Como era previsible, Alfredo Pérez Rubalcaba ya es el aspirante oficial a ocupar La Moncloa en las próximas elecciones. En esas primarias sui generis, en las que, siguiendo sus instrucciones, se cerró el paso a los aspirantes atrevidos, exigiéndoles unas condiciones claramente inalcanzables. Se les exigían nada menos que 22.000 avales que debían conseguir en un espacio de tiempo relativamente my corto. No había días en el calendario para recabar ese número tan elevado de firmas. Así que Rubalcaba, el que ahora quiere llamarse Alfredo, sin primarias ni gaitas, saldrá elegido con el 100% de los votos, como suele ser habitual en todas las Democracias Populares que se precien.
Utilizando sus artes maquiavélicas, ya había conseguido previamente que José Luis Rodríguez Zapatero pidiera a su preferida Carme Chacón que renunciara a medirse con él en las primarias. Quería abortar las primarias y ser el candidato único. Y para Rubalcaba, con ese su carácter innato tan tortuoso y laberíntico, manejar a Zapatero era algo sumamente sencillo. Así que la ministra de Defensa anunció, cobardemente y casi con lágrimas en los ojos, la retirada de su candidatura a la sucesión de Rodríguez Zapatero. La disculpa para tal renuncia fue un tanto peregrina: había peligro de escisión en el PSOE, y para evitarla ella daba un paso atrás para que el partido diera un paso adelante.
Y ahora Rubalcaba quiere lavar su cara y enterrar sus largos años de actividad en las cloacas del Estado; quiere que nos olvidemos del GAL, del 11-M, y pretende hacernos ver que lo del chivatazo a ETA, el conocido caso Faisán, es una simple invención de la derecha reaccionaria. Intenta presentarse ahora como un relevo oportuno y democrático de Zapatero. Asegura que tiene nuevas ideas y sabe cómo cambiar el PSOE. Da a entender que él tiene la solución precisa para salir definitivamente de la crisis. Pero todos sabemos que Alfredo Pérez Rubalcaba, sobre todo desde que fue aupado a la vicepresidencia primera del Gobierno, manejó a su antojo a un Zapatero desnortado, empeñado en practicar un izquierdismo propio de un adolescente que no ha alcanzado aún la madurez.
Es Alfredo Pérez Rubalcaba quien mueve a su antojo los hilos de este Gobierno a la vez que se ocupa de sacar adelante su candidatura. Rodríguez Zapatero ya no cuenta para nada. Está noqueado y secuestrado, o ha pasado a ser voluntariamente un simple mandado. Y esto ya no es de ahora. Hace ya mucho tiempo que el todopoderoso vicepresidente se ha hecho con el cotarro. En tiempo de los GAL, aunque pertenecía al núcleo duro del Gobierno, Rubalcaba se movía en un segundo plano. Ahora no, ahora es la cabeza pensante. Todo un Maquiavelo de mente extremadamente retorcida que se ha puesto al frente de la manifestación y que ha diseñado hasta el último detalle de la negociación con ETA. Y aunque ahora nos venga con la cantinela de que sabe cómo sacarnos de esta crisis, podemos acusarle al menos de corresponsable de la pasada congelación de las pensiones, de haber bajado el sueldo a los funcionarios y empleados públicos, de otros muchos recortes sociales y de estar detrás de los cinco millones de ciudadanos españoles que se han quedado sin trabajo.
Queremos que nuestra democracia sea homologable en todo a la francesa, a la inglesa o a la alemana. Y por mucho que busquemos, jamás encontraremos en estos países a nadie formando parte de sus gobiernos a personajes siniestros que hayan estado involucrados en guerras sucias y menos si hay asesinatos de por medio. Pero España siempre ha sido diferente. Y Rubalcaba, actual ministro de Interior, portavoz y todopoderoso vicepresidente, formó parte antaño de un Gobierno que saqueó las arcas públicas, practicó toda clase de golferías, alentó la corrupción policial y judicial y hasta patrocinó algún secuestro sonado y más de un asesinato. Y encima ahora aspira a la presidencia del Gobierno. Si consigue llegar ahí, esperemos que mantengan sus manos más alejadas del gatillo que entonces.
Lo que sí es cierto que no podemos fiarnos de Rubalcaba y su nominación para suceder a Zapatero, no deja de ser un intento de volver a la época más truculenta de nuestra democracia. Con Rubalcaba, eso sí, estaremos siempre pendientes de sus manejos, pues cuando menos lo esperas, te organiza uno de sus episodios clásicos como el del 11-M y el subsiguiente asalto a las sedes del Partido Popular. Afirmó entonces, por activa y por pasiva que a los asaltantes no les convocó nadie, acudiendo todos ellos puntualmente de manera espontanea. Y para disimular el embrollo, infringiendo la ley que prohíbe hacer propaganda electoral en la jornada de reflexión, nos sale con aquello de que “España no se merece un Gobierno que mienta”.
La historia de los asaltantes a las sedes del Partido Popular se repite ahora con los “indignados” del “movimiento 15-M” que han estado ocupando ilegalmente la Puerta del Sol en Madrid y otras plazas en las distintas ciudades españolas. No sé hasta dónde llega la influencia perversa del ministro de Interior en estos grupos que, como aquellos asaltantes, se reúnen y organizan todas sus algaradas de forma espontanea. Que Rubalcaba está detrás de este movimiento, de una manera u otra, es evidente. Gracias a su intencionada dejación de funciones, esos grupos de “indignados” han podido crear esos espacios ilegales de impunidad. Y esto no hubiera sido posible sin la complacencia de quien, en vez de ejercer de ministro de Interior, actúa intencionadamente como un simple candidato a la presidencia del Gobierno.
Es cierto que estos grupos de supuestos “indignados” culpan de todos los males al sistema político actual y descargan toda su batería dialéctica contra el capital, contra los banqueros y, cómo no, contra los políticos en general. Pero las broncas y las algaradas las montan preferentemente contra instituciones y gobiernos regidos por el Partido Popular o contra algunos de sus miembros destacados. Dan la sensación de estar preparando, con todo detalle, el ambiente que quieren para cuando se celebren las próximas elecciones generales y al que ha de hacer frente continuamente el Partido Popular si, como se espera, llega a gobernar.
Barrillos de Las Arrimadas, 18 de junio de 2011
José Luis Valladares Fernández