El pasado 6 de octubre, la
Asociación Cultural ArribAda organizó la presentación de mi libro LA CASTA POLÍTICA, sus abusos y complicidades en la Sala de Conferencias
del Centro de Cultura Antiguo Instituto Jovellanos. La presentación corrió a
cargo del escritor Humberto Gonzali.
En este libro se recoge una
selección de artículos, de carácter eminentemente político, que fueron
apareciendo en distintos medios de comunicación, la mayor parte de ellos
digitales durante los años de 2012 y 2013.
Los primeros capítulos del libro
abordan el problema catalán que lleva años agudizándose, no sé si porque se
abrió la mano demasiado repartiendo competencias, o por incuria, o por ambas
cosas a la vez. Pero es evidente que en Cataluña, desde hace unas décadas, son
cada vez más los que aspiran a separarse de España. Los responsables políticos
catalanes abusaron descaradamente de la confianza que depositó en ellos España
al transferirles íntegramente las competencias de Educación.
Parece ser que la actuación
benéfica del personaje mitológico Jano, ayudado por Saturno, además de
domesticar a las gentes salvajes que encontró en el Lacio, alcanzó también a
una buena parte del noroeste de la península Ibérica, lo que hoy llamamos
Cataluña. De no ser así, no habría modo de explicar la sucesión de hechos tan
memorables, que otros pueblos serían incapaces de protagonizar, como el
descubrimiento de América.
Y si el emperador Carlomagno
no hubiera contado con la ayuda de un
buen número de aguerridos guerreros catalanes en su lucha contra los
musulmanes, no habría sido capaz de crear al sur de los pirineos la llamada
“Marca Hispánica”. Por eso los reyes carolingios elegían siempre a condes
catalanes para regir y defender toda esa zona de las hordas berberiscas.
En Cataluña hay mucho visionario,
es cierto, pero también hay mucho ‘cara dura’, que falsifican la historia
intencionadamente a su antojo. Entre los nacionalistas, es verdad, hay mucho
rapsoda que canta incansablemente las asombrosas hazañas realizadas por catalanes
ilustres. El actor Toni Alba, por ejemplo es uno de esos trovadores que, desde
twitter fustiga a los catalanes tibios y, sobre todo, a los que no han tenido la suerte de nacer en Cataluña.
Los catalanes, dice, son intelectualmente muy superiores a los demás y, por
eso, los españoles llevan más de 300 años sembrando odio contra Cataluña.
Pero es hasta cierto punto
comprensible que un simple juglar diga estas cosas. Pero no tiene explicación posible que personas con
estudios universitarios se dediquen a propagar aberraciones tan monumentales
como que España viene censurando y manipulando documentos históricos con la
intención perversa de restar protagonismo a Cataluña. Es muy llamativo que
personas que han pasado por la Universidad digan estas cosas y se quieran
aprovechar de gestas ajenas, porque necesariamente tienen que conocer la
realidad histórica.
Afirman con todo desparpajo que el
descubrimiento de América fue obra de un noble catalán llamado Cristòfor Colom.
Pero que se le dio el nombre de Cristóbal Colón con la torcida intención de
atribuir a Castilla una de las más
memorables hazañas realizadas por catalanes. Según la historia oficial, las carabelas que intervinieron en esa
gesta salieron de Palos de la Frontera,
Huelva, cuando en realidad, según estos nuevos sabios catalanes, partieron de
Pals d´Empòrda, que es un municipio de Gerona. Y por supuesto, en las tres
naves ondeaba ya, faltaría más, la senyera catalana como estandarte.
Y esto, aunque parezca raro, no es
más que el aperitivo, porque resulta que, según estos arúspices, Cervantes, el autor del Quijote, era catalán
y escribió toda su obra en catalán. Y no solamente Cervantes. También eran
catalanes, Velázquez, Santa Teresa de Jesús y hasta San Ignacio de Loyola. Y
como sigan así, terminará siendo catalán hasta Jesús de Nazaret.
Después de dar un repaso muy
generalizado a la actualidad catalana, dedicamos unos cuantos capítulos a
analizar la actuación de la denominada Casta Política que da título al libro. Y
como la expresión ‘casta política’ puede dar lugar a interpretaciones erróneas,
antes de continuar quiero dejar muy claro qué entiendo yo por ‘casta política’.
Desde que se popularizaron aquellos
movimientos de indignados, convocados por colectivos diversos y heterogéneos
para exigir una democracia, según ellos, más participativa y real, comenzó a
denominarse ‘casta política’ a todos los políticos que comenzaron a funcionar a
la sombra de lo que ellos llamaron “el régimen de 1978”. Es el caso del PSOE,
de los partidos que integraron Alianza Popular, transformado hoy día en el
Partido Popular y también, cómo no, IU.
Todas estas hordas de activistas,
que se han ido reorganizando poco a poco como los partidos tradicionales,
pedían algo francamente absurdo: que los políticos profesionales dejaran de gestionar la cosa
pública, ya que esa labor debía
realizarse de manera asamblearia. Esto sería evidentemente catastrófico para
los negocios públicos. Para la buena marcha de cualquier país, hacen falta
políticos, sean estos profesionales o no. Pero eso sí, que sean competentes y,
por supuesto, ineludiblemente, honestos.
Por eso, para mí, la expresión ‘casta política’ tiene un alcance mucho
más restringido. Forman parte de esa ‘casta’
los políticos advenedizos, los ineptos, los que, sin valía alguna y sin
otro oficio o beneficio, se dedican a la política como único medio de vida. Y
para mantener este chollo el mayor tiempo posible, harán lo que haga falta,
desde arrastrarse ante los responsables de su partido hasta renegar de sus
convicciones más profundas.
También forman parte de esa ‘casta política’ los golfos, los
vividores que ocupan puestos de auténtica responsabilidad sin otro merecimiento
que ser amigo o familiar de alguna personalidad política o económica. Estos
políticos desaprensivos, se olvidan del
pueblo y no aspiran nada más que a escalar puestos lo más rápidamente posible,
para mejorar su nivel de vida a la sombra de los presupuestos públicos.
Pero no todos los políticos son
rufianes y pícaros aprovechados que aspiran a vivir del cuento. También hay
políticos honrados y de auténtica valía,
que hacen de la política un servicio público. Los políticos vocacionales y con
solera se dedican honestamente a
resolver de la mejor manera posible los problemas que vayan apareciendo o, al
menos, lo intentan. Y cuando no
resuelven esos problemas porque no saben o porque no pueden, lo dicen y dimiten
y, como si no hubiera pasado nada, se van tranquilamente a su casa y
reemprenden nuevamente el trabajo o la profesión que habían dejado aparcada
cuando comenzó su labor política. Y hacen lo mismo, sin aspaviento alguno,
cuando finaliza su mandato.
No podía faltar en este libro un
análisis detallado sobre el relativismo moral, su evolución y su manera de
actuar para desarraigar cualquier otra religión de nuestra sociedad. Antes los
agnósticos no tenían más preocupaciones que vivir su propia vida, sin inmiscuirse en la de los
demás. Pero hoy día, los que profesan esa moral laica, ya no se conforman con
ser simplemente agnósticos. Se han vuelto totalmente intolerantes y
doctrinarios y buscan sin desmayo el
desarraigo definitivo de la idea misma
de religión de todos los ámbitos sociales, tanto públicos como privados.
Ahora son auténticos ateos fundamentalistas.
Los nuevos laicistas ponen más
empeño en ganar adeptos que cualquier otra religión, incluida la católica. Ganan a cualquiera de ellas en proselitismo.
Su máximo objetivo no es otro que acabar definitivamente con los efectos
perversos de los más de 2000 años de hegemonía de la Iglesia Católica.
Y ese intento de descristianización
recibe un nuevo impulso con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la
Presidencia del Gobierno. Sus belicosas mesnadas, a partir de entonces,
trataron de subvertir, lo más rápidamente posible, los valores tradicionales de
nuestra historia y eliminar cualquier referencia al cristianismo para implantar
sin demora alguna el laicismo más estricto y el relativismo moral más absoluto.
La laicidad pasaría a ser la nueva
y única religión del Estado, para garantizar así nuestras libertades y
recuperar todos los valores que, según esta tropa, fueron cercenados por la
religión tradicional implantada en España. Para lograr semejante propósito e
imponer sus ideas, estos progres de traca saben que tienen que destruir previamente
la familia tradicional española y, cómo no, la unidad de España. Y se pusieron
inmediatamente a trabajar en este sentido con el nuevo código moral plasmado en
los manuales de Educación para la Ciudadanía y con la nefasta Ley de la Memoria
Histórica analizada también en este libro.
Reivindican, sin pudor alguno, la
superioridad moral del laico sobre el creyente y no toleran que estos puedan
recomendar orientación moral alguna, pero ellos no se cortan un pelo y, como
Moisés cuando bajó del Sinaí, nos entregan sus mandamientos o nuevas tablas de
la ley laica que todos debemos abrazar.
Atacan despiadadamente a la
Iglesia, a su doctrina tradicional y, faltaría más, se mofan de todos sus ritos y ceremonias.
Pero las copian y las practican profusamente, como es el caso del Bautismo
laico. El concejal de Madrid, Pedro Cerolo, después de bautizar y bendecir
“democráticamente” a un nuevo neófito, hasta pidió al Ayuntamiento la apertura
inmediata de un registro y un protocolo para registrar debidamente estos actos de
acogimiento civil.
Pero su cinismo surrealista va aún más lejos. En vista del notable éxito
alcanzado por los bautismos civiles, quieren organizar también primeras comuniones o “fiestas del
florecimiento”, con el mismo o mayor boato que las de la Iglesia. Y no
tardaremos en ver “confirmaciones civiles” y, por qué no, “misas laicas”. De
acuerdo con ese ceremonial laico, la “confirmación civil” tendría lugar cuando
los aspirantes lleguen a la mayoría de edad para que juren sobre la
Constitución que observaran fielmente los distintos valores democráticos
fijados por los prebostes del laicismo.
Y el libro finaliza con alguno de
los últimos milagros realizados por Zapatero cuando ya estaba cerrando su etapa
al frente del Gobierno.
Un libro que tendria que ser,de lectura obligatoria en escuelas y universidades.Por degracia ni tu libro ni muchos otros son a dia de hoy populares entre la juventud,saludos,
ResponderEliminarEnhorabuena maestro, le he visto también en compañía del gran Arturo Fernández- el actor, claro- entre otros ;)
ResponderEliminarLa actuación de los políticos catalanes, desgraciadamente, se parece mucho a todos aquellos proselitistas, vendedores de mentiras históricas, atropelladores de la razón, hipócritas santurrones, que tanto abundan en nuestro entorno político, social y empresarial.
ResponderEliminarPor otro lado parece que no son nuestros parlametarios actuales ejemplo de honestidad, y no lo digo sólo por los imputados sino por aquellos que dentro su partido miran hacia otro lado. Pero lo más curioso de todo es la "no respuesta" de los ciudadanos de nuestro reino.
Espero encontrar y leer ese libro para seguir aprendiendo todo lo que tanto miserable quiere destruir.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo,