miércoles, 24 de abril de 2013

4.- Compromisos incumplidos


Es muy posible que hoy día el Gobierno de Mariano Rajoy esté completamente de acuerdo con aquel dicho de Napoleón Bonaparte que reza así: “no hay mejor  manera de mantener la palabra dada que no darla nunca”. Y es que fueron muchas las promesas que se hicieron a los ciudadanos españoles en la pasada campaña electoral de noviembre de 2011, y la mayoría de ellas han quedado sin cumplir.

Es cierto que España, en cuestiones económicas, no puede decidir por sí misma. Además de formar parte de la Unión Europea y de estar sometidos a una legislación comunitaria, estamos tremendamente endeudados y mantenemos un déficit público exageradamente alto que hipoteca nuestro futuro. Son por lo tanto nuestros acreedores los que condicionan nuestras actuaciones y los que, en definitiva, tienen la última palabra a la hora de tomar cualquier clase de decisión cuando haya intereses económicos de por medio.

Es perfectamente comprensible que Alemania, cuyo nivel de intervención en España es tan alto, haya conminado a Mariano Rajoy a endurecer recortes y a elevar desmedidamente la presión fiscal. Y Rajoy sabía, cómo no, que esto iba a ser así, por lo que debiera haber sido  mucho más cauto a la hora de formular promesas electorales sobre temas eminentemente económicos. Se hubiera ahorrado un buen número de alborotos callejeros y los ‘escraches’ o acosos irracionales  que han tenido que soportar algunos responsables populares.

Lo malo es que hay otros compromisos electorales en los que ni entran ni salen las autoridades comunitarias y siguen, no se si en el baúl de los recuerdos o en el de los olvidos intencionados. El caso del aborto es uno de ellos. En su programa electoral, el Partido Popular se comprometió a promover "una ley de protección de la maternidad con medidas de apoyo a las mujeres embarazadas". Aunque habla claramente de cambiar “el modelo de la actual regulación para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores", la fórmula que ofrece es intencionadamente ambigua. Pues nadie sabe si se trata de la derogación de la actual Ley del Aborto o de una simple reforma de la misma.

miércoles, 17 de abril de 2013

SE AMPLÍA LA BRECHA ENTRE POBRES Y RICOS


Los miembros del Gobierno de Mariano Rajoy, desde hace algunas fechas, aprovechan todas sus salidas en los medios de comunicación para señalar cumplidamente las bondades de las distintas reformas económicas puestas en marcha, casi al principio de la legislatura. Según dicen, se atisba ya luz al final del túnel, gracias principalmente a la reforma laboral y a la reforma del sector financiero. Su optimismo, fingido o real, no tiene límites y afirman muy ufanos que estamos llegando al final de la recesión. Y alegan como medida que avala esa previsión, el aumento notable de las exportaciones de bienes y servicios.

El primero en echar las campanas al vuelo ha sido el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, basándose precisamente en el supuesto superávit en la balanza de pagos que se augura al final de este ejercicio. Según las previsiones del ministro y del Gobierno, creceremos negativamente en los dos primeros trimestres del año, para tener una tasa de crecimiento muy próxima a cero en el tercer trimestre y que pasará a ser positiva en el cuarto. Y dice que, en 2014, creceremos en torno al 1% y comenzaremos a crear empleo.

Las previsiones económicas del Ejecutivo son demasiado optimistas y difieren notablemente de lo pronosticado por otras destacadas fuentes nacionales e internacionales. Son muchos los expertos analistas y las entidades financieras que vaticinan para España un año 2013 peor que el de 2012. Comparando las previsiones para 2013 con los datos obtenidos en 2012, admiten, eso sí, una mejora considerable en las exportaciones y un avance muy tímido en el IPC. Pero aseguran rotundamente que tanto el porcentaje  del PIB, como el consumo de los hogares y la tasa de desempleo van a quedar muy lejos de lo augurado por el Gobierno.

lunes, 8 de abril de 2013


Los países que forman parte de la Unión Europea, como consecuencia de la Directiva Comunitaria 2000/84/CE, están obligados a cambiar la hora dos veces al año, coincidiendo exactamente con los últimos domingos de marzo y de octubre. Con la disculpa de aprovechar mejor la luz solar y ahorrar energía eléctrica, el último domingo de marzo se adelantan los relojes una hora y se retrasa nuevamente el último domingo de octubre.

Este cambio de hora fue utilizado esporádicamente por algunos países durante la primera Guerra Mundial para ahorrar carbón, pero no se generalizó hasta que en 1974 se produjo la primera crisis del petróleo y algunos Gobiernos decidieron adelantar la hora en verano para gastar menos energía eléctrica en iluminación. Este cambio horario se lleva a cabo con carácter indefinido desde el año 2001 en todos los países miembros de la Unión Europea.

Y de acuerdo con esa misma Directiva Comunitaria, el pasado día 31 de marzo se nos ha impuesto a los españoles, una vez más, el llamado horario de verano. La disculpa que nos dan los responsables, es sobradamente conocida. Justifican la medida por los impactos positivos que ocasiona sobre el transporte, sobre las comunicaciones y hasta sobre las condiciones de trabajo, los modos de vida, el turismo y el ocio y, sobre todo, sobre el consumo energético. Aventuran hasta las cifras concretas de ahorro, nada menos que un 5% del consumo eléctrico, aproximadamente unos 300 millones de euros.

lunes, 1 de abril de 2013

INTEGRACIÓN DE ESPAÑA EN EUROPA



Consumado el Desastre del 98, España liquida los últimos restos del vasto Imperio colonial español. Después de ceder obligatoriamente a Estados Unidos Filipinas, Puerto Rico y Guam, vendemos a Alemania los Archipiélagos de las Islas Carolinas y Marianas por 25 millones de pesetas. Estos hechos provocaron en la sociedad española un gran pesimismo y una profunda desilusión. Y los intelectuales de entonces, primero los de la Generación del 98 y después los de la Generación del 14, comenzaron a replantearse nuevos desafíos. Empezaron exigiendo la modernización de la sociedad y la renovación política y hasta se permitieron debatir sobre el mismo ser de España.

Aparte de los planteamientos regeneracionistas para recuperar la moral y de tratar de superar la diferencia abismal existente entre la España real y la España legal, los intelectuales ponen su mirada en Europa. No quieren quedar culturalmente aislados. Algunos, como Miguel de Unamuno, abogan por desembarcar en Europa, pero llevando nuestra cultura y nuestro particular modo de entender la vida. Defendían la “españolización de Europa”. Los más jóvenes, como José Ortega y Gasset, reivindicaban la “europeización de España”.

Aunque todos los países compartan la misma cultura, pueden colisionar gravemente sus intereses políticos y económicos y terminar a veces en auténticos enfrentamientos bélicos. Es lo que pasó desgraciadamente en Europa. Y no estaban aún restañadas las heridas provocadas por la Segunda Guerra Mundial, cuando al político luxemburgués Robert Schuman se le ocurre la idea de que,  unificando los intereses políticos y económicos, pueden evitarse también  esas guerras desoladoras entre los distintos pueblos.

Varios países valoran positivamente la idea aportada por Robert Schuman y, con la firma del Tratado de París en abril de 1951, crean la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Este acuerdo fue firmado por la República Federal de Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. Seis años más tarde, en marzo de  1957, se da un paso más y, con los Tratados de Roma, esos mismos países  crean la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM). Y es entonces cuando nace realmente  el Parlamento Europeo y la mayor parte de sus instituciones. En abril de 1965, con la firma del Tratado de Bruselas o Tratado de Fusión, unifican  estas tres Comunidades en una sola Comisión Europea y en un solo Consejo para optimizar todas sus funciones.