domingo, 25 de enero de 2015

SÍ, ¡ESPAÑA ES DIFERENTE!

Entre los años 1962 y 1969, el aislamiento internacional de España era casi total y resultaba extremadamente angustioso y asfixiante. Se había vuelto a poner de moda, dentro y fuera de  nuestras fronteras, este malicioso y despectivo apotegma: “África empieza en los Pirineos”. Esta frase, atribuida al escritor francés Alejandro Dumas (padre), fue ampliamente  utilizada durante el siglo XIX y, en una buena parte del XX, por los europeos en general  y, muy particularmente, por los franceses, que se sentían muy superiores a los españoles y se reían descaradamente de nuestro proverbial subdesarrollo.

Es en la década de los sesenta del pasado siglo XX, cuando España comienza a despertar y a desprenderse de sus viejos e inoperantes complejos. Abandona definitivamente su economía autárquica y maltusiana y la sustituye por otra mucho más ortodoxa y similar a la que se  practicaba en los demás países del mundo occidental. Al copiar el estilo de vida tradicional en Europa y liberalizar nuestro comercio interior, se resquebrajó el muro de nuestro aislamiento y empezamos a crecer económicamente de una manera sostenida y desconocida hasta ese momento.

Para completar el cuadro, llega Manuel Fraga Iribarne al Ministerio de Información y Turismo y pone en marcha una nueva industria, el turismo, que mejora notablemente los resultados económicos de aquella época. Y comienza a ofrecer a los posibles turistas extranjeros nuestras playas y nuestro sol. Y además de un clima inmejorable, que está justo al lado de su propio país y excelentemente preparado para la práctica turística, les vende también un destino exótico y diferente, lleno de atractivos por las costumbres primitivas y arcaicas que mantienen los españoles. Subraya la inmensa seducción que tienen los hábitos inconfundibles de los españoles, su idiosincrasia y su manera de ser y de entender la vida.

Y lo hace  con este eslogan publicitario tan sencillo y tan lleno de contenido y certero como éste: “Spain is different", que sirvió para despertar el interés de los turistas extranjeros y, en consecuencia, para poner en marcha unos de nuestros mejores negocios de aquella época. La frase “Spain is different" nos desnuda y deja al descubierto ciertas singularidades propias nuestras, que  no encontramos en los demás europeos, y que han llevado a muchos turistas extranjeros a querer conocernos.

sábado, 10 de enero de 2015

LOS PAGANOS DE LA CRISIS

La Revolución Industrial, que se inició a mediados del siglo XVIII en Gran Bretaña y que se extendió unas décadas más tarde al resto de Europa y a Estados Unidos, cambió radicalmente los métodos de producción. Hasta entonces, la economía se  basaba exclusivamente en el trabajo manual, y no tenía más fuentes de ingreso que la agricultura y el pequeño comercio. Se trataba, ni más ni menos, de una economía eminentemente rural y proco productiva. Pero con la revolución industrial, esa economía rural, familiar y rudimentaria da paso a otra economía urbana, manufacturera y mucho más pujante y productiva que la anterior.

Esta innovación industrial produjo un gran impacto económico y dio lugar a enormes transformaciones tecnológicas y sociales generadoras, eso sí, de una mayor riqueza y de muchos puestos de trabajo. Los modestos talleres fueron convirtiéndose, poco a poco, en rentables fábricas que ocupaban cada vez a un mayor número de trabajadores. En este extraordinario desarrollo industrial influyó mucho la aparición de las locomotoras de vapor, que hicieron posible el transporte por ferrocarril de distintas materias primas, como el carbón y el mineral de hierro.

Al contar con ese medio de transporte, los dueños de las fundiciones, por ejemplo, que utilizaban  la madera y el carbón vegetal como combustible, comenzaron a usar el carbón mineral que, además de tener un poder calorífico notablemente más alto, era mucho más abundante y, en consecuencia, bastante más barato. Y así fue como la industria siderúrgica  comenzó a ser verdaderamente rentable y a producir más beneficios que nunca. Y pasó lo mismo con las demás industrias que, al disponer  de un medio de transporte tan rápido y barato como el ferrocarril, podían proveerse fácilmente de materias primas, y distribuir después toda su producción sin dificultad alguna.

El resultado no se hizo esperar. Para aprovechar plenamente el ritmo de crecimiento y la productividad de las empresas en expansión, se necesitaba mucha mano de obra. La naciente clase trabajadora comenzó a contar con un salario fijo, desconocido hasta entonces, que cubría con creces sus propias necesidades. Con esta nueva situación, el nivel de vida de los trabajadores fue creciendo, poco a poco, de manera continuada. Con el tiempo, alcanzaron una posición económica bastante desahogada, que les permitía competir con la vieja burguesía y con los terratenientes. Fue entonces cuando pasaron a formar parte de la clase media.

Aunque con esta industrialización mejoraron considerablemente los resultados para empresarios y trabajadores, no fue posible erradicar las crisis económicas que aparecen de manera inopinada cuando menos lo esperas. Antes de la Revolución Industrial, primaba la actividad de la agricultura y las crisis económicas eran producidas, como es lógico, por las condiciones climáticas adversas y también, cómo no, por la aparición de la peste o por las posibles guerras. Esto se traduce inevitablemente en un descenso de la producción de alimentos, ocasionando a veces situaciones gravísimas de miseria y de hambre.

jueves, 1 de enero de 2015

JAQUE MATE A LALIBERTAD

     
          Decía el poeta bengalí,  Rabindranath Tagore, que “no hay cosa más difícil de soportar que la fe ciega del estúpido”. No sé si Pablo Iglesias, el líder de Podemos, cree ciegamente en su proyecto político, o se está dejando llevar por una maldad extrema para imponer un sistema siniestro para colmar su desmedida ambición de poder. Y esto, por supuesto, sería mucho más intolerable que la simple fe ciega. De todos modos, como suele ocurrir frecuentemente, cuanto más perversos son los deseos de los políticos, más ágil es su lenguaje y más grandilocuente y pomposa su labia.

        Para empezar, hoy día en política hay poco que inventar. Prácticamente está ya todo inventado. En consecuencia, los ciudadanos de a pie no tenemos nada más que abrir los ojos y recapacitar un poco para descubrir a tiempo el tipo de mercancía que se nos quiere vender. Cuando aparezca un personaje iluminado, como el mediático líder de Podemos, si te dejas llevar, terminarán imponiéndote sus objetivos. No olvidemos que estas personas son muy falsarias y aparentan saberlo todo y, por supuesto, no admiten más maneras de pensar que la suya. Son tan frívolas que, si no pueden camelarte por las buenas, te acosarán con toda crudeza para imponerte su exclusiva forma de pensar.

     La historia europea es muy elocuente a este respecto. Los iluminados, que idolatran el pensamiento único, si se les da cancha, además de acabar con la libertad de los pueblos, terminan inevitablemente provocando una auténtica tragedia a toda la humanidad. Es el caso, por ejemplo, de personajes tan totalitarios y tan autócratas como Adolf Hitler y Iósif Stalin, con millones de muertos sobre la conciencia de ambos.

         Es muy llamativo para nosotros el caso de Hitler, líder del Partido Obrero Alemán desde 1921. Si exceptuamos su fallido golpe de estado de 1923 y su consiguiente encarcelamiento en Landsberg, la escalada política del futuro Führer alemán tuvo un desarrollo muy similar a la que está teniendo ahora Pablo Iglesias, el mandamás actual de Podemos. Una vez liberado, Hitler aprovechó a fondo sus dotes oratorias y, con su discurso plenamente populista y demagógico, encandiló a las muchedumbres de entonces, que terminaron apoyándole masivamente.

        Hitler cautivó y movilizó a todo el pueblo alemán, al enfocar sus problemas más acuciantes, recalcando mucho más los aspectos emocionales que los meramente racionales. Supo aprovecharse de la humillante derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial para granjearse el apoyo del ejército. Pasó lo mismo con los industriales, con las clases medias y con los trabajadores que estaban siendo golpeados cruelmente por una terrible crisis económica sin precedentes, agravada aún más por la actuación desconsiderada y egoísta de unos sindicatos desvergonzados.