viernes, 27 de febrero de 2009

EL LAICISMO Y SUS CONSECUENCIAS

El laicismo, poco a poco, se va abriendo paso en nuestra sufrida sociedad. Un laicismo intransigente, defensor de los pretendidos valores laicos, que no se conforma con el confinamiento de la religión en el ámbito privado y en la conciencia individual. Su ciega intolerancia les lleva a buscar, sin desmayo, el desarraigo definitivo de la religión de nuestra sociedad. Este laicismo, parece haberse convertido en la bandera o emblema fundamental de la ya famosa posmodernidad española.
Los que profesan esta moral laica, ponen todo su ardor en ganar adeptos para su nueva religión. Se trata de una visión a-religiosa de la vida, donde se prescinde de Dios, y no hay lugar para nada que trascienda a la pura razón, ni para ninguna ley moral de valor absoluto. El hombre empieza y termina en si mismo, negándosele toda posibilidad de otras metas trascendentes que, en definitiva, es lo que da sentido a la vida de las personas y salvaguarda su verdadera dignidad.
Los defensores de esta cultura laicista son Prometeos tonantes, tramposos como dicho seudo-dios mitológico. Tienen la extrema osadía de teorizar sobre el carácter finito de la humanidad, negando abiertamente toda realidad escatológica. Anuncian públicamente, desde unos autobuses urbanos, como si de una epifanía laica se tratara, su buena nueva, con el siguiente slogan publicitario, copiado a los ingleses: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”. Más que buena nueva, será triste suerte, ya que al pobre ser humano, únicamente le espera el vientre acogedor de la tierra y del tiempo.
Tratan de descristianizar, como sea, nuestra cultura secular, cultura que nos trasmitió el Imperio Romano, una vez cristianizado. La cruz y los valores que representa, producen, en estos nuevos predicadores de vía estrecha, verdaderos e inaguantables sarpullidos. De ahí su empeño patológico de hacerla desaparecer de todos los ámbitos sociales, tanto públicos como privados. Han dejado de ser simples agnósticos y se han convertido en ateos fundamentalistas, intolerantes con toda idea religiosa.
No se dan cuenta que, muchos de los problemas que aquejan a nuestra sociedad, se agravan considerablemente cuando las convicciones religiosas se deterioran o desaparecen. Y lo peor es que, al coro de esos doctrinarios de poca monta, se unen nuestras autoridades públicas, tratando de vaciar de contenido los principios propios de nuestra cultura. Esos valores cristianos, por sí mismos, son ya todo un freno efectivo, capaz de evitar muchos de los males sociales que padecemos: la violencia, el aborto y la droga entre otros.
Despojado el hombre de todo valor espiritual y trascendente, quedaría reducido a la simple condición de animal. En tal circunstancia, el hombre verá en sus congéneres a unos odiosos competidores, dispuestos a coartarle su propia libertad. De ahí que viva siempre en guardia y, con frecuencia, asigne al prójimo la categoría de enemigo mortal. La racionalidad le valdría únicamente para ser más efectivo en la lucha entablada contra sus congéneres por esos bienes caducos, a los que únicamente puede aspirar.
Ni las recomendaciones a la cordura, ni la simple solidaridad humana, lograran un comportamiento humano acorde con unos cánones éticos y morales. Se necesita algo más. Y ese algo más es nuestro destino al más allá, es nuestra pervivencia fuera del tiempo, es ser persona. Son toda esa serie de valores espirituales, de los que quieren despojar al hombre, desde su niñez. Por eso tratan de usurpar a los padres, el derecho natural a educar a sus propios hijos. Ese es el objetivo primario de la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
La violencia de género, lejos de remitir, aumenta de día en día. De nada ha servido la correspondiente ley, ni los juicios rápidos, ni los demás medios ideados para frenar su avance. Otro tanto ocurre con la violencia callejera. La decadencia de nuestra cultura cristiana y el abandono definitivo de los valores morales, tienen mucho que ver con todo esto. Y, mientras la escala de valores morales no se restaure, diga lo que diga el poder político, la violencia seguirá aumentando irremediablemente.
No olvidemos tampoco el daño, que toda esta supuesta progresía, está haciendo actualmente a los niños y adolescentes, a los que, subliminalmente, animan a quemar etapas en la maduración sexual. Las campañas a favor del uso del preservativo es casi una incitación velada a la práctica prematura del acto sexual.
No se si estos laicistas de nuevo cuño, tienen algún conocimiento de antropología sexual de los adolescentes. Si se, que esa zafia campaña, lejos de evitar los embarazos, a la larga, los aumentará considerablemente. Y, a continuación, viene lo peor: el aborto. La degradación ha llegado a tal punto que, en muchos ámbitos, se piensa ya que el aborto es un derecho, prácticamente innato, en mano de las mujeres. Y no es otra cosa que una auténtica aberración criminal.
El aborto, aún en los supuestos que nuestras leyes permisivas despenalizan, es un verdadero crimen, un asesinato en toda regla. Tan grave o más que cualquier otro asesinato. Se trata de niños en gestación, a los que no se les consultó para traerles a este mundo. Y ahora tampoco se les consulta para acabar con su vida. Y existe el agravante de que son seres inocentes e indefensos.
Educando en valores, desde la más tierna edad, lejos de provocar una juventud reprimida, como se quiere hacer ver desde esos sectores falsamente progresistas, tendríamos unos jóvenes responsables en todos los sentidos. Dejarían de ver en el prójimo al competidor molesto, para ver en él al amigo o al hermano con quien hay que ser solidario. Restaurada nuestra cultura cristiana, pasaría a ser verdad aquella estrofa del poeta John Donne: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la humanidad. Por eso nunca preguntes, por quien doblan las campanas…”.
Lo que si está claro es que, si no hay valores morales objetivos que nos ayuden a determinar lo que está bien o mal, una auténtica catástrofe, moral y humana se hará inevitable.

José Luís Valladares Fernández

jueves, 26 de febrero de 2009

TIEMPO DE LÁGRIMAS

La crisis generalizada y la degradación social que imperaba en Occidente a principios del siglo V, como consecuencia de la descomposición gradual del orden establecido por Roma, dio origen a esta expresión gráfica de San Jerónimo: “...Durante mucho tiempo he permanecido en silencio, persuadido de que había llegado el tiempo de las lágrimas”
Entonces eran las tribus bárbaras del norte las que, aprovechándose de las luchas internas de Roma, amenazaban la estabilidad de todo el imperio romano. En la Hispania romana, por ejemplo, suevos, alanos y vándalos terminaron con la unidad lograda por el Imperio y, por consiguiente, con el orden social y económico que se derivaba de esa unidad.
Ahora ha vuelto a llegar ese tiempo de lágrimas. Con Zapatero se han vuelto a poner de moda los reiterados intentos de establecer nuevas fronteras internas, que rompen el destino común y la solidaridad interregional. Hay un afán patológico por intelectualizar las diferencias entre un ellos, y un nosotros. Y tratan, por todos los medios, de que estas diferencias se conviertan en auténticos límites divisorios, cada vez más infranqueables. Límites divisorios que defienden irracionalmente empleando una fuerte carga emocional. Y esto, a pesar de que son plenamente conscientes de que esas nuevas fronteras representan un verdadero lastre para su propio desarrollo económico. Con estas fronteras internas, evidentemente generadoras de mayor pobreza, se agrava peligrosamente el estado, ya pésimo, de la economía española.
Pero Zapatero es incombustible y le cuesta llamar a las cosas por su verdadero nombre. Una de dos: o trata de anestesiar a la sufrida sociedad española, utilizando, claro está, los tradicionales modos de propaganda del PSOE, o ha terminado por creerse sus propios sueños, cayendo en el espejismo de que, pese a la crisis, aún vivimos en la Arcadia europea.
De ahí que insista machaconamente en hacernos ver que estamos mejor preparados que nadie para solucionar este, según él, coyuntural frenazo económico. A la vista están sus recetas salvadoras: un debate en el Congreso de los Diputados que ha convocado con “carácter inmediato” y, después, que confiemos ciegamente en las iniciativas que pueda elaborar el gobierno. Con estas simples medidas, a partir de mediados del año próximo, según Zapatero, volveremos a crecer económicamente por encima de la media europea. Esperemos a esa comparecencia del presidente del Gobierno ya que, seguro, se despachará con algún anuncio efectista y estrambótico que le permita seguir tirando hasta que aparezca otra nueva andanada de malos datos económicos. Lo lamentable es que esas ocurrencias presidenciales, como los 400 euros de marras, suelen complicar más aún las cosas.
Lo que viene a demostrar, en el mejor de los casos, que no es plenamente consciente del estado real de nuestra economía. De ahí que tardara tanto en reconocer la grave crisis que padecemos. Era ya una fijación recurrente en él la persistente huida de la palabra crisis. Y admite su existencia ahora que la crisis va a dar paso a una preocupante recesión.
La crisis económica tiene su inicio cuando el crecimiento decae y se comienza a crecer menos durante dos o más trimestres consecutivos. Si se traspasa la línea del cero y se comienza a crecer negativamente, como lamentablemente ocurrirá ya a partir de ahora, tendremos a la vuelta de la esquina una recesión económica generalizada. Y los efectos de dicha recesión serán, con toda seguridad, mucho más perniciosos que los de la crisis previa. .
Y lo malo es que Zapatero quiere solucionar los graves problemas por los que atraviesa nuestra economía, aplicando simplemente verdaderos paños calientes. Lejos de solucionarse el problema, se irá agravando cada vez más, ya que el Presidente del Gobierno se ha puesto en manos de unos gurús o arbitristas de nuevo cuño, que tratan de reactivar la economía, regalando simplemente unas lámparas de bajo consumo y, quizás, contratando unos cuantos miles de personas para cuidar los bosques.
Los malos augurios que parecen conjurarse contra nuestra economía, llenan de preocupación a cuantos vivimos de una simple pensión, ya que los efectos de esta crisis se dejaran sentir, con mayor crudeza, en los grupos sociales menos favorecidos. Y entre estos grupos se encuentra la mayor parte de las personas mayores que viven exclusivamente de una pensión. Y lo malo es que, según todos los indicios, la degradación de la economía no ha hecho más que empezar.
El déficit por cuenta corriente tan alto -nada menos que el 10% del PIB- impide solucionar satisfactoriamente ese empeoramiento progresivo de nuestra economía. Además hay otros dos factores, claramente negativos, que contribuyen a que el problema tenga una muy difícil solución: no hay posibilidad de acudir a la socorrida devaluación de la moneda como en otros tiempos, y, también, al endurecimiento real de las normas crediticias del BCE.
Es evidente que esta situación económica es muy grave y afecta a toda la sociedad, pero a unos estamentos con mayor dureza que a otros. Las personas, en edad de trabajar, y que hayan perdido su puesto de trabajo, serán, sin duda, las más perjudicadas. Pero detrás de este colectivo, vienen los jubilados y pensionistas, ya que la pérdida inexorable del poder adquisitivo de sus pensiones va a ser más fuerte de lo normal por culpa de esta crisis económica. Y no digamos nada si, como acostumbran, acuden a una carga impositiva mayor.
Si esta situación se prolongara en el tiempo, más allá de lo razonable, hasta podría ponerse en grave riesgo el sostenimiento de nuestro sistema de pensiones. Ya estuvo Solbes a punto de conseguirlo en tiempos de Felipe González. Y, como siga así, no será tarde para que lo consiga en esta su segunda etapa al frente del Ministerio de Economía. De todos modos, el desastre económico está servido. No solamente los parados, que perciben una prestación o subsidio muy limitado; también los jubilados y pensionistas tendrán que prepararse para unos tiempos muy difíciles que se avecinan. Definitivamente, ¡… estamos en tiempo de lágrimas!

26-09-08 El Comercio

José Luís Valladares Fernández

miércoles, 25 de febrero de 2009

LOS VODEVILES DE ZP


La literatura española es muy rica en creaciones literarias de todo tipo. Hasta tenemos, entre nuestros literatos, verdaderos talentos en el género conocido como comedia ligera y desenfadada, que han sabido provocar intencionada y magistralmente la hilaridad y la risa de los espectadores. Es decir, verdaderos maestros en el arte del vodevil.
Pero, todo hay que decirlo: al lado de nuestro Presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, nuestros clásicos del vodevil no pasan de meros aprendices. Y su partenaire, Sr. Solbes, un discípulo abanmzado. Repasemos alguna de sus actuaciones de un modo estrictamente cronológico:

ZP: “…En 2008 estamos en disposición de aspirar, de trabajar y de ponernos un horizonte para lograr el pleno empleo…” (9 de Enero 2008)
“…Podemos estar tranquilos. Vamos a tener cuatro años por delante de crecimiento, de empleo...” ( 10 de Febrero de 2008)
SOLBES: “…España crecerá un 2,3% este año y también el año próximo…” (25 de Abril de 2008)
ZP: “…Y ahora está en un periodo de desaceleración. No de crisis y menos de recesión…” (20 de Febrero de 2008)
SOLVES: “…Hablan de crisis por parte del Partido Popular, incluso de recesión que ya a veces resulta incluso molesto. Nada más alejado de la realidad…” (21 de Febrero de 2008
ZP: “…Estamos viviendo los momentos más difíciles de la crisis…” (26 de Diciembre de 2008)
SOLVES: “…El paro llegará a alcanzar el 15,9% de la población activa este año como media.
Ante tamaño vodevil ¿qué hacemos? Soltamos la correspondiente carcajada o ¿nos ponemos de mal humor? Vosotros mismos.

José Luís Valladares Fernández

martes, 24 de febrero de 2009

¡SALVESE QUIEN PUEDA!

NUESTRO Ministro de Economía, Pedro Solbes, como adivino, no tiene precio. Los personajes mitológicos Tiresias y Calcas, a su lado, no pasaban de simples aprendices. Si sus previsiones económicas nos despistan, es porque no sabemos que ocurrirá todo lo contrario de lo que él diga. El debate preelectoral con Manuel Pizarro es clarificador al respecto. De haber sido ciertas las afirmaciones que allí hizo, España estaría a las puertas de convertirse en una nueva y próspera Arcadia. Pero, para nuestra desgracia, era Pizarro quien tenía razón.
Hoy en día ya admite que estamos en una grave crisis económica. Pero así y todo, se empecina en afirmar que el Gobierno, en un período de tiempo récord, va a reconducir, tanto el crecimiento económico como la creación de empleo. Espera reducir sustancialmente la balanza comercial y equilibrar el sector exterior. Y el problema de la productividad también va a ser definitivamente resuelto, mejorando de este modo la tasa actual de desempleo.
Pero las cifras macroeconómicas son tozudas. Y así sabemos que la tasa de desempleo, con respecto al período anterior, sufrió un aumentó de 1,3 puntos porcentuales, alcanzando en el mes de marzo el 9,6%. Pero Solbes, para diciembre, sitúa esa tasa de desempleo en el 9,8%. Solamente crecería 2 décimas de marzo hasta diciembre.
Veamos la productividad. Hace ya años que España no crece por encima del 1%, con respecto al año anterior. En 2007, la productividad creció únicamente el 0,8%. Pero el ministro de Economía, obvia el histórico anterior de este crecimiento, señala un crecimiento anual de la productividad del 1% para 2008, y del 1,2% para 2009 y 2010.
Analicemos nuestra balanza comercial. Según Solbes, el desequilibrio existente entre exportación e importación quedará resuelto en los tres próximos años. En 2007 exportamos 1,3 puntos menos de lo importado. Y si esto es así, será imposible reducir esa diferencia a una décima en el año actual de 2008. Y dadas las distintas circunstancias económicas, ni soñando logrará invertir esa tendencia a partir de 2009. Y menos dejarla en 2011 en el 0%.
Tampoco son ciertas las previsiones del titular de Economía sobre el PIB real. Solamente él puede creer que vamos a crecer al 2,3% en 2008 y 2009. Por de pronto en 2008 estamos creciendo por debajo del 0%.
Lo malo de todo esto es, que los Presupuestos Generales para 2009 se realizaron, dando por buenas las previsiones de Solbes. El crecimiento del PIB, el desempleo, la deuda del Estado y el déficit público son cuatro indicadores básicos que están, unos muy por debajo y otros muy por encima de lo que contemplan dichos presupuestos.
El PIB, lejos de lo que indica el Gobierno, va a ser claramente negativo en 2009. Según el Fondo Monetario Internacional, en vez de crecer un 1%, sufrirá una contracción preocupante, al menos del -0,2%. En cuanto al desempleo, nadie se cree que terminaremos 2009 con una tasa de paro del 12,5 % de la población activa. Al ritmo que vamos, y la falta ostensible de medidas correctoras, esa tasa de paro se situará claramente por encima del 14%. Actualmente nuestras cifras de desempleo están un 70% por encima de la media europea.
Tampoco podemos ser optimistas con las previsiones de los Presupuestos sobre la deuda del Estado. Calculan un incremento de dos puntos, lo que situaría a dicha deuda en el 38,8 % del PIB. No tienen en cuenta estos Presupuestos los 30.000 millones de euros, ampliables hasta 50.000, destinados a la compra de activos de bancos y cajas de ahorros. Esto elevaría la deuda pública nada menos que hasta el 41,5 % o el 41,6% del PIB. Y esta deuda pública va a generar unos elevados intereses que acabaremos pagando los contribuyentes. Y el déficit público no ofrece mejores perspectivas. En vez del 1,9% previsto por el Gobierno, estará más bien en torno al 3% del PIB y con tendencia a crecer aún más en los próximos años.
El resultado final de estos Presupuestos será el aumento significativo de la pobreza en nuestro país. En lo que va de año, las personas menesterosas que acuden a Cáritas, en busca de comida, aumentaron ya un 50%. Son nuevos pobres que, dadas las circunstancias, acabarán en la frustración y en la pérdida de confianza en sí mismos.
Y en España lo tenemos mucho más difícil que los países de nuestro entorno. Además de la crisis financiera, común a todos, tenemos otra crisis propia, nuestra, mucho más grave y complicada. Pues a nuestra economía le falta competitividad, tal como evidencia el desequilibrio de la balanza por cuenta corriente. Y esto tiene muy mala solución por la imposibilidad evidente de devaluar la moneda. El Gobierno sabe perfectamente, que es nuestra propia crisis la que ha hundido el mercado de trabajo, y que la grave recesión que padecemos nos va a llevar a una situación muy difícil y complicada. La modificación de los Presupuestos Generales del Estado, de acuerdo con los datos reales de nuestra economía, y la moderación del gasto público, podrían aliviar algo nuestra situación económica.
Y ante situación tan grave, los sindicatos no tienen nada que decir, o no quieren decir nada. De estos sí que se puede decir que, ni están, ni se les espera. Con el PSOE en el Gobierno, los sindicatos se han vuelto mudos. Parecen tumbas etruscas. Si las organizaciones sindicales que padecemos fueran beligerantes con el Ejecutivo, y cumplieran con su deber, ni trabajadores, ni pensionistas tendríamos tanta complicación económica.
El Gobierno no va a rectificar ni a cambiar su demagógico comportamiento social. Es la manera habitual de comportarse todo buen socialista: subir impuestos y aumentar el gasto público. Y los sindicatos, para más inri se han transformado en dóciles domésticos del Gobierno. Esta deslealtad evidente de los sindicatos, es todo un trágico tsunami que hundirá sin remedio a todos los que sufren penuria económica. Ante tan negra perspectiva, tiene sentido aquello de ¡sálvese quien pueda!

23.12.08 - El Comercio

JOSÉ LUIS VALLADARES FERNÁNDEZ

CAZADOR CAZADO

Cada vez que hay elecciones a la vista, la historia se repite una y otra vez. Como el Estado de Derecho, en la España de ZP, es una mera entelequia, se puede acusar y difamar sin problema alguno al Partido Popular. Y dentro del PSOE cuentan con dos auténticos milicianos de izquierda que, abierta la veda, disfrutan con este tipo de cacería política: Baltasar Garzón y Mariano Fernández Bermejo.
Debido al sincretismo judicial de Garzón, desconocemos lo que hay detrás de esa trama de corrupción atribuida interesadamente al Partido Popular. Como mucho, algún episodio aislado, que utilizan arteramente para transmitir la imagen de un PP corrupto, al que hay que desacreditar de cara al proceso electoral.
Sí sabemos, en cambio, que Garzón alardea absurdamente, y sin el menor pudor, de ser un juez de izquierdas. Como si el ser de izquierdas garantizara un modo correcto de impartir justicia. Y además es tan presumido y vanidoso que, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se embarca en monterías de salón en busca de un estrellato absurdo. Le gustaría, incluso, hasta aparecer en los cromos que se intercambian los niños en los colegios.
Y para mayor desgracia del que espera una solución, rápida y conforme a derecho, de sus problemas judiciales, pacta una cacería ilegal, en la finca jienense de Cabeza Prieta, con su jefe Mariano Fernández Bermejo. Había que planificar la otra caza, la inconfesable caza de la plana mayor del PP. Bermejo, personaje pintoresco donde los haya, acude ufano a cazar a esa finca, sin licencia. Y cazan, a pesar de que había nieve y, además, abaten unos jabalíes, incurriendo ambos cazadores en otra ilegalidad más.
Garzón es un juez atípico que se cree el no va más en todo y que, ni es independiente en sus actos, y que carece de la más elemental sapientia, que en latín significa, al mismo tiempo, sabiduría y prudencia. Únicamente tiene chulería y un afán desmedido de protagonismo. Y el ministro Bermejo es aún más chulo que el propio Garzón. Presume incluso de haber violado la ley, él, que, por el cargo público que ocupa, debería cumplir escrupulosamente y hacer cumplir al resto de los mortales. Da la sensación de que paladea el placer de ser culpable y, a la vez, sentirse libre. Como muchos socialistas, piensa que está por encima del mal y el bien.
Es evidente que Bermejo, todo un comisario político de Justicia, se destaca por su afición desmedida a la comodidad, a la buena vida y al goce indecente de todos los placeres del Poder. Se tiene a sí mismo por una criatura heráldica con más derecho que nadie al uso indiscriminado de los diversos recursos patrimoniales y de la Tesorería del Estado. Tiene tan poco decoro que, cuando se descubre que cazó sin licencia, no encuentra mejor disculpa que el de un simple e inoportuno olvido
Sería interesante, también, averiguar quien financia esas caras monterías en que intervienen el Juez y el Ministro, y a cambio de qué. Que a lo mejor hay aquí la misma materia delictiva que la que tratan de encontrar ellos en los políticos encausados. No cabe duda que, personajes como Bermejo y Garzón, solamente son posibles en la inverosímil España de Zapatero.

José Luís Valladares Fernández

lunes, 23 de febrero de 2009

POBREZA Y DESAMPARO A LA VISTA



Es evidente la afición de José Luís Rodríguez Zapatero por los mítines, en los que ofrece siempre mejoras sociales y económicas, que no llegan nunca. Ni que fuera la bruja Lola, pronosticando nuestro inmejorable futuro económico y político. Pero, al igual que dicha bruja, no acierta ni por casualidad.
Ahora prevé un cambio de tendencia importante en la destrucción de empleo para el mes de marzo o, como mucho, para el segundo semestre del año. Esa reactivación positiva del empleo, vendrá dada, según él, por la operatividad del dinero puesto en manos de los Bancos y de los Ayuntamientos. Si Zapatero espera que se cumpla este pronóstico, es que confunde la ilusión con la cruda realidad. Y en tal caso, estaría incapacitado para ver el alcance del grave problema económico que nos aqueja. Pues ese dinero, dado de esa manera y sin control alguno, únicamente servirá para aumentar nuestra ya muy abultada deuda pública.
Zapatero y su gobierno debieran medir mejor las consecuencias de sus decisiones, pues corremos el riesgo de caer en una preocupante depresión económica. Es evidente que, por falta de demanda, a la recesión que padecemos, se está uniendo una caída generalizada del nivel de precios de bienes y servicios. Y no hay peor mezcla explosiva, para dinamitar puestos de trabajo, que la conjunción de recesión y deflación. Y más si, como parece, no hay manera de ajustar la oferta a la baja, al mismo ritmo que cae la demanda.
Todo indica que Zapatero no tiene ni idea del problema que nos aqueja. No sabe por qué crecíamos cuando crecíamos, ni ahora sabe por qué nos estamos hundiendo en esta crisis sin parangón. No ha sabido medir las consecuencias de nuestro alto nivel de endeudamiento y de nuestra abultada dependencia de la financiación exterior. Añadamos, además, el elevado peso que el sector inmobiliario tiene en nuestra economía.
Nuestro principal problema tiene su origen en nuestro crecimiento económico, que, visto estructuralmente, es prácticamente tercermundista. No hemos sido capaces de adaptarnos a la globalización, lo que nos ha llevado a perder un 15% de cuota de mercado en el comercio mundial. Nuestro crecimiento pasado fue posible gracias al alto consumo interno, motivado por el incremento masivo de la población inmigrante y por el turismo.
El consumo interno, sin control, produjo un endeudamiento masivo de las familias. Endeudamiento que afectó también a las empresas y a las entidades financieras. Por si esto fuera poco, nuestro déficit exterior está, incluso, por encima del 11% del PIB. Esto es, producimos, como mínimo, un 11% menos de lo que realmente consumimos. Y no debemos olvidar que casi un 50% de la población ocupada es, desgraciadamente, mileurista.
Y en el horizonte, no hay nada que nos lleve a mirar el futuro con optimismo. Son muchos los organismos independientes, nacionales e internacionales, que nos auguran aún peores perspectivas económicas para el año 2009. Según ellos, España será uno de los países desarrollados que más acuse la crisis en dicho año. La Fundación de Cajas de Ahorros calcula un descenso del PIB, al igual que el Gobierno, en torno al 1,6%. Es el pronóstico más favorable. La UE, desde Bruselas, indica que esa caída llegará inevitablemente al 2% del PIB. El Deutsche Bank eleva esta caída hasta el 2,6%.
Si a todo esto añadimos la situación actual del consumo privado y la caída en picado del turismo, la destrucción de puestos de trabajo continuará aumentando escandalosamente. Así lo interpreta también M. Á. Fernández Ordóñez, cuando dice que “Los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan”.
Tenemos el triste privilegio de encabezar las estadísticas del paro, con un 14,4% frente al 7,8% de media de la UE. Y si miramos a los menores de 25 años, el resultado es aún más escandaloso: mientras que en la Comunidad Europea nos encontramos con una media de 16,4% de paro, en España llegamos al 29,4%. Y esto teniendo en cuenta solamente nuestras cifras oficiales de paro, que son completamente falsas. Habría que incluir a las personas del “efecto Caldera” (DENOS), y a todos aquellos que están parados y no figuran en las listas del INEM.
En 2008 ya superamos ampliamente la barrera del 3% de déficit, violando el Pacto de Estabilidad acordado en Maastricht. Esto ya supuso que el organismo Standard & Poors cuestionara nuestra solvencia primero y nos rebajara después en un punto la calificación máxima. Esto restringe la Inversión extranjera en España y encarece el poco dinero que llegue.
Y lo peor aún está por venir. La mayoría de los analistas internacionales están de acuerdo con el Deutsche Bank que augura para 2009, que nuestro déficit público cerrará el año por encima del 4,7% del PIB, cifra que Bruselas eleva hasta el 6,2%. Solbes cuestiona esta posibilidad y, adoptando un aire de funcionario de Pompas Fúnebres como es su costumbre, confiesa que, como mucho, puede llegar ese déficit a un 5,8%.
Para remediar estos males, Zapatero pone en marcha el plan “E”. Se trata de unas cuantas medidas enlatadas, ya expuestas en planes anteriores. Medidas, por otra parte, típicamente socialistas: una fuerte expansión del gasto público y un incremento brutal de la presión fiscal. El déficit creciente de nuestras Administraciones Públicas y los avales al sistema financiero, cortan de raíz todo margen de maniobra ante contingencias futuras. Nada que hacer si, como dicen algunos, la deuda pública supera el 43 % para el conjunto de nuestras administraciones públicas.
Dadas estas circunstancias, necesitamos más que nunca una política de cohesión decidida, y una auténtica solidaridad interregional. La insolidaridad autonómica y el aumento del gasto público, agravará notablemente el problema. Si todo sigue igual, según Bruselas, terminaremos el año con un 16,1% de paro. Y en 2010 rozaremos el 19%.
Es más: hasta pueden quebrar, en un futuro muy próximo, la Seguridad Social y nuestro sistema de pensiones. Hay ya estimaciones autorizadas que prevén la quiebra para el año 2014. Este va a ser el gran legado que recibirán los jubilados de Zapatero, que, al igual que los trabajadores que pierdan su empleo, están abocados a vivir entre la pobreza y el desamparo.

José Luís Valladares Fernández

Pobreza y socialismo

LNE. El «Manifiesto del Partido Comunista» de 1848, escrito por K. Marx y F. Engels, comienza con una frase que no tiene desperdicio: «Un espectro se cierne sobre Europa, el espectro del comunismo». Pero ese espectro no instauró esa sociedad sin clases, que esperaban. Únicamente aportó problemas, que aún seguimos arrastrando. Es cierto que este manifiesto es uno de los tratados políticos que más ha influido en la historia mundial. Pero su influjo ha sido abiertamente negativo, provocando un aumento trágico de la pobreza. Dicho texto nos describe el principio de la teoría marxista del materialismo dialéctico. Y muestra el camino para una salvadora revolución proletaria. Posteriormente, el mismo Marx, en «El Capital», nos explica todo el proceso del advenimiento de esa revolución salvadora. Tanto el «Manifiesto del Partido Comunista» como «El Capital», han dado origen a las distintas formas de socialismo, más o menos ideologizado. No todos los socialismos son iguales. Unos son más radicales y sectarios que otros. Los hay partidarios de la abolición total de la propiedad privada sin más. Otros la toleran, aunque, eso sí, niegan que forme parte fundamental de las libertades y derechos humanos. Pero todos coinciden en poner límites a la iniciativa privada y planifican drásticamente cualquier tipo de actuación individual. Todos son muy dados a establecer elevados impuestos, que llaman progresivos, y a buscar un igualitarismo imposible entre todos los ciudadanos. Y este comportamiento generará, inevitablemente, amplias bolsas de pobreza. El ejemplo lo tenemos en la Europa del Este, donde se planificaba obsesivamente hasta el último detalle en cualquier tipo de actividad. Este comportamiento desmedido originó el sonado colapso de la década de los ochenta, que determinaría la caída inevitable del muro de Berlín. La historia nos dice que socialismo y pobreza, son casi siempre equivalentes. Otro tanto ha ocurrido con las repúblicas bananeras de Sudamérica. Argentina es un ejemplo bien claro. Éste es un país con gran riqueza natural, que hasta quitó circunstancialmente el hambre a otros pueblos. Pero hoy sus gentes viven en la pobreza. Y es que el socialismo, disfrazado de populismo o de peronismo, siempre genera pobreza. Y lo peor es que la voluntad de los votantes, varía de acuerdo con el propio poder adquisitivo. Cuanto más pobre es el pueblo, más de izquierda son los gobiernos que salen de las urnas. Y los pueblos radicalmente pobres generan siempre gobiernos de una izquierda tremendamente radical. El socialismo, tal como lo conocemos, es impensable sin pobreza real y en los pobres encuentra su única razón de ser. El socialismo, dicen, es la vía más segura para mejorar la situación de los pueblos. Y, cuando llegan al poder, aumentan los impuestos en busca de más dinero. Después lo malgastarán en subvenciones arbitrarias y en una descontrolada expansión del gasto público. Afirman, sin rubor, que son ellos, en exclusiva, los que mantienen el bienestar social, y que el socialismo es el auténtico evangelio de los pobres. Y los pobres no siempre se dan cuenta que se trata de una evangelio radicalmente utópico y aberrante. Tenemos la mala suerte de que sea Zapatero el guía espiritual del socialismo español. Como no tiene claridad de ideas, las decisiones que toma, no pasan de simples ocurrencias. No espera nunca lo inesperado. Y cuando lo inesperado llega, no lo reconocerá jamás. Y esto lo incapacita para habilitar los oportunos remedios que exige el problema real. Como no reconoció la crisis, por que no la esperaba, no pudo arbitrar las oportunas reformas estructurales, necesarias para paliar sus crueles efectos. Por este motivo, los comedores de caritas se ven ahora desbordados de clientes, en busca de comida. En épocas de crisis o recesión, la actualización de las pensiones sufre un enorme deterioro por la inflación acumulada. Pues el alza de precios, de los artículos básicos, se dispara muy por encima de lo normal. Y las personas mayores, tanto por edad como por falta de medios, consumen casi exclusivamente artículos básicos, como es la alimentación. Y hay artículos de alimentación que, a lo largo del año, han subido por encima del 40 por ciento. Los pensionistas no consumen electrodomésticos, ni aparatos electrónicos, ni apenas ropas, que son los artículos que más frenan y moderan la inflación acumulada. De ahí que, para estas personas, la inflación esté muy por encima de la prevista oficialmente. Por lo tanto, las pensiones mínimas, que en 2009 subirán un 6 por ciento, aunque Zapatero no lo crea, sufrirán una pérdida notable de poder adquisitivo. El resto de las pensiones, con el 2,4 por ciento previsto, y por idénticos motivos, sufrirán también un deterioro brutal en su poder adquisitivo. Y muchos de los jubilados y pensionistas, que disfrutaban de un nivel de vida simplemente aceptable, a partir de este momento, pasarán a engrosar ese grupo que tiene que hacer verdaderos milagros para sobrevivir. El Gobierno, además, no quiere solucionar adecuadamente el problema. Ahí están, para demostrarlo, los Presupuestos aprobados recientemente. Tratan de mantener el nivel actual de gasto público e, incluso, aumentarlo. Y se niegan a deflactar la tarifa del IRPF, actualizándolo con la inflación, para así recaudar, disimuladamente unos impuestos adicionales importantes. Pero éste es el modo de actuar de los partidos que se han inspirado en K. Marx y F. Engels. Todos los partidos de izquierda están condicionados por su origen marxista. Es cierto que. en 1979, el socialismo español renunció oficialmente al marxismo. Pero conserva, de manera expresa, el análisis marxista con toda su liturgia. Y este análisis marxista, ya lo hemos visto, tiene las mismas consecuencias que aquel.

José Luis Valladares Fernández