto superó a los ingresos en más de 100 millones
de euros y un déficit publico por encima del 9% del PIB.
Cuando a finales del año 2011
Mariano Rajoy Sustituye a Zapatero al frente del Ejecutivo, y en vez de exigir
responsabilidades, al menos políticas, a los miembros del anterior Gobierno,
los condecora. Después, eso sí, se lamentará amargamente de la herencia
recibida, que le obligó a olvidarse, al menos momentáneamente, de sus promesas
electorales y a tomar unas decisiones tan drásticas con cantidad de recortes y
con una presión fiscal desmesurada.
Pero por muchos impuestos y
recortes que se impongan a los que producen, a los que a duras penas y a base
de enormes sacrificios han evitado el
hundimiento total de la economía, no se soluciona definitivamente el problema.
Hace falta algo más. Al igual que hemos pinchado la burbuja inmobiliaria y la
burbuja financiera, hay que pinchar también la burbuja del sector público,
aunque tengan que quedarse en la calle algunos amigos e incluso algunos
conmilitones. Es inviable, económicamente hablando, nuestra estructura
administrativa, multiplicando por diecisiete los diferentes organismos que la
componen.
Sobran, por supuesto, muchas
empresas públicas y, sobre todo, muchas fundaciones que no hacen más que comer
dinero público. Y si Mariano Rajoy quiere de verdad recuperar nuestra economía, tendrá que atreverse a
pinchar también esta burbuja y simplificar la administración pública. Y
ponerla, claro está, al servicio de los ciudadanos, y no al servicio de los
partidos políticos como ha estado hasta ahora.
Gijón, 10 de marzo de 2013
José Luis Valladares Fernández