Los
españoles vamos de sorpresa en sorpresa y no ganamos para sustos. Los sobresaltos
que llevamos, son cada vez más preocupantes y se repiten con tanta frecuencia,
que nos están dejando prácticamente sin capacidad de asombro. El último gran
revuelo lo provocó Podemos, al
irrumpir de una manera tan impetuosa
y arrolladora en la escena política actual. Con apenas tres meses de
existencia, el partido creado por Pablo Iglesias da la campanada y pasa a ser
el gran ganador de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. Sin rodaje
alguno previo, Podemos logra el
apoyo inesperado de 1,2 millones de electores, lo que le da cinco escaños en el
Parlamento Europeo.
Ni
el mismo Pablo Iglesias esperaba un resultado tan espectacular. Enfrentarse a
los partidos políticos tradicionales, a los “poderosos”, a los “partidos del
régimen” o de “la casta”, como él mismo dice, era una tarea harto complicada y
cargada de riesgos. Pero esto no arredra a un personaje tan impulsivo como este
profesor de la Complutense, y decide plantar cara al “poder” establecido. Y
utilizando toda su astucia y una buena dosis de audacia, aparece inopinadamente
en escena, imitando al héroe mitológico Heracles cuando entró en el jardín de
las Hespérides para robar las manzanas de oro. Y fue Juan Carlos Monedero,
desempeñando el papel del dios marino Nereo, quien le indicó la ubicación
exacta de dicho jardín.
El
éxito de Pablo Iglesias Turrión es arrollador.
Sin un esfuerzo, logra aglutinar en Podemos
a todos los radicales y activistas que
se mueven en la órbita de los indignados
del 15-M, juntamente con las
diversas tribus de okupas que padecemos y a los mercenarios que obedecen
ciegamente las consignas lanzadas por Ada Colau. Y aprovechando sutilmente el
esfuerzo y la creatividad de toda esta ralea de anti sistemas, embauca a mucha gente con su solemne promesa de
implantar e n España un sistema de libertades y
de democracia, faltaría más, idéntica a la que se disfruta en Cuba y en
Venezuela
La
propuesta estrella del partido de Pablo Iglesias es claramente rupturista.
Quiere sustituir, a toda costa, nuestro
sistema democrático actual, modélico y representativo, por una
democracia más real, “participativa” o “asamblearia”. Propugna la “participación
directa” de todos los votantes, de
modo que las decisiones del Gobierno respondan siempre a la voluntad mayoritaria
de los ciudadanos. En una palabra, se trata simplemente de lavar la cara a
la conocida y tradicional “democracia popular” impulsada por los comunistas,
a la que trata de dar un aspecto menos
tétrico y más vendible.