jueves, 15 de marzo de 2018

LOS SUEÑOS DEL NACIONALISMO CATALAN



VIII  – Fracasa la creación del Estado Catalán en 1873


Poco tiempo después de ser coronado como Rey de España, Felipe V, el animoso,  pone rumbo a Cataluña, llegando a Barcelona el 12 de octubre de 1701. Ese mismo día, se reúne con los tres brazos de las Cortes catalanas, el eclesiástico, el militar o noble y el real o de las villas en un convento franciscano y jura, ante ellos, que guardará fielmente todas las leyes y fueros del Principado. A continuación,  declara que quedan oficialmente abiertas esas Cortes catalanas.
En la sesión de clausura de las Cortes catalanas, que se celebró  el 14 de enero de 1702, el rey Felipe V volvió a renovar su juramento a los fueros de Cataluña y los súbditos catalanes, en señal de agradecimiento, le ofrecieron espontáneamente su fidelidad. Pero los dirigentes catalanes comenzaron a sospechar que el nuevo Rey de España era tan absolutista y tan centralista como su abuelo el rey Luis XIV. Y si esto era así, podían volver a recibir un trato tan vejatorio como el que soportaron durante su absurdo vasallaje del Rey de Francia. Para no correr semejante riesgo, rompen con Felipe V, y se posicionan del lado del archiduque Carlos.
Con esa inesperada ruptura, el ya Rey de España se sintió vilmente traicionado y, nada más producirse la capitulación de la ciudad de Barcelona, comenzó a aplicar el correspondiente castigo a los catalanes por atreverse a acometer tamaña iniquidad. Y la venganza de Felipe V llegó, como era de esperar, en forma de decreto. El 16 de enero de 1716, cuando hacía ya más de un año que había finalizado la Guerra de Sucesión Española, promulgó el famoso Decreto de Nueva Planta de Cataluña, para crear unas nuevas instituciones, de inspiración claramente castellana, que sustituían a las tradicionales del Principado catalán.
A partir del Decreto de Nueva Planta, el Principado de Cataluña, como estado que formaba parte del complejo Estado compuesto de la Monarquía Hispánica, dejó de existir y paso a ser una simple provincia de la propia Monarquía. Y para tener un control político y militar suficientemente amplio sobre Cataluña, el rey Felipe V, el animoso, se olvidó de la figura del antiguo virrey y, como ya hiciera en Valencia y en Mallorca, creó una administración totalmente militarizada. Y pone intencionadamente al frente de esta nueva institución administrativa al Capitán General, que pasa a ser la máxima autoridad civil y militar de Cataluña.