lunes, 27 de septiembre de 2021

ASÍ VAMOS DIRECTO AL DESASTRE

 


Por mucho que busquemos, es imposible encontrar a alguien tan caprichoso y tan presumido, como Pedro Sánchez, el actual inquilino de La Moncloa. Y por si fuera esto poco, como político, también destaca por su torpeza y su inutilidad. Y para colmo de males, piensa como todos los incompetentes que, para darse a valer, no tiene nada más que desacreditar verbalmente a sus adversarios políticos, recurriendo al embuste y a la insidia.

Como al presidente Sánchez le sobra desfachatez e insolencia, y le falta cordura, se dedica a pedir el aplauso y la ovación de los españoles. Quiere que reconozcan, de una vez por todas, que gracias a sus desvelos y esfuerzos, la crisis económica que padecemos es ya prácticamente  historia. Y afirma sin tapujos, que su oportuna participación ha sido clave para iniciar la recuperación y que, con un Gobierno de derechas, terminaría enquistándose y afectando a muchas generaciones.

Está visto que el actual presidente del Gobierno  compite en jactancia y presunción con el famoso Orión, aquel infatigable cazador mitológico que, por su fortaleza y audacia, pasó a formar parte  del escogido séquito de Diana, la diosa de la caza. Y como su suerte parecía ser ilimitada e imperecedera, abusaba continuamente y sin contemplación alguna, de su enorme soberbia y de su desmedida vanidad.

Después de intervenir brillantemente  en una de las cacerías que organizó su protectora, Orión se dejó llevar por los elogios y los halagos de sus acompañantes y terminó afirmando que no había monstruo alguno en el mundo, al que él no pudiera vencer. Y se vanagloriaba neciamente diciendo que ni las fieras más feroces eran capaces de producirle el más mínimo miedo o sobresalto. Y todos sabemos cómo terminó el petulante Orión. Sin dejar de vanagloriarse  tontamente, acudió a la próxima cacería y, lo que son las cosas, bastó la picadura de un simple escorpión, para acabar con su vida.

Debemos admitir, que el comportamiento de Pedro Sánchez no es muy diferente al protagonizado en su día por el pobre Orión. Como tiene una confianza ciega en su buena estrella, suele echar su lengua a pacer cuando menos lo esperas y comienza a magnificar sus oportunas actuaciones y a vanagloriarse de sus excelsas y providenciales cualidades, que utiliza desinteresadamente para favorecer a los ciudadanos que lo necesitan. Y todo, claro está, sin pedir nada a cambio.

Es sabido que la manera de actuar del presidente Sánchez ha sido siempre la misma. Aunque dice que es muy valiente y está tremendamente endiosado, desaparece de la escena pública, tan pronto como surge un problema grave de difícil solución. Y vuelve a aparecer, faltaría más, para hacerse la foto, cuando desaparecen esas dificultades porque se encontró una solución oportuna, o porque sus esbirros lograron maquillar los datos estadísticos para simular que se han resuelto todas las complicaciones.

Si nos atenemos a la evolución del paro, tenemos que señalar que, al iniciar septiembre de 2021, teníamos 82.583 desempleados menos. También se produjo, a lo largo de ese verano, un repunte importante  del turismo interior y un aumento considerable del consumo doméstico. Y estos datos fueron aprovechados por los medios que están permanentemente al servicio del Ejecutivo, para pregonar, que estábamos solucionando el paro y que habíamos iniciado con buen pie la recuperación económica.

No obstante, podemos decir, mal que le pese a Pedro Sánchez y a su cohorte de aduladores, que estamos ante una mejoría  ilusoria del paro, que no tiene nada que ver con la realidad. Esa disminución del paro quedó totalmente neutralizada con los afiliados que perdió la Seguridad Social, ya que desaparecieron de las listas del paro, porque se cansaron de buscar trabajo. Y acto seguido, qué le vamos a hacer, pasaron a engrosar las colas del hambre que encontramos en las puertas de Cáritas o de otras instituciones benéficas para poder subsistir.

Y como el presidente Sánchez tiene más cara que espalda y necesitaba urgentemente coger aire fresco, dio por buena la aparente mejoría del paro que se produjo durante el mes de agosto de 2021. Y sin más averiguaciones, recupera el optimismo y comienza a presentarse como el gran adalid, que supo dar con la tecla precisa, para poder iniciar la ansiada recuperación económica que estábamos necesitando. Y justifica su postura, afirmando que si se reduce el paro, es porque se ha creado empleo.

Es verdad, que ya no es tan taxativo como en junio de 2020, y ya no dice  que  “hemos vencido al virus y controlado la pandemia”. Ahora es un poco más comedido y se contenta con afirmar que podemos “vislumbrar el final del túnel de la pandemia”, y recomienda seguidamente que “no se baje  la guardia”.

Es evidente, que el presidente actual del Gobierno carece de complejos y se comporta incesantemente como si fuera el rey del mambo. Tiene un concepto tan elevado de sí mismo que, allí donde va, se atribuye el acierto de haber hecho “un gran ejercicio de patriotismo y de fraternidad”, a la hora de abordar los problemas originados por el peligroso coronavirus. Y como no tiene límites en sus bravatas, cuando menos lo esperas, termina soltando alguna estupidez de grueso calado, como esta: "aquí hemos vacunado a todo el mundo y no hemos preguntado ni su origen, ni sus creencias, ni lo que votaban".

No hay cosa que más fascine a Pedro Sánchez, que ponerse medallas. Y eso le lleva naturalmente a abusar de la autocomplacencia en todos sus discursos. En este caso concreto, se arroga  el hecho de estar acabando con la pandemia y de aportar soluciones reales y eficaces para acabar con la escasez de puestos de trabajo y enderezar por fin la economía. Y como no podía ser menos, se muestra muy orgulloso de su actuación, porque gracias a su quehacer, “España lidera la vacunación y liderará la recuperación económica en Europa”

Pero si analizamos desapasionadamente lo que dice y hace el presidente del Gobierno que nos cayó en suerte, veremos que, en todas sus actuaciones, no hay nada más que suposiciones o meras apariencias, que no tienen nada que ver con realidad. Se trata de aparentar que está consiguiendo unos resultados francamente satisfactorios, para granjearse el mayor número posible de halagos y aplausos. En este caso concreto, ni se han creado puestos de trabajo y lo de la recuperación económica no es nada más que una simple patraña.

Se da la circunstancia que, tanto el presidente Sánchez, como los ganapanes que le rodean, intentan hacernos ver que está mejorando considerablemente la situación económica. Dicen que está creciendo el producto interior bruto (PIB) de manera progresiva, que ha disminuido el paro y que también hay muestras de que ha empezado a reducirse el déficit público. E insisten una y otra vez que, como consecuencia de su acertada gestión, la recuperación económica es algo ya imparable y no tiene marcha atrás.

Es indiscutible, que Pedro Sánchez, lo mismo que sus costaleros más cercanos, mantienen reiteradamente que estamos saliendo de la crisis y disfrutando de una mejoría económica. Y dan por hecho, que disminuyó el paro, porque se han creado  muchos nuevos puestos de trabajo. Y eso no es verdad, porque también desaparecen de las listas del paro, los que son dados de baja en la seguridad social porque terminan desmoralizados y dejan de buscar trabajo. Se trata, por lo tanto, de una mejoría puramente ficticia e ilusoria, que no tiene nada que ver con la realidad.

Es cierto que, en agosto de 2021, nos encontramos con 82.583 desempleados menos. Pero no podemos olvidar que agosto siempre ha sido un mes rematadamente malo para el empleo, porque finaliza la campaña de verano y se produce la extinción de un buen número de contratos laborales, sobre todo los de carácter temporal. Y este año en concreto, en agosto hubo una rescisión de 118.004 puestos de trabajo.

Si queremos ahondar aún más en los detalles, tenemos que añadir, que el 31 de ese mes de agosto se produjeron 342.276 bajas en la Seguridad Social y tan solo se registró el alta de 47.468 nuevos afiliados. Lo que quiere decir que el 31 de agosto, tuvimos un saldo especialmente negativo, pues  se perdieron, ahí es nada, 294.808 puestos de trabajo, que no es moco de pavo.

En pleno verano de 2021, ya batíamos el récord de parados de todos los países industrializados de nuestro entorno. Si nos atenemos a los datos ofrecidos por el Ministerio de Trabajo, en esas fechas teníamos 3.333.915 desempleados, que ya es una cantidad verdaderamente escandalosa. Pero si examinamos detenidamente la situación laboral, veremos que en esa cantidad no están todos los parados que tenemos.

Como el número de desocupados se mueve entre márgenes claramente espeluznantes, los responsables del Ejecutivo procuraron dulcificar el total, excluyendo de la lista oficial, a un buen número de desocupados. Para empezar, sacaron de esa cifra a 277.905 personas, que se quedaron sin trabajo y las camuflaron en ese invento provisional de los ERTE. Y eso que saben perfectamente, que una gran parte de esta gente no podrá volver a trabajar. Y aún hay más, porque también borraron de las listas del paro a los 226.000 autónomos, están cobrando por cese de actividad y no encuentran trabajo.

Y esto indica, cómo no, que en vez de los 3.333.915 parados, que ya es una cifra escalofriante, nos encontramos, ahí es nada, con 3.837.820 desocupados, que es una cantidad bastante más demoledora que la anterior. Y mientras mantengamos esa terrorífica cantidad de parados, no podemos decir que ‘España va bien’, porque caminamos decididamente  hacia el desastre económico más absoluto. Y todo indica, que si no cambian las cosas, terminaremos siendo cada vez más pobres.

De momento, aunque siente mal a Pedro Sánchez y a los disciplinados augures que le apoyan ciegamente, podemos hablar claro e indicar que España es uno de los países más vulnerables de la zona Euro. Y me atrevería a añadir, sin miedo a equivocarme, que no hay ningún país desarrollado a nivel mundial, tan desamparado e indefenso como el nuestro. Y no creo que haya ninguna economía avanzada, que tenga tantas dificultades como la española para recuperar los niveles de riqueza que tenía cuando apareció la crisis del coronavirus.

Son muchos los problemas que encuentran los españoles para hacerse con un puesto de trabajo más o menos estable. Y una de dos, o se soluciona esto pronto, o comenzarán a aumentar disparatadamente las personas en edad de trabajar, que al verse inmersas en una situación de pobreza severa, tendrán que recurrir a una organización caritativa o a un banco de alimentos para sobrevivir. Y de hecho, es incuestionable, que las colas del hambre que piden ayuda a esos centros sociales, son cada día más largas.

No cabe duda, que  los problemas que atraviesan muchas empresas, terminan agravando necesariamente la posibilidad de encontrar trabajo. Es obvio, que los ‘salvapatrias’ que nos gobiernan, gestionaron muy mal la pandemia, provocando así una destrucción generalizada del tejido empresarial español. Por esto tenemos ahora unas 53.000 empresas menos que cuando estalló la crisis del Covid-19.

Para colmo de males, el Banco de España va aún más lejos y afirma que, tras ese año y medio largo de crisis pandémica, un 25% de las empresas que quedan están lamentablemente en situación de quiebra técnica. Y no acaba aquí la mala racha, ya que la rentabilidad de un 55%  de las empresas restantes, está por debajo de cero. De todos modos, esperamos que termine lo más pronto posible este penoso calvario.

Gijón, 24 de septiembre de 2021

José Luis Valladares Fernández

domingo, 5 de septiembre de 2021

NO ES LO MISMO PREDICAR QUE DAR GRANO

 


Todos sabemos cómo llegó Pedro Sánchez a La Moncloa. Cuando logró recuperar la Secretaría General del PSOE, se le abrieron los cielos y comprendió súbitamente, que había sido repuesto en el cargo para algo más importante que  recobrar las viejas esencias del Partido Socialista. Eso implicaba lisa y llanamente, tal como el mismo dijo, que también tenía la ineludible obligación de “recuperar el valor y el sentido mismo de la política”, que habían sido puestos en entredicho por la corrupción del Partido Popular.

Y olvidándose, entre otras muchas cosas, de los ERE y de los chanchullos que ensucian su propia casa, se propuso llegar a La Moncloa en un plazo de tiempo sumamente breve. Quería sustituir a Mariano Rajoy en la Presidencia del Gobierno, para comenzar de inmediato una supuesta regeneración de la vida pública en España. Y se da la circunstancia que no hay ninguna convocatoria electoral a la vista. Pero eso no es óbice para este líder del PSOE ya que, cuando se le complican las cosas, suele recurrir con desparpajo a su proverbial desfachatez para salir siempre con la suya. Y por lo que parece, aparentemente al menos, no hay nada que se le resista.

Todos sabemos que Pedro Sánchez no conoce límites, ni hace ascos a nada. Y de aquella, se había propuesto, ahí es nada, cambiar definitivamente el signo político del Gobierno. Y para no fallar, si hacía falta, estaba decidido incluso a plantarse en La Moncloa, cabalgando a lomos de Othar, el famoso caballo de Atila.

Y desoyendo el consejo de personas importantes del PSOE, como Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba, entre otros, comenzó a preparar sin más esa atípica moción de censura. Contaba naturalmente con el apoyo explícito de Unidas Podemos. Y dando muestras de una vileza mayúscula, recabó el respaldo de los independentistas vascos y catalanes y de los proetarras de Bildu que, como era sabido, trataban de acabar con la unidad de España.

Y como era de esperar, los impresentables separatistas y los herederos de ETA aceptaron encantados esa desvergonzada propuesta, y se comprometieron a secundar esa moción de censura, porque así se deshacían de Rajoy y reforzaban considerablemente su posición política con las prebendas que recibían a cambio.

Tan pronto como supo que contaba con el plácet de todos esos vendepatrias,  Sánchez anunció la presentación de esa moción de censura contra Mariano Rajoy, para proceder a limpiar la vida pública de la corrupción aportada por el Partido Popular. Y ocultando con todo cuidado sus verdaderas intenciones, se comprometió formalmente a celebrar elecciones generales lo antes posible. Mientras llegaba y no ese momento, un Gobierno “de transición” aseguraría la “gobernanza” del país, para recuperar la “normalidad democrática” que se había perdido, al parecer, por la actuación nefasta de quienes ostentaban el poder en aquel momento.

Es sabido, que esa moción de censura salió adelante gracias al aval expreso de esos grupos de insensatos, que están siempre al quite para robarnos un trozo de España. No obstante, es público y notorio que la mayor parte de esos votos, más que síes a Pedro Sánchez, eran más bien noes rotundos a Mariano Rajoy.

Claro que, una vez logrado el sueño de su vida, el nuevo presidente del Gobierno aparece tal como es y se deja llevar por su inmensa y descontrolada ambición. Y como vive instalado permanentemente en la incoherencia y no piensa nada más que en sí mismo, no sabes nunca a qué carta quedarte, porque actúa siempre en función de su interés personal e inmediato y suele terminar traicionando hasta a su mejor amigo. Te promete una cosa ahora, y a continuación hace exactamente lo contrario.

No es de extrañar, por lo tanto, que una vez instalado en La Moncloa, se olvidara por completo de su solemne promesa de convocar lo antes posible un nuevo proceso electoral e intentara mantenerse en el poder hasta agotar la legislatura en el año 2020. Pero mira por dónde, se encontró con la horma de su zapato, y el 15 de febrero de 2019 tuvo que anunciar la disolución de las Cámaras y abrir las urnas, porque los rebeldes independentistas rechazaron rotundamente “los Presupuestos más sociales” que presentó el Gobierno.

Pero eso sí, como es un presumido empedernido y no tiene abuela que alabe constantemente sus excelsas proezas, echó cara al asunto y se dedicó a encomiar su labor durante el tiempo que estuvo al frente del Gobierno. Comenzó diciendo he hecho muchas cosas buenas en estos ocho meses y medio, no he podido hacer más por el bloqueo y la deslealtad de la oposición de PP y Ciudadanos”. Y agregó a continuación que abría “las urnas a los españoles para que cierren el paso a esa derecha desleal”, que está “ahora en brazos de la ultraderecha”, votando masivamente  a quien puede garantizar un futuro digno y honorable.

Hay que tener en cuenta que con el aterrizaje de Pedro Sánchez en el Gobierno, empieza realmente el calvario económico de los españoles, por  culpa del aumento disparatado del gasto público y la pertinente subida de los impuestos. Comenzó valiéndose profusamente del real decreto, para arbitrar un incremento del gasto de casi  10.000 millones de euros, en lo que el propio Ejecutivo llamó “viernes sociales”. Y ahí entraban, además de otros gastos, la ampliación de los permisos de paternidad y los subsidios para los desempleados mayores de 52 años.

Pero el verdadero desmadre de los gastos comenzó en realidad, después de las elecciones de abril de 2019, una vez formado el Gobierno de coalición con Unidas Podemos. Al sentirse arropado por las huestes de Pablo Iglesias y por toda esa harca de truhanes independentistas y proetarras, recuperó partidas de gastos que aparecían en los  Presupuestos Generales del Estado que no pudo aprobar en febrero de 2019.

Y por si fuera esto poco, hay que contar también con el enorme derroche que se produce en gastos de personal. No olvidemos, que no hay otro Gobierno, entre los países de nuestro entorno, que supere al de Pedro Sánchez en número de ministros y consejeros. Si echamos una ojeada a las cuentas del año 2019, veremos que el Ejecutivo  de PSOE-Podemos costó a los españoles la escalofriante cifra de más  de 75 millones de euros. Y si a esa cantidad, sumamos también lo gastado en las cotizaciones, el importe de la factura ronda aproximadamente los 90 millones de euros.

Es preciso recordar que la lista de altos cargos y asesores, en vez de estabilizarse, continuó aumentando aceleradamente, de modo que, en el año 2020, los gastos totales en sueldos y cotizaciones de la Seguridad Social de los 23 miembros del Gobierno y de sus asesores y altos cargos, sobrepasó con mucho, ahí es nada, los 93 millones de euros. Y esta cantidad todavía subiría mucho más, si contabilizáramos igualmente los gastos de los desplazamientos en el Falcon Oficial, que el presidente procura mantener en secreto,

Y si el gasto abusivo del Ejecutivo ya nos estaba llevando claramente a una ralentización peligrosa de la economía, tuvo que aparecer el coronavirus para acabar de complicar la situación. Es evidente, que el Gobierno gestionó muy mal la pandemia generada, ya que abordó el problema incrementando aún más los gastos y subiendo los impuestos. Las consecuencias de ese hecho, no tardaron en llegar: el aumento excesivo de los gastos, dio lugar a un déficit estructural prácticamente inviable; y el exceso de presión fiscal, redujo el poder adquisitivo de los ciudadanos, cayendo el gasto, y con el gasto cayó también la producción y el empleo.

Y esto, por supuesto, da lugar a una reducción importante de la actividad económica y a una pérdida de puestos de trabajo, que repercute necesariamente sobre la recaudación, provocando una caída  notable de los ingresos que proporcionan sobre todo los impuestos indirectos. Y como el Gobierno de Pedro Sánchez siguió gastando a manos llenas, el gasto público creció, en muy poco tiempo, nada menos que en 54.765 millones de euros, mientras que los ingresos experimentaron una caída de 25.711 millones de euros.

A principios del año 2019, la deuda pública española ya rompía todos los moldes conocidos y llegó a alcanzar el 98,37%  del PIB. Y como el Gobierno mantuvo esa preocupante incuria, la deuda pública siguió creciendo desbocadamente hasta llegar, a mediados del año 2020, hasta el 122% sobre el PIB. Dicho de otra manera, de una deuda pública  de 1,18 billones de euros, pasamos a deber  1,42 billones de euros, lo que supone un endeudamiento diario de unos 444 millones de euros. Y esa deuda pública, que le vamos a hacer, está ahora en el entorno del 125% del PIB.

Al gastar el Gobierno bastante más de lo que ingresa, se produce un desequilibrio brutal en las cuentas públicas, de modo que somos el único país de la Unión Europea que, en el año 2020 eleva desorbitadamente el déficit público, que se dice pronto, hasta el 11% del PIB. Y para desgracia nuestra, la mayor parte de ese déficit público, pasó a ser déficit estructural, originando así un descuadre monetario, que supera en buena medida  los 60.000 millones de euros.

Tenemos que aceptar, creo yo, que la extensión generalizada del coronavirus ocasionó una serie de gastos que, en un principio, eran meramente coyunturales, aunque casi todos ellos terminaron convertidos en gastos estructurales, por la impericia del Ejecutivo que dirige Sánchez. Y todo, claro está, porque no supo gestionar la pandemia que padecíamos. En vez de anticiparse y tomar medidas a tiempo, esperó a que se desmadrara el asunto y colapsara la Sanidad, provocando así un aumento considerable de los gastos y el endurecimiento de otras  medidas económicas que hubo que tomar.

Es indudable que, si queremos solucionar los problemas que sigan surgiendo, sin reparar en gastos, terminaremos teniendo que incrementar los impuestos, que es lo que hizo el doctor ‘cum fraude’ que padecemos. E intentar mantener indefinidamente ese tipo de política económica desenfrenada, termina hipotecando el futuro de los españoles. Si no hay manera de reducir el déficit  estructural y aminorar la deuda pública, terminaremos hundidos en la pobreza y la miseria y, sin duda alguna, hasta sin lo poco que nos queda de nuestro antiguo Estado de Bienestar.

Estamos viviendo una situación económica verdaderamente complicada. Y a pesar de todo, el equipo económico del Gobierno, no sé si por iniciativa propia o porque acata instrucciones del estúpido que los dirige, está empeñado en ocultarnos la escalofriante realidad. Quiere hacernos ver que están mejorando ostensiblemente indicadores tan importantes como los datos del PIB, el empleo e incluso el comercio exterior de España.

Es verdad que la gestión económica del Gobierno de Pedro Sánchez deja mucho que desear, ya que siguen gastando sin control, obviando lo que está pasando a su alrededor. El encarecimiento exagerado de las materias primas energéticas como  los carburantes y el gas ha servido, cómo no, para que se disparara el recibo de la luz, la vivienda y hasta la cesta de la compra, recortando notablemente el poder adquisitivo de los españoles.

Y todavía hay más, ya que el proceso inflacionario está castigando muy duramente a la economía española. Antes de los estragos que ha ocasionado el coronavirus, los precios tenían un crecimiento interanual del 0,7%. Y sin embargo, tuvo que llegar la pandemia para complicar la vida de los españoles y de las empresas españolas, ya que, a partir de entonces, la inflación comenzó a crecer  disparatadamente, hasta alcanzar el 2,9%.

De hecho, hay que constatar que, por culpa del Covid-19, han desaparecido muchas empresas españolas. El 31 de enero de 2020, que fue cuando se diagnosticó el primer caso de coronavirus en España, teníamos 1.481.364 empresas. Y año y medio después, en julio de 2021, ya no quedaban nada más que 1.418.215 empresas, lo que representa un duro golpe para mantener el empleo.

Y no es esto todo, ya que la pandemia acabó precisamente con uno de los sectores clave de nuestra economía: el turismo, que hasta el año 2020, venía siendo un valor seguro para nuestro crecimiento económico. Tomando como referencia el años 2019, los datos no pueden ser más elocuentes, ya que, entre enero y junio de ese año, fueron 38 millones los turistas extranjeros que visitaron nuestro país. Esa cifra de visitantes  foráneos  cayó radicalmente en el año 2020. Entre enero y junio de 2021, por ejemplo, solo llegaron a España 5.4 millones de turistas, un 86% menos de turistas. Y por lo que se ve, Nadia Calviño aún no se ha enterado.

 Gijón, 31 de agosto de 2021

 José Luis Valladares Fernández