lunes, 30 de noviembre de 2009

EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL Y SUS CHALANEOS


A los ojos de los legos en la materia, la justicia española deja mucho que desear. Para empezar, quizás haya demasiados jueces estrella y demasiada poca independencia. La muerte del Barón de Montesquieu, anunciada con enorme fruición por Alfonso Guerra, puede ser la causa de ese comportamiento, al menos un poco chocante y llamativo, de los encargados de administrar justicia. Y no será de otra manera, mientras sean los políticos y los Gobiernos de turno los que cocinen los nombramientos y ascensos de los jueces.
Históricamente, las sentencias del Tribunal Constitucional, en las que se barajan asuntos de cierta importancia, se han dictado siempre con la vista puesta en los intereses ocasionales del Gobierno. De una manera más o menos disimulada, los fallos importantes siempre han estado políticamente mediatizados. El primer ejemplo descorazonador nos lo dio el alto Tribunal con la sentencia del día 2 de diciembre de 1983. En dicha sentencia, para no hacer sangre del Gobierno de Felipe González, se declara constitucional la precipitada expropiación del holding de Rumasa. En el sentido del fallo, fue decisivo el “voto de calidad” del presidente de entonces Manuel García-Pelayo. Y García Pelayo, por culpa de ese “voto de calidad” del que no tardo en arrepentirse, vivió amargado hasta el último de sus días.
Desde junio de 2004 es presidenta del Tribunal Constitucional María Emilia Casas Baamonde, y ha dado motivos sobrados para dudar de su independencia e imparcialidad. Si llega el caso, es muy posible que, a la hora de dictar sentencia, valore más lo que conviene en ese momento a los poderes públicos que lo que establezca nuestro ordenamiento jurídico. Por algo el secretario de Estado de Justicia, Luis López Guerra, a raíz de ser elegida para el cargo, declaró exultante a la agencia EFE que era "una gran noticia y una suerte para todos" y añadió que "muestra el cambio en la conciencia" de la sociedad española. Y quizás sea esa la posible explicación de su permanencia al frente de este Tribunal, a pesar de haber agotado el tiempo para el que fue elegida.
Son muchos los motivos por lo que esta magistrada debiera estar fuera del Tribunal Constitucional. Tal como determinan las leyes, la duración del cargo de magistrada del Constitucional, sin posibilidad de reelección inmediata, es de nueve años. Y María Emilia Casas fue uno de los cuatros vocales que nominó el Senado allá por el año 1998.
No se si es irregular o no su permanencia como presidenta, ya que el mandato para estar al frente de este Tribunal es de solamente tres años. Como interesaba esa continuidad, se reforma la Ley del Tribunal y, a la vez, se dictamina que esta reforma era plenamente constitucional. Para que esto fuera posible, tienen que recusar a dos magistrados que no estaban por la labor. La magistrada Casas tenía que seguir al frente del Constitucional como fuera. Por lo menos, hasta que el Estatuto de Cataluña obtenga previsiblemente todas las bendiciones constitucionales.
A parte de esto, María Emilia Casas será muy competente como jurista, pero, de acuerdo con juicios pasados, quizás no haya demostrado fehacientemente su independencia y su imparcialidad. Para empezar, es una magistrada muy cercana a las tesis del PNV, no se si por convicción propia o por razones de su matrimonio con Jesús Leguina Villa, antiguo asesor del PNV.
Y una vez dentro del Tribunal Constitucional, a María Emilia Casas le faltó exquisitez jurídica en sus actuaciones. A pesar de la estrecha relación con el dirigente de Herri Batasuna, Karmelo Landa, en 1999 votó a favor del amparo a la mesa nacional de esa formación política, provocando la excarcelación de sus miembros. Lo preceptivo para esta magistrada era la abstención, ya que entre los que pidieron el amparo se encontraba su amigo Karmelo Landa. De este modo, colaboró para que se revocara la decisión de la Sala Penal del Tribunal Supremo que les había condenado por colaboración manifiesta con la banda terrorista de ETA. También el 20 de marzo de 2004 María Emilia Casas se significó votando en contra de la impugnación del famoso Plan Ibarretxe que había interpuesto del Gobierno de Aznar.
Al lado de estos hechos, que dejan su imparcialidad tocada y en entredicho, nos encontramos con algún otro acto, si no delictivo, si al menos sumamente imprudente. María Emilia Casas llamó personalmente a una abogada, hoy en la cárcel, para asesorarla jurídicamente en un caso de violencia de género. Para empezar, los magistrados tienen prohibido por ley cualquier tipo de asesoramiento. La Ley del Poder Judicial, en su artículo 389, dice taxativamente que “el cargo de juez o magistrado es incompatible, entre otras cosas, con todo tipo de asesoramiento jurídico, sea o no retribuido”. Dejando a un lado si esto comporta algún tipo de responsabilidad, sea esta penal o administrativa, rompe toda la estética del asesoramiento con la reveladora coletilla empleada por María Emilia Casas y que, oportuna o inoportunamente, destacaron en su día los periódicos: “si esto llega al Constitucional, me avisas”.
La prolongada espera por el fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña tiene su enjundia. La inconstitucionalidad de algunos artículos es manifiesta hasta para quienes somos legos en leyes. Es más, alguno de ellos es plenamente anticonstitucional. Pero aún así, el Gobierno actual, valiéndose de la magistrada Casas, busca desesperadamente una sentencia interpretativa que, al menos, no cercene ninguno de los artículos importantes del texto estatutario.
La presidenta del Tribunal Constitucional ha intentado una y otra vez complacer al Gobierno, tratando de desbloquear la situación creada con el Estatuto de Cataluña. Pero afortunadamente siempre ha fallado alguno de los peones con que contaba el PSOE, haciendo inútil hasta el voto de calidad de la presidenta. Ante la imposibilidad de una sentencia favorable, María Emilia Casas congela el fallo, buscando una ocasión más favorable. Lo que no logrará nunca María Emilia Casas, es una sentencia que, según ella, deje contentos a todos. Ella apunta, que esta sentencia “debería satisfacer a todos, porque será la aplicación de la propia Constitución”. Una aplicación de la propia Constitución, eso sí, muy a su aire y, si llega el caso, tan inconstitucional como el propio Estatuto.
Como colofón al despropósito de las continuas dilaciones en el fallo final sobre el Estatuto de Cataluña, la presidenta Casas nos ha salido ahora por peteneras y afirma que, de momento, no puede haber sentencia ya que “el texto está redactado en un idioma raro que, sinceramente, imposibilita su correcta interpretación”. Los catalanistas, por medio de la prensa, se lanzan a presionar descaradamente al Tribunal Constitucional en busca de una sentencia favorable al Estatuto. Lo malo es que hoy les arropa hasta el propio Zapatero, con esas declaraciones extemporáneas a la televisión sexta.
La manera correcta de introducir cambios en nuestra Constitución viene señalada por la propia Constitución. Modificarla acudiendo a la política de hechos consumados y a ocasionales Estatutos, es evidentemente anticonstitucional. Dejemos pues en manos del Tribunal Constitucional que decida libremente. En sus manos está aumentar su descrédito, o atenerse de manera estricta a lo que dicta nuestra Constitución y comenzar así a recuperar parte del crédito perdido. Hasta ahora, el descrédito y la desconfianza de la sociedad, se lo han ganando a pulso, al igual que el resto de las instituciones judiciales españolas. Veremos si son capaces de enderezar el rumbo y dejar a un lado definitivamente las habituales componendas.

Gijón, 29 de noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

jueves, 26 de noviembre de 2009

JOSE BLANCO. EL CATOLICISMO UN DISFRAZ PARA EL DESPISTE

Con relación a la ley del aborto, el pasado día 11 de noviembre, el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, realiza unas declaraciones que provocan enormes y molestos sarpullidos en algunos dirigentes del Partido Socialista Obrero Español. El ministro de Fomento, José Blanco, y el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, se han adelantado a todos, dándose rápidamente por aludidos y alzando la voz de la protesta de la manera más absurda y airada.
Ambos personajes, José Blanco y el inefable José Bono, que se autodefinen como católicos, demuestran una ignorancia supina sobre la religión católica. Muchas ancianas, que prácticamente no pisaron una escuela cuando eran jóvenes, a veces con su simple “fe del carbonero”, han logrado una formación religiosa y un conocimiento de la doctrina católica muy superior a la de estos dos prohombres del socialismo español.
El portavoz de la Conferencia Episcopal Española, en su alocución del otro día, no hizo más que recordar cual es la doctrina de la Iglesia Católica sobre el aborto. La afirmación de que quien vote o promueva la nueva Ley del Aborto comete un “pecado mortal público” y será excluido de la comunión, no es algo nuevo que se le ocurrió ahora a Martínez Camino o a los demás obispos españoles. Es algo que forma parte de la doctrina secular de la Iglesia, basada principalmente en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles y en las Cartas de San Pablo.
La Iglesia, siguiendo las pautas marcadas por el Nuevo Testamento, defiende como nadie los derechos fundamentales del ser humano. Y el derecho a la vida es el más primordial de todos, y más aún tratándose de una persona inocente e indefensa, como es ese ser humano que se encuentra en el primer estadio de su vida. Somos muy exquisitos maniatando a nuestras Fuerzas Armadas para que no se les ocurra ni herir a un terrorista, y abrimos nuestras manos para que, cual nuevos Herodes, se asesine masiva e impunemente a los más inocentes de este mundo.
Afirmar que el aborto voluntario es un derecho de la mujer, además de estar “en contradicción con la ley Divina y católica”, supone una auténtica aberración. De ahí que la afirmación del prelado de que, quien propague dicha ley, caerá en “pecado público” y que, quien defienda su texto o le de el voto afirmativo, está en “situación objetiva de pecado”, guarda la más plena ortodoxia con las enseñanzas evangélicas y la doctrina perenne de la Iglesia.
Estos próceres socialistas debieran saber que, para la Iglesia católica, no será nunca negociable el derecho fundamental a la vida. También debieran saber que no se obliga a nadie a entrar y mucho menos a permanecer por la fuerza en el redil de La Iglesia. La permanencia en la misma depende siempre de un acto personal totalmente libre y voluntario. No se expulsa a nadie de la Iglesia simplemente porque sí, ya que el que cae en pecado, si da muestras de arrepentimiento, encuentra siempre el “perdón” de Dios. La Iglesia, por mandato divino, no es nunca inmisericorde con el pecador.
La condición de católico exige, cómo no, cierta responsabilidad y coherencia en lo que se hace y se dice. Si te confiesas católico, apostólico y hasta romano, el ir a comulgar con bizcocho o mazapán en compañía de otros conmilitones, y más haciéndose notar intencionadamente, no es que digamos un acto muy responsable.
Si de verdad eres creyente no se te ocurrirá jamás reclamar plena libertad de opinión y de acción dentro de la Iglesia, ya que sabes –o al menos crees- que hay verdades inmutables que ni admiten discusiones, ni pueden ser objeto de componenda. Es muy chocante que haya políticos que rasguen sus vestiduras por carecer de libertad plena de opinión y de acción en la comunidad católica y, sin embargo, no toleran esa libertad en su propio partido, y más tratándose del PSOE o de cualquier otro partido de izquierdas.
Es normal que en los partidos políticos se exija cierta unidad de acción para que puedan ser viables, por lo que los militantes de un partido deben guardar obligatoriamente ciertas formas, si no quieren verse fuera del mismo. Estas cautelas, aunque por otros motivos, también deben ser observadas por quien hace pública profesión de fe y se confiesa católico. Es más normal que sea la Iglesia católica la que ponga límites a sus fieles, para que nadie interprete la verdad revelada a su aire o a su conveniencia. Esto es así, entre otras razones, porque la propia Iglesia no debe su origen a un simple proyecto político cambiable. La Iglesia Católica, al revés que los partidos políticos, se fundamenta en conceptos y verdades incontrovertibles, perennes y transcendentes.
De guardar las formas, al menos dentro del Partido Socialista Obrero Español, debiera saber mucho el católico José Blanco. No tiene Blanco autoridad alguna para exigir a los obispos la libertad de opinión y de acción que él ha negado siempre a muchos militantes de su partido. José Blanco, en efecto, desde el año 2001, ha sido el inquisidor máximo y el azote de los socialistas que se atrevieron a pensar por su cuenta. Ahí están para demostrarlo Gotzone Mora, Cristina Alberdi, Rosa Diez y Antonio Aguirre, entre otros muchos, ya que la lista de los expulsados del PSOE es muy amplia. Y el enorme pecado de todos estos heterodoxos socialistas fue la discrepancia, más o menos pública, con la doctrina oficial del partido.
Tanto José Blanco, como José Bono, pueden decir lo que quieran, hasta que se les apareció la Virgen de su pueblo. Pero si no respetan el magisterio de la Iglesia en lo que atañe a ese núcleo doctrinal básico y esencial, su afirmación de que son creyentes y católicos no va más allá de una carnavalada con muy poca gracia. Pero Blanco y Bono nos tienen acostumbrados a estas bufonadas impertinentes, que les retratan de cuerpo entero. A los que, de verdad, comulgan con la doctrina de la Iglesia no se les ocurren estas mascaradas absurdas de considerar que el aborto voluntario es lícito y un derecho incuestionable de la mujer.

Gijón, 21 de noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

lunes, 23 de noviembre de 2009

IRRESPONSABLES POR SISTEMA

La irresponsabilidad es una constante en la actuación de todos los miembros del Gobierno que padecemos. Es normal que sea así, ya que José Luis Rodríguez Zapatero, intencionadamente, procuró rodearse de auténticas medianías, tanto en el Gobierno como en los órganos influyentes del partido. Necesitaba a su alrededor personajes de tercera para que no le hicieran sombra ni desentonaran con él.
Es por esto que, cuando algún medio trate de comparar a los ministros del Gobierno de España con sus homólogos de otros países, queden en tan mal lugar y nos abochornen a todos los españoles. Es el caso de la ministra de Economía, Elena Salgado que, en el ranking que acaba de elaborar el Financial Times, sale muy mal parada. Según dicho rotativo ingles, Elena Salgado ocupa, a duras penas, el decimosexto lugar de un total de diez y nueve países de la Comunidad Económica Europea.
Y las soluciones que dan a los problemas a que han de hacer frente suelen concordar desgraciadamente con las escasas luces de que están dotados los gestores de la cosa pública española. Soluciones que no suelen pasar de simples ocurrencias y que, en la mayoría de los casos, complican aún más el problema. Estamos pagando muy caro la escasa talla intelectual, e incluso moral, de los que nos gobiernan.
Lo que si hacen muy bien, tanto los responsables del PSOE como los miembros del Gobierno, cuando salen a la palestra, es interpretar la misma partitura, cometiendo todos ellos las mismas disonancias y desafines respecto a la realidad de la situación. Y eso, incluso, aunque la partitura no venga a cuento. El rosario de insensateces lo determinan las ocurrencias del jefe o las circunstancias y exigencias de cada momento. Menos verdades, suelen cantar a coro cualquier cosa, dando a entender que, ahora sí, España se merece un Gobierno que mienta.
Tanto el Gobierno como los que cocinan algo dentro del PSOE se cansaron de negar en un principio la crisis económica y en motejar desvergonzadamente a quienes les advertían de lo que se nos echaba encima. Eran hasta antipatriotas. Rodríguez Zapatero proclamó a todos los vientos que estábamos en la champions league de la economía. Incluso hizo el ridículo y nos abochornó a todos nosotros al llevar esta bandera a foros extranjeros, donde, además, se atrevió a afirmar, para ludibrio de aquellas gentes, que ya habíamos aventajado a unos y que muy pronto alcanzaríamos y aventajaríamos a otros.
Cuando ya era imposible negar la evidencia, aparecieron los famosos brotes verdes. Por todos los sitios veían signos de recuperación y anunciaban a bombo y platillo, dando incluso hasta fechas, que la salida del túnel y nuestra remontada económica estaba a la vuelta de la esquina. Y agregaban eufóricos que íbamos a salir económicamente fortalecidos.
Como sus previsiones fallaban estrepitosamente, nos daban nuevas fechas sin el más mínimo desmayo. Y así, una y otra vez. Entre tanto, atacan despiadadamente al Partido Popular, a quienes acusan de no presentar propuestas contra la crisis. Hace aún muy pocos días que la planetaria Pajín lamentó públicamente que el PP no haya aprovechado la reciente Convención Nacional de Barcelona, para ofrecer propuestas económicas contra la crisis.
Ahora, ante el hecho de que hay países de nuestro entorno con signos evidentes de recuperación, el Gobierno, con todo el cortejo de socialistas y afines, rezuma optimismo por todas partes. No tienen en cuenta, ni por casualidad, que todos esos países que comienzan a crecer, arbitraron a tiempo las medidas precisas que exigía la difícil situación económica, algo que, por incuria, aquí no se ha hecho. Pero es igual: nos subimos al carro de la recuperación de otros y a soñar, que no cuesta nada.
Siguiendo pautas emanadas de la Moncloa, todos se felicitan por el comportamiento de la economía en Alemania, en Francia y en algún que otro país europeo. La misma Leire Pajín valoró de modo muy positivo las cifras de crecimiento de estos países de Europa. Esto indica, nos dice la secretaria de Organización del Partido Socialista, “que hemos acabado el año mejor de lo que empezamos”. Esta afirmación de Leire Pajín es sumamente modesta, si la comparamos con las palabras de Zapatero en la clausura del XXV Congreso Federal del Metal, Construcción y Afines de UGT. El presidente del Gobierno, mirándose en el espejo de los países que hicieron sus deberes a tiempo, exclama exultante: “afortunadamente estamos en puertas de salir de la grave crisis económica”.
El descaro y la impudicia o desfachatez de Zapatero no tienen límites. De ahí que, de manera alegre e irresponsable, nos diga que lo importante es que en la salida de la crisis “podemos decir dos cosas: que salimos todos juntos, y que los derechos sociales y de los trabajadores, no han sido afectados, sino reforzados”. Da a entender, con esta afirmación chocante, que se está riendo de los cientos de miles de familias que tienen a todos sus miembros en el paro y que, al día de hoy, ya no perciben remuneración alguna.
Es demasiado fuerte la cantinela esa de que los trabajadores, a pesar de la grave crisis, no han perdido ninguno de sus derechos sociales. Para Zapatero, por lo visto, tiene el mismo valor vivir más o menos modestamente de un trabajo, que soportar el viacrucis de acudir a los comedores de Cáritas para subsistir. ¡Qué poco valor da el socialismo de los progres al concepto de derechos sociales!

Gijón, 18 de noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

martes, 17 de noviembre de 2009

FRACASO DEL ESTADO DEL BIENESTAR


La angustia, decía Kierkegaard, es consubstancial a la existencia humana. Es, ni más ni menos, el estado natural de la existencia, ya que el hombre está asomado continuamente al abismo de la nada. Es una aventura vital de la que el hombre es incapaz de prescindir. Siguiendo la estela de Soren Kierkegaard, y casi con los mismos argumentos, Martín Heidegger y Jean-Paul Sartre insisten también en esa angustia puramente existencial. Según Heidegger, la angustia sería esa disposición fundamental que nos coloca ante la nada. Sartre va un poco más lejos y afirma que el hombre mismo es angustia por el miedo que tiene de sí mismo, por el miedo de las decisiones que pueda tomar y por las consecuencias de estas. En una palabra, para Jean-Paul Sartre la angustia es el vértigo que sentimos al enfrentarnos con la libertad.
Las elucubraciones sobre la angustia de estos representantes del existencialismo, no tienen ya vigencia. Pertenecen a una época ya pasada en la que preocupaban mucho los problemas existenciales. Y la angustia que nos describen era realmente un problema de ese tipo, un problema puramente existencial, metafísico si se quiere, al que trataban de dar una respuesta coherente. Hoy día esos problemas ya no quitan el sueño a nadie. Ya no hay personas que, como a Miguel de Unamuno, les duela el alma y se desvivan por librarse de la previsible nada y asegurar así su inmortalidad.
A las personas actuales no les dicen nada todos esos problemas y se atiende más a lo inmediato y a las realidades terrenas. Nos ocupamos únicamente de lo material, de lo que podemos tocar con las manos. La nada no es tangible, ni mensurable. Lo que si es tangible y mensurable es el estado de bienestar, y la posible pérdida del mismo nos encorajina. La angustia que nos invade tiene un origen más prosaico que la de los existencialistas. El posible quebranto de nuestra economía es lo único que nos perturba y nos angustia, ya que el deterioro económico nos puede llevar a la indigencia y a la pobreza.
La obstinación y la terquedad de un presidente inepto, que cree saberlo todo y que no escucha a nadie, nos está llevando inexorablemente al descalabro económico más absoluto. Sus ocurrentes medidas para salir de la crisis, nos hunden cada vez más en ella. Nuestra situación es ya dramática. Hemos llegado a un deterioro económico tan notable por la testarudez y obstinación culpable de Zapatero, que el Premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman dice que si queremos poner freno a nuestra caída libre, forzosamente deberemos “regresar a los precios y salarios del año 2000”.
Puesto que no podemos echar mano de la socorrida devaluación monetaria de otras veces, dado el deterioro que ya ha alcanzado nuestra economía, nuestra única alternativa pasa por una fuerte “devaluación interna” Esto quiere decir que tienen que caer los precios y los sueldo con respecto a los países de nuestro nivel económico anterior. Para salir de este pozo en que hemos caído, necesitamos competir con nuestros productos y la competitividad es inalcanzable sin una caída de los precios y, por ende, una caída de los salarios. Ese sería nuestro único medio de aumentar nuestras exportaciones y de atraer las inversiones extranjeras precisas para construir nuevas fábricas y crear empleos sin cualificar en gran escala, para ocupar a tantos parados que proceden de la construcción.
O José Luis Rodríguez Zapatero es un ignorante, o su única preocupación es mentir de un modo lo más convincente posible. Se negó a admitir que hubiera crisis en España durante mucho tiempo. Según él, era cosa de antipatriotas. Cuando por fin cayó del caballo, ya era demasiado tarde para poner remedio, pues la tardanza en habilitar medidas nos llevó a una situación tan precaria y lamentable, de la que es muy difícil retornar. Ahora niega que continuemos inmersos en dicha crisis y aventura el inicio de nuestra recuperación económica para fechas próximas que tiene que ir prorrogando continuamente. Era para marzo pasado el inicio de esa recuperación que no llegó. Después fue el segundo semestre de 2009 y, como sigue sin llegar, lo difiere a principios de 2010.
Cualquier dato económico que miremos es mareante en sí mismo. Para el Gobierno no. Para Zapatero y sus ministros la botella está siempre medio llena y en cualquier cifra negativa ven una desaceleración manifiesta. Se está desacelerando la destrucción de empleo. Se está desacelerando la caída de la afiliación a la Seguridad Social. Lo único que no se desacelera es la indecencia y la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan.
Seguimos estando a la cabeza de la destrucción de empleo en Europa. En octubre pasado el paro aumento en casi 100.000 personas. Exactamente fueron 98.906 los trabajadores que pasaron a engrosar las listas del paro durante el mes pasado. Seguimos batiendo todos los records en este sentido.
La obnubilación de Zapatero no le deja ver que la crisis económica se ha cobrado más de un millón de puestos de trabajo desde noviembre de 2008. La Seguridad Social, en los últimos 12 meses, ha perdido la escalofriante cifra de 1.009.528 cotizantes, prácticamente el doble que en octubre de 2008. En porcentajes, en estos últimos doce meses, hay 5,34 % menos de cotizantes.
En la actualidad, el número de ocupados en España, según datos del propio Ministerio de Trabajo, asciende a la cifra de 17. 908.945 personas, lo que supone un retroceso en el mercado laboral de cuatro años. Volvemos a cifras similares de ocupación de mayo de 2005. Pero, eso sí, para complicar el problema, al igual que los parados, aumentan también los pensionistas.
Con estos datos en la mano, es muy posible que el sistema de pensiones español corra un serio riesgo y peligre su sostenibilidad. Al envejecimiento continuo de la población hay que agregar el deterioro de las cuentas públicas al aumentar el gasto destinado a subvencionar el paro. Pues hay que tener en cuenta que es el Estado el que respalda las pensiones.
Todos estos problemas económicos, que el Ejecutivo no sabe o no quiere solucionar, generan en nosotros una angustia peor que la descrita por los existencialistas. Al analizar a fondo nuestra situación económica y ver que, al disminuir nuestro poder adquisitivo, peligra nuestro estado de bienestar, no solamente la angustia, sentimos también una nausea más profunda que la descrita por Jean-Paul Sartre. No se nos ocurre pensar que venimos de la nada, ni si existimos sin justificación alguna y si terminamos en la nada. No nos importa si lo que existe nace sin razón y se mantiene por debilidad hasta que muere por casualidad. Pensamos en nuestro bienestar, que hemos labrado durante años de esfuerzo y ahorro, y que ahora pone en peligro la incuria y la inoperancia de unos gobernantes ineptos.

Gijón, 5 de Noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

viernes, 13 de noviembre de 2009

EL MURO DE BERLIN Y LA FIESTA DE LA LIBERTAD

Este año se celebra, por todo lo alto, el 20 aniversario de la caída del muro de Berlín, conocido también como el muro de la vergüenza. Este muro que significó la división de la sociedad en Alemania, y hasta de no pocas familias alemanas, fue durante 28 años un símbolo inequívoco de la guerra fría. La apertura del muro tuvo lugar la noche del 9 al 10 de noviembre de 1889, y los berlineses comienzan su derribo con las herramientas que encuentran a mano. El violonchelista Mstislav Rostropovitch, exiliado en el Berlín Oeste, tan pronto se entera, acude al pie del muro para animarles en el derribo.
Con motivo de tal evento, se vienen celebrando en Berlín múltiples actos, todos ellos de tipo netamente cultural, tendentes a mostrar la amplia transformación de la capital desde la caída del muro y la reunificación de Alemania. Se trata de exposiciones fotográficas, vídeos, películas retrospectivas, puntos de información fijos e itinerantes y hasta un plano interactivo de la ciudad. Tal como indica Klaus Wowereit, alcalde de Berlín, que abrió toda esta serie de eventos, estos festejos sirven como “motivo para recordar, conmemorar y recordar” los avatares que provocaron la apertura definitiva del telón de acero. Y también, como no, para “agradecer a las personas valerosas que se levantaron en la extinta República Democrática Alemana en defensa de la democracia y de la libertad”.
El broche de oro a estas celebraciones tuvo lugar la noche del día 9 de noviembre pasado con una serie de actos festivos llenos de simbolismo, y con el remate final una espectacular quema de fuegos artificiales. Previamente Lech Walesa se había encargado de provocar la caída en cadena de las mil piezas del dominó gigante para simular el derribo físico del muro que, durante tantos años, mantuvo la división de Alemania. Toda una gran “Fiesta de la Libertad”, celebrada a los pies de la Puerta de Brandeburgo, infranqueable mientras existió el muro de la vergüenza y convertida hoy en emblema indudable de la Alemania unificada.
Fueron muchos los ciudadanos alemanes que, pese a la persistente lluvia, revivieron aquel sueño fantástico del derrumbe del Telón de Acero. La intervención de Daniel Barenboim y Plácido Domingo en la interpretación de la marcha de Paul Lincke, que corearon miles y miles de personas que asistían al acto, fue todo un responso laico y popular por aquellas personas que dejaron su vida en el intento de de huida hacía la libertad.
Para rememorar aquel 9 de noviembre de hace 20 años, Ángela Merkel, acompañada por todo un cortejo de jefes de Estado y de Gobierno y personas significativas de aquel acontecimiento, pasó a través de la famosa puerta de la parte oriental a la occidental. Entre estas personas significativas se encontraba el ex presidente ruso Mijaíl Gorbachov, el ex presidente polaco y Nobel de la Paz Lech Walesa, y el ex canciller alemán Helmut Kohl, que con Juan Pablo II y Ronald Reagan, fueron determinantes a la hora de acabar con el telón de acero y con la guerra fría.
A este acto central asiste también José Luis Rodríguez Zapatero, al igual que el resto de líderes europeos, y celebran allí, todos juntos, con el resto de jefes de Estado y de Gobierno asistentes y el pueblo alemán, la reconstrucción de Europa, que había quedado rota con la II Guerra Mundial.
No hacía muchas horas, el propio Zapatero, en una rueda de prensa desde Polonia, destacó la importancia de la caída del muro de Berlín. La caída de este muro “cambió la historia” y se atrevió a añadir, “es una de las páginas más relevantes de la historia contemporánea"
Si nos atenemos al comportamiento de Zapatero aquí, en España, llama poderosamente la atención que festeje el hecho de que Alemania logre superar su división histórica y celebre la reconciliación lograda hace 20 años por el pueblo alemán.
Desde el momento mismo en que Zapatero llega a la Moncloa, ocupando la presidencia del Gobierno, se ha empeñado en dinamitar la concordia ejemplar lograda en nuestra transición democrática. Los responsables políticos de uno y otro signo, en aquella fecha, acordaron la desaparición definitiva de las dos Españas, separadas por el muro de una incomprensión secular. Es vergonzoso que Zapatero, a la vez que festeja la reunificación alemana y celebre con fruición la llamada fiesta de la libertad, trate de restaurar aquí, con su caprichosa ley de Memoria Histórica, el muro de la discordia derribado en la transición democrática.
El izquierdismo sectario y cavernícola de Zapatero le lleva a querer ganar ahora aquella guerra civil que, con muy aviesas intenciones, algunos de sus conmilitones de entonces la hicieron prácticamente inevitable. Y no solamente quiere restaurar aquí aquella desgraciada discordia que dividió a los españoles y que tanto daño nos ha causado. Además de volver a las dos Españas, se empeña en apuntalar otros muros, tan carcelarios como el de la vergüenza que dividió a Alemania durante décadas..
Ahí están, por ejemplo, los apoyos que presta continuamente al castrismo de Cuba, al chavismo bolivariano de Venezuela. Y no nos olvidemos de los apoyos continuos que presta a los mandatarios de Bolivia, de Nicaragua, de Ecuador y de tantos otros sitios donde padecen gobiernos déspotas y que tanto gustan a Zapatero. El mismo Zapatero, desde Polonia, nos dice que no hay que “perder de vista que hay otros muros en el mundo que también deben caer". Pero en la práctica, hace lo posible y lo imposible por apuntalarlos para que no caigan.
En este sentido es mucho más coherente Paco Frutos, presidente del Partido Comunista hasta hace muy pocos días. “No celebraré -dice- la caída del Muro de Berlín. Demagogias las justas”. Y agrega: fue un palo muy fuerte del que aún no hemos sido capaces de recuperarnos. Pero buscar coherencia en las actuaciones de Zapatero, es misión imposible, es tanto como pedirle peras a un olmo.

Gijón, 10 de Noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

martes, 10 de noviembre de 2009

LEIRE PAJÍN Y SU SUELDO PLANETARIO

Se da la circunstancia de que Leire Pajín, la secretaria de Organización del PSOE, se queja amargamente de que le atribuyan un sueldo de 15.000 euros mensuales. Son, dice, “informaciones absolutamente falsas”, de las que ha tenido que enterarse por la prensa.
Me parece muy bien que proteste si es objeto de críticas que crea injustas y si las noticias sobre los emolumentos no se ajustan del todo a la verdad. Pero ya no está tan bien que nos tome por tontos, al querer hacernos ver que esas críticas y las noticias sobre su sueldo son debidas a que es “mujer, joven y socialista”. En la entrevista concedida a Onda Cero, insiste una y otra vez en la falsedad de las informaciones y que esto ocurre "por ser mujer, ser joven, ser socialista, o por las tres cosas" a la vez. Dice que "Es muy curioso que jamás se hayan cuestionado cuánto cobra el secretario de Organización del PSOE y que se cuestione lo que cobro yo, que cobro exactamente lo mismo que mis antecesores".
No es de recibo que achaque esas críticas, y por este orden, al hecho de que ella sea mujer, sea joven y, por añadidura, sea socialista. Desde que el jefe del Ejecutivo español se ha declarado, además de rojo, feminista empedernido, las féminas que viven y vegetan a su alrededor, achacan todos sus males al hecho de ser mujer. Utilizan ese feminismo rancio y trasnochado para disimular sus carencias intelectuales y justificar así hasta sus meteduras de pata. Lo hizo también el otro día la ministra de Economía, Elena Salgado, cuando afirmó que, por ser mujer, debía trabajar el doble. Las mujeres que de verdad valen no se las ocurre utilizar estas zarandajas y protegerse con la concha del feminismo para darse a valer y ocultar sus deficiencias intelectuales.
Además, la versión que nos da Leire Pajín, al defenderse de lo que ella califica informaciones falsas, no se ajusta del todo a la verdad. Se trata más bien de una verdad a medias, que ella misma se encarga de disfrazar, para que parezca que su sueldo no es nada del otro mundo. Nadie ha hablado, que yo sepa, de que Leire Pajín, tenga unos honorarios, en números redondos, de 20.000 euros. Se limitan a informar que puede llegar a cobrarlos si sale con la suya y se convierte en senadora por Valencia. Y es muy posible que así sea, ya que defiende esa posibilidad con uñas y dientes, aunque por el momento, y gracias al “chantaje político" a que la somete, según ella, el Partido Popular de Valencia
Las informaciones mediáticas que circulan por los mentideros periodísticos, aunque siempre en números redondos, nos hablan de los 5.000 euros que cobra como secretaria de Organización del PSOE. A esto hay que añadir los 90.000 euros anuales que recibe como indemnización por su condición de ex secretaria de Estado de Cooperación. Indemnización que seguirá cobrando, a razón de 7500 euros mensuales hasta el mes de julio de 2010.
Estas cifras las ha reconocido la propia Leire Pajín, aunque de modo velado. Y en sus explicaciones a Onda Cero dijo que los 90.000 euros no formaban parte de su sueldo; que, en todo caso, se trata de una indemnización, que ella no buscó y que la cobran por ley todos los ex altos cargos del Gobierno. Y ha evitado explicar, eso sí, que cuando ocupe el cargo de senadora, sus percepciones salariales alcanzarán esa cifra que han avanzado varios medios. Es hora ya de que Leire Pajín hable claro y deje de utilizar medias verdades.
En cuanto a su patrimonio, ocurre tres cuartos de lo mismo. Según Leire Pajín, se han dicho "muchas cosas que nada tenían que ver con la realidad". "Cuando descubrieron que mi único patrimonio es una casa de 58 metros cuadrados con una hipoteca a 20 años, entendieron que quizá se habían pasado un poco". De todos modos no hay por qué extrañarse. En el PSOE es normal cobrar un buen sueldo durante muchos años, sin que el patrimonio se vea afectado por ello. Ahí está, por ejemplo, el caso del Vicepresidente tercero del Gobierno, Manuel Chaves, que, después de muchos años viviendo del erario público y cobrando cifras importantes, no ha sido capaz de labrarse un capital adecuado y ha tenido que estar viviendo prácticamente al día.
En cualquier caso, las remuneraciones que ha venido cobrando Leire Pajín, están en consonancia con su categoría. Como no podía ser menos, se trata de un sueldo planetario, al que solamente tienen acceso las mujeres planetarias. Como adalid de la juventud bohemia actual, se merece sobradamente un sueldo como este. Debemos redoblar las campanas por el hecho de que haya, al menos, una mujer joven que ha sabido librarse de esa lista maldita de los más de cuatro millones de desempleados y que tampoco figure entre los mileuristas que solamente logran contratos temporales y trabajos basura.
Pero que conste, en aras de la verdad, que esta ganga remuneratoria, desorbitada si nos atenemos al panorama actual, no se la debe agradecer al hecho casual de que sea mujer. Son muchas las mujeres, y aún más jóvenes que Leire Pajín, que, como mucho, solamente logran sueldos mileuristas. Que de las gracias a ese carné que tantos milagros realiza, y al hecho incuestionable de que ha sabido camelar muy bien al que, en la actualidad, dirige las huestes del PSOE.

Gijón, 1 de noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

martes, 3 de noviembre de 2009

LOS TITIRITEROS EN ACCIÓN

El mundo de la farándula y el cante aún se siente insatisfecho con las ayudas que recibe del Gobierno por el ímprobo esfuerzo que realizan para alegrar la vida de los españoles. Eso es, al menos, lo que han dado a entender en el acto de entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes, celebrado hace unos días en el Palacio de Festivales de Cantabria y que presidieron los Reyes de España.
Como profesionales de lo que debiera ser el arte, no deben ser muy buenos, o, por lo menos, la sociedad así lo entiende, por lo que es muy reacia a pasar por taquilla. Es verdad que todos ellos presumen de ser muy buenos artistas y, además, confiesan que son prácticamente el aire que respira la sociedad. Se sienten “dignos embajadores” de la cultura y hasta están muy orgullosos de serlo. Sin embargo, para la sociedad que los padece y de la que viven, creo que no pasen de simples medianías. De ahí que, al contrario de lo que ocurre en las demás profesiones, necesiten acudir a las subvenciones que reparte el Gobierno, ya que su trabajo no les da para vivir holgadamente.
Los galardonados en ese acto, sin timidez y plenamente desinhibidos, pidieron abiertamente seguir viviendo del erario público, vendiendo a la sociedad algo que esta no quiere comprar. Por ello, reclamaron con insistencia a los que detentan el poder político que no les “desamparen” y que no les dejen “huérfanos”.
Miguel Bosé, asumiendo la representación de los galardonados en ese acto, hizo más bien de plañidera, quejándose amargamente de que los artistas estén “al borde” de la extinción “como el oso polar o los linces ibéricos”. Para huir de tan trágico fin, necesitan que las aportaciones de las arcas públicas, en forma de subvenciones, crezcan continuamente. Y además se lo merecen, según piensan ellos, dado el enorme esfuerzo que realizan para alegrar la existencia de los mortales.
Su osadía les lleva a presentarse como “potenciadores, divulgadores (y) mejoradores de nuestras artes”. La presunción de Bosé no tiene límites y trata de vendernos que todos ellos son “simples artistas” y que, como tales, están adornados de una honestidad y una coherencia, que según dan a entender, son virtudes exclusivamente suyas. Ellos son “tan necesarios como el aire, que es capaz de ser brisa, viento o huracán; que de paso se respira y que no sólo mantiene la vida: también la da".
Poco más y se pisan la cara, ya que hace falta tener mucho morro para vivir del sudor ajeno, esquilmar las arcas públicas y, en cima, atreverse a pedir “amparo, protección y leyes”, y “complicidad hacia el mecenazgo”. La cultura del arte, insistió Bosé, no pertenece al patrimonio de un pueblo. La cultura del arte es, más bien, "un gen que nos distingue y nos hace únicos e irrepetibles" a unos pocos, a los nacidos con ese extraordinario don. Cuando esta gente da rienda suelta al descaro, no hay quien ponga límites a su impudicia. La mayoría, está muy claro, son consumados artistas; pero artistas de la subvención y del contubernio.
Y Miguel Bosé termina su discurso señalando que "aún existen embajadores a los que un país pueda laurear; mímennos". "Hoy pedimos que no nos desamparen, que no nos dejen huérfanos, que cada vez que respiren recuerden que somos aire, sólo aire". Pero, por lo que se ve, un aire que necesita del dinero público para seguir siendo respirable. El lobby de la ceja, sin los abundantes mimos de las subvenciones estatales, dejarían de ser ese aire y esa brisa que respiramos los españoles. Simplemente, dejarían de ser.
La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, allí presente, se apresuró a tranquilizar a toda esa tropa de magnánimos titiriteros, prometiéndoles que se continuará "impulsando la cultura de nuestro país en cada calle y en cada casa". No importa que la caja de los dineros públicos luzca cifras astronómicas en números rojos. Se las arreglará para que, a estos abanderados del arte, no les falten los medios necesarios para que sigan alegrándonos con sus creaciones.
No dudó González-Sinde en afirmar que, con estas medallas, la sociedad reconocía ampliamente el “valor de las ideas” y la creación. La cultura, afirmó, ha vuelto a ser la "depositaria de nuestra identidad, embajadora de nuestros valores, de lo mejor de nosotros mismos como colectivo y suma de individualidades". Estas medallas, dijo, suponen el reconocimiento de todo el país "a la capacidad de desvelo que define a los premiados" y "lleva impreso un mensaje de aliento a todos los españoles que sienten la llamada de las artes, un mensaje de ánimo para que nadie renuncie a sus sueños". Por eso, dice, "hoy merece la pena crear el tiempo de nuestro tiempo, mantener vivo cada sueño, cada deseo de crear, cada propósito, cada aspiración de seguir impulsando en cada casa o en cada calle la cultura de nuestro país".
Da a entender la ministra de Cultura, que quien se dedica al arte no puede vivir honestamente de su trabajo. Necesitan de esas ayudas públicas para dedicarse, sin preocupación alguna, a la creación artística. No son los auténticos artistas los que no pueden vivir de sus actuaciones. Son los advenedizos, los que no dan una talla aceptable, los vulgares los que, para vivir, se ven obligados a vender su libertad para tener acceso a esos fondos públicos que distribuye el Gobierno. Por esa regla de tres, también habría que ayudar al que pone un negocio, útil para la sociedad, pero que no es rentable en absoluto. Y quien dice los que montan un negocio, dice también los médicos, los abogados y los que ejerzan cualquiera de las profesiones liberales conocidas.
Está muy claro que el que quiere vivir de un negocio y este no es rentable, lo cierra y se dedica a otra cosa. Lo mismo que los médicos y los abogados que, por falta de talla profesional, no ganan para vivir. Cierran la consulta o el bufete y las circunstancias les obligan a buscarse la vida de otra manera. El que se dice artista, si su poca valía no da para más, que pliegue velas y deje sus ensoñaciones. Ni a mi, ni a nadie, se le puede obligar a consumir bazofia y, en cima, pagándola bien pagada.

Gijón, 30 de octubre de 2009

José Luis Valladares Fernández