Está visto que no hay quien gane
en contumacia a los nuevos prohombres de
la supuesta nación catalana, para quienes Cataluña, a pesar de ser una realidad
política contrapuesta a España, ha sido invariablemente aplastada, primero por
los castellanos y después por los españoles. Para los catalanes que reescriben
desvergonzadamente la historia, borrando unos hechos e inventándose otros
muchos, Cataluña ha sido siempre una nación mártir, a la que han expoliado desconsideradamente
para apoderarse de sus gestas, de su pasado extremadamente glorioso y fecundo.
Tal como pontifica esta nueva ola
de la intelectualidad catalana, la vieja Castilla y la misma España usurparon a
la vieja nación catalana la
extraordinaria hazaña del descubrimiento de América. Y lo hacen dando el nombre de Cristóbal Colón
al navegante barcelonés Joan Colom Bertrán, asignándole un origen genovés y
que, por supuesto, fue la Corona de Castilla la que patrocinó tan maravillosa
aventura. Se cambió la ruta seguida por el Almirante y, como es lógico, el
puerto de salida. Colón partiría en
busca del Nuevo Mundo del puerto de Palos de Moguer en vez de Pals de l’Empordà.
El Quijote que conocemos es una
mala traducción del original, escrito en catalán por Joan Miquel Servet, que ocultaba celosamente
su identidad haciéndose llamar Miguel de Cervantes para que nadie le relacionara
con su padre Miguel Servet, que había sido condenado a la hoguera por hereje.
El original del Quijote desapareció prácticamente por decreto para que no hiciera
sombra a las letras castellanas. Hasta Santa Teresa de Jesús, según nos
cuentan, sería Teresa de Cardona y Enríquez, una aristócrata catalana, que fue
abadesa del monasterio de Pedralbes, y no la andariega monja abulense, fundadora
infatigable de conventos, que en el mundo se llamaba Teresa de Cepeda y
Ahumada. También serían catalanes, entre
otros muchos, el Gran Capitán y el cardenal Cisneros.
Los que rigen actualmente los
destinos de Cataluña son felices afirmando que Cataluña es uno de los reinos
más antiguos y que fue el Reino de Aragón el que, en 1137, pasó a formar parte
de la casa de Barcelona, y no al revés. Afirman
sin ambages que la casa de Barcelona
poseía tres coronas, la corona de
Mallorca, la de Sicilia y, por supuesto, la corona de Aragón. Solamente
así se explica que las armas del nuevo reino fueran las catalanas, y no las
antiguas armas aragonesas, lo que prueba claramente, según dicen, la
catalanidad del Estado formado al anexionarse Aragón a la casa de Barcelona.
Fue precisamente en 1714, según
versión interesada de los separatistas catalanes, cuando España acabó con la
independencia de la pujante nación
catalana. Barcelona, que llevaba sitiada desde el 25 de julio de 1713, se rinde
por fin el 11 de septiembre de 1714 a las tropas de Felipe V y sus aliados
franceses. La coronela y el ejército movilizado por la Generalitat de Cataluña,
que defendieron bravamente la ciudad durante algún tiempo, poco pudieron hacer
ante el empuje y el coraje de las fuerzas borbónicas.