Los políticos que padecemos en España se parecen mucho a Capaneo, aquel
guerrero bravucón que encontramos en la mitología de la antigua Grecia. Este
personaje destacaba precisamente, entre los valerosos luchadores de aquella
época, por su fortaleza, por su valentía y, sobre todo, por su gran
fanfarronería. Cuando Adrasto, rey de Argos, decide asaltar la fortaleza de
Tebas, pone a su sobrino Capaneo al frente de una de las siete alas de su
ejército.
Nada más llegar el ejército a los pies de
la muralla de Tebas, Capaneo se situó ante la puerta Electra y, sin
consideración alguna, retó a los sitiados, mostrándoles su escudo en el que
aparecía un hombre desnudo con una antorcha encendida y una leyenda sumamente
provocativa que decía: “Voy a quemar
la ciudad”. Y adoptando un tono
claramente desafiante, continuó soltando encendidas bravatas, proclamando a los cuatro vientos que
destruiría la ciudad aunque estuviera defendida por el mismísimo Zeus y por los
demás dioses del Olimpo.
Nuestros políticos, es verdad, no compiten con Capaneo ni en fortaleza ni en valentía,
pero sí rivalizan con él en arrogancia y en bravuconería. Y cuando tienen un
micrófono en sus manos o están delante de una cámara de televisión, pierden los estribos, y
aparece inmediatamente su inaguantable verborrea y su incontinencia verbal. Y
como no conocen el sentido del ridículo, cuando menos lo esperas, se despachan a
gusto y comienzan a soltar su rosario particular de imbecilidades. Pero no por
eso, pierden la compostura y se quedan más anchos que si acabaran de descubrir
el Mediterráneo.
Y entre toda esa tropa de políticos, aquejados lamentablemente de esa
perniciosa logorrea, destaca precisamente Pedro Sánchez, el actual secretario
general de los socialistas. Por supuesto que es un líder que no da la talla y que
le queda excesivamente grande la Secretaría General del PSOE. Pero,
cuando se ve rodeado de cámaras de
televisión, su petulancia no tiene límites y se pavonea como el legendario
Capaneo ante las murallas de Tebas. Y para mostrarnos su aparente grandeza,
intentará, eso sí, disimular sus enormes carencias, acelerando y atropellando
su discurso y, sobre todo, elevando desmesuradamente el tono de voz.
Y como es incapaz de refrenar su lengua, cuando comienza a vender sus
aparentes e ilusorias aportaciones sociales y las de su partido, se asemeja más
a un charlatán de feria que a otra cosa. Y en sus desafortunadas peroratas,
repetirá una y otra vez que los españoles y, de manera muy especial los
trabajadores, pudieron mejorar sustancialmente su situación personal gracias a
la intervención directa del PSOE. No olvidemos que, según Pedro Sánchez,
¡hay que tener cara!, todo esto se lo debemos a los socialistas, porque pusieron
en marcha la clase media española y crearon también el Estado de Bienestar que
disfrutamos.