En
los días previos a las elecciones del pasado 24 de mayo, el “otro” Pablo
Iglesias lanzó un mensaje extraordinariamente claro a todos los socialistas. Y
no se han dado por enterados ni Pedro Sánchez, ni una buena parte de los miembros
que integran el Comité Federal del PSOE. Cuatro días antes de las elecciones
pasadas, en un acto público celebrado en la plaza Claudio Moyano de Zamora,
después de congratularse por ser nieto de unos socialistas que votaron con mucha
ilusión en 1982, no dudó en afirmar que “los socialistas de corazón van a votar
morado. Bienvenidos a casa, compañeros”.
En
Zaragoza, al día siguiente, el líder de Podemos reclama para su formación
política el voto de los que, en realidad, son “socialistas de verdad”, a los
que vuelve a dar la bienvenida, porque, según dice, van a votar morado. Y va
aún más lejos y, dirigiéndose directamente al PSOE, acusa a Pedro Sánchez y a sus gentes de “haber dejado
de ser el partido de la gente corriente”. Según Pablo Iglesias bis, el PSOE
actual no se parece en nada al de 1982,
ni al de la Transición. Y después de insultar gravemente a distintos miembros
del Partido Popular, dijo que Podemos "no gobernará para todos, porque no
puede gobernar igual para quien desahucia que para el desahuciado".
Y
Pedro Sánchez, que confunde frecuentemente la oportunidad con el oportunismo, piensa
erróneamente que, pactando con Podemos, disimula mejor su estrepitosa derrota
en las urnas y acelera así su ansiado desembarco en La Moncloa. Y realmente no
es así. Con semejante pasteleo, el secretario general del PSOE conseguirá, eso
sí, alguna migaja más de poder territorial, pero perderá una buena parte de sus
posibilidades de cara a las próximas elecciones generales. Con su apoyo indiscriminado
a las formaciones populistas, se arriesga a que el partido socialista de España
termine quedando compuesto y sin novia, y que, como en Cataluña, en Baleares y
en Galicia, pase a ser una fuerza política meramente residual. De ser un
partido de Gobierno, convertirse irremediablemente en un partido bisagra.
El
actual líder del PSOE comete un error monumental al aceptar voluntariamente las
condiciones impuestas por Podemos y que termine regalándoles alcaldías tan
importantes como la de Madrid y Valencia. Y todo a cambio de alguna que otra autonomía
y unas pocas alcaldías de segundo orden. Le ciega el sectarismo y no ve que, en
casi todas las grandes ciudades, el
partido socialista ha sido víctima propiciatoria de Podemos y del resto de
plataformas de izquierda, pilotadas
todas ellas, faltaría más, por las huestes de Podemos.