miércoles, 9 de marzo de 2011

PARA LOS SINDICATOS SÍ HAY DINERO

Los trabajadores españoles se están quedando sin sindicatos que los representen y que los defiendan. Ya no les quedan más que unas organizaciones sindicales minoritarias, con muy poco poder, acorde con su escasa representación en el mundo laboral. Las centrales sindicales mayoritarias,  CC OO y la UGT, han renunciado voluntariamente a tan honorable labor y se han puesto del lado del Gobierno a cambio de unos cuantos millones de euros. Algo que les descalifica hasta como personas pues, como reza la frase evangélica, nadie puede servir a dos señores. Si a los representantes sindicales que anteponen los intereses de los empleadores a los de los propios trabajadores, se les tilda de “amarillos”, ¿qué apelativo podríamos dar a los que van más allá de todo esto y se ponen del lado del Gobierno?
 
Y no son precisamente simples limosnas lo que estas dos organizaciones sindicales se embolsan regularmente año tras año. El Ministerio de Trabajo e Inmigración se ha mostrado sumamente generoso con ellos. Según el Boletín Oficial del Estado del pasado 16 de febrero, los sindicatos recibieron del Ministerio de Trabajo e Inmigración, un suculento regalo de unos 20,3 millones de euros “por la realización de actividades  de carácter sindical” y "por su participación en los órganos consultivos del Ministerio de Trabajo e Inmigración, de sus organismos autónomos y  de las entidades  gestoras de la Seguridad Social". De esta cantidad, CC OO  se ha embolsado 7,4 millones de euros y la UGT 7,3 millones de euros. El resto de las migajas se lo llevaron las centrales sindicales minoritarias.

Esta es una pequeña parte  de lo que se han llevado los sindicatos a lo largo del año 2010. El titular del Ministerio ha sido extremadamente magnánimo con estas dos centrales sindicales. Para demostrar esa magnanimidad, ahí está  la cifra total  que recibieron durante los tres primeros trimestres del pasado año, que asciende, nada más y nada menos,  que a 175.685.248 euros. Una cantidad vergonzosamente astronómica, si tenemos en cuenta los recortes salariales y las congelaciones que ha aplicado el Gobierno. A esta cantidad aún tendremos que sumar otros importes significativos, ya que aún faltan los datos de lo que percibieron durante los tres últimos meses del citado año de 2010. 

Durante el primer trimestre del pasado año, con cargo al Servicio Público de Empleo, la UGT de Euskadi se llevó ya una partida de 241.380,10 euros por  “sus actuaciones de orientación profesional para el empleo y autoempleo”, según se indica en el Boletín Oficial del Estado del día 3 de junio. En el segundo trimestre, este mismo departamento repartió más de 1,5 millones de euros, aunque la mayor parte fue a parar a las federaciones de UGT de Euskadi, Ceuta y Melilla. Fue en el tercer trimestre de 2010 cuando dicho Servicio Público de Empleo repartió la desorbitada cantidad de 153.074.577 euros entre las diversas federaciones y corporaciones de las centrales sindicales, tal y como aparece publicado en el BOE del 10 de diciembre.

A la hora de repartir esta cantidad, como es lógico, son las centrales sindicales de CC OO y la UGT, las que se llevan la mayor parte, dada su representación. La Confederación sindical de CC OO se lleva 12,1 millones de euros para “formación profesional de ocupados”. La Federación de Comercio, Hostelería y Turismo de CC OO se llevó 23 millones de euros. La UGT tampoco se queda atrás. La Federación Estatal de Servicios de la UGT fue gratificada con 21,5 millones de euros, mientras que la de Transportes, Comunicación y Mar, también de la UGT se vio favorecida con 5,1 millones de euros. Hay otras  federaciones y confederaciones, de la UGT y de CC OO, que recibieron cantidades de dinero, pero de menor cuantía. Este es también el caso de la Unión Sindical Obrera.

Las centrales sindicales mayoritarias recibieron, además,  otros 250.513 euros de la Dirección General de la Economía Social, del Trabajo Autónomo y de la Responsabilidad Social, tal como indica el BOE del pasado 12 de octubre. Dinero que se destina a la financiación de varios proyectos e informes sobre responsabilidad social en las empresas. Entre dichos  informes, destaca la “elaboración, edición y distribución de la guía de trabajadores autónomos del sindicato”  de CC OO. Y, como no,  la Dirección General de la Ciudadanía Española en el Exterior, dentro del “Programa de proyectos e investigación” del segundo trimestre de 2010,  se descolgó igualmente con otros 262.000 euros para la UGT y CC OO, que se repartieron de la siguiente manera: 67.000 euros para la Federación Agroalimentaria de la UGT; 100.000 euros se los llevó la Fundación Francisco Largo Caballero de UGT y los 95.000 restantes fueron a parar a la Fundación 1º de Mayo de CC OO.

También han recibido alguna que otra ayuda, a lo largo del año 2010, los sindicatos minoritarios, aunque ciertamente a mucha distancia de la UGT y de CC OO. De los sindicatos de segunda línea, la USO y ELA-STV fueron los más favorecidos, que recibieron 524.862 euros el primero y 486.474 euros el segundo. Los demás ya tuvieron que contentarse con pequeñas limosnas. El grueso del dinero destinado a las organizaciones sindicales se lo han llevado las dos centrales mayoritarias, que se han reconvertido, y en vez de dedicarse a la defensa de sus compañeros los trabajadores, pasaron a ejercer prioritariamente de escudo protector del Gobierno.

No habrá dinero para invertir en empresas y en proyectos productivos. Tampoco lo habrá para quitar el hambre a tanto necesitado que, como consecuencia de la mala gestión económica del Gobierno, se han quedado sin recursos materiales para subsistir.  Pero si no hay dinero,  para repartir entre los sindicatos, se reducen los sueldos de los funcionarios o se saca de las pensiones o de donde haga falta. Lo primero es lo primero. Eso de vivir de sus afiliados se lo dejan  para los sindicatos de Alemania, que presumen de la rentabilidad de las empresas en que trabajan. Aquí, teniendo en cuenta que la vida es muy breve,  molan mucho más las subvenciones y los puestos de liberados sindicales.

Gijón, 1 de marzo de 2011

José Luis Valladares Fernández 

sábado, 5 de marzo de 2011

OBRAS DE CARIDAD CON DINERO AJENO

Según una leyenda medieval inglesa, un noble llamado Robin Longstride, más conocido con el nombre de Robin Hood, se cansa de aguantar las flagrantes injusticias,  cometidas por el sheriff de Nottingham y por el príncipe Juan sin Tierra, y se convierte en un legendario forajido. Llevado por su gran corazón, se coloca voluntariamente fuera de la ley y se enfrenta de manera decidida a las ansias locas por acaparar todo tipo de riquezas del mencionado sheriff y de dicho príncipe, robando a los ricos lo que después reparte entre los pobres. No es de extrañar, pues,  que el sheriff le persiguiera incesantemente con la malsana intención de insertar su cabeza en una afilada pica. 

No nos hace falta ir hasta Inglaterra para encontrarnos con un tipo como Robin Hood. Aquí en España, en épocas pasadas,  tuvimos también bandoleros famosos, sobre todo en la sierra andaluza. Hay constancia histórica de que se practicaba el bandolerismo desde tiempos muy remotos. Tito Livio, por ejemplo, nos cuenta que eran muchos los salteadores de caminos que asediaban a las caravanas que se aventuraban a comerciar en la Bética. El bandolerismo es un fenómeno muy complejo, enmarcado siempre en un contexto histórico y social de suma pobreza, por eso proliferó tanto a principios del siglo XIX. Entre los bandoleros famosos de esa época tenemos al barquero, llamado Andrés López, y sobre todo a José María el Tempranillo. José María el Tempranillo, al igual que Robin Hood, repartía de inmediato entre los pobres lo que robaba a los ricos.

En la actualidad, el bandolerismo también ha echado raíces en la clase política. Y estos nuevos bandoleros ya no necesitan ni de trabucos ni de pistolas para tener acceso a lo ajeno. Les basta con una pluma o un bolígrafo. El socialismo, con su obsesión enfermiza por torpedear la economía de mercado para que su negocio ideológico no se vaya al traste, se dedica afanosamente a repartir las riquezas, pero siempre las riquezas de otros. Los que profesan semejante doctrina suelen ser arrogantes en exceso y se creen moralmente superiores al resto de los mortales, a quienes culpan de las miserias que padece la humanidad. Y por lo tanto  se creen con todo el derecho del mundo a ser ellos los que se dediquen a la redistribución de la riqueza ajena.
Aunque no siempre, hay veces que en ese reparto se distraen cantidades, y de una manera u otra se aumenta el patrimonio  personal o el de los amigos con quienes se comparten afinidades políticas. Un caso muy reciente lo tenemos en la trama de los ERES falsos  de Mercasevilla que cito de pasada, y otro el destapado recientemente en Asturias por la “operación Marea”. Hace ya unos cuantos días que han sido imputados el ex consejero de Educación  del principado de Asturias, José Luis Iglesias Riopedre, la ex “numero dos” del consejero, María Jesús Otero Rebollada y la funcionaria Marta Renedo Avilés, además de los propietarios de Igrafo y de Almacenes Pumarín.

Será la Justicia la que determine si en el caso de la Consejería de Educación hubo realmente cohecho, tráfico de influencias, fraudes y  exacciones fiscales o si, por el contrario, son inocentes.  De momento centraremos nuestra atención exclusivamente en la llamativa postura, adoptada por  María Jesús Otero, la ex directora general de Planificación, Centros e Infraestructuras  del Gobierno del Principado. Es evidente que  María Jesús Otero, por las declaraciones que hace ante la juez que está llevando este caso, Ana López Pandiella, quiere aparecer ante la sociedad como una persona sumamente desprendida y misericordiosa. Según su propia confesión, los ingresos periódicos que recibía en sus cuentas corrientes de los dueños de Igrafo y de Almacenes Pumarín, eran destinados casi íntegramente a obras de caridad. Ni Robin Hood, ni el propio José María el Tempranillo lo hubieran hecho mejor que ella.

La ex directora general  de Planificación reconoció ante la juez instructora, eso si, que había ayudado económicamente a Almacenes Pumarín en una época en que esta empresa tenía abundantes problemas de liquidez. Su ayuda consistió en girar efectos a esta empresa, “favor” del que nunca sacó beneficio económico alguno. E insiste María Jesús Otero, en la declaración prestada en el Juzgado de instrucción  número 4 de Gijón, que ella jamás se ha dedicado a  beneficiar a ninguna empresa de manera ilegal, y mucho menos con ánimo de obtener determinados lucros. La ayuda prestada a Almacenes Pumarín, según dice ella, hay que enmarcarla  como una obra de caridad más.

Los dineros que periódicamente recibía de  Almacenes Pumarín e Igrafo eran debidos, parte de ellos, a que les alquilaba apartamentos, e incluso su piso de LLanes; el resto, a juzgar por sus palabras,  eran donaciones que los empresarios hacían a título personal para realizar acciones solidarias de caridad en países desfavorecidos. Y de hecho, según ella, todo ese dinero se destinaba puntualmente         para colaborar en  la financiación de diversos proyectos de cooperación solidaria en Cuba y en la República Democrática del Congo. La propia María Jesús sabrá hasta que punto es esto verdad, aunque va a tener muy complicado explicar convincentemente que su enorme patrimonio inmobiliario con que cuenta en el oriente de Asturias, fue hecho de manera exclusiva  con su sueldo. Sus vecinos y conocidos naturalmente no se lo creen. Y de hecho la habían puesto un apodo muy significativo que, por si mismo, ya dice mucho: la llamaban “la Roldana”.

Gijón, 28 de febrero de 2011

José Luis Valladares Fernández

lunes, 28 de febrero de 2011

IMPOSICIÓN SECTARIA DEL LAICISMO

La izquierda española, representada mayoritariamente por el PSOE, sigue aún instalada en el sectarismo más arcaico de que hacían gala Pablo Iglesias, fundador del partido y Francisco Largo Caballero. La transformación cultural de España es una de las principales pretensiones de los socialistas españoles, pretensión que han sabido mantener viva a lo largo de toda su historia, a pesar de las distintas vicisitudes con que se han visto afectados. Se trata, ante todo, de descristianizar nuestra cultura, destruyendo de una vez por todas, en frase de Rodríguez Zapatero, los efectos perversos que han introducido en ella los 2000 años hegemónicos de la Iglesia Católica.

Ese intento de descristianización de España recibe un nuevo impulso con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la presidencia del Gobierno. Las huestes de izquierdas, que se autodenominan progresistas, buscan la manera rápida de subvertir los valores tradiciones de nuestra historia, eliminando de ella cualquier referencia  al cristianismo, para implantar de una vez el laicismo más estricto y el relativismo moral más absoluto. La laicidad pasaría a ser la  nueva religión del Estado y la única garantía de nuestras libertades y de todos los valores que, según los integrantes de esa fuerza política, ha cercenado la religión tradicional. Para lograr semejante propósito e imponer sus ideas, los socialistas saben que deben destruir previamente la familia tradicional española y, como no, la unidad de España.

Saben de sobra que la familia tradicional es el principal inconveniente con que se encuentra el Gobierno para implantar su nueva moral relativista. De ahí que Zapatero, una vez investido presidente, decida sustraer a la familia, como primera medida, todo derecho sobre la formación de los hijos. Esa formación en materia moral pasa a manos del Estado y la ejerce de manera totalitaria, imponiendo a niños y adolescentes la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía.  Y para que el adoctrinamiento alcance a todos los niveles de la Educación Primaria y Secundaria sin excepción, Zapatero intentará privar a los padres del derecho constitucional a ejercer oportunamente la objeción de conciencia contra semejante asignatura.

No contento el Gobierno socialista con la formación sectaria de las nuevas generaciones en esa moral laica, se esfuerza por destruir hasta los cimientos de la familia tradicional. Para ello, Zapatero trata de  reinventar  un nuevo ser humano, radicalmente diferente del hombre que hemos conocido hasta ahora. Un hombre que no esté sujeto a las servidumbres tradicionales que le obligan a ser hombre o mujer, a ser un mero portador de derechos y a seguir unos comportamientos culturales  arcaicos, que le empequeñecen y le esclavizan de manera inapelable. Como Nietzsche con su superhombre, Zapatero pretende introducir una nueva realidad humana, situada mucho más allá del ser humano real y que dependa exclusivamente de su propia voluntad.

Según este proyecto cultural laicista, la maternidad no es un hecho natural, es algo ideado a costa de la mujer y sin contar con ella, para favorecer esa idea trasnochada de la familia. El mismo instinto maternal no es más que un mito,  inventado para relegar y confinar a las mujeres a una mera función reproductiva. Según las enseñanzas que se imparten en alguno de los manuales de Educación para la Ciudadanía, los hombres y las mujeres son absolutamente iguales. Afirmar lo contrario es dar la espalda a la realidad y dejarse llevar por creencias culturales inventadas y por lo tanto radicalmente falsas. Los roles sexuales, según esta asignatura son estereotipos culturales y simples prejuicios sexistas que vienen determinados por los usos y costumbres de una época determinada y por lo tanto susceptibles de modificarse si así lo quieres. 

Una semblanza de semejante simpleza quedó reflejada en el Anteproyecto de Ley del nuevo Registro Civil del 8 de enero de 2010, y responde a la filosofía marcada en la asignatura Educación para la Ciudadanía. Con esta nueva normativa, se borran de un plumazo dos de las principales bases naturales del matrimonio como es la complementariedad y la estabilidad tradicionales y reincorpora a la familia matrimonial otros tipos de agrupaciones humanas, como es el matrimonio homosexual. No contentos con esto, suprimen del Registro Civil las figuras seculares del padre y de la madre e introducen otros términos sumamente pintorescos y ridículos como los de progenitor A y progenitor B. 

Otra barrera prácticamente infranqueable para los sueños laicistas de Rodríguez Zapatero es la unidad de España. Pues no podemos olvidar que España, su unidad y los vínculos que la articulan y la estructuran, tiene raíces católicas. Y, querámoslo o no, es indisociable de esos cimientos cristianos. No tiene explicación posible la convivencia  colectiva de España, ni su cultura, ni su arte, sin la sombra de Roma y de la cruz. La propia identidad histórica de España, su papel estelar en el descubrimiento, la evangelización y la colonización de América sería totalmente incomprensible al margen de la religión cristiana. Si Zapatero y sus acólitos logran poner fin a tan prolongada unidad, erradicar cualquier vestigio religioso de la vida española es ya algo sumamente sencillo.

Para lograr dividir a España y a los españoles, Rodríguez Zapatero utiliza dos caminos diferentes: subvertir la idea clásica de nación por un lado, y por otro enfrentar bellacamente  a unos españoles contra otros con la nefasta Ley de la Memoria Histórica. Para alterar el concepto de nación, se dedicó con toda urgencia a vaciar de contenido la Constitución de 1978, promoviendo  intencionadamente la renovación de los estatutos de autonomía. Un ejemplo claro lo tenemos en el Estatuto de Cataluña, que fue aceptado y bendecido entusiásticamente por el presidente del Gobierno. Con este Estatuto, se invalidan  varios supuestos de la Constitución española, desaparecen prácticamente todas las competencias exclusivas del Estado y,  todo ello, sin acudir a la preceptiva consulta de los ciudadanos. La Nación es para Zapatero, ya lo sabemos, un “concepto discutido y discutible”.

Con la Ley de Memoria Histórica se busca la ruptura unilateral del consenso que dio origen a la actual democracia y, a la vez,  se pretende sustituir y alterar unos hechos determinados para buscar una nueva legalidad. Para Zapatero, esa legalidad se encuentra en la Segunda República, y nos la presenta como el precedente inmediato de la democracia y donde se legitima plenamente nuestra historia actual. Fue la sinrazón de una clase poderosa la que cercenó aquel proyecto ejemplar en el que primaban las libertades. El remate a esta obra de ingeniería social emprendida por Zapatero para la descristianización de España, vendría de la mano de otras dos nuevas leyes, la Ley de Igualdad de Trato y contra la Discriminación y la Ley de Libertad Religiosa. Con estas leyes, no podríamos criticar los dogmas establecidos por la ideología de género, ni tan poco podría nadie hacer manifestaciones públicas de su fe religiosa.

Gijón, 23 de febrero de 2011

José Luis Valladares Fernández

miércoles, 23 de febrero de 2011

¿HUMILDAD O ALTANERÍA MESIÁNICA?

La mejor definición de la humildad, la más simple y sumamente profunda, la encontramos en Las Moradas de Santa Teresa de Jesús.  “La humildad es andar en verdad”, dice la santa abulense, que es tanto como decir que es la sabiduría de lo que somos. La humildad así entendida es una virtud cristiana y, como tal, viene a ser el fundamento imprescindible de la moral de los que practican esta religión. Pero Zapatero, que no comulga precisamente con esa doctrina, seguro que está más de acuerdo con la explicación de Nietzsche. Para Nietzsche, en efecto, la humildad no significa más que una bajeza, una debilidad de instintos propia de quienes se dejan llevar por una moral de esclavos. 

El pasado día 13, en la clausura de la Convención Municipal que el PSOE celebraba en Sevilla, Zapatero trata de reactivar la moral de los suyos abusando de esa altanería mesiánica que le caracteriza. Aún  no está escrito, dijo, el resultado de las elecciones municipales y autonómicas del próximo 22 de mayo. Y añadió muy ufano: "El PP está convencido de que va a ganar de calle las elecciones Se les olvida solo una cuestión que yo tengo presente cada minuto: para ganar unas elecciones hay que merecerlo”. El Partido Popular no ha hecho ningún mérito que le haga acreedor a semejante victoria, ya que apenas ha dedicado tiempo y esfuerzo a analizar los graves problemas que amenazan a nuestro Estado de bienestar. 

En cambio, sí se merece esa victoria, faltaría más, Rodríguez Zapatero y de rebote el PSOE. Y es precisamente la humildad la que le da derecho a seguir contando con el beneplácito de los ciudadanos.  Pues, como él mismo dice, saldrá a la calle “con humildad y asumiendo los errores” para explicar que las reformas hechas eran absolutamente necesarias para seguir contando con una protección social eficaz. El PSOE,  al igual que él, merece esa victoria porque, a pesar de la crisis, ha sabido mantener sus señas de identidad mejorando notablemente el Estado de bienestar y la igualdad. Por eso pide a sus futuros alcaldes que, de cara a las elecciones del 22 de mayo, centren toda su campaña en la promoción del empleo, "y que no sea una campaña de rifirrafe, porque no es lo que necesita España. Este país necesita acuerdos, propuestas, seriedad, trabajo y rigor".

Pero la humildad del presidente del Gobierno no fue más allá. Al igual que hubiera hecho el superhombre que Mnos describe Nietzsche, Rodríguez Zapatero sacó a relucir inmediatamente su apabullante altivez, para ahogar en el acto ese oscuro gesto de humildad apenas esbozado. Y comienzan las descalificaciones para sus adversarios políticos. El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, no tiene cara de ganador, carece de ideas y de programas y utiliza siempre "cuatro o cinco palabras: la culpa es de Zapatero". No importa que se esté hablando del desempleo, de la crisis económica o de las cajas de ahorro. Acusa con toda crudeza al Partido Popular de dedicar muy poco tiempo y muy poco esfuerzo a esclarecer los problemas que nos acucian y añade: "ojalá pudiéramos tener con ellos ese contraste de ideas, pero cuando expresan su opinión es de medio lado. España siempre ha tenido una derecha muy original, no hay más que ver su trayectoria".

Como la cosa más natural, el jefe del Ejecutivo carga ásperamente contra el Partido Popular por pretender, dice, que su Gobierno hubiera adivinado la llegada de la crisis y medido anticipadamente su dimensión, cuando ni el Fondo Monetario Internacional supo hacerlo.  Zapatero no solamente no supo  prever la crisis; su ineptitud llegó hasta el extremo de no reconocerla cuando ya estaba haciendo estragos en nuestra economía. Su egolatría le incapacitó hasta para escuchar a Manuel Pizarro en aquel famoso debate preelectoral con Pedro Solbes, donde el ex presidente de Endesa describió perfectamente lo que estaba ocurriendo y avanzó con bastante exactitud la mayor parte de las vicisitudes económicas que hemos tenido que soportar. Este hecho le dio pie a Zapatero para llamar antipatriotas a los defensores de las tesis de Manuel Pizarro. 

Es ahora cuando el presidente del Gobierno  pide la colaboración de Rajoy, para poner orden en nuestra maltrecha economía, y se queja una y otra vez de que no arrima el hombro. Se olvida de que Mariano Rajoy se ha ofrecido,  al menos por tres veces,  a cooperar lealmente para salir con el menor daño posible de tan acuciante crisis. Entre esas tres ofertas claras de pacto de Estado, destaca la realizada en el debate de investidura. Habría que añadir igualmente gran cantidad de enmiendas y propuestas que, con idéntico fin, fueron  presentadas por el Partido Popular a lo largo de esta segunda legislatura. Pero como es lógico, un gran líder de masas como Rodríguez Zapatero, convencido de su papel relevante en la historia, rechazó frontalmente ese pacto aduciendo para ello simples “razones ideológicas”. En cuanto a las sucesivas enmiendas y propuestas han sido ignoradas sistemáticamente. 

Ante una perspectiva evidente de fracaso en las próximas elecciones de mayo, Zapatero recurre al victimismo y achaca todos los problemas económicos que padecemos a la arraigada insolidaridad de la derecha. Y no contento con esto, acude hasta la descalificación personal  de Rajoy. Para su pésima gestión, en cambio, todos son ditirambos y alabanzas desmesuradas. Ocurrencias tan desafortunadas y fallidas como la del Plan E, en el que se gastaron inútilmente más de 13.000 millones de euros entre 2009 y 2010, han servido, según dice Zapatero, para mantener a flote la economía española, renovando oportunamente buen número de infraestructuras y equipamientos. Con razón dijo Iñaki Gabilondo en La Sexta, después de la desilusión que llevó por el cierre inesperado de CNN+, que Zapatero “ha infravalorado la dificultad de algunas cosas y ha sobrevalorado su propia capacidad”.

El voluntarismo ciego e incontrolado que padece Zapatero, le ha llevado a presumir insolentemente de una ejemplar austeridad en el gasto que no practica en absoluto y a sobrevalorar sus iniciativas, como es el caso de la reforma laboral y la reforma de las pensiones. De la reforma de las pensiones llega a decir jactanciosamente que es “para hoy, para mañana, y para pasado mañana”. Y es que aquí, a pesar de su manifiesta ineficacia, aparece de nuevo su orgullo irredento y la altivez del superhombre de “Así habló Zarathustra”, para ahogar en el acto cualquier apariencia de humildad aún antes de nacer. “Pero, ¡qué le vamos a hacer!, José Luis Rodríguez Zapatero es así.

Gijón, 19 de febrero de 2011

José Luis Valladares Fernández

sábado, 19 de febrero de 2011

LOS IMPUESTOS Y LA CAIDA DEL CONSUMO


Tardó mucho  José Luis Rodríguez Zapatero en admitir que estábamos padeciendo una crisis económica. Estábamos a las puertas de un proceso electoral y no quería alarmar a los electores. Una vez pasadas las elecciones de marzo de 2008 ya comenzó a hablar de  una “coyuntura económica desfavorable", pero de muy poca importancia. Se trataba más bien de un bache, una simple desaceleración muy poco profunda, que en absoluto obstaculizaría la llegada a una situación “de pleno empleo técnico”. Después de más de un mes de celebradas las elecciones, el 28 de abril de 2008, aún criticaba duramente a los que decían que la crisis era muy grave. "La actitud de quienes exageran sobre el alcance de la actual situación económica –decía- es antipatriótica, inaceptable y demagógica".

Sin embargo tenían razón desgraciadamente los antipatriotas. Y al no aplicar a tiempo las medidas estructurales precisas, se produjo una fuerte caída de la actividad y, por lo tanto, del empleo. Ante el cariz que iba tomando  la crisis, cada vez más preocupante, el equipo económico del Gobierno intentó solucionar el problema aplicando los llamados estabilizadores automáticos que, en este caso  concreto,  desestabilizaron aún más nuestra economía. La intención sería buena, pero el  resultado no pudo ser más pernicioso. Para suavizar las perniciosas consecuencias  de la crisis, aplicaron sin más la tesis keynesiana, impulsando el gasto deficitario, llevándolo bastante por encima de los ingresos. Con esta nefasta iniciativa, además de disparar el gasto público, hunden irremediablemente los ingresos tributarios.

Con esta manera de actuar un tanto irresponsable, sucedió lo previsible, que aumentaran de manera alarmante los números rojos de las cuentas públicas. Con un 20% de la población en paro, con una gran cantidad de empresas que se ven obligadas a cerrar o que  apenas tienen beneficios y con el consumo prácticamente por los suelos, es normal que disminuyan los ingresos por IVA, por IRPF y, como es evidente, por el Impuesto de Sociedades, que son las tres fuentes principales que utiliza el Gobierno para financiarse. Dadas estas condiciones, es lógico que disminuya notablemente el montante recaudado, manteniendo invariable  el mismo tipo impositivo. Con otras palabras: lo que en realidad bajó en España es la recaudación, no los diversos tipos impositivos.

Al ver como van creciendo progresivamente los números rojos en las finanzas públicas, nuestro Gobierno ha comenzado a mirar con envidia al modelo económico y social escandinavo, cuyos países soportan sin problemas la presión fiscal más elevada del mundo.  Convencidos los miembros del Ejecutivo  español de que los impuestos altos no entorpecen en absoluto al crecimiento económico, comienzan a preparar el ambiente con la interesada falacia de que en España  se pagan pocos impuestos. Era el ministro de Fomento, José Blanco uno de los que más se desgañitaba, anunciando que los impuestos españoles eran “muy bajos” y que, por consiguiente, había que homologarlos necesariamente a la media europea.

El propio José Luis Rodríguez Zapatero marchaba al frente de la procesión y nos indicaba reiteradamente que si queríamos tener servicios similares a los de los alemanes o los suecos, teníamos que soportar los mismos esfuerzos  fiscales que ellos. El enfoque dado por el Ejecutivo a este problema es tremendamente demagógico, porque no es cierto que pagáramos menos impuestos en general que nuestros vecinos europeos. De hecho, en muchos casos ya estábamos pagando más. Tanto Zapatero, como José Blanco, y los demás miembros del Gobierno, comparaban intencionadamente nuestros tipos impositivos con los de aquellos países que tenían unos tipos claramente por encima de los nuestros, pero silenciaban las diferencias, a veces muy notables, entre el poder adquisitivo de ellos y el nuestro. 

Comparando nuestro poder adquisitivo  con el de la mayoría de países europeos, les ganamos sin duda alguna, pero en pobreza. De ahí que nuestro esfuerzo fiscal, diga lo que diga nuestro Gobierno, ya  estaba bastante por encima  de la media de la Unión europea, incluso antes de la última subida de impuestos.  Es cierto que, para medir el nivel de los impuestos, se utiliza normalmente la presión fiscal, que se obtiene dividiendo el total de lo recaudado por impuestos entre el PIB total del año de referencia. Según esto, la presión fiscal está en España por debajo de la media  de la Unión Europea. Según el último dato dado por la Oficina Europea de Estadística, nuestra presión fiscal estaba en el 33% del PIB, frente al 39,3% de media de la Comunidad Europea. Y esta es la variable utilizada por nuestro Gobierno para tratar de hacernos ver que nuestros impuestos son comparativamente muy bajos.

La presión fiscal es una variable ficticia que no sirve para fijar el auténtico nivel impositivo de un país.  Aunque no exento de inexactitud, el esfuerzo fiscal refleja más fielmente la realidad que la presión fiscal, ya que relaciona los tributos soportados por las personas con su capacidad impositiva. Se trata de ponderar la propia presión fiscal en función de la renta per cápita de las personas. Esto nos demuestra fehacientemente que a igual presión fiscal entre dos poblaciones diversas, la más pobre  estará sometida a un esfuerzo fiscal efectivo mayor. La variable del esfuerzo fiscal se adapta mucho más a la realidad que la presión fiscal, pues tiene en cuenta las posibilidades reales del ciudadano. 

Si Zapatero  y su Gobierno hubieran analizado detenidamente cual era el esfuerzo fiscal de los españoles en julio del pasado año, se darían cuenta de que no estábamos entre los últimos de la tabla. Verían que encabezábamos los primeros puestos de la lista, acompañados por Portugal y Grecia. Noruega, Dinamarca, Alemania y otros países afortunados van muy por  detrás de nosotros, porque son los que menos esfuerzo fiscal realizan. En estos países, es cierto, tienen unos impuestos altos, pero también lo son los salarios. Nuestro Gobierno, de aquella, optó por subir los impuestos, principalmente el IVA y la tributación sobre las rentas del capital, lo que, como estamos viendo, complicó aún más nuestra situación económica.

Esa subida de impuestos, acordada unilateralmente por el Gobierno, ha provocado prácticamente el colapso del consumo y no ha servido en absoluto para aumentar los ingresos del Estado. Tanto el consumo como los ingresos se recuperarán  cuando lo haga la actividad económica. Y evidentemente esto  no se consigue subiendo los tipos impositivos. Para lograrlo, necesitamos, en primer lugar, una reforma laboral profunda que garantice la flexibilización del mercado laboral y después, suprimir las pesadas cargas burocráticas que dificultan enormemente la creación de empresas. La subida de impuestos, piense lo que piense Rodríguez Zapatero y su equipo económico, no abre el camino a la recuperación. No hace falta ser un gurú de las finanzas para saber que la mejor receta para salir de la crisis actual, pasa por reducir los impuestos para que las familias dispongan de más dinero, restringir al máximo el gasto público y los inservibles planes de estímulo.

Es un auténtico disparate pensar que, por el mero hecho de aumentar los tipos impositivos, aumenta sin más lo recaudado. Las subidas de impuestos del pasado año, y más al coincidir con el recorte salarial a los trabajadores públicos y con el aviso de congelación de las pensiones, han servido para que las familias dispongan de menos dinero y en consecuencia se retraiga el consumo y reciba un nuevo impulso el desarrollo de la indigencia y la miseria. Los datos no pueden ser más elocuentes. Desde que comenzó a afectarnos la crisis económica allá por el año 2007, según datos publicados por la Oficina Europea de Estadística,   la inversión cae un 55%. El comercio minorista bajó en diciembre pasado un 5% con respecto al mismo mes de 2009, acumulando una caída del 15,50% desde el comienzo de la crisis.

Cada vez es más evidente el divorcio entre los grandes datos económicos como el PIB y el IPC y los datos parciales de nuestra economía. Mientras que el PIB español, según el Banco de España, cayó un 0,1% en 2010, los indicadores de consumo como éste, caen a tasas del 5%, la producción industrial un 0,3%, la construcción un 30,2% y la venta de automóviles un 24%. El gasto de los españoles en su conjunto, una vez descontada la inflación, ha caído el 30%, regresando éste a niveles de 1995. Y mientras las familias no dispongan de dinero, o bien porque mejoren sus salarios o porque reduzcan sus cargas impositivas, no se recuperará el consumo y por consiguiente nuestra economía continuará en la cuerda floja.

Gijón, 14 de febrero de 2011

José Luis Valladares Fernández