domingo, 12 de mayo de 2013

1.- Del engaño a la crisis económica


En España, desde que José Luis Rodríguez Zapatero asumió la Presidencia del Gobierno, comenzamos todos a vivir opulentamente, gastando dinero sin control alguno. Nos comportábamos como si nos sobrara el dinero, comprando a lo loco hasta el más absurdo de los antojos. Y entre tanto, el Gobierno de Zapatero disfrutaba repartiendo dinero a manos llenas. Entre los agraciados estaban los sindicatos, los titiriteros, los colectivos de gais y lesbianas nacionales y extranjeros y las más insospechadas ONGs. También participaban de este generoso reparto los distintos tiranos que aún hoy siguen esclavizando a sus pueblos en cualquier parte del mundo. Entre los agraciados, tenemos a los Hnos. Castro, Hugo Chávez y Evo Morales y, cómo no,  hasta el Sultán de  Marruecos. Y es que, tanto Zapatero como los que le rodeaban, pensaban que el dinero de la caja pública era inagotable.
Sin que nadie lo esperara, y menos en España, se produce una galopante pérdida  de liquidez en el sistema bancario estadounidense. Todo un cataclismo económico, el más grave desde el ‘crack’ del 29, conocido también con el nombre ‘La Gran Depresión’. El resultado inmediato, como entonces, fue devastador y propició inevitablemente la quiebra de más de medio centenar de bancos y varias entidades financieras. Ni la reacción inmediata del Gobierno de Estados Unidos, inyectando cientos de miles de millones de dólares, fue capaz de evitar su bancarrota.
Entre las entidades financieras involucradas están, entre otras,  los bancos de inversiones Lehman Brothers y Bear Stearns,  la aseguradora AIG y las dos mayores entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac. Una de las unidades del  banco de inversiones Lehman Brothers estaba especializada  en la concesión de créditos a clientes con muy poca solvencia y el exceso de hipotecas basura le llevó irremediablemente a declararse en quiebra el 15 de septiembre de 2008. El Gobierno de Estados Unidos se mantuvo al margen y no acudió en su ayuda. Sí acudió, en cambio, en auxilio del Bear Stearns, cuando se desplomaron sus acciones en la Bolsa de Nueva York, evitando así que su colapso afectase a otras instituciones.
Otro tanto pasó con la American International Group (AIG), líder mundial de seguros y servicios financieros. La aseguradora AIG había apostado fuertemente por las hipotecas de alto riesgo, las famosas ‘subprime’, lo que supuso una enorme pérdida millonaria.  Otro tanto le ocurrió con los seguros que hacía a sus clientes, para prevenir los posibles riesgos de quiebra de las empresas en las que hubieran invertido sus dineros. La marcha de la economía fue determinante para que esta entidad perdiera el 92% de su valor en bolsa y no pudiera hacer frente a las pérdidas acumuladas, bastante más de los 18.000 millones de dólares. Para evitar que la quiebra de AIG arrastrara fatalmente a todo el sistema financiero mundial, la Reserva Federal de los Estados Unidos se hizo con el 80% de sus activos.

Las dos mayores entidades hipotecarias  de Estados unidos, Fannie Mae y Freddie Mac, también estaban en serios apuros económicos. Y para evitar el previsible desastre, el Gobierno estadounidense asumió su control a través  de la Agencia Federal Financiera de Casas, inyectando 100.000 millones de dólares en cada una de ellas. Las compañías Fannie Mae y Freddie Mac perdieron, solamente en 2008,  más de 14.000 millones de dólares y hay que tener en cuenta que, entre ambas entidades, sustentaban  más del 40% de toda la deuda hipotecaria de Estados Unidos.
La economía americana era indudablemente muy poderosa, pero fue incapaz de evitar el tremendo colapso causado por esta crisis económica, que no había hecho más que empezar. La situación se agravó rápidamente, ocasionando una destrucción salvaje de puestos de trabajo. Provocó igualmente la caída de los valores bursátiles y destruyó toda  capacidad de consumo y de ahorro de la población. Y como era de esperar, en vez de enquistarse en Estados Unidos, se expandió rápidamente a otros países, afectando de manera muy especial a toda Europa. Y afectó principalmente  a los países más ricos, a los más desarrollados, en los que ocasionó un gran perjuicio económico. Y España no fue precisamente una excepción.
Nadie podía competir con Dinamarca en salarios, y aunque su tasa de desempleo era la más baja del mundo desarrollado, fue el primer país europeo que entró en recesión. Fue precisamente en el primer trimestre de 2008, cuando su PIB sufrió un 0,6% de contracción. Los demás países europeos seguirían desgraciadamente el camino abierto por los daneses, entrando la mayor parte de ellos en recesión en el segundo trimestre de 2008. En dicho trimestre, la economía de la eurozona se contrajo un 0,2%, sobresaliendo la contracción del 0,5% de Alemania y del 0,3% de Francia. España aguanta curiosamente algo más de tiempo y evita la recesión en ese primer momento,  creciendo sorpresivamente durante el primer trimestre un 0,1 testimonial.
Esta crisis profunda de la economía tardó en afectar a España porque, sin duda, estaba mejor preparada que ningún otro país de la eurozona y aguantó firmemente ese primer embate. Y eso, a pesar del malévolo comportamiento de  Rodríguez Zapatero que, durante los 4 años de su primera y alocada legislatura, actuó siempre como un auténtico manirroto. No había aún tenido tiempo para malgastar la herencia dejada por José María Aznar.  El mandato de Aznar se caracterizó precisamente por el crecimiento constante y continuo del  empleo. Y durante esas dos legislaturas pasamos sin muchos problemas  de una economía en decadencia a otra mucho más boyante.
La herencia que le había dejado Felipe González era objetivamente muy mala: un 20,04% de la población activa en paro, un 5,5% de déficit público, una deuda de nada menos que 60 billones de pesetas y una Seguridad Social totalmente en quiebra. Y los ciudadanos asfixiados fiscalmente para no variar. Al final de la presidencia de Aznar, en cambio, crecíamos al  2,6% y el paro quedó reducido al 11,50% de la población activa. Se encontró con 12.626.700 ocupados cuando llegó a La Moncloa y cuando marchó había 17.865.800 trabajando y, a base de tesón, logra reducir el déficit a cero y disminuir significativamente nuestra deuda pública. Su sucesor en la presidencia se encuentra, cosa insólita, una Seguridad Social con un Fondo de Reserva de más de 10.000 millones de euros.
Dejó a Zapatero una España, no en la famosa “Champions League de la economía", pero sí suficientemente preparada para afrontar con cierta garantía la embestida de este tipo de crisis financieras. Ese y no otro es el motivo por el que España pudo aguantar hasta el cuarto trimestre de 2008 para entrar en recesión. Pero la chulería de un Rodríguez Zapatero inepto y presuntuoso,  acabaría muy pronto con las reservas acumuladas que nos mantenían un poco al margen de los imprevistos vaivenes de la economía. Dilapidado ese valladar protector, la crisis económica comenzó a azotarnos despiadadamente y de una manera irreparable.
El primer embate de la crisis fue muy leve. Fue ya en el tercer trimestre de 2008 cuando nuestra economía cayó un 0,3% imperceptible, para dispararse al -1,1% en el cuarto trimestre de 2008, entrando ya definitivamente en recesión. Dicha crisis económica afectó más intensamente a España que a los demás países de la Unión Europea por culpa de nuestro Gobierno de entonces, que no supo o no quiso adoptar medidas precisas para minimizarla y mantener a raya los perversos efectos de la misma. Para Zapatero y para su Gobierno, la crisis económica no existía. Era tanta su inconsciencia que, en vez de buscar remedios para  disminuir los efectos perniciosos de dicha crisis, se dedicaba  a soltar insolentemente fanfarronadas como esta: "Superaremos a Francia en renta per cápita en tres o cuatro años. Esto no lo quiere ni oír mi amigo Sarkozy, pero es así".
En vez de buscar remedios precisos para aliviar la situación, que se hacía cada vez más asfixiante, el presidente del Gobierno negaba abiertamente hasta la posibilidad de que pudiera afectarnos directamente. Fue en agosto de 2007 cuando, en unas declaraciones a El País, dice muy ufano: “España está totalmente a salvo de la crisis financiera”. Y agregaría un mes más tarde, en una comparecencia junto a Lula da Silva que “La crisis de las hipotecas subprime no afectará a España”. La crisis económica estaba ya haciendo verdaderos estragos en nuestra economía y Zapatero seguía empecinado en negar su existencia. De ahí que se atreviera a declarar  a El Mundo, en enero de 2008, que “La crisis es una falacia. Puro catastrofismo”. Y cuando menudeaban los cierres sonados de muchas empresas, y era ya imposible negar la realidad de nuestra situación crítica, esperaba que llovieran del cielo las soluciones precisas para volver a crecer y a crear puestos de trabajo.
Nadie quiso hacer caso a Manuel Pizarro, en aquel debate preelectoral del 21 de febrero de 2008 con Pedro Solbes, cuando anunció detalladamente la que nos venía encima si el Gobierno no tomaba las medidas precisas, como estaban ya haciendo los demás países de nuestro entorno. Comenzó Manuel Pizarro diciendo que “España no va bien”. Y continuó señalando todos los males que nos hacían especialmente vulnerables ante la incipiente crisis, que ya estaba destrozando nuestra economía, con estas palabras: "Somos subcampeones europeos en inflación, uno de los países con más endeudamiento en las familias y somos campeones en desempleo", continuó Pizarro que preguntó al ministro de Economía qué ha hecho para evitar la crisis "del ladrillo y el consumo".
La contestación de Pedro Solbes, dejando al descubierto la catadura moral e intelectual del personaje, no se hace esperar. Sin ponerse colorado y con toda la desfachatez del mundo, se atrevió a decir que “La herencia que dejamos en estos momentos es mejor que la que recibimos”. Y agregó con toda desvergüenza que  estamos ante “una cierta desaceleración”, pero nada más. Y concluyó: “inflación hay, pero es similar a la que hubo en 2003”. Acto seguido, comete la impertinencia de acusar a Manuel Pizarro y a todo el Partido Popular de buscar interesadamente la crisis: “ustedes –dijo- no buscan soluciones, sino más problemas”. Y agregó: "Tengo la sensación de que están convocando la crisis”.
El descontrol presupuestario del Gobierno de Rodríguez Zapatero fue siempre monumental. Y a este desbarajuste presupuestario hay que añadir su despilfarro habitual y el de las Comunidades Autónomas. Pero la llegada de la crisis económica, que no esperaban, aceleró la destrucción total de la herencia dejada por Aznar, teniendo que endeudarse forzosamente  para mantener el nivel de gastos emprendido. La deuda de España en 2007 era del 36,2% del PIB, un importe francamente aceptable. Pero cinco años más tarde, al finalizar 2011, casi se había duplicado, llegando al 68,5% del PIB.
El auténtico problema no está en que el total de nuestra deuda pública acumulada sea demasiado alta. Hay otros países de la Unión Europea que arrastran una deuda superior a la nuestra. Ahí están por ejemplo el caso de Alemania que, a finales de 2011, tenía una deuda del 81,2% de su PIB, Francia llegaba al 85,4% e Italia, con el 129,1% de deuda. Lo verdaderamente alarmante de nuestra deuda, en efecto,  no es su tamaño, es la rapidez con que creció y, por supuesto, su desmesurado coste de financiación.  Doblamos  prácticamente nuestra deuda en apenas tres años, el tiempo que duró la última legislatura de Zapatero.
Con la llegada de la crisis y ante la evolución tan dramática e insostenible de nuestra economía, el presidente del Gobierno y sus ministros, en vez de efectuar los necesarios e ineludibles recortes y de arbitrar una reforma estructural del mercado de trabajo, optaron insensatamente por un proceso expansivo del gasto público, con Planes E incomprensibles de donde salieron cantidad de obras tan inútiles como caras, entre las que sobresalen Aeropuertos fantasmas, Estaciones de AVE sin pasajeros, Pistas de Padel y otras muchas por el estilo. Todo esto agravó considerablemente nuestros problemas económicos, dejamos de crecer, y España quedó convertida en un erial. Los mercados financieros dejaron de confiar en nosotros y estuvimos a punto de tener que declararnos en quiebra.
El resultado de esa creciente desconfianza fue determinante para que la bolsa cayera por los suelos, la prima de riesgo fuera cada vez más alta, nos quedáramos hasta sin expectativas  de crecimiento,  por lo menos a corto plazo y con el riesgo elevado de no poder devolver nuestras deudas. Todo esto se tradujo inevitablemente en un sobreprecio del dinero que nos prestaban y, en consecuencia, en una desestabilización incuestionable de nuestras finanzas públicas. A comienzos del año 2010, nuestra prima de riesgo aún estaba  en los 50 puntos básicos y, por lo tanto, apenas si pagábamos un 0,5% más que el tesoro alemán  por los bonos a 10 años. Desde entonces, esa falta de credibilidad de nuestro Gobierno nos distanció considerablemente de los alemanes, que seguían colocando sus bonos a un interés  del 1,70%, mientras que el interés del español no bajaba del 5,80% como mínimo.
Esa forma irracional de gobernar, puesta en práctica por Rodríguez Zapatero y apoyada unánimemente por todos sus colaboradores aunque ahora quieran darle la espalda, como Alfredo Pérez Rubalcaba, Carmen Chacón y otros muchos, tuvo unos efectos desastrosos perdurables y muy difíciles de corregir ahora. Sin que hubiera una sola voz discordante entre los miembros de sus Gobiernos, hizo más ricos a los ricos a costa de los pobres y más pobres a los pobres y a las clases medias. Gracias a su política tan sectaria y tercermundista, cientos de miles de pequeñas  y medianas empresas tuvieron que cerrar o terminaron irremediablemente quebrando, dando lugar a ese aumento millonario de los parados y a que cada vez haya más españoles viviendo por debajo del umbral de la pobreza.
Cuando llegan las elecciones de noviembre de 2011, Zapatero deja a España con todos los indicadores económicos y morales en práctica situación de alarma, la credibilidad por los suelos, las arcas del Estado completamente vacías, el tejido empresarial destruido y con más de 91.000 millones de déficit. Esta es la situación real que recibe Mariano Rajoy como herencia envenenada.

José Luis Valladares Fernández

6 comentarios:

  1. Muchos pensábamos en los primeros momentos de la crisis (allá por el 2008), que había que tomar medidas urgentes, al parecer los estudios actuales vienen a dar la razón a quienes pensamos que ZP estaba en el limbo, pues según publicaciones recientes, una bajada moderada de salarios en 2008, hubiera evitado la que hubo que hacer en 2010 y la que en 2012 se repitió para los funcionarios en forma de elimimación de paga de Navidad (más dinero que el 5% que les rebajaron en las nóminas a partir del 2010) y buena parte de la subida de impuestos que padecemos sine die.

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  2. Menos mal que estábamos en la Champion League, que si no sería la hostia.

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  3. Exhaustivo articulo donde enumera la putrefacta herencia del mediocre Zapatero.Lo malo es que Rajoy se encuentra algo comodo con la herencia digo yo,un abrazo,

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  4. Y que haya gente en este país que todavía aplaudan estas políticas, asi vamos, de ,culo,..........

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  5. Hacer más ricos a los ricos y aniquilar a la clase media es una especialidad del PSOE, que gusta de las repúblicas bananeras y utiliza los mismos métodos para dividir a la sociedad en ricos, pobres y políticos/sindicaleros bien asentados en el poder y la riqueza golfa con un discurso trasnochado que solamente encandila a los imbéciles. Si a lo anterior añadimos la llegada de un Presidente inepto, que se rodea de personas más ineptas aún para que no le hagan sombra, la bancarrota está asegurada aún sin crisis económica.
    Ahora sólo nos falta ver en qué acaba el Gobierno de Rajoy, que también tiene sus puntos de sombra, sus inseguridades y sus empecinamientos en una política que no está funcionando y que nos tiene "contra las cuerdas" a los de siempre. El tiempo lo dirá...
    Un saludo.

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  6. Hola, José Luís:
    Parece que no saben pensar inteligentemente y buscar soluciones reales de las que sería protagonista, en un marco de libertad, la sociedad civil.
    Solamente saben echar mano del exprimelimones y que el cireneo que lleva la cruz, el desgraciado pueblo o el propio Cristo en el que ya no creen sigan muriéndose de hambre.
    A ver qué se les ocurre ahora.

    Un abrazo

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