martes, 27 de octubre de 2015

IZQUIERDA Y TAUROMAQUIA

En septiembre de 1940, Alemania ya sospechaba que algunos de los países no beligerantes terminarían indefectiblemente engrosando la lista de sus enemigos. Para curarse en Salud, Alemania se adelanta a esa posibilidad y firmó con Italia y con Japón un pacto de asistencia mutua, tanto en el aspecto económico, como en el político y militar. Y el Führer, Adolf Hitler, que esperaba convencer a España para que se alineara también con las Potencias del Eje, envió a Madrid al jefe de las SS, Heinrich Himmler, para organizar la famosa entrevista de Hendaya.

El Reichsführer SS H. Himmler llega a España el 19 de octubre de 1940. Al día siguiente se entrevista en el Palacio del Pardo con Franco para preparar cuidadosamente las medidas de seguridad necesarias para el encuentro que, ambos mandatarios, celebrarían cuatro días más tarde en la estación de trenes de la localidad de esa localidad francesa. Ya por la tarde, el Jefe del Estado Español invitó a Himmler y a su comitiva a una corrida de toros que se celebraba, cómo no, en la plaza madrileña de las Ventas.

En el cartel de aquel festejo taurino intervenían los diestros Marcial Lalanda, Rafael Ortega “Gallito y Pepe Luis Vázquez, que confirmaba su alternativa. Se lidiaban seis toros de las ganaderías de Bernardo Escudero y Manuel Arranz. Aquella tarde, Pepe Luis Vázquez se lució con el tercer toro, que era el de su confirmación, al que hizo una de las mejores faenas de su carrera en los ruedos. Tras la lidia de este toro, llamado “Carmoneño”, comenzó a llover torrencialmente y tuvieron que suspender la corrida.

Esa inoportuna lluvia, que privó a los diestros de redondear una tarde de gloria, fue sin embargo una auténtica bendición para el máximo responsable de las SS, ya que,  según dijo cuando se puso fin al fiesta taurina, sufrió nauseas mientras duró la lidia, porque era incapaz de soportar el martirio y el sufrimiento que se daba a aquellos pobres animales. Y no acabaron aquí los comentarios claramente negativos de Heinrich Himmler. Ya en Alemania, el Reichsführer no se anduvo con tapujos y describió las corridas de toros como “un espectáculo deleznable y extremadamente sangriento”.

Está visto que para Himmler, que era uno de los principales responsables de los terribles horrores del Holocausto, los animales están siempre por encima de las personas, especialmente si estas son judías.  Para este monstruo, lo de Auschwitz era  totalmente razonable y, por lo que parece, los animales tenían bastantes más derechos que los seres humanos, sobre todo si estos eran judíos.

lunes, 19 de octubre de 2015

LOS PECADOS DE LA CONSTITUCIÓN


Las circunstancias que acompañaron a la proclamación de  la Segunda República Española fueron muy especiales. Llegó inesperadamente sin ser fruto de un proceso plenamente democrático. Tampoco fue instaurada como consecuencia de la acción revolucionaria de un pueblo que se echó a la calle. No olvidemos que, de aquella, las clases populares eran mayoritariamente monárquicas y ahí están los resultados de las elecciones municipales de abril de 1931 para corroborarlo. Fue más bien la propia Monarquía por consunción la que, en realidad provocó aquel golpe de estado incruento que originó el cambio de régimen.

La República llegó inesperadamente aquel 14 de abril, sin sobresaltos y casi, casi como por ensalmo. Y esa manera de llegar de improviso y sin brusquedades, animó a muchos intelectuales a implicarse en política. Algunos ingresaron en los partidos tradicionales de aquella época; otros, los más, se incorporaron de lleno a la vida política, engrosando las filas de la recién fundada Agrupación al Servicio de la República. Y aunque no se les hizo mucho caso, elevaron el atractivo y el nivel de los debates políticos de aquellas Cortes Constituyentes, que se formaron tras las elecciones del 28 de junio de 1931.

Es verdad que estos intelectuales trataron de influir positivamente  en la construcción del Estado republicano pero, en realidad, no se les hizo mucho caso. De ahí que, a pesar de intentarlo, participaron muy poco en la elaboración de aquella Constitución republicana, que se aprobó en las Cortes el 9 de diciembre de 1931. Con sus aportaciones, se hubiera mejorado notablemente  el texto constitucional y, quizás, se hubieran ahorrado muchas de las tensiones que se generaron entre unos partidos y otros.

Pocos meses antes de su aprobación definitiva, en el debate a la totalidad del proyecto constitucional, José Ortega y Gasset, que intervenía como portavoz del grupo parlamentario de la Agrupación al Servicio de la República, ya denunciaba los puntos más débiles de ese proyecto con estas palabras: "esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonantes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda o por la incontinencia del utopismo".

jueves, 8 de octubre de 2015

NO ESPERÁBAMOS OTRA COSA

El 6 de diciembre de 1931, y ante un público entregado que abarrotaba  el Cinema de la Opera de Madrid, José Ortega y Gasset manifestó públicamente su inquietud y su desasosiego por la inesperada trayectoria emprendida por la Segunda República Española. Faltando muy pocos días para que las Cortes Constituyentes aprobaran la fallida Constitución de 1931, ya levantó su voz contra  los que estaban falsificando la República a base de radicalismo, de violencia y, cómo no, de una malsana arbitrariedad partidista.

A lo largo de dicha conferencia, Ortega y Gasset recalcó una y otra vez la perentoria necesidad de rescatar el perfil inicial con el que nació la República, la auténtica República Española, y no la imaginaria y falsificada que estaban haciendo al convertir en revolución lo que no era nada más que un simple cambio de régimen. Y predijo claramente lo que pasaría si no se corregía a tiempo: “la República en España, o es la que triunfó, la auténtica, o no será. Así, sin duda ni remisión”.  Y termina su discurso poniendo en boca de los españoles que colaboraron en el advenimiento de la República aquella frase lapidaria que tantas veces se ha repetido: “¡No es esto, no es esto!”.
Son muchos los españoles que pecaron de incautos y se dejaron cautivar por las desmesuradas promesas de las gentes de Podemos y de sus otros partidos afines. Y creyeron sinceramente que, gracias a las exigencias radicales que planteaba el partido de Pablo Iglesias, lograríamos por fin esa ansiada regeneración de la vida pública y la instauración de una democracia más amplia. Y así fue cómo Podemos comenzó a crecer meteóricamente en las encuestas y obtuvo un resultado francamente espectacular en las elecciones europeas.

Es verdad que su éxito en las elecciones autonómicas y municipales, de acuerdo con las expectativas, fue más bien escaso. Pero con el  inconcebible apoyo del PSOE por un simple plato de lentejas, Podemos o alguna de sus otras marcas blancas terminaron adueñándose, entre otros, de Ayuntamientos tan importantes como el de Madrid, el de Barcelona o el de Cádiz.  Pero la decencia política que tanto predicaban se esfumó muy pronto ya que, nada más llegar a esos puestos de responsabilidad, convirtieron esos consistorios en auténticas agencias de colocación de familiares y amigos. La palma, claro está, se la llevan los municipios regidos por Manuela Carmena y Ada Colau.

No es de extrañar que, al comprobar el comportamiento real de los que prometieron solemnemente regenerar nuestra democracia, muchos de sus partidarios repitan ahora, una y otra vez, lo que, según Ortega y Gasset, decían muchos de los ciudadanos que coadyuvaron al establecimiento de la Segunda República Española: “¡No es esto, no es esto!”. Pero no todos éramos tan ilusos, y muchos, es verdad, ya esperábamos que esta nueva formación política terminaría siendo bastante más nepotista que los partidos tradicionales, los de la casta, a quienes, esa gente, no se cansa de denostar.