miércoles, 27 de julio de 2022

ASÍ SE ESCRIBE LA HISTORIA

 


Nada más conocer el éxito extraordinario de los socialistas en las elecciones generales del 28 de octubre de 1982, Alfonso Guerra se dejó llevar por su habitual incontinencia verbal y soltó esta llamativa frase: “el día que nos vayamos, a España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Y el nuevo Gobierno de Felipe González, como era de esperar, comenzó sin más a introducir numerosos cambios para modernizar adecuadamente todas nuestras instituciones. Sabía que esa era la mejor manera para que la sociedad española pudiera equipararse a las sociedades democráticas más avanzadas de nuestro entorno.

No sabemos si con esa sorprendente afirmación, el vicesecretario general del PSOE estaba haciendo solo un pronóstico, o intentaba simplemente reflejar su verdadero estado de ánimo. En cualquier caso, sí podemos afirmar que Felipe González, a pesar de su concreto perfil político, jamás pretendió realizar reformas de calado, que alteraran sustancialmente el conocido proyecto socialista. Se dedicó más bien, y con verdadero ahínco, a desarrollar y a consolidar nuestro sistema democrático, respetando siempre, como no podía ser menos, el ejemplar legado de la Transición Española.

De todos modos, al apagarse la estrella del presidente González y verse obligado a dejar el Gobierno, España seguía siendo plenamente reconocible. Pero la situación cambió radicalmente unos cuantos años más tarde, cuando José Luis Rodríguez Zapatero asumió de manera sorpresiva la Presidencia del Gobierno. Y a punto estuvo entonces de cumplirse el vaticinio del ‘vice todo’ Alfonso Guerra, por el clima rupturista, que impulsó el nuevo presidente con su política revisionista.

Hay que recordar, que Zapatero llegó a La Moncloa a bordo de un tren despanzurrado por las bombas terroristas de aquel fatídico 11 de marzo de 2004, dispuesto a reescribir la historia, para reorientar el rumbo político de la sociedad española. Pretendía exonerar de toda responsabilidad a toda esa izquierda revolucionaria que participó activamente en la guerra de 1936. También quería recuperar los objetivos básicos de la Revolución de octubre de 1934, que fracasaron, gracias a la actuación oportuna de la derecha fascista y reaccionaria. Así que, sin pensarlo dos veces, comenzó a esbozar su nuevo proyecto de memoria histórica.

Estaba decidido a blanquear por completo el pasado de las supuestas víctimas de la Guerra Civil  y de todos los que habían sufrido la persecución franquista. Quería ayudarles a recuperar íntegramente el honor y la dignidad moral que les habían arrebatado. Y para eso, nada mejor que suscitar dudas sobre las bondades de la Transición Democrática y volver a restablecer el viejo marxismo, sustituyendo la democracia que se basada en el consenso tradicional, por otra mucho más autoritaria, que ponga coto a  los fascismos imperantes.

Pero la gestión realizada por José Luis Rodríguez Zapatero fue tan desastrosa que hundió a España en una crisis económica de tal envergadura, que aún perdura hoy alguno de sus efectos. El paro, por ejemplo, alcanzó cotas descomunales, desconocidas hasta entonces. Y pasó algo más de lo mismo con otros indicadores tan importantes como la deuda pública y la inflación, que llegaron a registrar valores tan inasumibles, que el presidente del Gobierno se vio obligado a convocar elecciones anticipadas y a marcharse a su casa.

Es verdad que, tras la desaparición de Rodríguez Zapatero de la vida pública, su proyecto de memoria histórica terminó siendo una auténtica mascarada. Sin embargo, no pasó lo mismo con el resto de sus leyes ideológicas que, por su carácter marcadamente izquierdista y sectario, siguieron rezumando ideología de género a rabiar. Y para mayor desgracia, le sustituyó Mariano Rajoy que, vete a saber por qué, se olvidó de sus solemnes promesas electorales y, aunque tenía una mayoría absoluta considerable, llegó al final de aquella legislatura sin proceder a su definitiva derogación.

Ya se sabe que los incumplimientos electorales se olvidan frecuentemente. Pero de vez en cuando hay excepciones y terminan pasando su  correspondiente factura, que es lo que pasó a Rajoy en  las siguientes Elecciones Generales. Por supuesto que volvió a ganar, pero por tan estrecho margen, que a punto estuvo de costarle la nueva investidura. Y terminó siendo presidente, gracias a la abstención pactada con el PSOE.

Pero los Gobiernos tan extremadamente débiles e inestables están siempre a merced de cualquier contingencia política y, sobre todo, supeditados a los posibles caprichos de los dirigentes del principal partido de la oposición. Y no digamos nada si, como en este caso, entra en escena una persona tan ambiciosa, falsa y narcisista, como el pseudo doctor Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Alentado por su personalismo y por su desmedida avaricia, se olvida del PSOE, de España, de los españoles y, si me apuras un poco, hasta de su propia familia. Una persona así, solo se importa a sí misma.

Y mira por dónde, sucedió lo que tenía que suceder. Un personaje tan vanidoso y tan insaciable como Pedro Sánchez, jamás  consiente que se malogre ninguno de sus antojos y que se esfumen sus posibilidades de convertirse en presidente del Gobierno. Por eso comenzó inmediatamente ese vergonzoso cabildeo con las fuerzas políticas que antaño perturbaban su sueño. Buscaba recabar apoyos para presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy, para apropiarse de la Presidencia del Ejecutivo, sin necesidad de correr riesgos electorales, derivados de la inconstancia y la volubilidad de los votantes.

Y el 1 de junio de 2018, como consecuencia de ese indecente trapicheo político con los irreconciliables enemigos de España y de la insensatez de un PSOE excesivamente ambiguo y desorientado, el Congreso aprobó esa moción de censura y apartó a Mariano Rajoy del poder, dejando vía libre  al intrigante y desvergonzado  Pedro Sánchez.

Y aquí comienza precisamente, quien lo iba a decir, el verdadero calvario de los españoles. Es cierto que Zapatero ya había intentado  dar al Estado el carácter plurinacional que exigían los nacionalistas. Y también se propuso blanquear la actuación de los que perdieron la guerra y sufrieron la represalia del franquismo. Pero fracasó estrepitosamente, porque de aquella, aunque parezca mentira, el PSOE  todavía conservaba algo de la decencia, que le permitió llegar a codearse con la socialdemocracia europea.

Como es sabido, en política, las desgracias, nunca vienen solas y aparecen cuando menos las esperas. Y el PSOE no podía ser una excepción. Y cuando se prestaba a celebrar la recuperación de la Presidencia del Gobierno, se encontró con la manifiesta imbecilidad de un presidente irresponsable y sectario, que pretendía volver a reinstaurar el viejo Frente Popular. Y por si fuera esto poco, pretendía convertir a España en un Estado Federal, con Cataluña, el País Vasco y Galicia como naciones. Y ya de puestos, ¿por qué no completar la faena, admitiendo igualmente el derecho a decidir?

Todo indica que el endiosamiento de Pedro Sánchez no le permitía aceptar consejos de nadie, ni de su propio partido. Y su monumental inmodestia le llevó a pregonar, que no hay nadie tan capacitado como él, para reinterpretar la historia y encauzar la vida de los españoles. Y amparándose persistentemente en los postulados clásicos de los socialistas republicanos de los años 30, comenzó a dar un aire nuevo a las leyes ideológicas de José Luis Rodríguez Zapatero, y a presentarlas como si se tratara de una nueva enmienda a la totalidad del legado de la Transición Democrática  Española.

Con este tipo de maniobras, que rezuman odio y rencor por todas partes, el felón Sánchez puso en marcha una especie de Regresión progresiva de nuestra ejemplar Reforma o Transición, sin tener en cuenta que había sido aprobada unánimemente por Las Cortes españolas en octubre de 1976. Es su manera muy particular, creo yo, de imponer el régimen socialcomunista, tal como piden los enemigos declarados de la unidad de España, entre los que se encuentran, faltaría más, los herederos de la banda terrorista de ETA.

Era esta, cómo no, una decisión política realmente peligrosa, entre otros motivos, porque no respeta la verdadera historia y se atreve a cuestionar el principio de reconciliación nacional, sancionado por la Constitución Española. Y más que nada, porque los miembros de la “vieja guardia” del PSOE estaban especialmente molestos por los acuerdos de Pedro Sánchez con Bildu, que prolongaban las consecuencias del franquismo, nada menos que hasta diciembre de 1983. Les disgustaba, claro está, que pretendiera disculpar y hasta legitimar los crímenes, cometidos por los etarras, entre la desaparición de Franco y dicha fecha.

En realidad, la obsesión del presidente Sánchez por el poder no tiene límites. Y esto le lleva a seguir ciegamente los arriesgados dictados de toda esa ralea de políticos hispanófobos que le prestan su apoyo, y le permiten seguir disfrutando de la poltrona. Y no debe extrañarnos que, para mantener intactas y reforzar aún más sus posibilidades, esté dispuesto incluso a utilizar las cargas de profundidad que dejó Zapatero, para derribar los muros constitucionales y  deslegitimizar, de una vez por todas, el proceso de nuestra Transición a la democracia.

Como si fuera un pozo séptico de maldades y miserias, el actual secretario general del PSOE y líder máximo del Ejecutivo español utiliza caprichosamente su ley de ‘memoria democrática’, con la malsana intención de volver a recuperar las dos Españas. Y como suele confundir el progresismo con el revanchismo, magnifica las atrocidades del bando franquista y silencia intencionadamente las salvajadas cometidas por los socialistas con el propósito de hacerse con el poder e implantar seguidamente la dictadura del proletariado.

En ningún caso podemos esperar que Sánchez airee el movimiento insurreccional del PSOE de 1934. Tampoco hará publicidad de los espantosos crímenes, que se gestaron en las tristemente famosas checas madrileñas de los socialistas. Y ocultará, qué casualidad, la violencia desatada por el Frente Popular, tras aquel famoso pucherazo de las elecciones de 1936. No habrá referencia alguna, ni a la quema indiscriminada de iglesias católicas, ni a la persecución y asesinato de tantos clérigos y peligrosas monjitas, además de otras muchas personas que cometieron el terrible delito de practicar la religión católica.

De este modo tan peregrino, digámoslo claramente, nos encontramos con la mal llamada ley de ‘memoria democrática’, porque más que de memoria, se trata de una auténtica desmemoria, tanto si es democrática como si no.  Y debemos agregar que esta ley, además de injusta, es profundamente revanchista y discriminatoria, porque solo favorece a los del bando represaliado por el franquismo.

Por eso, el sufrido grupo de los ‘buenos’, que fue derrotado en la guerra, puede honrar tranquilamente a sus muertos, y volver a recuperar todo lo que perdió entonces. Y para compensar sus pasados infortunios, tiene derecho a exigir que se prohíban y castiguen los homenajes al bando de los ‘malos’, para que no puedan disfrutar de lo que lograron a la sombra del fascismo y pierdan ahora hasta la misma guerra que ganaron hace ya más de 80 años.

 

Gijón, 24 de julio de 2022

 

José Luis Valladares Fernández

miércoles, 1 de junio de 2022

PEDRO SÁNCHEZ ES ASÍ Y DESTROZA TODO LO QUE TOCA

 


Valiéndose  de un supuesto ermitaño persa, llamado Zaratustra (Zoroastro para los griegos), Friedrich Nietzsche crea un nuevo personaje, al que llama superhombre, porque es capaz de superarse a sí mismo y de establecer su propio sistema de valores. Y se dedicó sin más, tal como se indica en Así habló Zaratustra, que es el libro más importante del filósofo alemán, a buscar la manera de acabar con ese estado suicida de conformismo y resignación en que han caído los hombres, por los sucesos que ocurren constantemente a su alrededor.

Para conseguir semejante propósito, esta insólita celebridad intentaría en primer lugar sacar a las personas más débiles de esa especie de gregarismo y de moral de siervos que las esclaviza. Precisamente por eso, procura hacer ver a los hombres que, si de verdad quieren alcanzar la libertad plena y ofrecer a la humanidad un insólito y glorioso ideal, deben destruir previamente los valores tradicionales que ha impuesto la cultura occidental. Y les advierte que, mientras estén condicionados por los conceptos del Bien y del Mal, estarán incapacitados para determinar lo que es bueno o malo, según su propia percepción.

Es evidente que el superhombre creado por Nietzsche no se limita simplemente a dar consejos a los hombres. Desea además que todos ellos, sin excepción, le imiten y se conviertan también en auténticos Superhombres. Pero es muy exigente y les pide, cómo no, que abandonen con valentía las teorías caducas e injustas que los encadenan y que les impide transformarse en amos de sí mismos.

Y no terminan aquí las pretensiones intransigentes de este superhombre, que actúa desde las páginas de Así habló Zaratustra. El que esté plenamente decidido a ser él mismo y contar con algo más que un pasado inane detrás de sí y un futuro indeciso y oscuro por delante, tiene que dar la vuelta a la moral de esclavos, ser artífice de su propio sistema de valores y aceptar con entereza la supuesta muerte de Dios. Es más, está obligado a asumir riesgos, llegando incluso a despreciar su propia muerte y a no confiar nada más que en sí mismo.

Es indudable, que el superhombre que llena las páginas de  Así habló Zaratustra no es nada más que un personaje ficticio, creado por la mente un tanto exaltada y calenturienta de un psicópata de libro, como Friedrich Nietzsche. Lo que quiere decir, que estamos ante un superhombre totalmente imaginario que no guarda relación alguna con ese fracasado gurú que nos gobierna, que trata de sorprendernos, afirmando que es todo un superdotado.

Desde que aterrizó en La Moncloa, Pedro Sánchez no ha hecho más que presumir de su estampa y de ser todo un dechado de virtudes. Y como piensa que  no hay nadie que le iguala en capacidad, inteligencia y sabiduría, tiene la tremenda desfachatez de asegurar que los españoles tenemos la inmensa fortuna de tener por líder y guía nada menos que al mejor de los superhombres posibles. Y pretende, quién lo iba a decir, que agradezcamos sinceramente su desinteresada gestión y sus desvelos.

Es lógico, por lo tanto, que un orgulloso como Pedro Sánchez, dejándose llevar por su insaciable deseo de aparentar, pretenda idealizar y magnificar su faceta ‘institucional y humana’, en una serie documental propagandista, similar a la ofrecida en su día por el futbolista Sergio Ramos. Y esta comunicación política especial, será emitida próximamente por televisión española, para mayor honra y gloria de nuestro presunto líder carismático. Será una imitación, más o menos oportuna, del antiguo NO-DO que, de manera invariable, precedía a la proyección de los distintos largometrajes.

Después de todo, resulta verdaderamente lamentable y dramático, que un personaje tan engreído y endiosado como el presidente Sánchez, no se haya enterado aún, que está en manos de unos chiquilicuatres cualesquiera, que lo están llevando directamente al suicidio político. Y todo, por dejarse arrastrar por la tropa de Esquerra, por la banda de Arnaldo Otegui y por los comunistas de Podemos. Ahora ya no puede ni salir a la calle sin que le increpen ruidosamente y le silben. Y esto tiene que ser, creo yo, todo un auténtico martirio para el inquilino de La Moncloa, porque es incapaz de soportar cualquier tipo de crítica adversa.

Y como a Pedro Sánchez todo le resbala y no piensa nada más que en sí mismo, está siendo un nefasto dirigente. Y para rematar la faena, actúa invariablemente dejándose llevar por su  desmedido orgullo y por su colosal perfidia. Es muy posible que le sobre talento, pero hasta ahora, qué le vamos a hacer, no lo ha utilizado nada más que para mentir y para embaucar a la masa borreguil que, a pesar de todo, sigue ciegamente sus maliciosas consignas.

No obstante es muy sorprendente que el inquilino actual de La Moncloa, que es tan egoísta y que vive por y para llamar la atención de los demás, haya tenido que recurrir al plagio para escribir su tesis doctoral. Y también es muy sospechoso que haya tenido que servirse de la escritora Irene Lozano, para dar “forma literaria” al libro Manual de resistencia que lleva su firma. Claro que siempre hay cosas incomprensibles, y ésta es una de ellas.

Es preciso reconocer que  Pedro Sánchez no reúne las condiciones personales que se precisan, para ser un buen presidente del Gobierno, y menos, en un momento tan complicado como éste. Y de hecho, está resultando ser un pésimo jefe del Ejecutivo. Podría haber desempeñado correctamente, por qué no, otra ocupación cualquiera. Por su manera de gesticular y de andar, sabemos que su envanecimiento no tiene límites. Y como además tiene un  carácter frio y manipulador, podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que podía haber llegado a ser todo un magnífico portero de discoteca.

De todos modos, tenemos que destacar, que hay una enorme diferencia entre el superhombre creado  por  Nietzsche y el que representa Pedro Sánchez. El superhombre que encontramos en Así habló Zaratustra, en vez de ser  mezquino y cicatero, es extremadamente generoso, y busca la manera de encandilar a los demás hombres para que le imiten, se liberen y se transformen seguidamente  en indiscutibles amos de sí mismos.

El pretendido superhombre que ocupa la Presidencia del Gobierno, en cambio, es tremendamente egoísta y no quiere en absoluto ninguna clase de competencia. Y como solo se preocupa por su interés personal, procura evitar que los ciudadanos prosperen y sientan la tentación de abandonar el gregarismo y la esclavitud. Y esto le lleva a utilizar maliciosamente, tanto la desinformación, como las instituciones públicas, para imponer los nuevos dogmas de la igualdad, del feminismo radical, del globalismo y hasta del cambio climático y del impresentable movimiento de liberación LGBT.  

Y para evitar cualquier sorpresa desagradable, el presidente Sánchez permite que afloren sus conocidos instintos tiránicos, arrogándose el derecho a intervenir, para filtrar la información que reciben los ciudadanos y, faltaría más, establecer qué es lo que se puede decir y qué no. Y si fuese preciso, también retorcería la ley, para adoptar las medidas precisas que cautiven a la sociedad y la conviertan sin más en un rebaño dócil y servil, que acepte sumisamente  y sin reserva alguna el pensamiento único, marcado por el Gobierno.

No cabe la menor duda que el ambicioso y desquiciado Pedro Sánchez anhela hacerse con un amplio redil y llenarlo lo antes posible de resignados y obedientes borregos, a los que hay que formar y adoctrinar para que se sientan bien en su rol de esclavos y acepten sin rechistar la voz de su amo. Y para eso, hay que ser diligentes y comenzar a educar a la sociedad desde su más tierna infancia.

Pero se da la circunstancia, que el presidente Sánchez no es capaz de tomar decisiones propias,  aunque no sabemos si es por mera comodidad o vagancia, o porque su inteligencia no da para más. En cualquier caso, recurre infaliblemente al consabido plagio. Y la reforma de la educación, por supuesto, no podía ser una excepción. Así que, para alumbrar una nueva Ley de Educación, entró a saco sin miramiento alguno, en el conocido modelo de las “escuelas bolivarianas”, implantado por Hugo Chávez en Venezuela.

Y el resultado de esa Ley Orgánica de Educación, la LOMLOE, también conocida  como Ley Celaá, será aún más catastrófico para nuestro ya deficiente sistema educativo, entre otras cosas, por la obsesión del Gobierno por imponer la perspectiva de género ya en primaria. Si a la rebaja sustancial de los contenidos académicos, agregamos la ideologización de la enseñanza y la eliminación del esfuerzo personal, tiene que aumentar necesariamente la mediocridad en las aulas. Y el desastre estará garantizado, al poder conseguir los títulos de la ESO y Bachillerato, sin tener aprobadas todas las asignaturas.

Desde el punto de vista de la nueva izquierda, importa realmente muy poco la supresión de la asignatura de Filosofía, que enseña a reflexionar. Pasa exactamente lo mismo con la devaluación del latín y la supresión de una buena parte de la Historia en Bachillerato. Tampoco hay que preocuparse por la desaparición de los números romanos, el redondeo y la regla de tres. Y no pasa nada si nos olvidamos de los prefijos y los sufijos y prescindimos de los dictados, aunque sean importantes para el conocimiento de la ortografía. El socialcomunismo está obsesionado, eso sí, por conseguir el sometimiento moral de los alumnos.

Lo del presidente Sánchez y su Gobierno de aficionados es todo así. Le falta naturalidad y finge perennemente estar muy por encima de los demás. De ahí ese pavoneo artificial cuando le vemos caminar por cualquier alfombra palaciega. Pero tiene la mala suerte que todo le sale al revés  y estropea todo lo que toca.

Al daño inconmensurable que ha hecho a la educación, tenemos que agregar los destrozos causados a  la economía española, colocándonos irremediablemente a la cola delos países de  nuestro entorno. Como consecuencia de su gestión, hemos destruido más empresas que nadie y sobrepasamos a todos en parados. Y ya de puestos, también encabezamos la lista en deuda pública, en inflación y, para que no falte nada, tampoco hay quien nos gane en pobreza.

Y nos encontramos hoy día con todos esos desaguisados, que tienen difícil solución, porque a Pedro Sánchez se le antojó hacer algo que le quedaba demasiado grande para su capacidad. Creía ser más listo e inteligente que nadie y todo un auténtico superhombre, y resulta que no es nada más que un pelanas normal, como otro cualquiera.

 

Gijón, 29 de mayo de 2022

José Luis Valladares Fernández


lunes, 16 de mayo de 2022

EL SANCHISMO Y SU MINISTERIO DE LA VERDAD




 

En la novela de George Orwell, titulada 1984 (en su versión original: Nineteen Eighty-Four), nos encontramos con unas organizaciones políticas, que se comportan de una manera claramente totalitaria y represora. La acción se desarrolla en un Londres muy peculiar, lúgubre y ficticio, donde los ciudadanos están estrechamente controlados por la Policía del Pensamiento y donde se reescribe la historia sin miramiento alguno, para adaptarla a la versión oficial que dictamine el Partido.

La sociedad de ese Londres ilusorio consta de tres grupos bien definidos. En primer lugar están los miembros del Consejo dirigente, que marcan la pauta a seguir con manifestaciones oportunas y soltando consignas para dar rienda suelta al fervor fanático de los servidores. Después están los servidores o miembros externos, que se encargan de la burocracia. Y por último nos encontramos con la plebe, a la que se mantiene intencionadamente pobre y entretenida, para que acepten la sumisión y no puedan rebelarse.

Si no supiéramos que esta novela fue publicada  en junio de 1949, diríamos que George Orwell la escribió, inspirándose en la sociedad actual española, ya que hoy día, en España, llevamos una vida muy similar a la que se describe en esa obra literaria. Pues es evidente, que el Gobierno Frankenstein que padecemos, manipula descaradamente la información, vigila a la masa borreguil, y la castiga política y socialmente cuando desobedece sus mandatos.

El autor de la novela 1984, es verdad, no habla en ningún momento de “ministros”, pero nos da una información bastante detallada de los Ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad. El Ministerio de la Verdad, que se ocupa de las mentiras, es muy similar en todo a la siniestra organización, creada por el patrañero Pedro Sánchez, según dice, para censurar y luchar eficazmente contra la desinformación y que, por desgracia, acabará también con la libertad de expresión.

Gracias a esta nueva organización, que las redes sociales comenzaron a llamar Ministerio de la Verdad, el presidente Sánchez y su cohorte de lacayos pueden fiscalizar a los medios y determinar qué informaciones son veraces y cuáles no, sin dar ninguna explicación. Y en vez de conformarse simplemente con desenmascarar los distintos “eventos desinformativos”, los que en realidad mandan van mucho más allá y doblegan a su antojo la voluntad de los ciudadanos normales, limitando su movilidad y prohibiéndoles salir a la calle. Y también los amenazan con expropiar todos sus bienes, si se presenta la ocasión.

Todos sabemos que, cuando el insaciable Pedro Sánchez llegó a La Moncloa, se encontró con muchas dificultades para proceder a cercenar derechos y libertades. Para poder adormecer a los sufridos ciudadanos y encerrarlos sin más en el ansiado redil del pensamiento único, tenía que eliminar previamente el principal obstáculo, que no es otro que el actual sistema de reparto de poderes, fijado por nuestro modelo constitucional. Pues es evidente que, cada uno de esos poderes actúa siempre como contrapeso y límite de los demás.

Y eso fue, ni más ni menos, lo que pretendió hacer el líder del Ejecutivo español, nada más asumir la Presidencia del Gobierno. Si quería actuar libremente y sin ataduras, tenía que comenzar neutralizando o desactivando los distintos contrapoderes de nuestro Estado de derecho. Se hizo muy pronto con el apoyo de los distintos medios de comunicación a base de subvenciones y otras prebendas. También son evidentes las múltiples injerencias del presidente Sánchez en la Abogacía del Estado. Y no digamos nada de la Fiscalía General del estado, regentada, como es sabido, por su alter ego, la ex ministra de Justicia Dolores Delgado.

Para dar satisfacción a su desmedida voracidad y aumentar su poder político,  el autócrata Pedro Sánchez también pretendió meter baza en el Consejo General del Poder Judicial, aunque esta vez se vio obligado a desistir por la oposición firme del Partido Popular. Y como deseaba realizar su viejo sueño de suplantar a las Cortes y al jefe del Estado, para imponer sus propios dogmas a la sociedad, buscó la manera de disponer de una mayoría parlamentaria suficiente, que le permitiera reducir la capacidad de acción de los ciudadanos y recortar drásticamente sus derechos fundamentales.

Como el presidente Sánchez no contaba nada más que con los votos del PSOE y con los de sus socios de Gobierno, necesitaba concertar acuerdos con otras formaciones políticas para alcanzar los 176 escaños, para disponer de una mayoría absoluta en el Congreso. Y recurrió, quién lo iba a decir, al nacionalismo y al separatismo más extremo. Y conjugando hábilmente subvenciones jugosas con los consabidos indultos a los golpistas catalanes y las mejoras a la situación de los presos etarras y otras concesiones, algunas de ellas de dudosa constitucionalidad, consiguió el apoyo de ERC, Bildu, Compromis y los del PDeCAT.

Con toda esta tropa de indeseables, nuestro aprendiz de déspota ya tenía muchas posibilidades de imponer su voluntad a los sufridos españoles. No obstante, para evitar sorpresas y andar sobrado de apoyos, amplió aún más esa lista con  Más País, Nueva Canarias, PRC y Teruel Existe. De este modo tan simple, amarraba nada menos que 181 votos y, al superar ampliamente la mayoría absoluta, podía actuar a capricho sin depender de nadie.

A  partir de ese momento, aparece el verdadero Pedro Sánchez, que está tan endiosado como el famoso superhombre de F. Nietzsche y piensa que puede superarse a sí mismo y a su naturaleza. Y esto le habilita, cómo no, para  romper definitivamente con todas las ataduras tradicionales que condicionan su libertad. Y esto fue lo que le llevó a decretar un estado de alarma ilegal, para dotarse de un poder casi ilimitado, desconocido hasta entonces.

Así que, el 3 de noviembre de 2020, con la disculpa de poner freno a la alarmante propagación de la pandemia, el autócrata Pedro Sánchez decide prorrogar el estado de alarma actual, que era de solo quince días, nada menos que por un período de seis meses. Y lo hace evidentemente, qué le vamos a hacer, obviando lo que dice la Constitución española y con el sorprendente aval, del Congreso de los Diputados.

Sin la más mínima dilación, el sanchismo se aprovechó de esa prórroga ilegal del estado de alarma, realizando controles exhaustivos a la sociedad y entorpeciendo deliberadamente su evolución natural y sometiéndola a arbitrariedades más propias de regímenes totalitarios que de Gobiernos democráticos. Comenzó, como es lógico,  recortando derechos, para cargarse al individuo libre e independiente y aborregarlo, dejándolo sin ideas y sin iniciativas propias.

En este caso concreto, el nefasto sanchismo comenzó a tomar decisiones arbitrariamente y sin el menor control. Y como no le gustan las críticas, procuró acallar las voces discordantes con medidas restrictivas y, sobre todo, recortando la libertad de expresión. Así evita, que los medios de comunicación, que aún son libres e independientes, puedan censurar su desafortunada gestión de los asuntos públicos. Y para evitar malos entendidos, se dedicó a regular de manera sumamente clara y precisa, los límites que no deben ser traspasados.

De todos modos, debemos tener en cuenta que, para el presidente Sánchez, es mucho más importante la verdad oficial que la verdad real. Y eso es precisamente lo que le llevó a crear un organismo muy similar  al orwelliano Ministerio de la Verdad, con el encargo especial de vigilar las noticias falsas que aparecen frecuentemente en las redes sociales.

Según la orden ministerial que crea ese organismo, la prerrogativa de determinar qué informaciones son falsas o no, corresponde exclusivamente al Ejecutivo. Porque esa era la mejor manera de “influir en la sociedad” y  poner coto a los bulos que inundan las redes, ofreciendo en todo momento a los ciudadanos una “información veraz y diversa”.

Gijón, 14 de mayo de 2022

 José Luis Valladares Fernández


lunes, 2 de mayo de 2022

PEDRO SÁNCHEZ SIEMPRE SERÁ PEDRO SÁNCHEZ

 


Hay que reconocer, que lo único que realmente cuenta para Pedro Sánchez es su egregia persona y procura magnificarla con todos y cada uno de sus actos. En realidad, no es nada más que un pelanas, un auténtico inútil que, para desgracia de los españoles, estropea todo lo que toca. Pero es tan petulante y tan vanidoso, que piensa que él es el no va más, el más listo y el único que puede solucionar los graves problemas que viene arrastrando España.

Y como no podía ser menos, también terminó completamente envanecido con su esplendorosa estampa, y piensa que no hay nadie que le iguale en belleza y esbeltez. Y da por hecho que, ante su rutilante imagen, palidece hasta la hermosura clásica de personajes mitológicos, tan bellos y atractivos como el dios Apolo, y como Adonis y Narciso, que rompieron el corazón de Afrodita y de Perséfone y de la ninfa Eco.

Es comprensible, que el presidente Sánchez no quisiera ser menos que la mayoría de sus colegas europeos, y organizara igualmente su viaje particular a Ucrania, pero no para encontrarse con Volodímir Zelenski, ni para trasladar su apoyo al pueblo ucraniano ante la invasión rusa, como hicieron los demás. Aunque lo niegue, todos sabemos que fue allí para aprovechar esa circunstancia internacional bélica, para conseguir toda una serie de fotografías oportunas,  que encajan perfectamente en el documental que prepara para mostrar cómo es su día a día, resaltando, sobre todo, su talante más humano.

De no ser así, el comportamiento del oportunista Pedro Sánchez hubiera sido muy similar al de los demás presidentes que le precedieron. Habría ido a Kiev y se habría conformado simplemente con la fotografía oficial para perpetuar su protocolario encuentro con Zelenski. Pero necesitaba algo más, ya que esa foto no servía para solemnizar  el show que prepara para exhibir su insólita grandeza y su extraordinaria magnanimidad.

Todos sabemos que el presidente Sánchez es un fanfarrón y un petulante empedernido. Necesitaba, por lo tanto, registrar todas sus actuaciones en la devastada Ucrania, para presumir más tarde de semejante hazaña ante los sorprendidos españoles. Y esto le llevó a recurrir a una empresa audiovisual del magnate Jaume Roures y, a pesar del precio que es extremadamente caro, contrató el servicio de varios operadores de cámara, que situó en distintos puntos estratégicos de Kiev. Debían filmar todos sus movimientos y enviar seguidamente esas grabaciones a La Moncloa, para ser distribuidos a los distintos medios de comunicación.

Uno de los camarógrafos esperaba al presidente del Ejecutivo español en la estación de tren de Kiev. Así grabaría su llegada a la capital de Ucrania y los actos protocolarios del saludo de bienvenida de la viceprimera ministra ucraniana, Olha Stefnishyna. Y también, cómo no, su encuentro con el chef José Andrés, que está realizando una labor humanitaria altruista y verdaderamente meritoria con los ucranianos que más sufren por culpa de la invasión rusa.

Al finalizar los saludos y los agasajos del recibimiento, el presidente Sánchez marchó directamente  a curiosear por las calles de Borodianka, que es una de las poblaciones más devastadas por las tropas rusas. Y allí, faltaría más, le esperaba otro operador de cámara de los contratados al empresario y productor cinematográfico catalán, dispuesto para inmortalizar su interesante paseo y el diálogo que mantuvo con dos ancianos y con alguna de las autoridades locales, tal como hemos visto en las imágenes difundidas por La Moncloa

Fue después de vagar por las calles  de Borodianka, cuando se produjo la ansiada entrevista entre el endiosado Pedro Sánchez y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Al lugar de la reunión, que permanece en secreto por motivos evidentes de seguridad, fue llevado sigilosamente otro de los operadores  de cámara de Roures, para grabar y distribuir en diferido las imágenes de ese encuentro y la posterior rueda de prensa conjunta de ambos mandatarios.

Y el presidente del Gobierno español aprovechó precisamente esa rueda de prensa, para dar muestras, una vez más, de su irresponsabilidad y, por supuesto, de su enorme y proverbial torpeza. No olvidemos que el insensato Sánchez, para sorprender y deslumbrar al presidente ucraniano, utilizó ese momento para anunciar solemnemente, que “las armas ya van camino de Polonia a bordo del buque Ysabel.

Cualquier persona medianamente inteligente sabe que, en semejantes circunstancias, no se debe desvelar nunca el nombre del buque militar que lleva armas a Ucrania, porque así corre un riesgo grave el buque y su tripulación. Pues es sabido que Rusia ha lanzado amenazas serias contra las embarcaciones que porten armas para reforzar a los defensores ucranianos. Claro que Pedro Sánchez, qué le vamos a hacer, siempre será Pedro Sánchez, un auténtico irresponsable que, para presumir y enaltecer su figura, es capaz de vender y traicionar a los españoles, y hasta a sus amigos más íntimos si se descuidan.

Lo del presidente Sánchez es todo así. Es un personaje imprevisible que no piensa nada más que en sí mismo. Y como todos los que tienen apetencias totalitarias, nunca admite consejos de nadie y actúa siempre atropelladamente, sin reparar en las previsibles consecuencias adversas. Sin ir más lejos, acaba de enemistarnos con nuestro principal suministrador de gas, que es Argelia, al aceptar gratuitamente las demandas de Marruecos sobre el Sahara. Y ahora deja que, enemigos declarados de España, como ERC, Bildu, Junts y la CUP, entren en la Comisión de Secretos Oficiales. Es evidente que ni el famoso Jaimito lo hubiera hecho peor.

 

Gijón, 29 de abril de 2022

José Luis Valladares Fernández


martes, 19 de abril de 2022

EL SANCHISMO DEL LADO DE LOS POBRES

 


Fue a finales del siglo XVIII, cuando se produjeron los primeros movimientos revolucionarios, que dieron lugar a una nueva corriente ideológica, el socialismo, que fue asumido inmediatamente por la izquierda. Comenzaron, cómo no, pidiendo una distribución igualitaria de la riqueza, y terminaron exigiendo la sustitución de la propiedad privada por la colectiva en todos los medios de producción y la eliminación de las diferentes clases sociales.

Y las ideologías de izquierda, ya se sabe, sostienen absurdamente que la economía abierta acaba con la necesaria igualdad y condena a los pobres a ser cada vez más pobres, y abre a los ricos la posibilidad de aumentar aún más su riqueza, cuando es más bien todo lo contrario. La izquierda no lo reconocerá jamás, pero los pobres viven mejor y son menos menesterosos en un país capitalista, que cuando están bajo el dominio de un régimen socialista. Y todo, como es lógico, porque pagan menos impuestos y cuentan con muchas más libertades.

Es verdad que la izquierda aparece siempre como defensora nata de los pobres, pero solo es de palabra, porque si nos atenemos a los hechos, el socialismo real, o capitalismo de Estado –que tanto más da-, no hace otra cosa que reducir constantemente el nivel de vida de los ciudadanos, a la vez que aumenta su pobreza y su insolvencia. Y Winston Churchill lo expresó muy bien con esta frase: “El socialismo, es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia, la prédica a la envidia. Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

Y aunque parezca mentira, eso mismo afirmó expresamente un personaje tan poco sospechoso como el líder bolchevique León Trotski, al dejar en su libro La revolución traicionada una frase tan reveladora como ésta: “En un país donde el único empleador es el Estado, la oposición tiene una muerte lenta por hambre. El antiguo principio de quien no trabaja no come, ha sido reemplazado por uno nuevo: quien no obedece no come. Que es tanto como decir que sin libertad económica, tampoco puede haber libertad política.

Y eso es lo que viene haciendo la izquierda, para convertir a los ciudadanos en simples y obedientes siervos, que se olviden de sí mismos y se centren en la colectividad. Los socialistas venían embaucando y avasallando a la población ordinaria, utilizando normalmente las mayorías que daban los votos. Pero los personajes como el autócrata Pedro Sánchez, que odian profundamente a los que no quieren dejarse aborregar, van mucho más allá y, remedando al comunismo más rígido y severo, los esclavizan por la fuerza, a base de un simple ordeno y mando. Y sin más preámbulos, procuran imponerse a base de decretazo limpio.

Estando al frente del Gobierno un personaje tan torpe y tan siniestro como el presidente Sánchez, es normal que, en Europa, lideremos ampliamente todas las estadísticas negativas. Aunque el Gobierno camufla cantidad de gente desempleada, seguimos teniendo más parados que nadie. Y pasa otro tanto de lo mismo con la caída del PIB, con la inflación disparada y, por supuesto, con el aumento de la deuda pública.  Los datos que aparecen en estos indicadores, sitúan a España al frente  del ‘índice de miseria’ de la Unión Europea.

Según el criterio de los esbirros presidenciales, cerramos el año 2021 con un total de 3.105.905 desempleados. En esa cifra oficial, no aparecen los que buscan empleo por primera vez, ni los que integran las listas de los ERTE y ni los autónomos que están en cese de actividad. Si a la cifra que da el Gobierno, le sumamos todos estos, nos acercaríamos probablemente  a los 4.00.000 de parados.

Y no digamos nada, si analizamos la evolución de los indicadores que registran puntualmente el aumento de la pobreza entre los españoles. Empecemos recordando, que Pedro Sánchez aprovecha todas sus apariciones en público para envolverse en la bandera de la “justicia social” y presumir de ser “el más progresista de la Historia”.

Por culpa de la monstruosa inflación, el número de ciudadanos con dificultades económicas extremas ha venido creciendo, ahí es nada, del 4,7% al 7%, desde el año 2020.  Y esto es tanto como decir, que hemos pasado de 2,21 a 3,32 millones de pobres, que es tanto como decir que los menesterosos crecieron en España nada menos que a un ritmo aproximado de 3.000 al día. Y a pesar de todo, el responsable máximo del Gobierno todavía sigue poniendo más interés en doblegar a las personas que en controlar la endiablada escalada de precios.

De acuerdo con los datos que ofrece la Comisión Europea, durante el año 2020, el PIB de España cayó un 10,8%, que es un desplome tremendamente escandaloso, si la comparamos con el retroceso del 6,4%, que experimentó el PIB de los veintisiete países que forman la Unión Europea. Y para que todo siga igual, qué le vamos a hacer, tampoco mejoramos nada en el año 2021, ya que, según el INE solo crecimos un modesto 5,1%, en vez de al 9,8% que había pronosticado el Gobierno sanchista.

Si nos atenemos a la evolución de los datos, no podemos augurar que, a lo largo del año 2022, reduzcamos significativamente el empobrecimiento de España, para acercarnos a la situación económica del año 2019. Es cierto que el Gobierno conserva su proverbial optimismo y defiende que, en 2022, alcanzaremos el 7% de crecimiento.

Pero no tardaron mucho en salir a la palestra los analistas del Banco de España y de Funcas, entre otros, para bajar los humos a Pedro Sánchez y al equipo económico del Gobierno, que dirige Nadia Calviño, reduciendo notablemente ese porcentaje hasta el entorno de un 4%. Todo indica, por lo tanto, que seguiremos en desventaja con la Unión Europea durante todo este año, ya que no habrá manera de recuperar los  niveles del PIB del año 2019.

Y para mayor desgracia, al exagerado estancamiento económico que arrastramos desde el año 2020, estamos obligados a contar necesariamente con una inflación bastante más disparatada que en el resto de Europa que, como no puede ser de otra manera, castiga fuertemente a las empresas y a las familias particulares. Y si esa inflación alcanza un porcentaje muy cercano al 7%, tal como señala Funcas, el poder adquisitivo de los españoles podría sufrir una reducción de unos 46.410 millones de euros a lo largo del año 2022, que no es moco de pavo.

Para complicar aún más nuestra situación económica, entre los años 2019 y 2022, la deuda pública se disparó en España hasta cotas francamente inasumibles, provocando así una subida desmesurada de la inflación. Y todo por la inacción y la incapacidad del Gobierno Frankenstein de Pedro Sánchez. Mientras que en España, en ese período de tiempo, pasamos del 95% al 120% del PIB, creciendo 25 puntos porcentuales, en la Unión Europea, que pasaron del 77% al 90%, lograron moderar ese incremento, al subir de media solo 13 puntos porcentuales, 12 menos que la cosechada por España.

No obstante, el Gobierno tiene en su mano la posibilidad de arreglar en parte este desaguisado y minimizar las nefastas consecuencias de unos precios tan elevados, rebajando simplemente la enorme carga fiscal que soportamos todos los españoles. Pero el desvergonzado presidente Sánchez se niega a reducir impuestos, alegando simplemente que “es suicida desarmar el Estado de bienestar, que debe funcionar para proteger a los más vulnerables”.

Y sin embargo, es público y notorio que son otras las razones, por las que el responsable del Gobierno socialcomunista se niega a suavizar el régimen tributario que esclaviza a los españoles. Pues es sabido, que todo lo que recauda por esa vía se le va en pagar favores y comprar voluntades. Y necesita bastante más dinero para agrandar aún más su ya inmensa corte faraónica y mejorar ostensiblemente su esplendor y fastuosidad.

Está visto que las políticas ideológicas y el intervencionismo de Pedro Sánchez solo sirven para que crezca decisivamente el número de pobres y, sin duda alguna, para que éstos sean cada vez más indigentes y pordioseros. Tenemos un ejemplo meridianamente claro en la clase media española que, por desgracia, está desapareciendo a pasos agigantados y, para que no falte nada, los pocos que quedan de ese estrato social medio son hoy un 10% más pobre.

Y como quien no quiere la cosa, el presidente ‘Pinocho’ Sánchez ha demostrado fehacientemente que no se conforma con tener una sociedad española en la que predominen los pobres. Quiere además, que todos esos menesterosos sean dóciles y obedientes y que agradezcan sinceramente las escasas limosnas sociales que reciben del Gobierno y que no protesten. Y para que sean cada vez más dependientes del Estado, hay que aborregar a los ciudadanos desde bien jovencitos, envileciendo y devaluando la enseñanza que reciben en los colegios.

Precisamente por eso, a partir del próximo curso, se abandona definitivamente la cultura del esfuerzo y del trabajo. En consecuencia, ya no habrá ni calificaciones numéricas, ni exámenes extraordinarios y los alumnos podrán pasar de curso hasta con varios suspensos. El  aprendizaje memorístico deja paso a otro aparentemente más práctico y “cercano a la vida cotidiana de los jóvenes”, y más favorable, en realidad, a los intereses ideológicos del Gobierno.

 

Gijón, 14 de abril de 2022

            José Luis Valladares Fernández