domingo, 29 de julio de 2018

DE CAMINO HACIA NINGUNA PARTE


Hasta hace muy pocos años, la línea institucional del Partido Popular era extremadamente clara y estaba marcada indefectiblemente por unos valores morales y sociales iguales, o muy similares a los predicados por la religión católica. Y aunque siempre hubo algún que otro verso suelto que, de manera individual y esporádica, se dejaba llevar por la comodidad o por algún otro interés particular oculto e inconfesable, los responsables del partido utilizaban invariablemente la cordura,  salvaguardando escrupulosamente los valores tradicionales del humanismo cristiano.

Pero la situación comenzó a cambiar progresivamente tras la consolidación de Mariano Rajoy como presidente del partido. Optó por primera vez a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales de marzo de 2004, y fue claramente derrotado por José Luis Rodríguez Zapatero. Encabezó nuevamente la lista del Partido Popular en las elecciones de marzo de 2008, y volvió a cosechar otra contundente y dolorosa derrota, que produjo todo un terremoto entre los miembros de la cúpula del partido.

La moral de Mariano Rajoy sufrió un duro golpe con este nuevo  e inesperado fracaso electoral. El abatimiento y desánimo del líder de los populares llegó a ser tan profundo, que ya estaba barajando seriamente la posibilidad de arrojar la toalla y abandonar la política o emular a Saturno, el dios de la agricultura y la cosecha de la mitología romana, cuando fue privado de la corona del Empíreo y expulsado del cielo  por su propio hijo Júpiter. Y decidió, claro está, repetir la gesta de Saturno.

Tan pronto como Saturno se vio destronado y reducido a la condición de un simple mortal, corrió a ocultar  su derrota a Italia, junto al rey Jano que lo acogió amigablemente y hasta llegó a compartir con él la soberanía de su reino. Mariano Rajoy, sin embargo, en vez de ir a Italia, marchó a México, para rumiar allí a solas su frustración y su tremendo fracaso.

Y es en México, concretamente en Monterrey, donde Rajoy experimenta una transformación tan magnífica como sorprendente. Una de dos, o encontró allí, como Saturno, a un benéfico rey Jano dispuesto a protegerle,  o fue bendecido directamente por la sombra benéfica del propio Moctezuma. El caso es que regresó a España con una fuerte dosis de moral y con nuevos bríos. Y como no quería tener competencia, comenzó a organizar el XVI Congreso del Partido Popular con toda meticulosidad, para evitar que alguien pudiera disputarle la Presidencia del partido.

Comenzó, eso sí, culpando de todos los males del Partido Popular a los liberales y a los conservadores, a quienes pidió insistentemente, y con todo descaro, que abandonaran la formación política. Y como quería un partido sumiso y sin  “doctrinarios”, comenzó a relegar a las viejas glorias y a rodearse de gente oportunista y sin apenas solera. No quería en su entorno a quien pudiera torpedear su propósito de renovar el partido y de abrirlo  hacia otros horizontes mucho más amplios, incluido el centro izquierda.

lunes, 16 de julio de 2018

LAS ANDANZAS DEL PSOE




II.- El PSOE en sus primeros años


El fundador del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de la Unión General de Trabajadores (UGT), Pablo Iglesias Posse, tuvo una infancia y una juventud excesivamente dura y llena de privaciones. Es verdad que comenzó a trabajar muy pronto, pero como el salario de aprendiz de tipógrafo era tan exiguo, vivía junto a su familia de una manera precaria y austera. Y esa precariedad le dejaría seriamente marcado para todo el resto de su vida.

En junio de 1870, cuando aún no había cumplido los 20 años, Pablo Iglesias es elegido por los tipógrafos madrileños para ocupar un cargo de delegado en el consejo local de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) o Primera Internacional de los Trabajadores. Con esta elección, el futuro fundador del PSOE pasó a ser miembro oficial de una organización obrera de corte internacional. Y esto, claro está, fue determinante para que comenzaran a lloverle las complicaciones. Fue duramente perseguido, llegando a pisar la cárcel y tuvo que soportar hasta el despido de las distintas imprentas donde trabajaba.

La Asociación Internacional de los Trabajadores, fundada en Londres en 1864, estaba formada inicialmente por sindicalistas ingleses, franceses e italianos, de todas las orientaciones políticas. Aunque en un principio, colaboraban muy estrechamente los partidarios de Karl Marx y de Mijaíl Bakunin, no tardaron mucho en surgir discrepancias tan insalvables, que terminaron con la ruptura  de esa organización.

Los marxistas respaldaban la lucha por la revolución social mediante la conquista del poder del Estado, mientras que los bakuninistas o anarquistas propugnaban el poder de decisión por medio del consenso. Al estallar el conflicto entre ambas posturas, Pablo Iglesias mantiene su fidelidad a la línea marxista que, de aquella, era minoritaria en España. Tras la escisión de ambos bloques, colabora activamente en la creación de la Nueva Federación Madrileña.

En 1874, Pablo Iglesias asume la presidencia de la Asociación General del Arte de Imprimir, en la que había ingresado en 1873. Y nada más llegar a la presidencia de esta organización, comienza a preparar la creación de un nuevo partido político de corte netamente obrero y socialista. Su trabajo intenso y clandestino durante varios años culmina el 2 de mayo de 1879 con la fundación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en la comida de fraternidad que organiza en la taberna Casa Labra, situada en la calle Tetuán de Madrid. A esa comida asistieron 25 comensales, casi todos tipógrafos.

En un principio, el partido socialista nació sin la E de español, ya que para el abuelo, que es como se conocía a Pablo Iglesias, el marxismo no puede estar ligado al concepto de nación. Para los marxistas convencidos de aquella época, en la sociedad no había nada más que dos clases totalmente antagónicas, la burguesía y el proletariado. La E de español, por lo tanto no encajaba en modo alguno en la ortodoxia de la doctrina marxista. Y de hecho, los primeros socialistas fueron extremadamente reacios a dar al partido la calificación de español.