viernes, 27 de noviembre de 2020

EL SILENCIO DE LA IZQUIERDA COBARDE

 


 En febrero de 2015, los socialistas de Baleares celebraron en Palma una de sus tradicionales Conferencias Políticas. A su clausura, como es lógico, asistió el casi recién estrenado Secretario General del PSOE, el insaciable y avaricioso Pedro Sánchez. Y para acabar definitivamente, según sus mismas palabras, con “el cuento de la derecha”, comenzó su intervención diciendo que España “no soporta más divisiones”, ni la del PP, “ni la división de aquellos que tratan de pescar en las aguas revueltas de la desesperanza y la desafección”.

Y una vez abierta la espita de la verborrea más insulsa y falaz, desbarrar es ya sumamente fácil. Y es lo que hizo este nuevo aspirante a Napoleón durante el resto de su discurso. Siguió diciendo que “si Felipe González fue quien hizo posible la España de los derechos y Zapatero la España de las libertades, nosotros convocamos a los españoles a construir la España de las oportunidades, la España de la igualdad, de la diversidad, del bienestar, que devuelva la esperanza a muchas generaciones desencantadas con la política".

Hay que tener en cuenta que, si no queremos salir escarmentados, en ningún caso podemos fiarnos de un personaje endiosado y vanidoso, que se deja dominar por la mentira y el enredo. Y hay que ser extremadamente precavidos si, además de tener esas cualidades negativas, da muestras de una incompetencia manifiesta, como es el caso del actual presidente del Gobierno.

Podremos discutir si Felipe González hizo posible, o no, “la España de los derechos” y si Zapatero logró, o no, “la España de las libertades”. Pero el desafortunado Pedro Sánchez es incapaz de poner en marcha la España de las oportunidades”, que tan solemnemente prometió. Es más, España ha perdido ya, hasta la oportunidad de seguir compitiendo económicamente con los demás países de la Unión Europea.

Es evidente que, por culpa de la pandemia, todos esos países han tenido exactamente las mismas complicaciones económicas y sanitarias que nosotros. Y muchos de ellos, hasta contaban con bastantes menos medios materiales que nosotros para solucionar el problema. Pero los gobiernos de todos ellos,  sin excepción alguna, realizaron una gestión sanitaria y económica mucho más lógica e impecable que la del Gobierno socialcomunista que padecemos. Y el resultado no se ha hecho esperar: hoy todos los países miembros de la Unión Europea nos ganan merecidamente en nivel de vida y hasta en bienestar social.

Y lo peor de todo es, que el presidente Sánchez ha sabido acoquinar por completo a su partido. Hoy día el PSOE ya no es ni la sombra del partido socialista, con tantos años de historia, que todos conocíamos. Ya no es, ni siquiera, ni un sucedáneo del partido socialista que intervino tan acertadamente en la famosa Transición Democrática y en la redacción de la Constitución del consenso, que nos dimos los españoles en 1978.

Los socialistas del viejo PSOE se han dejado engañar miserablemente por un personaje tan envanecido como el presidente Sánchez, que no busca nada más que la loa y su propio engrandecimiento personal. Y aún no se han dado cuenta que su partido ya se parece más a Podemos, que al Partido Socialista tradicional. Y de hecho, quien marca hoy la pauta al Gobierno, no es el PSOE. Son los ultraizquierdistas bolivarianos de Podemos, que buscan afanosamente la manera de acabar con nuestra democracia.

Con la recuperación de la Secretaría General del PSOE, a Pedro Sánchez, es verdad, se le soltó la lengua. Los lagarteranos dirían que estamos ante un ‘bocalán’ consumado, que habla mucho y, a veces, dice cosas aparentemente muy sensatas, pero que después hace justamente lo contrario. Ahí está la hemeroteca para comprobarlo.

Antes de su asalto a La Moncloa, el líder del PSOE ha venido repitiendo frecuentemente, que jamás utilizaría el apoyo de Podemos, ni el de ERC y ni el de Bildu, para ser presidente del Gobierno. Una de las flores más rimbombantes que echó al bellaco Pablo Iglesias y a sus costaleros es esta: “el PSOE nunca va a pactar con el populismo, porque el final del populismo es la pobreza de Chávez, las cartillas de racionamiento y la falta de democracia”. Si cuento con Iglesias, entonces “sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, como el 95% de los ciudadanos de este país”.

Y aunque sabemos lo que pasó después, Pedro Sánchez también había cerrado  la puerta, a cualquier posibilidad de acuerdo con los proetarras de Bildu. Eso es lo que se deduce, creo yo, de la entrevista que le hizo Roberto Cámara en Navarra Televisión, el 25 de abril de 2015. A una de sus preguntas, el líder del PSOE contestó, de manera supuestamente sincera: “con Bildu no vamos a pactar. Se lo repito. Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere lo digo 5 veces o 20 durante la entrevista, con Bildu no vamos a pactar”.

Y no digamos nada de la postura adoptada por Sánchez, de aquella, con respecto a los independentistas vascos y catalanes y, de una manera muy especial, con la vieja Esquerra Republicana de Cataluña. Como estaba plenamente convencido de que “los líderes independentistas no son de fiar”, juró y perjuró que nunca pactaría con aquellos que quieren romper España. Y para subrayar debidamente su decisión de no pactar con todos esos insurrectos que optan por el independentismo, recuperó su conocido estilo rimbombante  para asegurar reiteradamente que “no es no y nunca es nunca”.

No sabemos, ni sabremos nunca, si el líder del PSOE era sincero, cuando afirmaba rotundamente que no pactaría nunca con toda esa reata de gente que desafía claramente al Estado, y que busca intencionadamente llevarse por delante hasta los cimientos del llamado ‘régimen del 78’. Con Sánchez, claro está, cabe cualquier cosa, ya que su moralidad no le permite distinguir entre lo que está bien o está mal.

Conociendo a Pedro Sánchez, no podemos descartar el carácter ficticio, hasta de esa misma negativa a pactar con los enemigos declarados de España. Y hasta es muy posible que, durante todo ese tiempo, estuviera jugando premeditadamente al despiste con los barones históricos de su partido, para tratar de camelarlos. Y como aparentaba ser un bastión infranqueable del constitucionalismo, los de la vieja guardia se confiaron y, como le dejaban actuar libremente, terminó siendo dueño y señor absoluto del partido.

Para conseguir semejante objetivo, propuso un nuevo reglamento  interno, que reduce notablemente el poder de los barones y del Comité Federal, que fue aprobado por unanimidad, aunque con la ausencia de la mayor parte de los líderes territoriales del partido. Y no asistieron, porque ya se habían dado cuenta del timo político, y no querían aparecer públicamente como derrotados. Y se limitan a esperar, cómo no, a que se aclare la situación en las próximas elecciones generales.

Pero la egolatría de Sánchez no tiene límites y el PSOE se le quedó pronto muy pequeño. Para colmar su desmedida ambición, necesitaba algo más, tenía que asaltar también La Moncloa, para convertirse en presidente de todos los españoles. Y decide, sin más, presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy, para arrebatar el Gobierno a los conservadores. Y para no perder apenas tiempo, presentó inmediatamente su iniciativa en el Comité Federal del PSOE.

Y como era de esperar, no necesitó mucho tiempo el Comité Federal para aprobar por unanimidad el proyecto de moción de censura propuesto por el secretario general, como la estrategia que fijaba para su desarrollo. Y como Pedro Sánchez tenía ya prácticamente domesticados a todos los barones socialistas, tenía libertad plena para conseguir el apoyo de Ciudadanos, y también, por qué no, el de Podemos. No obstante, debemos reconocer, que Susana Díaz y Emiliano García-Page todavía se atrevieron a pedir que, en ningún caso, se pactara con los independentistas catalanes.

Es público y notorio que, cuando se trata de conseguir algo fastuoso que da brillo y renombre, el número uno del PSOE no se escucha ni a sí  mismo. Y en aquella ocasión, estaba en juego nada menos que, ahí es nada, la posibilidad de sentarse en el sillón de La Moncloa. Y para no malograr tontamente semejante posibilidad, se olvidó de sus promesas solemnes y, además de pactar con Unidas Podemos, buscó seguidamente, faltaría más, la aquiescencia de los nacionalistas vascos y catalanes y, por supuesto, la de los independentistas de ERC.

Y el nuevo sátrapa que nos ha caído en suerte justificó su comportamiento, afirmando que presentaba la moción de censura para acabar de una vez por todas con la “emergencia institucional”, creada naturalmente por la corrupción del Partido Popular. Y todo, porque había que restaurar cumplidamente la “confianza en la política” y en las demás instituciones públicas.

Pero hay que tener cara para hablar así, sabiendo que ha habido colegas suyos en su propio partido que huyeron cobardemente de España, llevándose en el yate Vita cantidad de lingotes y monedas de oro, plata, brillantes y esmeraldas. Y en el cargamento había también, cantidad de joyas sustraídas a particulares y otras muchas obras de gran valor artístico y sentimental. Ese fue, sin duda alguna, el mayor robo de nuestra historia, que aún no ha sido restituido.

Y también sabía que, cuando sus cofrades volvieron a instalarse en España, no tardaron mucho en sorprendernos, abusando descaradamente de los gastos reservados, para posibilitar la existencia de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), que tanto dieron que hablar. Y todavía fueron más lejos, creando una serie de empresas fantasma, como Filesa, Malesa Y Time-Export, para autofinanciarse de manera irregular.

Y no terminan aquí los casos de corrupción en los que han estado implicados indudablemente responsables socialistas. No olvidemos, que aún humea el uso fraudulento y escandaloso que hicieron del dinero público de  los ERE, más que nada para escamoteárselo a los parados de Andalucía.

Por miedo a tener que abandonar La Moncloa, Pedro Sánchez era reacio a convocar las elecciones generales que había prometido en la moción de censura. Pero no tuvo más remedio que hacerlo, por culpa de su debilidad parlamentaria. No contaba nada más que con 90 diputados. En esas elecciones, celebradas el 10 de noviembre de 2019, mejoró algo su situación, pero no consiguió nada más que 120 diputados, totalmente insuficientes hasta para asegurar su investidura.

Y como, por encima de todo, había que seguir disfrutando de la poltrona, volvió a desdecirse una vez más y, doblando su cerviz ante el marrullero Pablo Iglesias, aceptó sencillamente formar un Gobierno de coalición con Podemos. Y en ningún caso podía haber vetos a la hora de formar ese nuevo Gobierno. Así que, entre los ministros de Unidas Podemos, tenía que estar necesariamente el propio Pablo Iglesias, ocupando, eso sí, una de las vicepresidencias más importantes.

De todos modos, con el apoyo exclusivo de Podemos, no tenía asegurada la investidura. Si quería seguir al frente del Gobierno, necesitaba inexcusablemente contar con el respaldo de toda la amalgama de nacionalistas e independentistas. Y para que no fallara nada, comenzó, sin más, la negociación con todos ellos, incluidos los proetarras de Bildu, realizando a veces concesiones un tanto arriesgadas y comprometidas.

Y aunque el día de la investidura, reapareció la sombra del famoso ‘tamayazo’ madrileño, Pedro Sánchez fue investido presidente del Gobierno, en una segunda votación muy ajustada. Solo consiguió 167 “síes”, frente a 165 “noes” y 18 abstenciones. Además del PSOE y de Unidas Podemos, también votaron a favor del ‘sí’ el PNV, Más País, NC, BNG y Teruel Existe.

Se posicionaron en contra, como es perfectamente natural, el Partido Popular, Vox, Ciudadanos, Navarra Suma, los de Junts per Catalunya, la CUP y el diputado cántabro del PRC. También votó en contra, saltándose la disciplina de su partido, la diputada canaria Ana  Oramas. No obstante, fue posible la investidura de Sánchez, gracias a la abstención, previamente concertada, de los 13 diputados de ERC y los 5 de los abertzales de Bildu.

La investidura de Sánchez como presidente del Gobierno, ya levantó ampollas en alguno de los miembros del PSOE del Viejo Testamento, por la connivencia disimulada de los Bildu-etarras. Pero debemos reconocer que fue celebrada por todo lo alto por los socialistas de la nueva ola y, por supuesto, por los ultraizquierdistas de Podemos. Tal es así, que el desvergonzado Pablo Iglesias, al ver que podía gobernar al alimón con Pedro Sánchez, comenzó a llorar rápidamente, henchido de satisfacción.

El acercamiento a esas formaciones políticas, que tratan de acabar con el llamado régimen del 78, se intensificó considerablemente cuando llegó el momento de presentar los Presupuestos Generales del Estado. Y ese acercamiento a los independentistas de ERC y, sobre todo, a los herederos de ETA, fue bendecida por el jefe del Ejecutivo, porque era una ayuda indiscutible para aprobar los Presupuestos.

Sabía que, con el acercamiento a esas formaciones políticas, molestaba y humillaba a muchos socialistas de la vieja guardia. Pero eso tenía muy poca importancia para un insaciable Pedro Sánchez, que ha prescindido voluntariamente de la moralidad, y se ufana incluso de tener amordazados a los militantes que siguen siendo constitucionalistas.

Y esto es así, porque el secretario general de los socialistas carece de ideales y está completamente ayuno de principios morales. Y está visto, que le queda muy pequeño el proyecto socialdemócrata del PSOE, y se encuentra mucho más cómodo al lado de toda esa furrufalla de izquierdistas radicales, como Pablo Iglesias, Oriol Junqueras y Arnaldo Otegui, que buscan incansablemente la involución democrática de España.

Hay algo muy claro, que el desnortado Pedro Sánchez está intentando hacer un proyecto de ruptura de España, de un partido que hasta ahora, mal que bien, destacaba por su constitucionalismo sincero. Para conseguir semejante objetivo, llenó la dirección actual del PSOE de auténticos ‘hooligans’ suyos, que le ayudan a silenciar a los discrepantes, para que acepten sumisamente los acuerdos absurdos con los proetarras de Bildu. Y si llega el caso, que admitan también socavar los cimientos de nuestro Estado democrático.

Es cierto que, cada vez, son más los que protestan por la nueva deriva del Partido Socialista. Comenzaron a rezongar airadamente los barones Guillermo Fernández Vara, Emiliano García-Page, Susana Díaz y Javier Lambán. Pero como hay que blanquear a Bildu, llegaron las reprensiones y la llamada al orden y, como saben que, el que se mueve, desaparece de la foto, se acobardaron y bajaron instantáneamente el tono de sus reproches. Cualquier cosa, antes que poner en  riesgo el disfrute de la consabida mamandurria.

También protestan, como no, otros socialistas, muchos de ellos con mucha más solera que los barones citados, como es el caso de Felipe González y de Alfonso Guerra. Y no digamos nada de Joaquín Leguina, Francisco Vázquez, José Luis Corcuera, y otros muchos, porque cada vez son más los que se suman a esta lista.

Pero a estos militantes, como ya son glorias pasadas, ya nadie les hace caso. Y hasta se ríen de ello, como hizo la sabionda Adriana Lastra cuando, sin remilgo alguno, se atrevió a decir: "Siempre escucho atentamente a nuestros mayores, pero ahora nos toca a nosotros. Somos una nueva generación a la que toca dirigir el país y la dirección del PSOE". No olvidemos que Lastra lleva viviendo del cuento desde los 18 años

Y todo esto es posible, porque el taimado Pedro Sánchez ha traicionado a quienes se confiaron y posibilitaron que volviera a hacerse cargo de la Secretaría General del PSOE. Para curarse en salud, evitó la vuelta de los censores, eliminando cuidadosamente los controles democráticos en su partido. Y cuando llegó a La Moncloa, procuró hacer lo mismo en las instituciones democráticas del Estado. ¿Hay quién de más?

Gijón, 25 de noviembre de 2020

José Luis Valladares Fernández

miércoles, 11 de noviembre de 2020

EL HAMBRE ES YA LA OTRA PANDEMIA

 



No hace falta ser un lince, para darse cuenta, que España está atravesando una situación extremadamente crítica con la extensión descontrolada de la pobreza y la miseria. Ya son miles y miles los conciudadanos que, para saciar su hambre, tienen que recurrir a la beneficencia de Caritas, de Cruz Roja o de otras instituciones, que atienden desinteresadamente a los que carecen de lo más elemental para seguir viviendo.

Como la miseria es totalmente democrática, afecta por igual a todos los estamentos sociales habidos y por haber. Así que, entre los que necesitan ayuda, ya no están solo los desarrapados de siempre, los que no han sabido, o no han querido reintegrarse en la sociedad. Están también los parados, los jóvenes que no encuentran trabajo y los que no han logrado cobrar los ERTE. Y la lista de menesterosos, que sigue creciendo alocadamente, se completa, quien lo iba a decir, con autónomos, con azafatas, con modelos, con gentes del espectáculo y con empresarios del ocio nocturno, ya que todos ellos se han quedado a verlas venir.

España sigue siendo, según dicen, la cuarta potencia económica de Europa. Pero esto, por lo que se ve,  no es óbice  para que siga creciendo imparablemente la miseria y la pobreza. Por consiguiente, es normal que aumente también, en la misma proporción, los españoles que pasan hambre. Y esto implica, cómo no, que cada día tengamos más gente, con rostros de verdadera angustia, guardando cola ante una organización benéfica, para hacerse con una bolsa de comida que les permita seguir malviviendo.

Siempre ha habido, es verdad, un número determinado de mendigos o vagabundos que, para saciar su hambre, acudían invariablemente a organizaciones sociales como Cáritas o la Cruz Roja, o a la caridad de sus conciudadanos. Hoy día, sin embargo, el número de menesterosos se ha disparado, porque ya no hay nadie que esté a salvo de la penuria y la indigencia, ya que la ruina puede afectar a cualquier hogar. Y de hecho, ya hay personas de todas las profesiones que,  al perder su puesto de trabajo, tienen que acudir inevitablemente, como un mendigo más, a una de esas instituciones sociales para poder comer.

Con el aumento descontrolado de los que acuden diariamente a esos centros sociales en busca de comida,  los Bancos de Alimentos no dan abasto y están quedando desabastecidos. Y si no reciben ayudas extra para afrontar esta profunda crisis económica, no tardará mucho en producirse un estallido social de consecuencias ciertamente imprevisibles. Y entonces, es muy posible  que el eco de los disturbios  y los alborotos callejeros resuenen fuertemente en el Parlamento, en La Moncloa y hasta en el casoplón de Galapagar.

Podemos citar el caso de la Fundación Madrina, que es muy significativo. Antes de la pandemia, esta ONG venía socorriendo habitualmente  a unas 400 familias vulnerables al mes. Ahora esa cifra se ha disparado, y está  dando de comer a 3.500 familias al día. Y las demás organizaciones benéficas han tenido una evolución muy similar a la Fundación Madrina. Entre el 15 de abril y el 14 de mayo, por ejemplo, Cáritas Diocesana de Madrid prestó ayuda a 2.354 familias más que en los 30 días anteriores. Y a pesar de las dificultades, las distintas ONG realizan esa labor humanitaria, sin recibir el más mínimo apoyo gubernamental.

Está visto que, con la continua desaparición de puestos de trabajo, las colas del hambre son cada vez más largas y forman ya parte integrante de nuestro paisaje urbano tradicional. Y ¿por qué se produce una destrucción de empleo tan vertiginosa? Si nos hacemos caso del Gobierno, semejante desastre estaría ocasionado exclusivamente por la pandemia originada por el peligroso coronavirus.

Es evidente que el Covid-19 influyó notablemente en la marcha tambaleante de nuestra economía.  Pero el verdadero culpable de ese aumento descontrolado del hambre en España, como no podía ser menos, es del Gobierno social-comunista que padecemos. No olvidemos, que el presidente Pedro Sánchez, el aprendiz de autócrata que nos atormenta,  ha hecho una gestión absolutamente catastrófica de la pandemia. Y en porcentajes, terminamos encabezando las listas de contagiados, tanto de ciudadanos normales, como de personal sanitario. Y aunque han tratado de camuflar difuntos, también tenemos más fallecidos que nadie.

Sabía perfectamente que el coronavirus era sumamente peligroso. Y aunque contaba con advertencias serias de lo que se avecinaba, no quiso tomar ninguna medida, hasta después del 8 de marzo. Había que celebrar, sin contratiempo alguno, las manifestaciones feministas que estaban programadas para ese día. Y cuando quiso reaccionar, era ya demasiado tarde, porque el virus se había extendido  por toda la península, y había ya  muchos miles de infectados. Entonces, claro está, tuvo que recurrir al estado de alarma para doblegar la curva de contagiados y la de fallecidos, provocando así una enorme destrucción de puestos de trabajo.

Y por si todo eso fuera poco, el irresponsable Pedro Sánchez, recabó el apoyo de un inquisidor comunista, el impresentable Pablo Iglesias, para crear un sistema subsidiado francamente insostenible. Y todo, porque esa era la mejor manera de crear una red clientelar de voto, similar a la de los famosos PER de Andalucía. Y de común acuerdo, proceden alegremente  a desmantelar la tradicional economía productiva, para abrir camino a la economía subsidiada. Saben que con esa sustitución disminuye el crecimiento potencial de la economía. Pero eso es lo de menos para estos dos zahoríes, porque lo solucionan sin más, aumentando el gasto público.

Y sin la menor pérdida de tiempo, comienzan a elaborar el proyecto absurdo de los Presupuestos Generales del estado para 2021, con la intención manifiesta de conseguir un estado asistencial, que saben que es ineficiente, pero que refuerza necesariamente, faltaría más, la dependencia de los ciudadanos del poder público. Olvidan, creo yo, que el crecimiento económico terminará estancándose, si finalmente terminan aprobándose esos presupuestos. Tampoco tienen en cuenta que la sustitución del sector privado por el sector público, produce siempre una serie de efectos negativos que no se pueden cubrir con más gasto público.

Y si no hay crecimiento económico, el aumento del paro está servido. Y la falta de crecimiento no se soluciona aumentando simplemente el gasto. Y como el dinero no es como el maná que recogían los israelitas cada mañana mientras deambulaban por el desierto, y como tampoco lo dan los espinos, con esa política expansiva del gasto que practica  el Gobierno, eso sí, aumentará considerablemente el número de pobres, a los que habrá que subsidiar de alguna manera. Y malgastando así el dinero, tendremos que recurrir obligatoriamente a la deuda pública para abonar las pensiones y hasta para hacer frente a los subsidios por desempleo.

Y si, como acabamos de ver, lideramos sobradamente todas las estadísticas negativas de la pandemia, porque tenemos más fallecidos y más contagiados que nadie. También ganamos a todos los países de nuestro entorno, en parados, en el aumento del déficit público, en la caída del PIB  y en el aumento descontrolado de la deuda pública. Como ha venido siendo normal con los distintos Gobiernos socialistas, en la actualidad, las listas del paro en España son extraordinariamente escandalosas.

Y no digamos nada de las demás variantes que constatan el asombroso descalabro de nuestra economía.  Si nos hacemos caso de los pronósticos oficiales, a finales de 2020, es muy posible que la caída del PIB alcance un escalofriante 12%. Y en cuanto al déficit público es casi seguro que consigamos un nuevo récord histórico, porque podría oscilar entre los 133.000 y 161.000 millones de euros, que se dice pronto. Y no son menos escandalosas todas las previsiones ajenas al Gobierno sobre la deuda pública, ya que todas ellas aseguran que, al final del presente ejercicio, superaremos holgadamente el 120% del PIB.

Estamos padeciendo, por lo tanto, una situación económica exageradamente precaria y calamitosa. Será que hemos alcanzado la ‘nueva normalidad’ que auguraba el veleidoso presidente Sánchez cuando afirmó rotundamente en junio, que habíamos vencido al virus y que salíamos de la pandemia mucho más fuertes que antes. Pero entonces, vale más que se deje de zarandajas, y haga todo lo posible para devolvernos a la ‘normalidad’ de siempre.

Está visto que, si seguimos así y no cambiamos de rumbo, terminaremos todos como el infeliz Lazarillo de Tormes, que iba de mal amo en peor. Y estando al servicio del pomposo escudero, ayunaba obligatoriamente, porque en aquella casa no había nada para comer. Y siendo Pedro Sánchez tan altanero y petulante, hasta cabe la posibilidad que se dirija a los sufridos ciudadanos, plagiando lo que el noble amo dijo a Lazarillo: viviréis más y más sano, porque “no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco”.

 

Gijón, 5 de noviembre de 2020

 

José Luis Valladares Fernández