viernes, 31 de julio de 2009

LA REALIDAD SINDICAL A TRAVES DE LA HISTORIA

7.- La Cuarta Internacional

En el socialismo marxista, como ha pasado en tantas otras corrientes ideológicas, no fue posible la unanimidad doctrinal. Muy pronto aparecieron dos corrientes claramente diferenciadas: el comunismo por un lado y la socialdemocracia por otro. Otro tanto ocurrió después con el comunismo. Los leninistas primero, y después los estalinistas, procuraron mantener por la brava esa unanimidad férrea, con muy escaso éxito. Así que, a pesar de las trabas de uno y otro la ideología comunista fue evolucionando de una manera incontenible y adaptándose a las diferentes épocas y a las distintas realidades nacionales. Así, entre otras de menor importancia, fueron apareciendo distintas corrientes, como es el caso del trotskismo, estalinismo, maoísmo, autogestión socialista y hasta el eurocomunismo al que se aferro después Santiago Carrillo.
Fueron los estalinistas los que, tratando de desprestigiar la doctrina revolucionaria de Trotsky, le dieron el nombre de trotskismo. Querían a toda costa establecer diferencias entre las ideas de Lenin y las de Trotsky. Pero Trotsky no aceptó jamás ese término y tanto él como sus seguidores se hacían llamar bolchevique-leninistas o comunistas internacionales. Y hay que reconocer que el trotskismo es el que más fielmente ha defendido las ideas revolucionarias de Lenin.
No podemos olvidar que Trotsky actuó sin reservas al servicio del Partido Bolchevique, para que Lenin conquistara el poder. La toma del Palacio de Invierno, que determinó la instauración del régimen comunista en Rusia, se debe a la inteligencia y a la determinación de Trotsky. El mismo Lenin, consciente de la inmensa aportación de Trotsky a la causa comunista, le nombra su sucesor en 1924.
Pero la ambición desmedida de Stalin que quería el poder para sí, comienza a recabar apoyos dentro del aparato del partido con la intención de impedir que Trotsky accediera al poder a la muerte de Lenin, y despejar su propio camino hacia el poder absoluto. Tanto Stalin como sus partidarios subordinaron sin escrúpulos los intereses de la revolución proletaria a los de la nueva casta emergente, dejando de lado los principios implantados por el leninismo. Y se aprestan a instaurar en la Unión Soviética un nuevo régimen dictatorial, que tiene poco que ver con el socialismo y con el comunismo vivido hasta entonces.
Stalin no solamente aparta a Trotsky de la dirección en 1925. En 1927 logra expulsarlo del partido y lo confina primero en Kazajistán y posteriormente, en 1929, lo destierra del país. Pero Trotsky continuó sin desmayo su lucha revolucionaria. Escribió varias obras, todas ellas interesantes, y encabezó una corriente comunista disidente, considerada como una simple facción de la Internacional Comunista. Entre tanto, todos los seguidores de Trotsky eran brutalmente perseguidos por el estalinismo instalado en el poder.
Pero Trotsky no se arruga y comienza a desarrollar una nueva tendencia dentro del propio movimiento comunista internacional, con ideas claramente contrapuestas a las de Stalin. Con esta iniciativa, Trotsky pretendía reencauzar todo el proceso revolucionario soviético. De ahí que echara mano de la Revolución Permanente, que ya habían utilizado previamente Marx y Engels, pero desarrollándola y dotándola de contenidos mucho más concretos. Y es que Trotsky buscaba desesperadamente la manera de desterrar la burocracia asfixiante que el estalinismo había introducido en el Partido Comunista de la Unión Soviética. Quería, además, que los cargos, dentro del aparato del partido, fueran rotativos.
Trotsky terminó decepcionado al percatarse de que la Tercera Internacional, por obra y gracia de Stalin, se había vuelto claramente contrarrevolucionaria, renunciando de hecho a la defensa sistemática del proletariado internacional. Por este motivo, decide encabezar la resistencia de los comunistas descontentos con la feroz burocracia y el cariz que iban tomando las cosas dentro de la Tercera Internacional. Como única solución, se imponía la organización de una nueva Internacional, ya que la Tercera Internacional, debido a la corrupción imperante en ella, era ya prácticamente irrecuperable.
Por deseo expreso de Trotsky, en septiembre de 1938, se organiza en París un Congreso de delegados que ponen en marcha la Cuarta Internacional. Los delegados que habían acudido a París pusieron todo su cuidado para incorporar a esta nueva Internacional, todo lo bueno de las anteriores. Procuraron evitar, aunque no lo consiguieron, la ya clásica contradicción entre la teórica solidaridad obrera mundial y la rivalidad que introducen las distintas realidades nacionales dentro del propio socialismo. Contradicción que significó siempre el fracaso de todas las Internacionales anteriores.
Trotsky quería que esta Internacional fuera el partido que englobara toda la revolución proletaria mundial. Aunque con secciones en todos los países, la Cuarta Internacional tenía que funcionar como un todo para alcanzar la meta de la revolución mundial. La Revolución Permanente exigía, para el triunfo definitivo del socialismo, un desarrollo ineludible a nivel mundial. De ahí el empeño de Trotsky por mantener unidos y controlados a todos sus seguidores, y su lucha valerosa y sin cuartel contra el capitalismo internacional y contra los propios comunistas que aceptaban las directrices que imponía Stalin desde Moscú.
Cuando estalló la II Guerra Mundial en 1939, se traslada a Nueva York la sede del Secretariado General de la Cuarta Internacional. Con este traslado, se buscaba que esta internacional se viera libre de los problemas derivados de la proximidad del escenario bélico. Pero no pudo eludir, en 1940, la división del Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos, el partido más importante de la Cuarta Internacional, protagonizada por un pequeño grupo que estaba en desacuerdo con los postulados de Trotsky.
A las complicaciones que se derivaban de esta inoportuna división, hay que agregar un problema mucho más grave y peligroso: Trotsky fue asesinado, en agosto de ese mismo año, por Ramón Mercader por encargo del propio Stalin. Este asesinato dejó a la dirección de la Cuarta Internacional sin personas cualificadas para hacer frente a la batalla política que les planteaba la vieja internacional comunista. Para solucionar este problema organizaron un Congreso mundial en 1946. Pero cometieron el error de poner al frente de la dirección a personas demasiado jóvenes e inexpertas para abordar los complicados retos políticos de la acción sindical. Los desacuerdos entre sus miembros fueron creciendo de tal manera, que llegaron a ser insalvables terminando por provocar la desaparición de esta Internacional en el año 1953.
Los responsables inmediatos de esta disgregación de la Cuarta Internacional fueron el Partido Socialista de los Trabajadores de Argentina y el Partido Comunista Internacionalista francés. Estos partidos prefirieron adherirse a los postulados estalinistas. Dada la complicada situación política, creían que estaba próxima a estallar la III Guerra Mundial y entonces los estalinistas se enfrentarían violentamente al imperialismo. La toma del poder estaría entonces más cercana y sería inevitable la formación de estados auténticamente obreros.
Contra lo que esperaban estos partidos, ni estallo la III Guerra Mundial, ni el papel revolucionario de Stalin fue tan concluyente y definitivo, lo único que si ocurrió que la Cuarta Internacional acabara rota en diversas e irreconciliables facciones.
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José Luis Valladares Fernández

sábado, 25 de julio de 2009

DISLATES AUTONOMICOS

No hay nada peor para un país que dar el poder a una persona intelectualmente mediocre. Estas personas, con el BOE en sus manos, tratarán, por todos los medios, de aparentar lo que en realidad no son. Y esto les hace extremadamente osados y peligrosos. Y si van de iluminados, terminan por creerse que pueden regular por ley hasta los mismos fenómenos atmosféricos. Este es, hasta cierto punto, el pecado político que los españoles, por torpes, estamos ahora expiando.
Zapatero, tan pronto se vio investido presidente, comenzó a entrar a saco en todas las instituciones españolas, sean estas estatales o no, con el ánimo de influir en cada una de ellas, alterando así su normal funcionamiento. Por lo que parece, le importaba un comino que lo que funcionaba más o menos bien, comience a funcionar mal como consecuencia de su intervención. Y no digamos lo que ya marchaba mal, como es el caso de las Autonomías. Con la mediación de Zapatero van directamente al desastre.
Los padres de nuestra Constitución de 1978 pecaron de incautos con el establecimiento del denominado Estado de las Autonomías que, a la larga, ha resultado ser todo una calamidad manifiesta. Con toda la buena fe del mundo, pensaron que, con la descentralización y la cesión de competencias a las regiones, se solucionaba el problema creciente del separatismo de alguna de ellas. Pero lejos de solucionar el problema, con esa cesión de poder, excitaron aún más los instintos independentistas de los caciques autonómicos. Y el problema grave de una de las regiones se propagó de inmediato a otras zonas españolas donde ese movimiento estaba más latente.
Con la llegada a la Moncloa de Zapatero, el problema se complicó enormemente. Con su memoria histórica y su filosofía política de comenzar nuevamente donde acabó la República, dio nuevos ánimos a los oportunistas y advenedizos de la cosa pública. Y de este modo comenzó nuevamente la carrera política para ver quien llegaba antes, al menos, a las cotas de poder alcanzado en aquellos desgraciados momentos de nuestra historia. Aparecen por doquier nuevos Sabinos Aranas, predicadores incansables, que cantan a los suyos las excelencias y bondades de una posible independencia.
Surge, de este modo, una efervescencia absurda por la elaboración de nuevos Estatutos que prescindan de la Constitución Española, den más poder a las regiones, y las conviertan en presuntas naciones soberanas. Comenzó Cataluña la fiesta, pero diversos y encontrados intereses nacionalistas propició que terminara en fracaso. Es aquí cuando aparece otra vez en escena, vestido de hada madrina, el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Llama a la Moncloa a Artur Mas y comienza un tutelaje absurdo de un Estatuto que, diga lo que diga el Tribunal Constitucional, es claramente anticonstitucional.
Como nadie quiere ser menos, todas las regiones se aprestan a seguir los desatinados pasos del Estatuto catalán. Y los que logran ponerse de acuerdo y redactan nuevos Estatutos, votados eso sí por una escasa minoría, todos pecan de anticonstitucionales, aunque los distintos próceres políticos traten de disimular esa anticonstitucionalidad con rebuscados y simples subterfugios gramaticales.
El estado de las autonomías, desde el punto de vista económico, digan lo que digan unos y otros, es totalmente inviable. Duplica cargos que cuestan un dinero que no tenemos y que se necesita para cubrir otras necesidades más básicas y primarias. Además del empobrecimiento progresivo a que nos lleva el mantenimiento de tanta taifa, el proceso ha modelado unas regiones tremendamente insolidarias que no dan ni el agua que les sobra y prefieren que se vierta al mar antes que la aproveche quien no la tiene y la necesita. Y ha vuelto la hora del caciquismo regional que es más propio del cantonalismo del pasado que del momento actual.
Comienza de este modo una carrera loca para ver quien gasta más y de modo más absurdo. Como no abunda el dinero, se buscará la manera de recabar fondos a costa de otras regiones más pobres, utilizando para ello la complicidad de un gobierno incapaz y que saben que necesita apoyos políticos puntuales para mantenerse de un modo medianamente decoroso. Y gastan tan desaprensivamente que la deuda de las Comunidades Autonómicas sufrió un aumento de nada menos que de un 20% solamente en el primer trimestre del año actual. Tanto que, según el Banco de España, llegaron a acumular una deuda de 73.385 millones de euros, lo que supone el 6,7% del PIB, y en un momento tan delicado como este por nuestra crisis económica. Nunca antes se había alcanzado una deuda tan alta y desorbitada.
Lo malo de todo esto es que se despilfarra el dinero del contribuyente de una manera insultante, entre otras cosas en abrir embajadas diplomáticas autonómicas en vez de mejorar los servicios deficientes de sanidad, educación, justicia y en diversas y necesarias infraestructuras. E incluso en solucionar, de una vez por todas, la dichosa Ley de Dependencia, de la que el Gobierno del PSOE solamente se acuerda en periodo electoral.
Es bochornoso que, a finales de junio de este mismo año, las Comunidades Autonómicas contaran con 196 embajadas, frente a las 116 del Estado español, lo que no deja de ser un despropósito intolerable. No sé si, posteriormente a esa fecha, el independentista Rovira ha abierto alguna nueva embajada catalana. Es cierto que estos caciques de poco pelo no las llaman embajadas y emplean eufemísticamente el nombre de delegaciones, pero estos centros no hacen otra cosa que invadir las competencias diplomáticas en asuntos que constitucionalmente corresponden en exclusiva al Gobierno central.
Está fuera de toda duda que las 46 delegaciones diplomáticas catalanas, que estaban en funcionamiento a finales de junio pasado, se dedican con ahínco a propalar la idea de que Cataluña es una nación aparte de España. Cataluña, lo mismo que el país vasco, utilizan estas delegaciones diplomáticas para recabar, de un modo descarado, el mayor número de apoyos posibles para su causa separatista. Todas ellas, y las delegaciones gallegas principalmente, se dedican también a procurar para el nacionalismo el voto cautivo de los emigrantes españoles.
Estas embajadas autonómicas les sirven a estos dictadorzuelos regionales para disimular sus abundantes corruptelas y colocar en ellas a los familiares, los amigachos y a los conmilitones más allegados.
Con Zapatero, y casi sin darnos cuenta, se ha puesto en práctica un tipo de política incompetente, claramente tabernaria, que nos lleva sin remisión al despropósito y a la ruina y a la desaparición irremediable de la idea de España. Despropósito y ruina que se acrecentará y acelerará aún más con el nuevo tipo de financiación que ha impuesto ahora el Gobierno. ¿Cuánto tiempo tardarán los catalanes en pedir más dinero?

Barrillos de Las Arrimadas, 19 de julio de 2009

José Luis Valladares Fernández

jueves, 23 de julio de 2009

ACERCAMIENTO A LA REALIDAD SINDICAL


6.- La Tercera Internacional o Internacional Comunista

La Primera Guerra Mundial, y la mala gestión del Zar Nicolás II provocaron, al alimón, la revolución rusa. Revolución que se desarrolla en dos tiempos muy precisos. El primer movimiento revolucionario tuvo lugar en febrero de 1917 con la destitución del Zar y la formación de un gobierno provisional. El segundo y definitivo envite se produce en octubre de ese mismo año con el golpe de estado contra la Duma, que dirigía provisionalmente los destinos de Rusia desde la destitución del Zar.
Con la caída forzada de F. Kérenski, que encabezaba ese gobierno provisional de la Duma, se instaura en Rusia el primer Estado obrero de la historia. Se trata de un nuevo modelo de Estado desconocido hasta entonces que tiene la virtud de conmover hasta los cimientos del movimiento obrero mundial. La característica más llamativa de este primer Estado obrero es su modelo de organización. Se organiza, sin concesión alguna, desde arriba hacia abajo con la intención clara de que la burguesía, propietaria de los diversos medios de producción, pudiera explotar a la clase trabajadora.
Es el mismo Lenin el que encabeza la revuelta de Petrogrado, provocando la caída de F. Kérenski y de todo su gobierno provisional. El éxito de la operación, en gran medida, fue posible gracias a las dotes organizativas nada comunes de L. Trotsky, que encabezaba el Comité Militar Revolucionario. Todo este movimiento, tendente a la instauración del primer Estado socialista, recibió el nombre de Revolución de Octubre.
El marxismo teórico, a partir del triunfo de la Revolución de Octubre, se ha convertido en el santo y seña del nuevo Gobierno, dirigido por Lenin con mano dura. Lo que más tarde recibió el nombre de comunismo tiene su origen precisamente en dicho marxismo teórico. Los mismos leninistas, que eran marxistas convencidos, consideraban que el socialismo auténtico desembocaba necesariamente en el comunismo. El comunismo, que ha dejado una huella indeleble en la cultura, es una rama muy específica del socialismo y no representa, por lo tanto, al socialismo en su totalidad.
El mismo Lenin, y con el objeto de impulsar la revolución a escala mundial de acuerdo con el modelo adoptado en Rusia, se molesta en organizar el Congreso de marzo de 1919. De este Congreso saldrá la Tercera Internacional, conocida popularmente como la Internacional Comunista o Komintern. Con esta nueva Internacional, los congresistas trataban de recuperar íntegramente la política revolucionaria a escala mundial. Es en el Congreso siguiente, celebrado en 1920, cuando se fijan las distintas condiciones que había que cumplir, para pasar a formar parte de esta Internacional. Lo primero que se exigía era una obediencia ciega a las órdenes emanadas de la dirección. Pero, a pesar del empeño de los responsables revolucionarios, esa revolución mundial, soñada por Lenin, no logró sus objetivos expansionistas.
El fácil triunfo de la revolución soviética tuvo un impacto enorme sobre los trabajadores de todo el mundo. De ahí que, en España, tanto el PSOE como la UGT, sin pérdida de tiempo, quisieron seguir su ejemplo. Otro tanto ocurrió con la CNT que, sin pérdida de tiempo se afilian a la nueva Internacional. El hecho de que la nueva República Soviética funcionara a través de asambleas obreras, conocidas con el nombre de soviets, hizo creer a los anarcosindicalistas españoles que con dicha revolución estaban poniendo en práctica sus propios ideales colectivistas. También se crea el Partido Comunista de España.
La burguesía española, y más aún la catalana, sentía verdadero pavor por la actitud revolucionaria de los anarcosindicalistas españoles, hegemónicos en Cataluña. Hasta los mismos socialistas participaban en ese pánico colectivo. El crecimiento extraordinario de la economía española como consecuencia inmediata de la I Guerra Mundial acrecentó aún más ese temor. Pues a nadie se le escapaba que esas mejoras económicas también fortalecían a la clase obrera que, de aquella, estaba dominada por la CNT. Y de hecho comenzaron a menudear las huelgas, desbordando a la misma policía, que se vio impotente para mantener el orden. Para defenderse de los desórdenes revolucionarios, la patronal organizó una especie de terrorismo blanco, que enconó aún más las relaciones laborales.
Ante una situación tan complicada, el Gobierno responde con la prohibición del periódico Solidaridad obrera, editado por la CNT de Cataluña y conocido con el nombre de La Soli. Cerró, a la vez, un buen número de centros y detuvo a varios dirigentes sindicales. La respuesta de la CNT fue inmediata. El 24 de marzo de 1919 convoca una huelga general que tiene un masivo seguimiento y exigen la liberación inmediata de los presos de la huelga anterior. La lucha social fue tan dura, tanto en Barcelona como en otras ciudades, que el Gobierno de turno se vio obligado a hacer dos concesiones importantes: la jornada laboral de 8 horas y la formación de comisiones mixtas de negociación, que hay que colocar en el haber de la CNT.
La detención de dirigentes obreros continuó. Ante estos hechos, la dirección de la CNT, que hasta ahora había tenido un comportamiento moderado, adopta una posición mucho más radical. Como respuesta al denominado terrorismo blanco que se ejercía contra ellos, organizan actos de terrorismo individual. El Gobierno, sobrepasado por estos actos de terrorismo individual, para defenderse organiza un grupo especial, integrado por antiguos policías, que reciben el nombre de
Pistoleros de la patronal.
Tan complicadas estaban las cosas, que el Gobierno quiso pactar con la CNT a finales de 1919. Pero la Federación de Patronos lo impidió planteando el lock-out o cierre patronal, recrudeciéndose así la lucha social. La misma patronal no tuvo inconveniente en utilizar a obreros desclasados contra la CNT, provocando así una nueva escalada terrorista. Al no ceder nadie en la lucha social, el problema se extendió a toda España. El Gobierno quiso zanjar el problema y, para ello, recrudeció la lucha contra la CNT. Llegó incluso hasta el asesinato premeditado mediante la aplicación de la ley de fuga. La respuesta de los anarquistas fue contundente, vengándose con el asesinato de Eduardo Dato que era el primer ministro español.
La reacción del ejército fue tan brutal que la CNT se vio obligada a aceptar una paz social extremadamente precaria. Y esa tranquilidad, pese a todo y con la colaboración del establecimiento de la II República, se mantendría hasta finales de 1931. Los desgraciados sucesos de Arnedo primero, Castilblanco y Casas Viejas después, encendieron de nuevo la lucha revolucionaria, agravada considerablemente con la revolución de octubre de 1934. La consigna
Uníos Hermanos Proletarios (UHP), aparecida en Asturias, fue suscrita de forma inmediata por la Federación Socialista Asturiana, por la UGT y por la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de la CNT. Esta consigna terminó por convertirse, durante la guerra civil española, en la proclama habitual de los republicanos.
La corriente revolucionaria de corte mundial, auspiciada por Lenin, terminó con su muerte en 1924 y dio paso a otras ideas más acordes con los intereses de su sucesor. Con el triunfo de Stalin se burocratizó el estado soviético, y la Internacional Comunista pasó a ser un simple instrumento de su política exterior. Y lo utilizaba descaradamente para proteger su poder absoluto dentro de Rusia. El Komintern, de cara al exterior, era utilizado por Stalin para aumentar lo más posible la influencia soviética en las otras naciones.
Como consecuencia de las inevitables intrigas intestinas internas y a intereses de política exterior, Stalin fue introduciendo cambios en el Komintern, a veces completamente radicales y más cuando interesaba la cooperación con países no comunistas. Lo disolvió incluso en mayo de 1943, en plena guerra mundial, para agradar a sus aliados de entonces, los americanos y los británicos.
En Octubre de 1947, es la URSS la que organiza en Polonia una reunión muy importante, a la que cita a los ocho países, donde el comunismo había ya sentado plaza, como es el caso de Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, la misma Polonia, Rumania y Yugoslavia. También invita a Francia e Italia por la ascendencia que el Partido Comunista tenía en estos países. En esa reunión se crea la Kominform, u Oficina de Información Comunista. El cometido real de esta oficina, en contra de lo que decía la propaganda, debía funcionar como un auténtico instrumento político con cierto poder coercitivo que los reunidos ponían en manos de Stalin para tutelar el comportamiento, un tanto independiente, de Tito en Yugoslavia. El comportamiento del líder comunista yugoslavo chirriaba al lado de los otros países satélites. La propaganda en cambio pretendía hacer ver que esa oficina era simplemente una Oficina de Información Comunista.
Con el fin de atar más corto a Tito, la sede de la Kominform se instala intencionadamente en Yugoslavia. Pero Tito, a pesar de las trabas que coartaban su libertad, mantuvo firme su decisión soberana de mantenerse al margen de la ortodoxia soviética salvaguardando, contra viento y marea, la independencia de Yugoslavia. La firmeza de Tito en sus convicciones provocó su expulsión del partido en junio de 1948, trasladando, a la vez, la Kominform a Bucararest (Rumania)
Al morir Stalin el 5 de marzo de 1953, a pesar del terror a que estaban sometidos los diversos estamentos del partido, toda la clase dirigente experimenta, además de una agradable liberación, una clara sensación de vacío y comienzan de inmediato la desestalinización del sistema. Más o menos, como si se tratara de establecer un nuevo régimen, teniendo en cuenta, eso sí, las diversas tendencias que había dentro del partido. Para finalizar la operación con éxito, era muy importante atender a la correlación de fuerzas.
El único que estorbaba para esta operación era Beria, colaborador muy estrecho de Stalin en las labores coercitivas de la policía. Eliminado rápidamente, Nikita Kruschov asume el cargo de primer secretario del partido y Malenkov el de Presidente del Consejo de Ministros. El nuevo Gobierno comienza, de inmediato, la restauración de la legalidad socialista, dejando a un lado la línea dura practicada por Stalin. Kruschov, nuevo hombre fuerte del partido, intentaba de esta manera la reconciliación con Yugoslavia y un franco entendimiento entre los diversos estados comunistas. Para sellar ese acercamiento a Yugoslavia, la Kominform es disuelta el 17 de abril de 1956.

José Luis Valladares Fernández

lunes, 20 de julio de 2009

LOS PAGANOS DE LA CRISIS

Las clases medias, mientras Zapatero esté en la Moncloa, lo tenemos muy crudo. Estamos destinados a pagar los platos rotos de la insensatez de un gobernante irresponsable. Y ahora, con la financiación de las Comunidades Autónomas, quizás piense que ha puesto una pica en Flandes y, en realidad, no ha hecho otra cosa que agrandar considerablemente el roto de nuestra economía.
Dada nuestra complicada situación económica, Zapatero debiera ser mucho más cauto y abandonar, de una vez por todas, sus aires de Rey Mago. Que ahora se ha metido de lleno en el charco, como es su costumbre, lo certifica la postura adoptada por Esquerra Republicana de Cataluña. Los independentistas catalanes se han jactado de su victoria, y confiesan abiertamente que han obligando al presidente del Gobierno a ceder a Cataluña 3.855 millones de euros del fondo adicional previsto por el nuevo modelo de financiación autonómica. Cantidad que se corresponde, con exactitud, con la petición de ERC.
Con este acuerdo de financiación de las Comunidades Autonómicas, se ha hecho trizas la tan cacareada solidaridad interterritorial de la que, hasta ahora, tanto ha presumido el PSOE. Precisamente, una de las comunidades más ricas y, sin lugar a dudas la más insolidaria, se lleva ella solita casi el 40% del total del fondo previsto. Y hay que precisar que, con respecto al resto de España, ni en número de personas, ni en términos de PIB, van más allá del 18% y el 16%. Atendiendo únicamente al número de personas, con la cantidad asignada a Cataluña, les corresponde un 64% per cápita con respecto a la media del resto de España. Quizás encajaría mejor el reparto si se hubiera hecho atendiendo al número de embajadas abiertas en el extranjero, en vez de haber tenido en cuenta el número de personas, su dispersión y otras zarandajas disculpatorias.
Desconocemos aún las cantidades concretas de recursos que, al final, van a recibir las distintas comunidades, ni cómo evolucionará posteriormente el nuevo sistema ideado, ya que está basado, de un modo primordial, en la cesión de lo que cada taifa comunitaria recaude por los tributos puestos al cobro. Pues no podemos olvidar que, en la actualidad, los ingresos fiscales han sufrido una caída aproximada de un 30% con respecto al ejercicio pasado. Y todo esto como consecuencia de la baja actividad económica registrada.
Se mire como se mire, como dijo Rajoy, se trata de una gigantesca chapuza, ya que beneficia, de un modo escandaloso, a unos territorios españoles a costa de otros. Quizás se actúa de una manera tan frívola por la necesidad política de Zapatero de buscar, de un modo prioritario, su propia sostenibilidad antes que la del sistema. Su debilidad, en términos de apoyos en el Congreso, actúa como un lastre muy pesado que impide que nuestra economía abandone su marasmo actual.
El nuevo sistema de financiación autonómica se fue formando a base de ir creando distintos fondos, de acuerdo con las exigencias que iban planteando las comunidades. De todos ellos, los más importantes son el fondo de competitividad y el fondo de cooperación. El primero de ellos tendrá en cuenta la fiscalidad de cada comunidad, mientras que el segundo tratará de compensar el desfase que ocasione este nuevo sistema. El fondo de cooperación surgió como respuesta a las exigencias de Chaves, cuando aún era presidente de Andalucía, para contrarrestar las significativas ventajas que se llevaba Cataluña. Las comunidades autonómicas, discriminadas con esta financiación, son claramente chantajeadas y obligadas a recoger unas simples migajas, si no quieren correr el riesgo de perder futuras e hipotéticas mejoras.
Esta nueva forma de financiación de las comunidades autonómicas, injusta a todas luces en cualquier ocasión por lo que tiene de discriminatorio de una regiones a costa de otras, no puede ser más inoportuna. Nuestras circunstancias económicas exigirían una contención significativa del gasto público, tanto por parte del Estado como por parte de las entidades autonómicas. Y llega precisamente en una situación de crisis, cuyo final no hay modo de prever. El Fondo Monetario Internacional acaba de realizar unas previsiones tremendamente pesimistas para la economía española. Augura para nosotros el declive más acentuado de todos los países desarrollados, con una caída del PIB del 4% para este año y de un 0,8 para el año siguiente. Los males derivados de la financiación y el recorte generalizado del crecimiento, dadas las particularidades de nuestro sistema económico, son mucho más graves en el caso español. Y la culpa de todo esto hay que buscarla en la escasa productividad de nuestro modelo, la falta de competitividad y al acelerado incremento del paro.
Este modelo de financiación, puesto en marcha con la mayor de las frivolidades, comporta un aumento del gasto público, al menos en 11.000 millones de euros. Todo esto, además de romper el techo de gasto que aprobó el Parlamento, viene a aumentar el déficit público y un aumento notable del paro. Y esto, más pronto o más tarde, se traducirá en una subida considerable de los impuestos que, como siempre, soportarán las clases medias. Esto servirá para que el Ejecutivo alardee de justicia social, como ha hecho otras veces, con el pretexto de subir los impuestos a los ricos, cuando son los asalariados y los pensionistas normales los que en realidad y desgraciadamente pagan el pato de la actuación de un presidente y unos ministros que no dan la talla y les cae muy grande el traje del Gobierno.

Barrillos de Las Arrimadas, 15 de julio de 2009

José Luis Valladares Fernández

jueves, 16 de julio de 2009

NECESITAMOS LA CENTRAL DE GAROÑA


Decía Alfredo Pérez Rubalcaba, todo un profesional del disimulo y de la mentira, que España no se merece un Gobierno que mienta. Pero algo malo habremos hecho los españoles, ya que el Gobierno que nos cayó encima no dice una sola verdad ni aunque esté durmiendo. Quizás, como Pilatos, se habrán preguntado alguna vez ¿y qué es la verdad? Y José Luis Rodríguez Zapatero, presidente de ese Gobierno, ha demostrado ser, en el arte de ocultar la verdad, un discípulo aventajado de Rubalcaba, antiguo portavoz de los Gal.
Hoy día, Zapatero ya no necesita de mentor para elaborar cualquier tipo de trola o embuste. Se las arregla él solito y ¡vaya como lo hace! De la mentira oportuna, tan utilizada por los políticos, pasó a las de grueso calibre, vengan o no vengan a cuento. No importa que, a simple vista, y hasta el más lego en la materia, se dé cuenta del embeleco. Zapatero es hoy todo un maestro en el arte de ocultar la verdad. Lo hace con el mayor desparpajo del mundo y sin que le salgan los colores por ello.
Comenzó faltando a la verdad con ocasión de la masacre madrileña del 11M anunciando que, entre los muertos, había terroristas islámicos convenientemente rasurados y ataviados con varias mudas interiores. Y no digamos nada de todo lo que vino después con la ocultación de pruebas y la manipulación de otras, y los diversos apaños para mantener una versión oficial interesada que cruje y hace agua por todas partes.
Fue épica su negación de la crisis, cuando, más o menos, eran ya muchos los españoles que la estaban padeciendo en sus carnes. Y el que avisaba de la que se nos venía encima por culpa de la crisis era, como mínimo, un mal español. De la no crisis, pasamos a un ligero frenazo económico y, posteriormente, a una liviana depresión. Cuando ya no fue posible negar la crisis, comienza la operación intencionada del despiste. La crisis es mundial y nos viene de fuera, como consecuencia de las famosas SUBPRAIN norteamericanas. Y, cómo no, es Bush el culpable de todo esto por su desastrosa política económica.
Se trata de enmascarar, a toda costa, nuestra propia crisis económica con la crisis mundial financiera. Oculta que nosotros, aparte de la crisis de ámbito universal, nos atenaza otra crisis, más grave aún que aquella, dadas las consecuencias desastrosas que origina. Nuestra crisis particular viene marcada por una productividad muy baja y, en consecuencia, por una clamorosa falta de competitividad. Nuestra situación económica es mucho más cruel que la dibujada por Zapatero en aquella famosa rueda de prensa de Nueva York. Allí, Zapatero se vanaglorió del estado, para él envidiable, de nuestra economía. Es la que mejor preparada está, y ya hemos dejado atrás a la Italia de Berlusconi. Y el amigo Sarkozy está ya muy nervioso, viendo que le estamos pisando los talones. Todavía suenan en el ambiente las carcajadas de los asistentes extranjeros que asistieron a dicha rueda de prensa.
Son tantas las veces que Zapatero ha dicho que hemos tocado fondo y que, en breve, comenzaremos a remontar el vuelo económico, que ya no podemos creer en él, ni en nadie de su Gobierno. Suena a chiste oír a la ministra Salgado hablando de ciertos brotes verdes que se ven en lontananza.
Y ahora, con el contencioso que se trae con la central nuclear de Garoña, Zapatero se nos presenta como un magnífico desinformador. Ahí está, para constatarlo, la riestra de datos falsos que lanzó al aire en una entrevista en la cadena Cuatro. Y no le importó, lo más mínimo, que todo mundo sabe que Garoña no es la única central nuclear del mundo con licencia para continuar con su actividad hasta cumplir los sesenta años. Hay más de cincuenta centrales que gozan de esa misma licencia. Afirmó con rotundidad que solamente hay una central en construcción en el mundo, cuando él mismo sabe que son muchas. Solamente en China, -y Zapatero en esto está al cabo de la calle- se están construyendo varias decenas de centrales de ese tipo. En rodo el mundo hay unas cincuenta centrales nucleares en construcción y otras tantas en proyecto. También presentó a la energía nuclear como una opción cara con respecto a las renovables, cuando todo el mundo sabe que es la más barata. Los gastos variables de las centrales nucleares, en comparación con el resto de fuentes energéticas, son mucho más bajos.
Subrayó el inconveniente de los residuos radioactivos que generan estas centrales. Pero se calló intencionadamente que, como consecuencia de que España es deficitaria en energía, tenemos que abastecernos de la que se produce principalmente al otro lado de los pirineos y, como es natural, en centrales nucleares. Y al comprar a Francia los megavatios que precisamos, tenemos que hacernos cargo también de los residuos nucleares resultantes de su generación.
Al no ser energéticamente autosuficientes, el empecinamiento de Zapatero de apostar por las energías renovables, postergando la energía nuclear, mucho más barata, encarece los costes de explotación de las empresas, y agrava con ello su ya escasa competitividad, que es uno de los males que ha provocado nuestra crisis particular. Cerrar la central nuclear de Garoña, a pesar del certificado de viabilidad de la misma, le dará unos votos, pero es uno de los despilfarros más absurdos, que aumentaría nuestro déficit energético nada menos que en un 6%. Además sería la manera más fácil y tonta de perder unos cuantos cientos de puestos de trabajo y complicar aún más la pesada factura energética que ya tenemos.
Con esa falta manifiesta de pragmatismo, y jaleado por un ecologismo de vía estrecha, Zapatero, sin saberlo, está poniendo rumbo a la Edad Media.

Barrillos de Las Arrimadas 12 de julio de 2009

José Luis Valladares Fernández



martes, 14 de julio de 2009

LAS OCURRENCIAS DE CALDERA

El genial Caldera dirige, por disposición de Zapatero, una especie de laboratorio intelectual que busca alumbrar ideas útiles al Partido Socialista. Y mira por donde, casi sin querer, y en el desempeño responsable de su oficio de ideólogo, se encontró con un hecho incontrovertible. Fue Franco, ¡quién lo iba a pensar!, el auténtico culpable de que se instaran en España toda esa serie dichosa de centrales nucleares. Centrales nucleares que, además de ser radicalmente peligrosas, han aportado, durante mucho tiempo, gran parte de los megavatios que hemos consumido los españoles.
Franco, a lo largo de su dilatado mandato, ha sido posiblemente culpable de muchas cosas. Pero era impensable que hubiera llegado tan lejos y se atreviera a instalar en el suelo hispano este tipo de centrales tan complicadas y generadoras de tantos problemas insolubles. Si fue capaz de semejante osadía, muy bien puede estar detrás de otros actos no menos censurables, y cuya autoría desconocemos hasta ahora.
Felicitamos a Jesús Caldera por tan importante descubrimiento y le animamos a que continúe con tan espectacular investigación. Será la manera de aclarar definitivamente muchos hechos, hasta ahora ocultos, y que tanto han preocupado a los sufridos españoles. Por si le resulta útil al ideólogo Caldera, enumeraremos ciertos episodios pasados para que investigue hasta dónde llega en ellos la responsabilidad del anterior Jefe del Estado.
Comencemos por el principio de la carrera política y militar de Franco. Es muy posible que haya sido Franco el verdadero culpable de que no se haya instalado en España el totalitarismo de corte bolchevique, a pesar de los denodados esfuerzos que, para lograrlo, realizaron los responsables del Frente Popular republicano. Y por si esto fuera poco y para liberarnos definitivamente de cualquier tentación comunista, Franco nos sometió a un prolongado y excesivo autoritarismo personal. Sin consultarnos, quiso ser algo así como nuestro Ángel de la Guarda
Sería muy conveniente que Caldera anaflizara los orígenes de nuestra Seguridad Social, ya que a lo mejor culpabilicemos a otras personas y haya sido Franco el verdadero y único responsable de que, en fechas ya lejanas, se montara en España tal tipo de seguridad y un nuevo y desconocido sistema de pensiones.
Y ¿qué me decís del auge y florecimiento de una clase media, desconocida prácticamente hasta la década de los sesenta del siglo XX? ¿No sería el anterior Jefe de Estado el verdadero culpable de que apareciera esta nueva clase social? Otro tanto ocurrió con los hijos de los obreros, que les dio por estudiar al encontrarse con las Universidades Laborales y el desconocido plan de igualdad de oportunidades.
Sería igualmente interesante que analice Caldera quién está detrás de la siembra de tanto pantano en la geografía española, que han dado origen a una nueva e importante producción eléctrica de tipo hidráulico. Y no es esto solamente. Con esos pantanos, amplias tierras que antes eran yermas, pasaron a ser productivas. Un ejemplo bien claro lo tenemos en el denominado Plan de Badajoz.
Y es muy posible que sea Franco el verdadero culpable del actual Partido Socialista Obrero Español. Pues fue Franco el responsable de que se estableciera una protección extraordinaria en torno a un joven, que se hacía llamar Isidoro. Puso Franco todo su empeño en que se cuidara con todo mimo a ese joven, para que llegara incólume al importante y decisivo congreso de Suresmes. Creo que también ha tenido mucha culpa de que los españoles tengamos el actual régimen político y de tantas y tantas instituciones que lo configuran, incluida la Monarquía.
Si Franco ha sido el verdadero culpable de todas estas y otras muchas cosas, que le juzgue la historia y pague por ello.


Barrillos de las Arrimadas, 8 de julio de 2009

José Luis Valladares Fernández

sábado, 11 de julio de 2009

ZAPATERO EN EL BUEN CAMINO

Desde que Zapatero se apeó del tren de cercanías que le llevó a la Moncloa, ya se fijó como meta prioritaria, hacer lo que no supieron hacer sus antepasados políticos: ganar la dichosa guerra civil. Para ello ha ideado, como Azaña cuando llegó la II República, todo un “plan de demoliciones” de las distintas tradiciones españolas, y muy especialmente las tradiciones fundadas en el catolicismo.
Ese afán por borrar de nuestra cultura todo lo que tiene de occidental, al menos todo lo que huela a cristianismo, le llevó a copiar y, posteriormente asumir como propia, la dichosa Alianza de Civilizaciones. Nada como importar tradiciones islamistas, ancladas como poco en la Edad Media, para crear problemas a la más moderna y actualizada cultura cristiana. No importa que el islamismo sea integrista, reduzca a la mujer a un simple objeto y realice otros actos que para todo occidental suenan a pura barbarie. El islamismo es para Zapatero un arma que utiliza intencionadamente para su lucha particular contra nuestras tradiciones más arraigadas.
No ha sido otra su intención al apropiarse de nombres y ritos tan tradicionales y queridos por nuestra cultura cristiana, como el matrimonio y, últimamente el bautismo. Para molestar a la Iglesia católica, se empeñó en dar rango de matrimonio a las uniones entre personas del mismo sexo. No importa ni el significado de la palabra matrimonio, que indica complementariedad, algo que en la unión entre homosexuales no se da. Con otro nombre, y reconociendo todos los derechos a esas uniones de hecho, tendrían los mismos efectos legales que el matrimonio canónico. Pero había que molestar lo más posible a los católicos. Y para seguir hurgando en la herida, se han comenzado a celebrar bautismos laicos.
La misma Ley de Memoria Histórica que se ha inventado trata de fijar el punto de partida en aquel momento histórico, donde por inepcia del Frente Popular, quedó roto con la victoria, en la guerra civil, del ejército de Franco. Zapatero, con esta ley, pretende dejar sentado, de una vez por todas, que los del Frente Popular luchaban por la democracia y, como tales, fueron masacrados de manera inmisericorde por un ejército fascista. Ellos exponían sus vidas desinteresadamente para defender la República, contra la que se habían alineado fuerzas reaccionarias españolas y todo el fascismo europeo.
Olvida Zapatero que existió la insurrección de 1934 contra el resultado de unas elecciones que dieron el poder a la derecha y que fue precisamente esa derecha la que entonces defendió a la República. También olvida Zapatero la existencia de las checas, donde sin juicio previo, se asesinó, entre otros, a peligrosas monjas y a imberbes seminaristas. Olvida, o no sabe muchas cosas de ese período histórico de la República Española, donde se intento volchevizarnos, aunque afortunadamente no lo consiguieron.
Ignora Zapatero el dicho de Largo Caballero de cara a las elecciones de febrero de 1936: “si triunfan las derechas, […] tendremos que ir forzosamente a la guerra civil declarada”. También desconoce, porque no sabe nada de historia, la confesión de Amós Salvador a Portela con ocasión de esas mismas elecciones: estamos dispuestos a formar el Frente Popular para empeñar una lucha a muerte con las derechas. Y si vencen ellos que nos exterminen; y si vencemos nosotros los exterminaremos a ellos.
Pero ahora Zapatero parece ser que acertó para corregir el rumbo errático de la España de Franco y enderezar las sendas del régimen heredado del franquismo y ganar por fin la guerra civil, lo que entonces no fue posible. Cuenta para ello con la colaboración inestimable de personajes del anterior régimen que nacieron ya en coche oficial y con el de varios estamentos estatales. Así celebró, por todo lo alto, el homenaje a Carrillo, el héroe de Paracuellos del Jarama, en cuyo honor se retiró una estatua ecuestre del anterior jefe del Estado.
A Santiago Carrillo, último santón del Frente Popular y responsable final de muchas muertes durante la contienda civil, aunque ya amnistiado, se le declara Doctor honoris causa. A Franco, en cambio, se le retiran todos los honores que le fueron concedidos a lo largo de su dilatada vida. Si se pudiera, se le borraba hasta de la Historia, reduciéndole a una pesadilla o un mal sueño. Ha habido Ayuntamientos, como el de Madrid, que han tenido que esperar treinta y cuatro años para retirarle los títulos y medallas. Necesitaban estar muy seguros de que Franco había muerto.
Con estas ayudas, no cabe duda de que Zapatero tiene despejado el camino para ganar ahora la guerra, que la izquierda perdió en 1939. Y, con la inestimable ayuda de tantas personas cuyos ancestros formaban parte del extinto régimen -Bermejo, Fernández de la Vega, Bono, etc.-, Zapatero terminará por dejar fuera de la Ley al franquismo. Lo malo es que si el régimen de Franco no era legal, será también ilegal la actual situación política emanada de aquel.

José Luis Valladares Fernández

jueves, 9 de julio de 2009

IGNORAQNCIA O MALA INTENCION

. Está a punto de cerrarse el período, abierto por Hacienda, para la Declaración de la RentaIglesia de las personas físicas. La Iglesia Católica, como todos los años, ha llevado a cabo una propaganda intensa para que, los que reconozcan su labor, pongan la famosa cruz en su casilla. Esto le reportaría a la Iglesia, de acuerdo con el sistema de asignación tributaria, un ingreso del 0,7% de lo declarado.
Hay mucha gente que no está de acuerdo con lo que consideran un privilegio excesivo de la Iglesia. En nombre de un laicismo mal entendido, no quieren reconocer la ingente labor asistencial que está llevando a cabo la Iglesia Católica, por sí misma o a través de Cáritas. Y mucho más en épocas de crisis como la que padecemos. Últimamente la Iglesia ha tenido que multiplicarse para tratar de quitar el hambre a tantos miles de ciudadanos que han quedado sin trabajo.
Ahí están los datos de Cáritas, que reflejan perfectamente las consecuencias de nuestra crisis económica, bastante más grave e intensa que en cualquier otro país de nuestro entorno. En el año 2008 han acudido a Cáritas en busca de ayuda “básica para subsistir” nada más y nada menos que un 50% más que en 2007. Ahora, en lo que va de 2009, esta cifra se ha disparado hasta cotas impensables. Las peticiones de ayuda para alimentos y artículos básicos, se han ido al 89,6% con respecto a 2007. Y las ayudas para hacer frente a alquileres o hipotecas, para no perder la vivienda, han aumentado un 65,2%.
Esta labor tan ingente que desarrolla la Iglesia en favor de los necesitados, debiera ser valorada hasta por personas laicistas que viven ajenas a cualquier religión. Pero, dado su historial, es comprensible que no lo hagan. Es más llamativo que protesten otras personas que presumen de creyentes y se definen a sí mismos como teólogos. Recuerdo a este respecto un artículo de Juan José Tamayo, publicado en El País el 27 de Mayo de 2008. Ya el título es llamativo y desconcertante: “¿ES EL GOBIERNO REHÉN DE LA JERARQUÍA CATÓLICA?”. Y las conclusiones a las que llega, creo que le desacreditan definitivamente como teólogo y hasta como persona.
Los que se tienen por profesionales de la teología, aunque se trate de la ya trasnochada teología de la liberación, están ética y moralmente obligados a ser más serios en sus publicaciones. Y ser escrupulosamente cuidadosos en todas y cada una de sus afirmaciones. Cualquier alegato gratuito, en personas que van de intelectuales, tiene como consecuencia su descalificación definitiva.
Es cierto que nuestra Constitución propugna un Estado aconfesional. Pero un Estado aconfesional no tiene por qué ser un Estado abiertamente laico y, menos aún, un Estado laicista. Y, por las afirmaciones que hace Tamayo, da la sensación de que profesa un laicismo beligerante. Y, como le pasaba a Manuel Azaña, no se si no equiparará laicismo con antireligión, lo que sería absurdo e incompatible con la formación religiosa que se le supone.
Hasta el año 2006, aparte del 0,5% que correspondía a la Iglesia católica, gracias a su casilla en la declaración del IRPF, el Estado aportaba una financiación extra de unos 30 millones de euros al año. En dicho año, Iglesia y Gobierno llegaron a un acuerdo, mediante el cual, la Iglesia renuncia a la financiación extra y a cambio, en vez del 0,5% por la casilla marcada, pasa al 0,7%.
La Iglesia católica, como es natural, cuando se abre el período para la Declaración de la Renta de las personas físicas, pone en marcha diversos tipos de propaganda para que, al menos los fieles, pongan la cruz en la casilla correspondiente, habilitada en el impreso del IRPF. Esto dio lugar a que Juan José Tamayo se atreviera a escribir: se “incrementó la asignación tributaria para la Iglesia católica del 0,52% al 0,7%, a través de un acuerdo blindado entre la Santa Sede y el Gobierno español, con la exclusión de las demás religiones.
Tal situación de privilegio es aún más llamativa estos días en que asistimos, inermes, a la discriminatoria publicidad en los medios de comunicación, las vallas publicitarias y los templos católicos pidiendo a los contribuyentes que pongan la cruz en la casilla de la Iglesia católica en vez de hacerlo en la destinada a fines sociales”.
Este párrafo habla por sí solo y proyecta hacia el exterior la imagen sicológica del autor de una manera perfecta. Una de dos: o escribe de oídas, sin molestarse en comprobar la veracidad de lo que dice, o, intencionadamente, trata de ser un profesional de la confusión, alterando a sabiendas la realidad que describe. En ambos casos queda ampliamente descalificado.
Y mira que tenía fácil averiguar el sentido de la publicidad de la Iglesia católica. Con acercarse a un atrio de cualquier templo, vería que simplemente se pide que se ponga la cruz en la casilla de la Iglesia. No hace referencia alguna a la casilla destinada a fines sociales. Y me imagino que Tamayo, como buen español, habrá hecho su Declaración de La Renta y, en consecuencia, habrá comprobado que, tanto la casilla de la iglesia, como la destinada a fines sociales, son perfectamente compatibles. Es más, estoy seguro que la mayoría de los católicos simultanean ambas cruces en sus respectivas declaraciones.
Una postura así sería disculpable en personas como Victorino Mayoral, presidente de la fundación laicista CIVES, y otros ciudadanos por el estilo, pero no en Juan José Tamayo, que presume de ser el fundador de la Asociación de teólogos Juan XXIII. Su postura, desde luego, tiene que ver muy poco con el pensamiento y con la obra de tan magnífico Papa.


José Luis Valladares Fernández

viernes, 3 de julio de 2009

EL SINDICALISMO Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

5.- La Segunda Internacional

La Primera Internacional, con sede en Nueva York desde 1872, se disuelve oficialmente en el año 1876 como consecuencia de los muchos problemas originados por la división interna. Para esa fecha, la unidad moral del socialismo no había sido ni esbozada, a pesar de la innegable homogeneidad de todas sus tendencias. Tendencias que, aunque diversas, comparten una base común y un mismo objetivo: la destrucción del capitalismo. A pesar de compartir objetivo, marxismo y anarquismo siguen fuertemente enfrentados entre si.
La corriente marxista, coincidiendo con el centenario de la Revolución Francesa, convoca un nuevo congreso, que se celebró en París el 14 de julio de 1889. Se buscaba con este congreso unir nuevamente todo el movimiento obrero a nivel internacional. Lograron que se constituyera la Segunda Internacional, pero las diferencias entre marxistas, anarquistas y los trade unionistas británicos cada vez eran más profundas. Engels, que en este congreso tuvo una actuación estelar, trato de acercar posturas, pero no lo consiguió.
En este congreso, se acordó que fuera Bruselas la sede permanente de esta internacional y se instituyó como Día Internacional de los trabajadores el 1º de Mayo, fecha que se utilizó también para honrar a los cinco huelguistas muertos en Chicago en Mayo de 1886. A partir de ese congreso, tal día se utiliza para realizar movilizaciones generales de todos los trabajadores del mundo.
Entre los distintos congresos que se celebraron con posteridad julio de 1889, tiene especial significación el celebrado en Londres en 1896. En este congreso se escenifica la rotura definitiva entre marxistas y anarquistas, siendo estos últimos expulsados de la Internacional. Con esta expulsión desapareció la contestación y el enfrentamiento abierto entre unos y otros, pero no fue posible la unanimidad que se buscaba. El marxismo, aunque interpretado de una manera u otra según el tipo de socialismo imperante, pasó a ser la doctrina oficial para esta Segunda Internacional.
Tenemos, por un lado, el socialismo alemán, que ejercía cierto liderazgo sobre los demás. De ahí que las reformas del movimiento obrero fueran hechas de acuerdo con el marco legal alemán. Los miembros del Partido Social-Demócrata alemán eran tremendamente eclécticos, por lo que su socialismo quedaba reducido a una simple visión ética del mundo. Pensaban que la revolución era algo francamente inevitable y, en consecuencia, no se debía rechazar la colaboración de otros partidos no marxistas. Pues esta colaboración podía reportar ciertos beneficios extras que ayudarían a alcanzar, más pronto, las ansiadas metas que nos ofrece el socialismo.
El socialismo francés, en cambio, y debido a su origen revolucionario, era mucho más combativo que el alemán. A pesar de su filiación marxista, al igual que el alemán, no le hacía ascos a la colaboración con otros partidos no marxistas.
El socialismo británico tiene ciertas características propias, y su desarrollo tiene la impronta de una larga tradición de lucha obrera, pero, salvo en la Federación Social-Demócrata, tiene muy poco arraigo el marxismo. Los fabianistas, por ejemplo, lo combaten hasta con violencia. De todos modos, los trabajadores británicos se decantarán mayoritariamente por el Partido Laborista, al que encomiendan la defensa de sus derechos laborales.
El socialismo ruso, sin embargo, no debe su origen a ningún movimiento revolucionario. Aunque su desarrollo sí está ligado al populismo que presupone que Rusia, por su pasado campesino, posee ya una vocación claramente revolucionaria.
Los anarquistas ahora, al quedar fuera de la Internacional de una manera definitiva, no son más que grupos aislados más o menos grandes y sin influencia política alguna. Hasta el anarquismo puesto en marcha por Bakunin deja a un lado sus formas insurrecciónales y da paso al anarquismo colectivista. Únicamente en España mantiene el anarquismo toda su influencia. Y continúa siendo todo un fenómeno de masas. Es mas, en España es el único país donde el anarquismo y el sindicalismo revolucionario continúan coexistiendo con el socialismo reformista.
Para rematar el siglo, en el año 1899, en Suiza se ponen de acuerdo empresarios y sindicatos y firman el primer pacto social de la historia. Con la llegada del siglo XX, se producen ciertos movimientos sindicales de mucha importancia. En 1906, la CGT francesa aprueba en Amiens su Carta Magna y, en Milán aparece el primer sindicato italiano con el nombre de Confederazione Generale del Lavoro (CGdL). Este mismo sindicato, ya en el año 1944 y con el Pacto de Roma, se transformará en la Confederazione Generale Italiana del Lavoro (CGIL). En 1906, en los Países Bajos, se crea la Federación Neerlandesa de Sindicatos. En 1911, en Copenhague, se funda la Secretaría Internacional de Sindicatos. Participan en este acto asociaciones alemanas, belgas, británicas, finlandesas y suecas.
Por esta época y con la reindustrialización de Asturias, Cataluña y el País Vasco, se produce en España un nuevo desarrollo del movimiento obrero. Con este nuevo impulso, en el anarquismo español comienzan a aflorar ciertas disonancias, hasta entonces ocultas, dando lugar a la aparición de diversas corrientes sindicales. Una de estas corrientes es la purista que es abiertamente antisindical. Tenemos la corriente extremista, partidaria incluso de practicar el terrorismo individual. Otra de las corrientes es el posibilismo libertario, algo alejada ya del anarquismo clásico. Y, por último la corriente anarcosindicalista que está basada en la teoría del sindicalismo revolucionario.
El posibilismo libertario no renuncia a los fines históricos del anarquismo, como es la superación del Estado y del capitalismo. Este sigue siendo su objetivo principal. No obstante esto, se dejaron influenciar por otras corrientes políticas, y aunque pocas de sus propuestas saldrían adelante, supieron atemperar el exceso de celo de la Revolución Española de 1936. Este grupo militaba en el Partido Sindicalista creado por Ángel Pestaña en 1932, un partido muy afín al laborismo británico, que buscaba tener una representación parlamentaria lo más alta posible para defender los intereses de los trabajadores. Pero sin perder nunca de vista su objetivo principal: el advenimiento del comunismo libertario, basado sobre estos tres pilares: las cooperativas, los sindicatos y los municipios.
La corriente anarcosindicalista logra un mayor arraigo entre los trabajadores y crea una verdadera fuerza de masas. La confederación sindical obrera, fundada en Barcelona en el año 1907, es claramente anarcosindicalista. Y juntamente con socialistas y republicanos, crean la organización Solidaridad Obrera. Editaban un periódico ácrata con el mismo nombre de la organización, conocido popularmente como la Soli. Solidaridad Obrera, ante el agravamiento de la recesión y el reclutamiento de reservistas para la guerra colonial de Marruecos, organiza una huelga salvaje entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909, con quema incluida de edificios religiosos, dando lugar a lo que se conoce como Semana Trágica de Barcelona
Este movimiento anarcosindicalista convoca un Congreso Nacional de Trabajadores que se celebrará en Barcelona en el año 1910, donde se crea la famosa Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Esta organización pasó a ser el principal sindicato de masas de los trabajadores españoles, superando ampliamente en toda España a la UGT. En Cataluña prácticamente no había más centrales sindicales que la CNT. Y esta preponderancia la mantuvo hasta la guerra civil.
La CNT tenía un carácter claramente asambleario y federalista, lo que le llevaba a obviar frecuentemente las indicaciones que emanaban de la dirección. La dirección de la CNT, por ejemplo, era contraria a las huelgas, pero sus bases las apoyaban con relativa frecuencia. A nivel local o sectorial obraban autónomamente, y cada federación tomaba sus propias decisiones.
Con la lucha social entablada por la Segunda Internacional, se fue imponiendo el voto universal y secreto. Esto facilitaba que los representantes de de los trabajadores accedieran a los parlamentes de los distintos países. Hasta era muy posible que, alguno de los partidos obreros, ganara las elecciones. Estos logros sindicales propiciaron que, en cada país, los movimientos obreros tomaran derroteros distintos y diferenciados entre sí. Cada nación, por separado, iba escribiendo su propia historia sindical.
Al complicarse el ambiente político, se adivinaba como muy posible y muy próxima una confrontación bélica. Como los socialistas europeos, de aquella, estaban comprometidos ideológicamente con la paz y con el internacionalismo, desde la misma Internacional se intentó buscar la paz. Pero no fue posible. La propia cultura de cada obrero, distinta de unos países a otros, les llevaba a anteponer siempre los intereses de la propia nación a las exigencia del internacionalismo sindical.
De ahí que, cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, no hubo lealtad sindical alguna que valiera y los obreros, sin excepción, apoyaron a sus respectivos gobiernos. La rotura de la unidad sindical, en momentos tan graves, supuso el final de esta Segunda Internacional. Hasta 1920, se intentó una y otra vez reflotarla, pero todo fue inútil y terminó desintegrándose definitivamente.

José Luis Valladares Fernández

miércoles, 1 de julio de 2009

EL SINDICALISMO Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA


4.- Internacionalización del movimiento sindical

En busca de una mayor efectividad de la lucha sindical, los obreros comienzan a crear las primeras asociaciones de ámbito internacional. Es el 28 de septiembre de 1864 cuando se crea en Londres la primera de ellas, con el nombre de Asociación Internacional de Trabajadores. En la fundación y posterior organización de la AIT, participa activamente Carlos Marx. El es el encargado de redactar el famoso Llamamiento inaugural de la Internacional, que es algo así como el acta fundacional de lo que se conoció como Primera Internacional
Con esta asociación, se buscaba claramente la solidaridad internacional obrera y la desaparición de la sociedad clasista. Tenía también, como objetivo importante, la abolición definitiva de la propiedad privada de los medios de producción. Así es como aparece la primera central sindical obrera, propiamente dicha.
Con la llegada a Inglaterra, en 1862, de un contingente de obreros franceses para reunirse con los responsables sindicales de Trade Union, se sientan las bases de esta primera internacional, que culminaría con la redacción, por parte de Marx, Engels y Bakunin, del programa y los estatutos por los que se iba a regir.
En un primer momento, no fueron muchas las organizaciones obreras que se adscribieron a la misma, porque era muy poco conocida aún. Inicialmente formaron parte de esta Primera Internacional, los sindicalistas ingleses, los anarquistas y socialistas franceses y algún republicano de Italia. Fue éste el primer intento serio de organizar la política internacionalista de la revolución proletaria por parte de los sectores más avanzados de la misma.
El primer congreso de la AIT se celebra en 1886. En este congreso, se aprueban los estatutos redactados en 1864 y se estudian, de manera conjunta, los problemas sociales que afectaban al mundo del trabajo. Coincidiendo con este primer congreso de la AIT, se funda en Inglaterra el primer sindicato propiamente dicho, el Trades Union Congress, conocido con las siglas TUC. El TUC se mantiene en la actualidad y cuenta hoy día con gran número de afiliados.
La Primera Internacional abogaba por la instauración de un Estado Obrero, organizado de abajo hacía arriba. La Comuna de París, en 1871, pasa de la teoría a la práctica y ensaya ese sistema de Estado. Con este fin, desata una insurrección obrera importante, nunca vista hasta entonces, y se adueña de la ciudad, controlándola durante más de un mes. Fue un hecho muy sonado que marcó un hito en la historia. Era algo insólito que unos proletarios, llenos de ideas francamente radicales, derrocaran al poder establecido y formaran sus propios órganos de gobierno, creando el primer Estado auténticamente socialista.
Es cierto que se trataba únicamente del gobierno municipal de París. Pero aún así, y en tan poco tiempo, desarrolló una legislación social muy avanzada, llegando incluso a reglamentar el trabajo de acuerdo con la nueva doctrina que se estaba poniendo de moda. Pero la Comuna no encontró apenas apoyos exteriores. Esto supuso, aunque el final fue muy sangriento, que el ejército francés no tuviera muchos problemas para poner fin a la aventura a los dos meses de puesta en marcha. Esta derrota de la comuna fue un duro golpe para la Primera Internacional, donde andaban ya a la greña Marx y Bakunin.
La Primera Internacional celebra el congreso de la Haya de 1872 en un ambiente claro de derrota y de enfrentamiento interno. A medida que avanzan los debates, las diferencias entre Marx y Bakunin se iban agrandando cada vez más. Diferencias que llegaron a ser tan insalvables que provocaron irremediablemente la fractura de esta internacional con la expulsión de este congreso de Bakunin y de sus incondicionales. A partir de este momento, el movimiento obrero queda dividido en marxistas por un lado, y anarquistas por el otro.
Ni Bakunin, ni ninguno de sus partidarios reconocieron los acuerdos que se adoptaron en el congreso de la Haya. Y, con la intención clara de refundar nuevamente la Internacional, no vieron mejor cosa que convocar otro congreso en Suiza, en la población de Saint-Imier. Pero la unión fue ya imposible y ambos movimientos obreros siguieron direcciones completamente opuestas. Esta división y el desarrollo propio de cada tendencia, unido a la falta de avances sociales, propició la aparición de lo que conocemos como partidos socialistas.
Estas nuevas formaciones políticas, desde el momento mismo de su aparición, hacen gala de un radicalismo desconocido hasta entonces, con críticas tremendas y demoledoras del sistema capitalista. El capitalismo era lo más injusto social y económicamente, ya que no admitía medios de producción colectivos y negaba toda clase de protagonismo a los obreros en ninguno de los cambios sociales posibles.
Los nuevos partidos obreros ponen todo su énfasis en la famosa lucha de clases que, como es natural, no tardará en terminar en un evidente odio de clases. La huelga, a veces salvaje, pasa a ser su principal arma de lucha contra la patronal, en busca de mejoras sociales
Las diferencias entre estas dos tendencias, surgidas del congreso de la Haya, no pueden ser más claras. La tendencia liderada por Marx rechaza todo tipo de colaboración con los partidos burgueses. La otra tendencia, la tendencia anarquista, a la vez que la colaboración con los partidos burgueses, rechazan frontalmente toda posible participación en la vida política. Los votos, dicen, solamente sirven para cambiar de amos, no para abandonar la esclavitud. De ahí que busquen con denuedo la abolición del estado y la desaparición de cualquier tipo de autoridad.
Para dejar en evidencia a la corriente antagónica, liderada por Bakunin, Marx se embarca en el desarrollo de la doctrina política del socialismo científico, y que ampliará más tarde en su obra definitiva, titulada El Capital. Tratará de establecer la diferencia entre valor de uso y valor de cambio de cualquiera de las mercancías. Esta distinción, juntamente con la definición de plusvalía, significara su mayor contribución a la economía política.
El valor de uso de un bien cualquiera viene determinado por la aptitud del mismo para satisfacer una necesidad, sea esta real o subjetiva. El valor de uso del trabajo tiene una connotación muy particular, ya que, según Marx, es creador de otros valores de uso. El valor de cambio hace referencia ala proporción en que se intercambian los distintos bienes materiales. Es siempre una medida cuantitativa que viene determinada por el trabajo que la produjo. El valor de cambio, en la producción capitalista, estará siempre integrado por el capital o los distintos medios materiales y por el trabajo invertido en la producción de las mercancías. La plusvalía, en cambio la determinará el propio margen de ganancia social que consiga el capital.
Tanto Bakunin como sus partidarios, en sus debates con el marxismo, ponen el acento en el sujeto o en el individuo concreto. Nadie, como ellos, siente tanto respeto por la libertad, tanto si es individual como colectiva. La libertad es la base de todo. De ahí que exijan que todas las asociaciones humanas, además de ser voluntarias, prevalezca en ellas la horizontalidad. También exigen una autonomía plena, acompañada de una autoorganización de los diferentes movimientos sociales frente al Estado y frente a los diversos monopolios que ofrezca el capitalismo. Ni más ni menos, se trata de un socialismo claramente libertario que intenta construir la sociedad sobre pilares tan llamativos como las libertades civiles y la iniciativa de cada individuo. La cooperación, ante todo, debe ser voluntaria y ofrecer una exquisita equidad social.
Las diferencias ideológicas entre los postulados de Bakunin y el marxismo son muy claras y, cada vez, más irreconciliables. Para Bakunin, el papel de la Internacional quedaba reducido a coordinar simplemente los distintos movimientos social-revolucionarios. Y debía carecer, incluso, de todo órgano de dirección común. Para Marx, en cambio, además de tener una función centralizadora, debía servir para unificar el movimiento obrero.
La clase obrera, según Marx, no podía renunciar a la consecución del poder mediante un triunfo revolucionario y el establecimiento de la Dictadura del Proletariado. Y esto presupone claramente el reforzamiento del poder del Estado. Bakunin, sin embargo, rechaza toda forma de poder. No admite ninguna forma de Estado, ni aunque esté gobernado en nombre del proletariado. Tenía fe en la revolución inmediata y, para ello, confiaba más en las masas campesinas, llenas de miseria y desesperación, que en los obreros aburguesados de las fábricas. Defendía hasta la insurrección armada para llegar a la destrucción definitiva del poder y de toda forma de Estado.
Carlos Marx bendecía la intervención política y, en consecuencia, colaboraba con todos aquellos partidos burgueses que favorecieran los intereses del proletariado. Todo lo contrario que M. Bakunin que predicaba la abstención más absoluta en todo tipo de actividad política. Bakunin negaba a los obreros la posibilidad de formar partidos políticos. Debían agruparse, eso si, para actuar de un modo positivo, pero nunca en el seno de la Internacional.
La lucha entre marxistas y anarquistas fue tan intensa que, a estas alturas de la película, ya nadie se acordaba del mutualismo defendido por Proudhon. Este anarquista francés admitía la propiedad privada siempre que procediera del propio trabajo. Proscribía la coacción, la extorsión y el fraude contra otras personas o sus propiedades. Admitía la asociación voluntaria tanto en mutuas como en cooperativas para obtener mejores resultados económicos.
Los trabajadores británicos, por lo general, se mantuvieron al margen de la lucha política entablada entre marxistas por un lado y anarquistas por otro. La mayoría de los obreros ingleses continuarían siendo fieles a la ideología apolítica, instaurada por las Trade Unions. Camino muy similar seguía la Sociedad Fabiana, creada en 1883 en Gran Bretaña. El fabianismo era tremendamente pragmático, y huía de todo cambio revolucionario. Buscaba la manera de llegar al socialismo, de una manera evolutiva y gradual, mediante el parlamentarismo y el sindicalismo, y nunca por razón de la lucha de clases y la revolución
A los de la Sociedad Fabiana, como eran tremendamente pragmáticos, defendían la propiedad pública de los medios de producción. Pensaban que así se daría al traste con los abusos que genera el capitalismo, acabando de esta manera con el desorden económico existente. Para ellos era prioritario regular adecuadamente las difíciles condiciones de trabajo, para poner fin a la lamentable explotación infantil y a los accidentes laborales. El fabianismo participó en la fundación del Partido Laborista Británico, al que estuvo siempre muy ligado, al menos durante la primera mitad del siglo XX
Entre el 25 de diciembre de 1922 y el 2 de enero de 1923, se reúnen en Berlín varios grupos de anarcosindicalistas, entre los que estaba un grupo de la CNT española. Tratan de refundar nuevamente la AIT, recogiendo el testigo de la corriente libertaria de la Primera Internacional. Proscriben todo tipo de dependencia de cualquiera de los partidos políticos aunque sean comunistas o socialdemócratas. Deciden eliminar las clases sociales estratificadas y aspiran a formar nuevas estructuras políticas descentralizadas y de corte autogestionario.
EL movimiento sindical apenas si tuvo influencia en España hasta después del año 1870. Fue durante la primera República Española, entre los años 1873 y 1874, cuando se produjo el primer movimiento revolucionario de la clase obrera española. Movimiento sindical revolucionario evidentemente condicionado por la inestabilidad política y social propio de esa época y por la extrema violencia que se había apoderado de todos los ámbitos de la vida española.
La Primera Internacional se organizó en España de la mano de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, donde predominaban los típicos grupos del anarquismo español. Esto ha condicionado de una manera muy particular la actuación sindical en España, de modo que prevalezca la defensa de la plena libertad de cada individuo y de cada grupo, sobre cualquier otro tipo de actuación. De ahí que en el mundo laboral español predominara ese ambiente típico antielectoral y se valorara mucho más la acción revolucionaria directa. Es más, muchos de los sindicalistas, tocados de un ateismo religioso muy claro y de un colectivismo económico innegable, defendían incluso el terrorismo individual porque, además de revolucionario les resultaba muy estimulante.
La corriente europea de la Primera Internacional seguía otros patrones muy diferentes a los seguidos aquí en España. El movimiento europeo se había alineado con el marxismo y por lo tanto defendía la necesidad de una democracia obrera muy bien organizada y centralizada a la vez. Aspiraciones estas que solamente podía garantizarse con la existencia de un partido político obrero. Como España se alineo claramente con Bakunin, se propugnaba la abstención de toda actividad política y la acción directa sin más. Huelgan, por lo tanto, los partidos obreros defendidos y las votaciones políticas. La falta de ese partido obrero defendido por Marx se suplía sin más, a base de consignas antielectorales.
El minoritario grupo español, que aceptaba los postulados marxistas, quiso llenar ese vacío y se procedió en 1879 a la creación de un partido típicamente obrero. Fue Pablo Iglesias quien llenó ese hueco con la fundación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Más tarde, en 1888, daría también vida al sindicato de clase típicamente obrera, con el conocido nombre de Unión General de Trabajadores (UGT).

José Luis Valladares Fernández