sábado, 21 de marzo de 2020

¡ESPAÑA ES DIFERENTE!


               Hasta el 19 de julio de 1808, el todopoderoso ejército napoleónico había salido victorioso en campo abierto, en todos sus enfrentamientos contra otros pueblos europeos. Ese día, sin embargo, tenía en frente, en la batalla de Bailén, al desdeñado pueblo español, que defendía valientemente su independencia, y no tuvo más remedio que doblegar su cerviz. Y Napoleón, desconcertado ante semejante derrota, se disculpó diciendo que ‘España es diferente’, frase que terminaría haciendo historia.

A partir de 1936, entra en escena Luis Antonio Bolín, que mantenía una relación muy estrecha con Franco. Intervino directamente en el alquiler del Dragon Rapide, que trasladó al denostado General desde las islas Canarias a Tetuán, para dar comienzo al Alzamiento Nacional. Y Bolín también utilizó la frase lapidaria ¡‘España es diferente’!, pero dándole, eso sí, un sentido totalmente diferente al de Napoleón Bonaparte..

Al finalizar la II Guerra Mundial, los afortunados vencedores trataron de asfixiar políticamente al nuevo régimen franquista, sometiendo a España a un aislamiento internacional sumamente feroz e inhumano. Y Luis Bolín que, durante muchos años, ostentó el cargo de director general de Turismo, buscó la manera de mejorar nuestra complicada situación, abriendo España al turismo exterior.

Después vendría Manuel Fraga Iribarne, que fue ministro de Información y Turismo, desde 1962 hasta 1969. Y para promover el desarrollo de España, utilizando ampliamente la industria turística, recurrió también a la conocida frase de ¡‘España es diferente’!, pero traducida al inglés. Y sembró nuestra geografía con el nuevo eslogan Spain is different!’,  para atraer a los turistas extranjeros con nuestro sol despampanante y con nuestras playas paradisíacas. Y así perdió también vigencia, cómo no, el humillante apotegma, “África empieza en los Pirineos”, que acuñó Alejandro Dumas.

Pero el ¡‘España es diferente’!, utilizado profusamente antaño para dar a conocer las excelencias turísticas españolas, tiene ahora un significado muy poco halagüeño. Ese eslogan, hoy día, se emplea para reflejar la situación caótica y deleznable, en que ha caído últimamente la sociedad española. Por culpa de un tramposo como Pedro Sánchez, el Gobierno se ha convertido en un enorme e indisciplinado circo.

lunes, 9 de marzo de 2020

HABLEMOS CLARO


VIII.- Sánchez y sus acólitos odian a Franco por los favores que hizo l mundo del trabajo




Tardaría aún más de diez años y medio en caer el Muro de Berlín y Felipe González, secretario general del Partido Socialista, ya se había dado cuenta del inminente fracaso del marxismo. Y vio que, si el PSOE no abandonaba a tiempo su condición de marxista, podía hundirse irremisiblemente a la vez que el marxismo.

Y para evitar semejante riesgo, González acudió al XXVIII del PSOE, que se celebró en Madrid en mayo 1979 con una propuesta francamente desconcertante para la mayor parte de los delegados. Con su célebre frase “hay que ser socialistas antes que marxistas”, les pedía, ni más ni menos, que renunciaran al marxismo como ideología oficial del Partido. Pero los partidarios de mantener la línea tradicional marxista del PSOE, que eran mayoría, rechazaron tajantemente dicha propuesta. Y al no conseguir su propósito, González abandonó el cargo de secretario general, quedando el partido momentáneamente en manos de una Comisión Gestora.

Y como el clima de enfrentamiento entre los dos sectores, el crítico o histórico y el moderado, siguió agudizándose progresivamente, la Comisión Gestora, dirigida por José Federico de Carvajal, intentó pacificar el Partido, convocando un Congreso Extraordinario que se celebró los días 28 y 29 de septiembre de ese mismo año.

En las primeras sesiones de este Congreso Extraordinario, volvió a aflorar la división y el enfrentamiento entre las dos corrientes mayoritarias del PSOE. Felipe González, Alfonso Guerra y sus partidarios seguían siendo claramente partidarios del abandono del marxismo como ideología oficial del Partido. Por otro lado, estaban los del bando crítico o histórico, comandado por Pablo Castellano y por Francisco Bustelo, que eran totalmente contrarios al abandono de la línea tradicional marxista que siempre ha caracterizado al PSOE.

Tras los intensos debates para dilucidar la línea o el rumbo que debía seguir el partido, las dos corrientes llegaron finalmente a una especie de entente, moderando ambas sus pretensiones iniciales. El sector renovador consiguió, cómo no, que los postulados marxistas dejaran de formar parte de la ideología oficial del PSOE. Y para no desairar inútilmente al sector histórico, la corriente renovadora accedió a que el marxismo continuara dentro del programa político del Partido Socialista, aunque simplemente, eso sí, como instrumento meramente teórico y sin el menor atisbo dogmático.