domingo, 30 de agosto de 2015

MEJOR GESTORES QUE POLÍTICOS



A finales del siglo XVIII, Francia era un hervidero de protestas y de conflictos sociales y políticos. Los opositores al Antiguo Régimen, cansados de soportar tanta miseria y tanta injusticia, se enfrentaban violentamente a los partidarios del sistema feudal y del Estado absolutista. Los continuos conflictos del pueblo llano con los miembros de la nobleza, que no querían perder ninguno de sus privilegios tradicionales, eran cada vez más intensos y furibundos y terminaron provocando la conocida Revolución Francesa, que acabó con la opresión del absolutismo y que abrió una nueva etapa más libre y democrática, marcada ante todo por el principio de la soberanía popular.

Tras la toma de la Bastilla se constituyó en Francia la Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Constitución. Entre los parlamentarios había dos corrientes  políticas antagónicas: los girondinos por un lado y los jacobinos por otro. Y cada una de esas formaciones políticas, que estaban fuertemente enfrentadas entre sí, trataba de imponer su ley en la Asamblea, para hacerse más fácilmente con el poder.

Los girondinos, que eran mucho más elitistas que los jacobinos, querían limitar notablemente el derecho al sufragio universal. Con el apoyo claro de las clases burguesas, de todos los propietarios y de una amplia capa de la nobleza, seguían defendiendo los privilegios reales, implantando, eso sí, una monarquía parlamentaria. Los jacobinos, sin embargo, estaban a favor del sufragio universal y, por supuesto, querían instaurar un régimen republicano. Quizás por eso tenían el apoyo incondicional de las clases populares.

Para facilitar y dar más fluidez a las acaloradas discusiones parlamentarias sobre las prerrogativas  y las atribuciones del rey, que comenzaron el 11 de septiembre de 1789, los girondinos se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea y los jacobinos a su izquierda. Y así fue como los parlamentarios franceses inventaron los conceptos de “derecha” y de “izquierda” políticas. A partir de entonces, se tildaba de “izquierdas” a los que eran proclives  a los cambios políticos y sociales, y de “derechas” a los que eran reacios a esos cambios y tenían ideas moderadas. Y esa clasificación ideológica ha perdurado incomprensiblemente, a lo largo del tiempo, hasta nuestros días.

viernes, 14 de agosto de 2015

PROMETER, SIEMPRE FUE MUY FÁCIL


Son muchas las familias españolas que, como consecuencia de la grave crisis económica soportada, terminaron viviendo situaciones auténticamente infrahumanas. Y a pesar de las continuas promesas de Zapatero, el futuro previsible era cada vez más negro e inquietante. Ante tales perspectivas, no es de extrañar que, al no encontrar solución alguna a sus problemas, la gente  se excite y se desespere. Y que los jóvenes, que son mucho más radicales y exigentes, protesten airadamente en la calle y traten de romper el orden constituido.

La actitud de los partidos políticos tradicionales, con su falta habitual de proximidad a los ciudadanos y su escasa sensibilidad ante los continuos casos de corrupción, exasperó aún más a todas esas personas que no encuentran la manera de solucionar su vida y la de los suyos. La desesperación terminó haciendo mella, sobre todo entre los jóvenes, que veían como se disipaban, una tras otra, todas sus posibilidades de salir adelante. Y todo este malestar creciente, provocado por la pésima situación económica, fue hábilmente explotado por la extrema izquierda, comandada, cómo no, por Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y todos sus agitadores profesionales.

Los miembros de esa izquierda ultra y radical son especialmente diestros en el manejo de la Comunicación y practican profusamente el populismo más descarado. No les detiene jamás ni la mentira ni el engaño. Halagan como nadie a los descontentos, a los que se sienten golpeados por la vida, susurrándoles al oído, lo que en realidad quieren escuchar.  Por complicados que sean los problemas, estos populistas ofrecen siempre soluciones extremadamente simples y son capaces de prometer hasta cosas imposibles.

Con sus sibilinas promesas, estos activistas de la extrema izquierda han engañado y despersonalizado  a mucha gente, que ya ha dejado de pensar y que se guía exclusivamente por sus sentimientos. Para que los ciudadanos no reflexionen y sigan ciegamente sus indicaciones, les ocultan los problemas reales, jamás les hablan de la pobreza personal y familiar o el paro institucionalizado, que es lo que realmente está condicionando su vida.  Para mejor seducir a todos esos descontentos y estimular adecuadamente sus sentimientos, les dan siempre buenas noticias, sean estas reales o inventadas.

sábado, 1 de agosto de 2015

OTRA VEZ EL FLAUTISTA DE HAMELÍN

En un precioso cuento infantil de los hermanos Grimm, se narra que, en plena Edad Media, allá por el año 1284, la ciudad alemana de Hamelín había sido invadida por las ratas. Y aquellos pobres ciudadanos acabaron todos ellos terriblemente desmoralizados, ya que no encontraban la manera de acabar con semejante plaga. Y hasta resultaron tremendamente inútiles todos sus esfuerzos para frenar la desmesurada proliferación de tan antipáticos y molestos roedores.

Cando la desesperación de los aldeanos era ya máxima, llegó al pueblo un desconocido, vestido de arlequín, comprometiéndose a librarles de las ratas a cambio de una recompensa. Y los moradores de Hamelín aceptaron encantados aquella extraordinaria oferta. Y sin más preámbulos, el desconocido se puso a tocar su flauta. Y todas las ratas, atraídas por la música dulce de su flauta,  empezaron a salir precipitadamente de sus agujeros y a caminar hacia el sitio donde sonaba la música. Cuando tuvo a todas esas ratas reunidas a su alrededor, el flautista empezó a caminar hacia el rio Weser y las ratas, cautivadas por su música, iban todas tras él, y al llegar al rio perecieron todas ahogadas.

Cumplida su misión, el hombre vestido de colores volvió al pueblo para cobrar su recompensa. Pero los aldeanos no quisieron saber nada del contrato adquirido y se negaron a pagarle. El flautista, sumamente enfadado, abandonó el pueblo, prometiendo que volvería muy pronto, pero, eso sí,  con ánimo de revancha y en busca de la correspondiente venganza. Y Pedro Sánchez que, como un consumado flautista de Hamelín más, trata de castigar con todo cuidado  a sus adversarios políticos, no se pierde ningún detalle.

Antes de las elecciones municipales y autonómicas del pasado mes de mayo, el secretario general del PSOE procuró marcar distancias insalvables con Podemos. Llegó a decir, no sin razón y a plena luz, que Pablo Iglesias miente más que hablaba, y “que hace de la mentira su forma de hacer política”. Y se comprometió formalmente ante los principales empresarios españoles a no pactar jamás con  Podemos, ni antes, ni después de las elecciones. Porque, según Pedro Sánchez, Podemos es una fuerza política claramente “populista”. Y como dice muy bien el líder socialista, “El final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza (y) las cartillas de racionamiento”.

Pero llegaron las elecciones  del pasado 24 de mayo, y el partido de Pedro Sánchez obtiene un resultado electoral,  incluso peor que en las elecciones municipales de mayo de 2011, que ya es decir. Y si el desconocido arlequín regresó al pueblo para vengarse de los aldeanos, el secretario general del PSOE acudió inmediatamente a reunirse con Pablo Iglesias, otro flautista de Hamelín, para vengarse de los ciudadanos españoles.