jueves, 28 de diciembre de 2017

LOS SUEÑOS DEL NACIONALISMO CATALÁN

                          
V – La supuesta fundación de Cataluña


  
         En abril del año 711, Tariq ibn Ziyad desembarca en la bahía de Algeciras con un poderoso ejército de bereberes y comienza con sus incursiones bélicas para conquistar e islamizar toda la Hispania Visigoda. Tardaron unos cuantos años en lograr semejante propósito, pero en el año 726 ya habían tomado prácticamente toda la Península Ibérica y parte del sur de Francia, y funcionaba ya el nuevo Valiato de Al-Ándalus, que dependía del califato Omeya de Damasco.
Como los musulmanes eran unos vecinos conflictivos y sumamente peligrosos, Carlomagno decide crear una especie de barrera defensiva para aislar el Reino franco de los incómodos omeyas de Al-Ándalus. Con el apoyo decidido de la población autóctona de las montañas, los carolingios plantan cara a los sarracenos y logran liberar una amplia franja, que va de Pamplona hasta Barcelona. Y todo ese territorio reconquistado pasó a ser la famosa Marca Hispánica, integrada, como es sabido, por un número determinado de condados.
Los condes eran nombrados personalmente por los propios reyes francos utilizando, casi exclusivamente, personas de la aristocracia indígena o local. Y como algunos de estos condes se desmandaron muy pronto y comenzaron a gobernar sus condados con talante independentista, los carolingios comenzaron a sustituir estos condes por otros de origen franco. Pero con el paso del tiempo, el Imperio carolingio entró en crisis por culpa de las divisiones internas. Y esto dio lugar  a la consolidación de la autonomía de  los condados de la Marca Hispánica, que comenzarán a liberarse poco a poco de los francos y terminaran siendo finalmente hereditarios.
Wifredo el Velloso fue el último conde de Barcelona designado por un rey franco y el primero que legó a sus hijos los condados que administraba. A partir de ese momento, los condados de la Marca Hispánica comenzaron a transmitirse por herencia y los monarcas francos se limitaban simplemente a sancionar esa transmisión. De ascendencia visigoda, Wifredo el Velloso fue nombrado conde de Barcelona como premio por situarse decididamente a favor del rey galo Carlos II, llamado el Calvo, y dar la espalda a las manipulaciones interesadas  de la nobleza local.
De aquella, el Imperio carolingio arrastraba una situación de crisis excesivamente grave y progresiva, y había comenzado a fragmentarse en principados feudales. Y Wifredo el Velloso supo aprovecharse de esa situación para reunir bajo su mando varios condados más, llegando a formar una entidad política con una relevancia histórica francamente notable. Por este hecho, los nacionalistas catalanes, que son tan dados a manipular la historia y fabricarse pasados más  o menos míticos y gloriosos, dedujeron sin más, que el noble Wifredo acababa  de fundar la nación catalana. Y que Carlos II el Calvo, utilizando la sangre del conde, había diseñado la ‘Senyera’.

jueves, 14 de diciembre de 2017

LOS POLÍTICOS ESPAÑOLES A EXAMEN

En Así habló Zaratustra, que es la obra más popular y controvertida del filósofo alemán F. Nietzsche, nos presenta al hombre como un ser absolutamente miserable y hasta inmundo, que sigue estando a medio hacer. Estaríamos hablando de un ejemplar que ha evolucionado de gusano a hombre y que, a pesar de estar destinado a ser un Superhombre, sigue teniendo aún mucho de gusano. El ser humano, visto así, sería el único animal que no ha logrado consolidarse definitivamente y que corre el riesgo de volver a su animalidad primitiva si no logra vencer al hombre mediante la superación.
El hombre, según Nietzsche, es muy reacio a evolucionar y le cuesta enormemente desprenderse de los valores del pasado. Y en consecuencia, corre el riesgo de seguir anclado permanentemente en la esclavitud  de la condición humana y privado totalmente de un auténtico estado de libertad. El hombre que quiera convertirse  en el Übermensch o el Superhombre descrito por Nietzsche,  además de superarse a sí mismo y a la propia naturaleza humana, tendrá que prescindir necesariamente de cualquier tipo  de influencia externa. Solo así podría construir su destino personal e inventar sus propios valores
Según Nietzsche, faltaría más, el ser humano no es un ser estático, ya que cuenta con una fuerza creadora francamente extraordinaria. Y si todos los seres evolucionan y se transforman habitualmente, el hombre no debe ser una excepción y está obligado, cómo no, a transformar todos los antiguos valores y a crear otros nuevos partiendo de su propia vida y entregándose sin reservas a la realización de su propia existencia.
Pero como señala el mismo Nietzsche, el hombre no es nada más que un puente  entre el animal y el Superhombre. Y entre ambos extremos se abre un enorme abismo, donde caerán indefectiblemente los que pretenden superarse a sí mismos para alcanzar la añorada libertad y la independencia más absoluta.  Porque tanto el hombre vulgar, como el excepcional, el que aspira fervientemente a convertirse en Superhombre, no lograrán jamás  transcenderse a sí mismo.
El Superhombre, por lo tanto, tendrá que conformarse con ese simple anhelo de superación, dedicándose en cuerpo y alma a vivir su propia vida, pero condicionada, claro está,  por el ambiente que le rodea y, cómo no, por adaptar todos sus actos a lo que es políticamente correcto. Según Nietzsche, la especie humana cuenta con la fuerza expansiva de la vida, que está inmersa en un proceso de evolución imparable, cuya meta sería  el Superhombre. Pero como no puede substraerse al nefasto influjo del ‘estado nacional’ que promueve la mediocridad y la ramplonería, se instala definitivamente  en la vulgaridad más absoluta y en la insignificancia.

lunes, 4 de diciembre de 2017

LOS SUEÑOS DEL NACIONALISMO CATALÁN

IV – Comienza la reconquista cristiana


En el año 721, Anbasa sustituye a Al-Ghafiqi como gobernador de Al-Ándalus. Y nada más acceder al cargo, el nuevo wali Anbasa aumentó considerablemente los arbitrios que cobraban a los cristianos. Como era de esperar, esto provocó la rebelión de un grupo de montañeses astures que, capitaneados por don Pelayo, optaron por no pagar más gravámenes a los invasores musulmanes. Toda una desfachatez, que asustó al bereber Munuza,  gobernador de Gijón y encargado de cobrar esos impuestos. Y para evitar que esa revuelta se extendiera a otros grupos, se vio obligado a pedir ayuda a Córdoba para castigar a los insurgentes.
Y Anbasa, el nuevo wali de Al-Ándalus, acepta encantado esta petición de auxilio, porque se ha encontrado con unas tropas tremendamente desmoralizadas por las derrotas sufridas recientemente en su fallido intento de apoderarse de la Galia Narbonense. Sabe que, para recuperar la moral perdida, necesitan foguearse y conseguir una victoria fácil, que tienen al alcance de la mano si se enfrentan a esa pandilla de desaprensivos moradores de Asturias. Así que, sin pérdida de tiempo, pide al bereber Al Qama que organice una razzia de castigo contra ese grupo de rebeldes.
En mayo del año 722, el general Al Qama llega a Asturias con su ejército y comienza a perseguir a los insurrectos que, obedeciendo a don Pelayo, convertido ya en primer monarca del Reino de Asturias, se retiran intencionada y ordenadamente hacia las montañas de Covadonga. Al llegar allí, se distribuyen convenientemente para preparar una emboscada a los islámicos que les perseguían: unos se escondieron dentro de la Cueva con don Pelayo y otros ocuparon puestos estratégicos en los cerros de alrededor.
Cuando las tropas sarracenas estuvieron a su alcance, los rebeldes astures que estaban en los altos comenzaron a disparar flechas y a arrojar piedras sobre sus perseguidores. Los musulmanes trataron de reaccionar, pero las estrecheces del valle y lo abrupto del terreno les impedía contraatacar y defenderse adecuadamente. Su sorpresa fue máxima cuando comienzan a salir montañeses insurrectos de una Cueva que se abalanzan sobre ellos. El pánico se apoderó de los islamitas y comienzan a huir desordenadamente, circunstancia que aprovechan los rebeldes emboscados en Covadonga para diezmar a sus enemigos y dar muerte al general Al Qama.
La derrota sufrida por los musulmanes en Covadonga fue tan aplastante, que el bereber Munuza, treméndamente asustado, abandonó Gijón y, trató de poner tierra por medio  huyendo hacia León, protegido, eso sí, por las milicias que mandaba. Le persiguen, claro está, las huestes de don Pelayo. Y cuando le alcanzan, acaban con la tropa de su séquito y le dan muerte. La inesperada derrota sufrida por los sarracenos en la batalla de Covadonga, sirvió para que muchos cristianos de Asturias, de Galícia y de Vizcaya perdieran el miedo y se integraran animosamente  en  la fuerza militar del nuevo Reino de Asturias.

domingo, 26 de noviembre de 2017

LOS SUEÑOS DEL NACIONALISMO CATALÁN

    III – Seguimos sin encontrar referencias a Cataluña
       

En la primavera  del año 719, el califa Umar II prescinde del anterior walí Al-Hurr y nombra gobernador de Al-Ándalus a Al-Samh ibn Malik, que continuó con el asedio a la Narbonense,  iniciado en el año 716 por su predecesor. La ciudad de Narbona aguantó estoicamente el tipo y  Al-Samh no logró doblegarla hasta bien entrado el año 720. Y en ese momento, y sin miramiento alguno, los defensores fueron pasados a cuchillo. Con Narbona, cayó también Perpiñán y otras ciudades limítrofes. En esa misma campaña, murió Ardón, el último rey visigodo
Y como Al-Samh necesitaba realizar nuevas conquistas o, por lo menos, conseguir un buen botín, en el año 721 deja en Narbona una guarnición de soldados y se dispone a sitiar con su ejército la ciudad histórica de Carcasona. Pero al ver que  las murallas  de esta ciudad eran prácticamente inexpugnables, decidió avanzar hacia Tolosa, que pertenecía al Reino de los francos. Y tras dos meses de asedio, logró asaltar la ciudad en junio. Pero justo en ese momento, llegan a Tolosa las tropas que había logrado reunir Odón el Grande, que causan una grave derrota a los musulmanes. El mismo Al-Samh muere en ese combate.
Tras la muerte de  Al.Samh en la batalla de Tolosa, el ejército sarraceno eligió allí mismo a Al-Ghafiqi como  nuevo walí interino,  ya que gozaba de una gran simpatía entre sus soldados porque siempre repartía con ellos el botín conseguido. Y desde el primer momento, nada más  ser nombrado gobernador, se ocupó de reorganizar y levantar convenientemente la moral de los restos de su tropa, evitando cuidadosamente  que fueran hostigados en su retirada por las fuerzas atrincheradas en la fortaleza de Carcasona.
En la  primavera del año 722, llegó con su ejército a tierras asturianas para acabar definitivamente con la insurrección de unos cristianos, que capitaneaba don Pelayo, a los que persigue hasta las montañas de Covadonga. Y al llegar allí, las menguadas huestes de don Pelayo, que se crecen con las dificultades orográficas,  provocan el pánico en las tropas agarenas, que huyen desordenadamente. Hasta el bereber Munuza,  que actuaba como gobernador, huye precipitadamente de Gijón e intenta ponerse a salvo. Con esa sorprendente victoria sobre los musulmanes, don Pelayo pone en marcha el conocido Reino de Asturias.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

LOS SUEÑOS DEL NACIONALISMO CATALÁN

       II – El dominio musulmán traspasa  los Pirineos y entra en Francia


 Al comprobar que el reino visigodo está sumido en una grave crisis por su despiadada lucha interna por el poder monárquico, los musulmanes creen que ha llegado el momento propicio para conquistar la antigua Hispania romana, llevando allí su “guerra santa”. Para preparar el terreno y calibrar sus posibilidades, comienzan a tantear  las costas más meridionales de la península, organizando esporádicos ataques y saqueos. Y como apenas encuentran oposición alguna, piensan que ha llegado el momento  de cruzar el estrecho de Gibraltar para expandirse por todo el territorio visigodo.
Las huestes musulmanas, dirigidas por el bereber Tariq ibn Ziyad, inician la travesía del estrecho, coincidiendo con la llegada de la primavera del año 711 y desembarcan en la bahía  de Algeciras, que entonces se llamaba Iulia Traducta o Tingentera. Cuando Tariq pudo contar con todo su ejército, compuesto por más de 7.000 bereberes y unos 5.000 africanos, comenzó a saquear sistemáticamente las zonas y las ciudades  más próximas de la baja Andalucía.
Este ataque musulmán no despertó preocupación alguna en el reino de Toledo, porque los sarracenos solían organizar, desde el norte de África, alguna que otra incursión militar de este tipo contra diversas poblaciones del sur peninsular. Y cuando ocurría esto, o eran rechazados inmediatamente  por las fuerzas locales, o se retiraban ellos mismos, después de conseguir un buen botín.
Pero ahora era diferente, ya que Tariq ibn Ziyad y sus bereberes atacaban con una violencia inusitada y no tenía intención alguna de retirarse voluntariamente de las ciudades que conquistaban. Una vez comprobados estos extremos, don Rodrigo abandonó la lucha que mantenía en el norte contra nobles  partidarios de Agila II y regresó precipitadamente a Toledo para enfrentarse a los invasores islámicos. Pero no olvidemos que la crisis y los desacuerdos que motivaron las luchas internas y las divisiones en el reino visigodo, habían reducido considerablemente la capacidad bélica de los hombres de don Rodrigo.

sábado, 21 de octubre de 2017

LOS SUEÑOS DEL NACIONALISMO CATALÁN

I – Llegan los musulmanes a España  y Cataluña aún no existe








Está sobradamente demostrado que los nacionalistas catalanes están inmunizados contra el desánimo y el abatimiento. Ni la lluvia de chuzos, aunque caigan de punta, los desmoraliza. Llevan siglos buscando incansablemente en la historia los restos de la Cataluña soñada que, en otro tiempo, pudo haber sido nación libre e independiente. Y como de momento no aparecen esos supuestos despojos, terminarán viajando a Atenas para hacerse con la lámpara o candil de aceite que utilizaba Diógenes de Sinope, en su afán diario por encontrar  algún que otro hombre honesto.
Esa lámpara, es verdad, no  fue efectiva en la afanosa búsqueda de Diógenes el Cínico. Pero si los separatistas catalanes fueron capaces de dar con la incontestable filiación catalana de personajes tan destacados como Colón, Cervantes o la misma Santa Teresa de Ávila, ¿qué no harían si tuvieran  esa lámpara en sus manos? Sin esa lámpara, y aunque Cataluña siempre ha estado vinculada jurídicamente a otras entidades de mayor rango, los catalanes ya han logrado encontrar, según dicen, varios períodos históricos  en los que han sido completamente autónomos e independientes.
Sabemos que los romanos desembarcaron en Ampurias en el año 218 a.C., más que nada, para destruir la retaguardia de Aníbal y, por supuesto, para iniciar seguidamente su expansión por la península ibérica. Cuando se puso fin a la última Guerra Púnica, ya se habían apoderado de todas las posesiones que tenían los cartagineses a lo largo de la costa mediterránea. Y en el año 197 a.C., para hacer más fácil la administración, dividen todo ese territorio en dos provincias, la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior.
 La Hispania Citerior ocupaba toda la costa oriental de España, incluyendo todo lo que hoy es Cataluña y Valencia, y llegaba hasta la ciudad de Cartago Nova, que es la actual Cartagena. Pese a la feroz resistencia que encontraban en algunos territorios, la penetración de los romanos continuó imparablemente hacia el interior, sometiendo así a todos los pueblos ibéricos. Los territorios conquistados en el centro, en el norte y en el noroeste  de la península, Cesar Augusto los agregó a la Hispania Citerior que, a partir de entonces, pasó a llamarse la Hispania Tarraconensis.

viernes, 13 de octubre de 2017

A CADA UNO LO SUYO

VII – La Guerra Civil Española 


Si nos atenemos a los hechos, tenemos que reconocer que el Ejército y una buena parte del pueblo llano, recibieron la llegada de la República con cierto recelo, porque fue instaurada de manera irregular. Pero esa prevención o desconfianza se trocó en irritación, cuando el llamado Frente Popular llega al Gobierno en febrero de 1936, valiéndose de unas elecciones claramente fraudulentas.
Y ese enfado subió aún más de tono cuando constataron que los responsables de ese Frente usaban intencionadamente el poder para transformar el Estado en un instrumento antidemocrático y sectario, para ponerlo, sin más, al servicio de la violencia y el crimen. Y si ya estaban los ánimos suficientemente caldeados,  lograron que, con el asesinato de José Calvo Sotelo, media España se levantara en armas contra esa manera pérfida de hacer política.
Con la llegada al poder del Frente Popular, cambió tanto la República, que no se parecía en nada  a la que se instauró el 14 de abril de 1931. Dejó de ser democrática y, en realidad, terminó siendo un régimen prácticamente ilegítimo. Y sus dirigentes estaban tan seguros de sí mismos, que ni se molestaban siquiera en guardar las apariencias. Retaban descaradamente a los militares que protestaban por la imprevista deriva de la República. Pensaban que, si lograban sublevarlos, acabarían fácilmente con ellos, y así podrían implantar libremente, y sin oposición alguna, la revolución soñada por la izquierda.
Como ya sabemos, el alzamiento militar que se inició el 17 de julio de 1936 en las ciudades españolas de Marruecos, llegó rápidamente a la Península. El mismo 18 de julio, el general Queipo de Llano aplastó fácilmente la resistencia obrera y sindical de Sevilla, y logró el control de tan importante plaza. Pasó lo mismo en la ciudad de Cádiz con los generales Varela y López Pinto.
Tuvo más problemas Ciriaco Cascajo Ruiz,  gobernador militar de la provincia y coronel del Regimiento de Artillería Pesada nº 1, para hacerse con el control de Córdoba. Aunque el gobernador civil, Antonio Rodríguez, estaba inicialmente dispuesto a entregar el Gobierno a los insurrectos, se vuelve atrás cuando constata la firme oposición de un grupo, entre los que estaba el alcalde de la ciudad  y el presidente de la Diputación. Tuvieron que ser los cañones del cuartel de Artillería los que acabaran finalmente con la negativa frontal de ese grupo. Granada caería dos días después.

domingo, 1 de octubre de 2017

A CADA UNO LO SUYO

VI – Estalla la Guerra Civil Española

 Como es sabido, la II República se instauró en España poco menos que a traición y sin contar con el consenso generalizado de la sociedad. Fue proclamada sin contar con la derecha, y en el contexto de las Elecciones Municipales del 12 de abril de 1931 que, para más INRI, ganaron abrumadoramente los monárquicos. Con juego sucio o sin él, es verdad, los republicanos logran hacerse con la mayor parte de las capitales de provincia, lo que fue determinante para que, el día 13, sin esperar al recuento definitivo de los votos, se echaran a la calle para organizar anticipadamente una toma simbólica de los ayuntamientos.
Y como las noticias que llegaban de las poblaciones rurales eran inquietantes para los republicanos, el comité revolucionario de estas formaciones políticas decide adelantarse sin más y, sorprendiendo a propios y extraños, el mismo día 14 por la tarde, se constituye en “Gobierno Provisional” de la República, con Niceto Alcalá-Zamora como presidente.
Los republicanos toman esta decisión, claro está, pervirtiendo gravemente la legalidad, ya que aquellas elecciones no tuvieron jamás carácter plebiscitario ni de referéndum. Fueron simplemente eso, unas elecciones municipales más. Entre los conspiradores contra el régimen monárquico hubo ciertamente gente, no mucha, adscrita a la derecha tradicional. Se trata, claro está, de personas muy concretas, que han dado ese paso por despecho o por desencanto. La derecha como tal, es cierto, ni estuvo en esa guerra, ni se contó con ella.
La izquierda española, en general, siempre ha defendido que ese cambio de régimen se realizó de una manera modélica y, por supuesto, respetando escrupulosamente la democracia, aunque sabe  perfectamente que  no fue así. No es de extrañar, por lo tanto, que la derecha se sintiera incómoda en una República que se instauró a sus espaldas y, por añadidura, de una manera francamente ilegal. Pero aun así, mantuvo un meticuloso respeto por la nueva República, mientras esta respetó, aunque con ciertos altibajos, las libertades públicas y la democracia. Y hasta los militares, en general, supieron guardar disciplinadamente las formas

jueves, 21 de septiembre de 2017

NUEVOS PROYECTOS PARLAMENTARIOS

En las famosas ciudades-estado de la Grecia clásica y de la antigua Roma Imperial encontramos ya estructuras políticas y democráticas, que elegían directamente los ciudadanos. En el Senado romano, se marginaba, es verdad, a los senadores plebeyos, y se le atribuía un rango diferente e inferior al de los senadores patricios. Pero todas esas asambleas electas, tanto las helénicas como las romanas, se comportaban más bien como auténticos órganos municipales, ya que, en vez de controlar a los que ejercían el poder, lo asesoraban, o se dedicaban preferentemente a gestionar la cosa pública.
Para que apareciera en escena el parlamentarismo moderno, tenemos que esperar, nada menos que hasta la primavera del año 1188. Y fue precisamente en León, donde tuvo lugar ese acontecimiento. Y fue precisamente en el maravilloso Claustro de la Basílica de San Isidoro, donde se celebraron las primeras Cortes representativas que se conocieron en Europa y en cualquier otra parte del mundo.
Cuando el joven rey Alfonso IX accedió al trono, se encontró con las arcas vacías, entre otras cosas, por culpa de los gastos ocasionados por la guerra con Portugal y con Castilla. Y para continuar expandiéndose hacia el sur con la Reconquista, la corona leonesa necesita incrementar notablemente sus ingresos y recurre, cómo no, a la imposición de nuevos impuestos, provocando así una subida exagerada de los precios. Esa decisión real molestó enormemente a la clase ciudadana y, para defender sus propios intereses frente a los del monarca, comenzó a exigir contrapartidas. Ante todo, exigía intervenir en la fiscalización de los gastos regios.
 Para acallar esas protestas, el rey Alfonso IX convoca las Cortes del Reino de León, en las que intervienen por primera vez con voz y voto, al lado del clero y la nobleza, los representantes electos de las principales ciudades. En ese Parlamento, además de ampliar los Fueros de León dictados por Alfonso V, se promulgaron varias leyes destinadas a proteger los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos, instaurando la inviolabilidad del domicilio y del correo. Y se obligaba al rey a convocar nuevas Cortes, tanto para hacer la guerra como para declarar la paz.
Y ese tipo de Parlamentarismo democrático, que daba voz a la incipiente burguesía, se extendió rápidamente a los demás reinos de la península ibérica y, por supuesto, a todos los estados  de la Europa Occidental. Ahí están, por ejemplo, las asambleas de los Estados generales que se celebraban en el reino de Francia. Y como no podía ser menos,  el rey Juan Sin Tierra recurrió en 1215 a ese estilo de Parlamentos en el reino de Inglaterra para hacer frente a la rebelión de sus barones.
A partir de aquella primera convocatoria de las Cortes Leonesas en 1188, los monarcas y todos los que, de forma democrática, dirigen los destinos de los diferentes Estados se encuentran mediatizados por sus respectivos Parlamentos. Hasta hace muy pocas décadas, los representantes ocasionales del pueblo estaban normalmente a  favor  del bien común y del interés general de los ciudadanos. Y siempre estaban dispuestos, cómo no, a frenar cualquier tipo de arbitrariedad que pudiera cometerse desde el poder.

martes, 1 de agosto de 2017

A CADA UNO LO SUYO

            V – Desastroso final de la II República Española

A pesar del enorme fracaso de la Revolución de Octubre de 1934, Francisco Largo Caballero seguía contando con el apoyo de los socialistas adscritos al sector “bolchevique”  o “leninista”. Y quería conseguir el poder, para cambiar el rumbo de la República burguesa e impulsar el socialismo soviético. Reconocía, eso sí, que había cometido un error garrafal al tratar de conseguir ese objetivo, utilizando exclusivamente la insurrección prescindiendo por completo del sistema institucional representativo.
Es verdad que Largo Caballero buscó afanosamente la manera de  importar la revolución rusa, para convertirse inmediatamente en el indiscutible “Lenin español”. Y tardó demasiado tiempo en comprobar que es prácticamente imposible imponer por la brava el socialismo marxista en los pueblos donde la clase media tiene una gran implantación. Y menos aún si, como ocurre en España, los oficiales y los mandos del Ejército proceden de esa clase media o, incluso, de la clase alta.
Tras el morrocotudo fracaso de la Revolución de Octubre de 1934, Largo Caballero y sus acólitos, aceptan sumisamente los consejos de la Komintern o III Internacional, y comienzan a organizar una especie de frente antifascista, coaligando a todas las fuerzas políticas y sindicales de izquierda. Y para que esa alianza tuviera un aire más obrerista, exigieron que entrara a formar parte de ella  el Partido Comunista de España (PCE). Y esa coalición entre los republicanos de izquierda y los socialistas se oficializó, por fin, el 15 de enero de 1936, firmando el PSOE por el PCE, por el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña y por el POUM.
Y la República defendida por esa coalición, que comenzó a llamarse Frente Popular, discrepaba substancialmente con los dictados de la II República. Y con el fin de reconvertir el sonado fracaso de octubre en una indiscutible victoria popular, incluyeron en su programa la amnistía de los delitos políticos y sociales y, por lo tanto, la excarcelación de todos los detenidos por la famosa Revolución de Octubre. Semejante consorcio comenzó a ser operativo tras las elecciones generales, que se celebraron el 16 de febrero de 1936.
No se habían resuelto totalmente los problemas derivados del famoso escándalo del estraperlo, cuando estalló el caso Nombela. Y esta circunstancia es aprovechada inmediatamente por José María Gil-Robles para forzar la dimisión del presidente del Consejo de Ministros, Joaquín Chapaprieta, retirando su apoyo al Gobierno de coalición con el Partido Republicano Radical. Y Gil-Robles completa la faena, exigiendo la presidencia del Gobierno para sí mismo.

miércoles, 14 de junio de 2017

A CADA UNO LO SUYO

IV –El Golpe de Estado de octubre de 1934

Los militantes de la derecha y del centro republicano llegaron a las elecciones generales de junio-julio de 1931 totalmente divididos y desorganizados y sin la más mínima opción de obtener un resultado decoroso. Fueron ampliamente derrotados por la llamada Conjunción Republicano-Socialista que, en un principio, estuvo formada por los socialistas,  los radicales de Alejandro Lerroux, los radical-socialistas de Juan Botella, la Derecha Liberal Republicana  de Niceto Alcalá-Zamora y la Acción Republicana de Manuel Azaña.
La abultada derrota de los conservadores les obligó a desarrollar un papel meramente secundario y testimonial en las reñidas discusiones constitucionales que se abrían con aquellas elecciones. Y esta situación fue aprovechada despiadádamente por la flamante Conjunción Republicano-Socialista para rechazar, sin remilgo alguno, su participación en el proyecto de la Constitución de 1931 que se comenzaba a elaborar.
Y aunque esa Conjunción Republicano-Socialista comenzó a redactar la nueva Constitución con ilusión y entusiasmo, el carácter sectario y revanchista de los socialistas del PSOE y de la UGT terminó chocando con la Derecha Liberal Republicana, liderada por Alcalá-Zamora y, más tarde, con el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Y esas disensiones, como es lógico, acabaron con el idilio republicano inicial de la coalición.
Tanto Niceto Alcalá-Zamora como Miguel Maura se opusieron rotundamente a la disolución de las Órdenes Religiosas y a que se nacionalizaran sus bienes. Pretendían, cómo no, elaborar una Constitución en la que cupieran todos los españoles, una Constitución, por lo tanto, sin el menor rastro de radicalismo o sectarismo ni de la derecha, ni de la izquierda. Y como no fue posible el acuerdo, Alcalá-Zamora y Maura dimitieron de sus cargos en el Gobierno, siguiendo su ejemplo, poco tiempo después, los radicales de Lerroux, dando paso así al llamado bienio reformista, en el que los socialistas tenían un amplio margen de maniobra.
Es verdad que Alcalá-Zamora y Miguel Maura fueron incapaces de constituir una derecha republicana competitiva y con cierto gancho o predicamento entre los electores. Y esto sirvió, como era de esperar, para que se frustraran totalmente sus expectativas de organizar un grupo con posibilidades reales de exigir cuentas a la coalición izquierdista del Gobierno, que encabeza Manuel Azaña.

viernes, 19 de mayo de 2017

A CADA UNO LO SUYO

III – Primeros pasos de la II República

En España, es verdad, se instauró por dos veces la República, y terminó rematadamente mal en ambas ocasiones.  La I República fue proclamada por las Cortes el 11 de febrero de 1873, tras la renuncia al trono de España del rey Amadeo I de Saboya. Hay que reconocer que, de aquella, el republicanismo tenía muy poco predicamento entre los españoles de a pie, y los políticos estaban internamente divididos. Por un lado estaban los federalistas moderados que pretendían construir la federación desde arriba, desde el Estado. Y por otro, estaban los intransigentes que, como Antonio Gálvez Arce, pretendían construir esa federación desde abajo.
Y gracias a esa división interna que mantenían los federalistas, la República mantuvo siempre su debilidad inicial y su enorme inestabilidad política. Precisamente por eso, y a pesar de su extremada brevedad, fueron cuatro los presidentes que se sucedieron en ese año escaso: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar, todos ellos militantes del Partido Republicano Federal.
La Tercera Guerra Carlista y los continuos disturbios que se generaban en las Antillas Mayores con la aparición del sentimiento nacional  en Cuba y en otras colonias, estaban demorando excesivamente la puesta en marcha del sistema federal acordado. Y ese retraso fue determinante para que los federalistas jacobinos e intransigentes decidieran independizarse de Madrid y llenar España de minúsculas repúblicas autónomas, los famosos cantones independientes, algunos tan pequeños como Camuñas o Jumilla. Ese levantamiento cantonal afectó principalmente a localidades de Valencia, Murcia y Andalucía.
Destaca por su violencia, y por su duración, la República independiente o cantón de Cartagena, que logró mantener su independencia algo más de medio año. El diputado federal murciano, Antonio Gálvez Arce, apodado  Antonete,  asumió el mando del cantón, y el día 12 de julio de 1873, con la inestimable ayuda de la marinería, se apoderó de la flota de  la Armada, que estaba fondeada en el puerto de Cartagena.
Comandando esa especie de escuadra pirata, el famoso diputado Antonete, se dedicaba constantemente a sembrar el terror en las ciudades y poblaciones costeras más próximas.  Y todo, para que  se unieran a la rebelión y, más que nada, para que contribuyeran a los gastos con cuantiosos impuestos revolucionarios. Y cuando alguna ciudad se negaba a pagar ese impuesto, era inmediatamente bombardeada, como ocurrió con Almería y con Alicante, por negarse a abonar los 100.000 duros exigidos.

martes, 2 de mayo de 2017

A CADA UNO LO SUYO

II – Un golpe de Estado en toda regla


El afán desmedido de intervenir en política de manera  partidista, mostrado por Alfonso XIII desde el comienzo de su reinado, fue determinante para que varios políticos monárquicos abandonaran su filiación  liberal o conservadora y se integraran con los republicanos. El 13 de septiembre, por ejemplo, Miguel Primo de Rivera se sublevó contra el Gobierno para alejar cualquier posibilidad de contagio con la revolución bolchevique y, por supuesto, para solucionar de una vez los problemas derivados de  la inapelable derrota que sufrieron las tropas españolas  el 22 de julio de 1921, ante los rifeños, comandados por el famoso Abd el-Krim.

La reacción del Gobierno legítimo ante la rebelión del capitán general de Cataluña, no se hizo esperar, y el 14 de septiembre, un día después del golpe de Estado, pidió al monarca la destitución fulminante de los generales golpistas y que convocara inmediatamente las Cortes Generales. Al no ser atendida su petición, el Gobierno presentó su dimisión y Alfonso XIII, sin más, nombra presidente del Gobierno a Miguel Primo de Rivera.

Al oficializar por su cuenta y riesgo la Dictadura Militar, el rey cometió  un error francamente garrafal. Con esa desafortunada decisión, además de sembrar el desánimo entre los políticos de tendencia liberal o conservadora, abrió una crisis extremadamente grave y peligrosa que, poco a poco, fue  socavando los cimientos del sistema monárquico tradicional. Es evidente que, en esa ocasión, Alfonso XIII se olvidó de su condición de monarca constitucional, y actuó como si fuera un simple jefe de Estado, lleno de tics de corte dictatorial.

Una vez constituido el Gobierno, Miguel Primo de Rivera confesó espontáneamente que no pensaba eternizarse al frente de un Ejecutivo y que, por lo tanto, su régimen sería algo meramente provisional. Y precisó aún más, señalando que su Gobierno no duraría nada más que los noventa días que, según sus cálculos, necesitaría para salvar a España de “los profesionales de la política” y  su regeneración posterior. Pero se olvidó muy pronto de ese propósito inicial, y su Dictadura duró nada menos que seis años completos y cuatro meses.

Y es en abril de 1924, cuando el dictador da los primeros pasos para  eternizarse en el poder. Comienza creando su propio partido político, la Unión Patriótica, para que su Directorio Militar encuentre un apoyo civil suficiente. Y en diciembre de 1925, aprovechando el indiscutible éxito de la campaña de África, da un paso más y sustituye el Directorio militar por otro más abierto y de carácter civil, con la intención maquiavélica de institucionalizar su régimen dictatorial. Con el Directorio Civil, Primo de Rivera instaura de nuevo el Consejo de Ministros tradicional, en el que participan indistintamente civiles y militares.

lunes, 17 de abril de 2017

A CADA UNO LO SUYO

I – La Clase Media y el Estado del Bienestar



El dirigente principal de la Revolución de Octubre de 1917, Vladímir Ilich Uliánov, al que conocemos con el nombre de Lenin, nos dejó una frase que ha hecho historia: "Una mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad". Después vendría Paul Joseph Goebbels y, sin pretenderlo, popularizaría esta misma frase, dándole, eso sí,  esta otra redacción: "una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad".

Es evidente que Goebbels, el fiel jefe de campaña de Adolf Hitler, había asimilado íntegramente la vieja doctrina de Nicolás Maquiavelo sobre la mentira. Mentir, por lo tanto, para este agitador de masas germano, carecía totalmente de connotaciones morales. La mentira era siempre válida, si servía para influir de manera decisiva en la sociedad. Y Joseph Goebbels procuraba sacar, cómo no, el máximo provecho de todas sus mentiras. Y ponía tanta pasión en sus soflamas que, a pesar de estar ardiendo el Reich y la Wehrmacht abandonando desordenadamente los frentes, el pueblo alemán aún pensaba  que era posible la victoria.

Con sus discursos sumamente apasionados, el omnipresente ministro de Propaganda hitleriano, del mismo modo que estructuró el entramado político del régimen nazi, también supo despertar el entusiasmo de la juventud germana, para que se afiliaran en masa al nuevo Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Y gracias a esas encendidas peroratas, esos mismos jóvenes mantuvieron alta su moral y su voluntad de resistencia hasta que llegó el momento de la inevitable derrota. El mismo Goebbels se creía a pie juntillas todas sus patrañas.

La mentira es casi tan vieja como el mundo que nos rodea y los políticos la llevan en su propio ADN. Por lo tanto, necesitan mentir, y utilizan la mentira, unas veces por razones puramente egoístas y, otras, como simple herramienta para rentabilizar su actividad política en beneficio propio y del pueblo a quien dicen servir. Todos ellos han hecho suya la famosa frase de Goebbels y, sin excepción, piensan que, para el desarrollo político, la mentira es mucho más útil que la verdad. Sobre todo para los políticos de la izquierda que, por supuesto, suelen mentir generalmente con mucha más desfachatez e insolencia que los de la derecha.

Los socialistas, por ejemplo, que padecen la peor crisis institucional de su historia por culpa de dos secretarios generales tan nefastos como José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, utilizan la mentira y el embuste, ¡faltaría más!, con verdadero cinismo y desvergüenza. Y lo hacen para disimular su situación actual, que es crítica y totalmente insostenible. Simulan sentirse muy orgullosos, rememorando, cómo no, épocas pasadas mucho más gloriosas. Precisamente por eso, se pavonean de haber puesto a vivir a los españoles, y atribuyen abierta y desvergonzadamente  a los Gobiernos de Felipe González la puesta en marcha del Estado del bienestar.

domingo, 2 de abril de 2017

LOS POLÍTICOS Y EL LOBBY LGTB



En la segunda mitad del siglo V a.C., a la vez que se multiplicaban los enfrentamientos entre las distintas polis o ciudades-Estado de la Antigua Grecia, la muchedumbre más baja irrumpe masivamente  en la vida pública helena. En consecuencia, todos los ciudadanos pueden intervenir directamente en política y ocupar cualquier cargo público. Y esto fue determinante, para que la tradicional cultura griega, como tal, perdiera su propia identidad y comenzara a disgregarse o, al menos,  a ser mucho más localista.

A partir de entonces, y gracias a esos cambios sociales evidentes, la situación política en Grecia es cada vez más inestable. Al intervenir cada vez con mayor frecuencia en los asuntos del Estado, si querían salir airosos en los distintos debates o litigios políticos, los ciudadanos necesitaban perentoriamente una educación mucho más específica. Para poder persuadir y cautivar   a la gente, estaban obligados a recurrir a alguien que les enseñe el arte de hablar bien en público y, sobre todo, a manipular convenientemente el lenguaje. Y en esto eran auténticos maestros los filósofos sofistas de la época.

Los sofistas griegos supieron adaptarse perfectamente a la nueva situación histórica y, en vez de dedicar su tiempo  al estudio de la naturaleza como los filósofos presocráticos, comenzaron a preocuparse prioritariamente del hombre y de su comportamiento social. Y como sabían que, seduciendo y conquistando a los jóvenes, adquirían fama y renombre, les enseñaban a ser buenos ciudadanos y, por supuesto,  les ayudaban a desenvolverse con soltura en los asuntos públicos.

Protágoras de Abdera fue el primer sofista profesional importante que, rompiendo con la tradición de los filósofos presocráticos, se olvidó de los misterios del cosmos y comienzó a recorrer las distintas poblaciones de Grecia para impartir sus enseñanzas. Sostiene que el hombre es la medida de todas las cosas: “como cada cosa me aparece, así es para mí; y como aparece a ti, así es para ti”, que es tanto como decir que todo es relativo, el mundo, el conocimiento y hasta la misma moral. El hombre, por lo tanto,  es incapaz de alcanzar la verdad universal y objetiva. Cada hombre tiene su propia percepción de las cosas y, por lo tanto, su verdad.

El otro sofista importante, Gorgias de Leontinos, defiende un escepticismo y un relativismo subjetivo mucho más radical, si cabe, que el propio Protágoras. Se reía abiertamente de la ciencia y de cualquier clase de conocimiento. Para Gorgias, no existía nada. Y si existía alguna cosa no la podríamos conocer. Y si llegáramos a conocerla, el lenguaje humano no nos permitiría transmitir ese conocimiento a nadie más.