sábado, 22 de mayo de 2021

BATACAZO DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA EN MADRID

 

No hace falta ir a Salamanca para saber que, a lo largo de la historia, siempre ha habido personas  irresponsables, ávidas de poder, que utilizan descaradamente la mentira y el engaño en beneficio propio. Rastreando en los anales de la antigua Grecia, ya encontramos protagonistas mitológicos como Dolos, que era uno de los espíritus que se escapó de la famosa caja de Pandora y comenzó a vivir entre los hombres, rodeado siempre, eso sí, de los célebres pseudologos (Ψευδολογος) o las mentiras que él mismo creaba.

Si nos atenemos a lo que cuentan las antiguas crónicas helenas, Dolos terminó de aprendiz con el titán Prometeo, que se dedicaba a mejorar las cualidades de los hombres para que pudieran parecerse a los dioses. Y cuando este astuto titán estaba modelando a Alétheia (αλήθεια) o la personificación de la verdad, recibió una inoportuna llamada de Zeus, que le obligo a ausentarse precipitadamente del taller, dejando al aprendiz Dolos custodiando la inacabada obra.

Tan pronto como el intrépido Dolos se vio solo, decidió aprovechar la ocasión y comenzó rápidamente a modelar con sus propias manos una réplica de la figura que estaba haciendo su maestro. Pero no tenía arcilla suficiente, y tuvo que salir a buscar más para poder rematar los pies. Cuando volvió con el barro que necesitaba para rematar la hazaña, ya era demasiado tarde. El titán  había regresado antes de lo previsto y, maravillado por la similitud de las estatuas, metió las dos al horno, aunque la de Dolos no tenía pies.

Y cuando terminaron de hacerse, Prometeo completó la obra, insuflando vida a las dos efigies. Y sucedió, cómo no, lo que tenía que suceder. Cuando salieron del horno, Alétheia, la verdad, caminaba grácilmente y con pasos firmes y seguros, mientras que su gemela, la mentira seguía sus huellas tambaleándose y casi sin sostenerse. A partir de entonces, Dolos se convirtió obviamente en la personificación del fraude y la falacia.

Siempre ha habido, es verdad, cierto grado de prevención contra los políticos que se ocupan de las labores de Gobierno. Pero ese recelo o desconfianza se desmadró con la llegada de  Pedro Sánchez a La Moncloa. No olvidemos que estamos ante un personaje sediento de poder y sin escrúpulos, que no piensa nada más que en sí mismo. Es normal, por lo tanto, que recurra constantemente a la artimaña y al embuste,   para dar pábulo a su ambición desmedida y poder salir con la suya.

Gracias a su comportamiento irregular, este ficticio y mitómano doctor, que encarna la recreación perfecta  de la imagen creada por Dolos en el taller de Prometeo, terminó siendo, qué casualidad, el trolero mayor del reino. Y como es extraordinariamente ególatra y autocomplaciente consigo mismo y carece de ideas propias, suele improvisar soluciones extremas para mantenerse  a toda costa en la cresta de la ola.

Está visto, que el presidente Sánchez no ha tenido nunca remordimientos de conciencia, aunque suele despreciar sistemáticamente  hasta los principios morales más básicos. Y en consecuencia, se comporta como cualquier aventurero irresponsable, que solo busca su interés personal. Y por si esto fuera poco, aún conserva, creo yo, muchos caprichos típicos de adolescente progre. Y esto, claro está, le ha llevado a romper todos los esquemas habituales con la institucionalización de la trampa y el engaño, originando así una auténtica crisis de credibilidad desconocida hasta entonces.

Y para mantener el boato y la fastuosidad que deseaba, Pedro Sánchez procuró rodearse de un numeroso y variado equipo de lacayos  y costaleros, elegidos entre sus prosélitos y amiguetes. A pesar de todo, deben comprometerse, ahí es nada, a defender ciegamente las falsedades y los embustes que proponga su propio jefe, y responder siempre  con el consabido ‘síseñor’ a todos sus requerimientos.

Ese tipo de compromiso entre el presidente Sánchez y sus domesticados peones comenzó a ser bastante más llamativo, cuando Isabel Díaz Ayuso se volvió contestataria y puso en solfa las recomendaciones del Ministerio de Sanidad. Y explotó bruscamente con los sorprendentes resultados electorales del pasado 4 de mayo. Ahí Pedro Sánchez perdió definitivamente los estribos, y su ‘Ayuso-manía’ le llevó a cometer muchos errores de bulto.

Y sin más preámbulos, el presidente del Gobierno la emprendió contra los electores, tildándoles, faltaría más, de ser profundamente desleales a la hora de acudir a las urnas, acusándoles de traicionar gratuitamente a la izquierda. Ni que decir tiene, que no es esa la mejor manera de recuperar el apoyo de unos votantes desilusionados, ya que avergonzándoles públicamente y poniéndoles en la picota, terminarán siendo irrecuperables.

Con el fracaso electoral del 4 de mayo, Pedro Sánchez bajó de las nubes y vio que, de seguir así, terminarían echándole inapelablemente de La Moncloa. Ante tal perspectiva, quedó sumido, ni más ni menos,  en un preocupante estado de shock, que no le deja ver la realidad. Y eso le llevó, creo yo, a concentrar todos sus ataques y diatribas  contra Díaz Ayuso,  señalándola como la verdadera culpable de la situación epidemiológica de la terrible pandemia que padecíamos en España. Y esto fue determinante para que todo el sanchismo socialcomunista la emprendiera contra la presidenta  madrileña.

A partir de ese momento, Isabel Díaz Ayuso sería lisa y llanamente la culpable de la llegada masiva de tantos franceses, que venían a España en busca de fiesta y jolgorio. Y por lo visto, si nos atenemos a lo que ha dicho recientemente la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, también es Ayuso la responsable de que no vengan los británicos. Pues es sabido que el Reino Unido  borró a España de la lista de los países seguros  a los que se puede viajar sin riesgo de coger el virus. Y todo, porque lo único que importa en Madrid, es la libertad para poder “irse de cañas” e “irse a los toros”.

Y aquí aparecen en escena, quién lo iba a decir, personajes tan singulares y sorprendentes como Carmen Calvo y el inefable José Félix Tezanos, con la intención evidente de dulcificar debidamente el batacazo que se llevó la izquierda socialcomunista en Madrid y propiciar una mejora en el estado de ánimo del presidente del Gobierno.

Es evidente, que la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo Poyato está especializada en meter la pata, sobre todo, cuando trata de interpretar lo que otros dicen o hacen. Sin ir más lejos, y aunque no sabe aún de quién es el dinero público, vincula sin más los cambios de la hora  con la “resistencia al machismo”. Y cuando un diputado de Vox le preguntó si el Gobierno tenía intención de restituir  la credibilidad de las instituciones del Estado, soltó resueltamente esta frase: “No hay que restituir lo que no ha existido”.

Y en cuanto al tema que nos ocupa, la atrevida Carmen Calvo manifestó, un poco a la ligera, que la derecha no tenía ningún proyecto serio.  Y se atrevió a decir arbitraria e injustificadamente  que Isabel Díaz Ayuso compartía principios nada menos que con los nazis y que sus votantes simpatizaban con los fascistas. Y no contenta con esto, continuó mofándose de la presidenta madrileña y de sus seguidores, al afirmar que habían hecho una campaña “poco edificante”, que ha consistido sencillamente “en cañas, en no encontrarte a tu ex y en recibir abrelatas de berberechos”.

Y no digamos nada del ridículo mayúsculo que ha estado haciendo el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, para tratar de lavar la cara y dignificar convenientemente al presidente del Gobierno que padecemos. Hasta ahora, que yo sepa, no ha cosechado nada más que tremendos fracasos en todos los pronósticos electorales  que ha venido haciendo desde que se hizo cargo del CIS. Y su vaticinio sobre las elecciones madrileñas del pasado 4 de mayo, no podía ser una excepción.

Siguiendo su inveterada costumbre, en las elecciones de la Comunidad de Madrid, Tezanos derrochó generosidad con los partidos de izquierda, mostrándose especialmente espléndido con el PSOE. Según su último sondeo, el Partido Popular de Ayuso ganaba las elecciones, logrando entre 54 y 56 escaños. Y atribuía al PSOE de Sánchez-Gabilondo un resultado francamente satisfactorio, ya que conseguiría entre 34 y 36 diputados regionales. No obstante, podemos dar por buenos los vaticinios que hizo sobre los otros cuatro  partidos que concurrían a esas elecciones.

De todos modos, hay que reconocer que al sociólogo particular de La Moncloa le ciega la exagerada pasión que siente por el presidente Pedro Sánchez. Y como consecuencia de ese afecto enfermizo, Tezanos comete fallos demoscópicos estrepitosos e imperdonables. En este caso concreto, atribuyó al PSOE nada menos que hasta 12 escaños más de los que realmente obtuvo en esa jornada electoral. Precisamente por eso, tenía poca importancia que ganara Díaz Ayuso, ya que, con esos 12 escaños del PSOE, podía darse casi por segura la ventaja del bloque de la izquierda frente al de la derecha.

No debemos olvidar que, en esta ocasión, el presidente del CIS no se conformó  con cocinar sus sondeos políticos al gusto del líder máximo del PSOE.  Y utilizando la revista Temas para el Debate, que él mismo dirige, se dedicó a lanzar toda clase de invectivas y descalificaciones contra la presidenta madrileña y contra todos sus votantes.

En un desconcertante artículo, titulado “Globos políticos y escenarios singulares”, el visionario Tezanos llama reiteradamente ‘tabernaria’ a Isabel Díaz Ayuso, y se regodea diciendo que "la mayor parte de los analistas" están extrañados por "la escasa entidad intelectual y política de la candidata" popular.

Y culpa al Partido Popular de buscar intencionadamente la movilización de “un amplio sector que se nuclea en torno al mundo de las tabernas, los bares, los restaurantes y otros establecimientos similares”. Y Madrid tiene, según el responsable máximo del CIS, más establecimientos de este tipo, “que ninguna otra ciudad del mundo”.

Y para que no falte nada, el atrevido futurólogo augura que, si finalmente termina ganando Díaz Ayuso, tendremos que apechar con cantidad de frustraciones que “surgirán tanto de los fracasos políticos y económicos derivados de la falta de concordancia con las políticas que se van a hacer (…), como de la falta de sintonía con el substrato político real de los madrileños". Y todo, según el mismo dice, porque los madrileños son mayoritariamente de izquierdas.

Pero llegó la hora de la verdad y se consumó el tremendo fracaso de los pronósticos electorales aventurados alegremente por José Félix Tezanos, el inefable presidente del CIS. La ‘tabernaria’ Isabel Díaz Ayuso se llevó una buena tacada de votos, muchos más de los previstos por el CIS, dejando prácticamente ‘in albis’ al aspirante del PSOE, Ángel Gabilondo.

Como sus augurios preelectorales resultaron absolutamente erróneos y desacertados, Tezanos trata de justificarse, afirmando algo que no tiene ni pies ni cabeza: “la caída del PSOE fue en los cuatro últimos días”.  Y siguiendo con sus juegos florales que pagamos todos los, españoles, terminó pidiendo, hasta ahí podíamos llegar, que dejáramos de hacer críticas ‘ad hominem’ contra su persona, y abriéramos un debate científico para sacar conclusiones útiles para la sociología.

 Y cierra su desquiciada perorata, afirmando algo que todos sabemos sobradamente: que él no es un “adivino”, y que tampoco pretende que el CIS se convierta en una “institución adivinadora”.

 

Gijón, 20 de mayo de 2021

 

José Luis Valladares Fernández 

miércoles, 5 de mayo de 2021

LAS MARRULLERIAS DE PABLO IGLESIAS



En el debate político entre los candidatos que aspiran a ganar las elecciones autonómicas  del próximo día 4 de mayo, retransmitido por Telemadrid, el imprevisible Pablo Iglesias terminó haciéndose un retrato de cuerpo entero. Sin proponérselo, el todavía líder de Podemos dejó muy claro, que está totalmente integrado en la otrora denostada casta. Precisamente por eso, suele comportarse como si hubiera sido rico desde su tierna infancia

Y para no desentonar con los usos y costumbres de los auténticos burgueses, el señorito Iglesias  abandona sin más el piso humilde de Vallecas y se instala en el señorial y confortable casoplón de Galapagar. Y terminó siendo, quién lo iba a decir, tan petulante y jactancioso como cualquier otro magnate que podamos encontrar a lo largo de nuestra vida. Se ha vuelto tan distinguido y refinado que, para exhibir su planta ante las cámaras de la televisión pública madrileña, exigió que una peluquera retocase el moño que luce últimamente.

A lo largo de ese debate electoral, también quedó ampliamente demostrado que el endiosado Pablo Iglesias utiliza toda clase de argucias y marrullerías para imponer su ideología tóxica a los sufridos españoles. Y siguiendo al pie de la letra lo que le dicta su propio proyecto liberticida, pretende reeducar a la “derecha fascista”, para que se arrodille sumisamente ante los dogmas del neo-comunismo actual. Y para conseguir semejante objetivo, busca desesperadamente la manera de enturbiar y envenenar la política española, a base  de odio, violencia, sectarismo y de toda clase de extremismos.

A lo largo del debate electoral de Telemadrid, también quedó ampliamente demostrado que Pablo Iglesias es un consumado e incorregible mitómano, que  miente y fantasea sistemáticamente, para adquirir notoriedad y estar siempre al frente de la situación. Pero en esta ocasión, tan solo cosechó un sonado fracaso. No le valió de nada ni la laca del moño, ni la interpretación retorcida que daba a los supuestos documentos que leía continuamente para tratar de apabullar y desconcertar a su contrincante, la impertinente Isabel Díaz Ayuso.

Como era de esperar, el desvergonzado Iglesias se equivocó de media a medio en la estrategia que utilizó, para responsabilizar a la presidenta de la Autonomía de la evolución catastrófica de la pandemia en Madrid. Y todo, según este prócer de la sinrazón y del desafuero, por no seguir ciegamente las pautas que marca el Gobierno socialcomunista que padecemos.

Para perjudicar seriamente a Díaz Ayuso, afirmó rotundamente que Madrid era “la primera Comunidad Autónoma de España en positivos, hospitalizaciones e ingresos UCI por Covid-19”.  Y eso  no es cierto, nada más que a medias. El coronavirus  se cebó en Madrid con mucha más saña que en el resto de Comunidades Autónomas de España. Pero solo durante la primera ola, cuando la gestión de la pandemia dependía justamente del Gobierno socialcomunista.

El 21 de junio de 2020, sin embargo, con la expiración del Estado de Alarma que había decretado el Gobierno, cambió radicalmente la situación. Las Autonomías comenzaron a tener voz y voto  en el manejo de la pandemia y España entró de lleno en la llamada nueva normalidad’. En Madrid, por ejemplo, gracias a la actuación decidida de Díaz Ayuso, descendieron notablemente los contagios y las hospitalizaciones en Madrid, pudiendo ofrecer, desde ese momento, unos datos sensiblemente mejores que otras Comunidades Autónomas.

Como el cinismo de Pablo Iglesias no tiene límites, intentó retorcer también los datos sobre la mortalidad soportada por los madrileños por culpa del Covid-19. Así que, sin encomendarse a Dios ni al diablo, se atrevió a denunciar, sin especificar fechas concretas, que “Madrid encabeza todas las cifras más mortíferas en lo que se refiere al coronavirus”.

Hay que aceptar, porque es así, que la mortalidad de Madrid superó con creces todas las expectativas habidas y por haber. Pero como en el caso de los contagios y las hospitalizaciones, eso ocurrió durante la primera ola, en pleno Estado de Alarma, cuando el Gobierno de Pedro Sánchez, gestionaba directamente la pandemia, con la aquiescencia, eso sí, de un personaje tan insolente como Pablo Iglesias.

Y los datos que nos ofrece Instituto Nacional  de Estadística son extremadamente claros y precisos. Durante ese tiempo, la tasa de fallecimientos por 100.000 habitantes en la Comunidad de Madrid, fue de 219, frente a los 162 que teníamos de media nacional. Hasta el 21 junio de 2020, que fue cuando se puso fin al ‘mando único’, Madrid había contabilizado un58% de las defunciones que se produjeron en España por culpa del coronavirus, mientras que la media comunitaria estaba en un 38%, que era también un porcentaje francamente escandaloso.

Teniendo en cuenta estos datos, podemos afirmar que la gestión de la pandemia que estaba realizando el Gobierno socialcomunista, sobre todo en la Comunidad madrileña, era rematadamente  mala y desastrosa. Mejoró sustancialmente cuando esas competencias pasaron a las manos Comunidades Autónomas. En Madrid, sin ir más lejos, con Isabel Díaz Ayuso al timón de mando de la Comunidad, comenzaron a disminuir rápidamente las muertes provocadas por ese nefasto virus.

Y de hecho, el descenso  de víctimas mortales durante la segunda y tercera ola, con respecto a la primera, fue realmente considerable en todas las Comunidades, y de una manera muy especial en la madrileña. Fue a finales de junio de 2020, cuando la mortalidad en Madrid, ligada al Covid-19, comenzó a normalizarse y terminó siendo muy similar a la del resto de las demás Autonomías.

Y a partir de enero de 2021, esa mejoría se intensificó aún bastante más, de modo que, en Madrid, tenemos actualmente una tasa de 95,9 decesos por coronavirus, frente al 104,1 de promedio nacional. Esto indica claramente que hay varias Comunidades que nos ofrecen un resultado peor que la madrileña.

De todos modos, el comportamiento de Pablo Iglesias en ese debate fue, cuando menos, sumamente sorprendente. Está visto, que le importa un bledo lo que acontece en España o si la pandemia sigue haciendo de las suyas. Y suele servirse, faltaría más, de cualquier tipo de circunstancia que surja, incluido el dolor de las familias y de quienes peor lo están pasando, para imponer su voluntad. De ahí que utilice profusamente toda clase de epítetos negativos, para dar  una visión pésima de la realidad madrileña, llegando incluso a decir que es poco menos que un infierno, para todos los que residen en esa región.

No es de extrañar, por lo tanto, que en los rifirrafes o enfrentamientos que mantuvo con Isabel Díaz Ayuso, aportase todo un aluvión de datos que, o estaban desfasados, o eran interpretados de manera abiertamente sibilina. En la primera oportunidad que tuvo, el caudillo Iglesias soltó esta afirmación sin ponerse colorado: “En la Comunidad de Madrid, según el Instituto Nacional de Estadística, hay 263.769 viviendas vacías”. Ocultaba, cómo no, que el número aportado de viviendas vacías no tenía nada que ver con la actualidad. Esa información no tenía nada que ver con la actualidad, ya que era nada menos que del año 2011.

Y con el ánimo de no dejar títere con cabeza, Pablo Iglesias se atrevió a sostener gratuitamente, que el empleo que se crea en Madrid “es precario” y que “la desigualdad social y territorial han aumentado de manera dramática". Y se niega a reconocer que la Comunidad de Madrid sea hoy día el auténtico motor  de la economía española. Si no fuera así, no sería la Comunidad que más inversión extranjera recibe y la que más recauda por habitante.

Y no se cansa de hablar de la ‘pobreza’ y de la ‘desigualdad’ que agobia a los madrileños. Sabe perfectamente, que la tasa de pobreza en esa Comunidad (19%) está 6 puntos por debajo de la media nacional (25%). Y mucho más bajo, por qué no decirlo, que en Extremadura (38%), que ha sido siempre un feudo tradicional de la izquierda.

Y ya de puesto a enumerar las todas las supuestas tachas que padece la Comunidad madrileña, también sacó a relucir, que su sistema fiscal “no es progresivo, a pesar de que así lo indica la Constitución”. Y hace esta afirmación gratuita, sabiendo que la escala del IRPF autonómico cuenta con cinco tarifas diferentes, la más baja del 9%  y la más alta del 21%, que cumplen correctamente la progresividad  que exige la Constitución.

Pero eso es lo de menos, ya que el trilero Iglesias resolvería esto, lo mismo que las demás lacras, de un simple plumazo. Aplicaría, claro está, el Impuesto sobre el Patrimonio, que es algo que, al parecer, según dice, hacen todos los países serios y, por supuesto, recuperaría inmediatamente otros, tan injustos como los de  Sucesiones  y Donaciones.

Al ver que se le acaba el tiempo y que, con la ópera bufa que venía representando, no lograba acallar a su contrincante Isabel Díaz Ayuso, el dirigente máximo de la formación morada se pone nervioso y cambia apresuradamente de estrategia. Y con el ánimo de sobrevivir a toda costa en Madrid, comienza a pedirle datos muy concretos.

La primera pregunta que hace a la candidata del Partido Popular, es esta: “¿cuántas personas hay en la lista de espera?”. Y sin esperar la consiguiente respuesta, Pablo Iglesias sentenció muy ufano: “no lo sabe”. Y sin dar tiempo a nada, le pregunta sin más, si sabía cuál era el porcentaje  de los fallecidos en las distintas residencias, que podían haberse salvado. Y obviamente, se topó con la verdadera Ayuso.

Dicho de otra manera, el atrevido dirigente bolivariano fue por lana y salió trasquilado. Ciñéndose tranquilamente a la realidad, la presidenta Díaz Ayuso le desarmó con una pregunta tan sencilla como esta: “¿A cuántas residencias fue usted, siendo el mando único?”. Y muy segura de sí  misma agregó: “Sólo la UME nos ayudó”.

Sabiendo que había perdido definitivamente la partida, el ex vicepresidente Pablo Iglesias trató de justificarse, pero ya sin convicción alguna: “Yo daba las indicaciones (a la UME), no somos de hacernos fotos, somos de gestionar”. Y como conocía los informes  del Ministerio  de Defensa sobre el protocolo seguido durante el primer estado de alarma, Ayuso terminó de apuntillarle social y moralmente, negando semejante extremo. Y afirmó sin contemplación alguna que, mientras ocurría eso, él estaba tranquilamente, como es verdad, en su chaletazo de Galapagar.

No obstante, esperemos a ver qué pasa el próximo día 4 de mayo. Suponemos que el autócrata Pablo Iglesias estará sufriendo ahora un verdadero trastorno de ansiedad. Como sabe que está ya más visto que el tebeo, teme que algunos de sus hooligans más fieles decidan pasarle factura y le abandonen. Esperemos que sea verdad.

 

Gijón, 2 de mayo de 2021

 

José Luis Valladares Fernández