viernes, 14 de noviembre de 2014

DIÁLOGO CON LOS CATALANES

         La llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa fue enormemente funesta y hasta  dramática para  casi todos los españoles. Enardecido con la inesperada victoria en las Elecciones Generales de 2004, creyó que, con su talante y su sonrisa simplona, podía mejorar las hazañas de aquel valeroso personaje de la mitología griega, llamado Jasón, que se atrevió a viajar a la Cólquida para traer de allí el vellocino de oro. Pero fue todo una vana ilusión. Con su desastrosa gestión de la crisis económica, dejó a España en la miseria más absoluta y sin posibilidades reales de recuperación en muchos años.

        No olvidemos que Zapatero, en las dos legislaturas que se mantuvo al frente del Gobierno, dejó  las arcas públicas hasta sin telarañas. Y además, duplicó el número de parados, alcanzando, al final de su mandato, la escalofriante cifra de los cinco millones de trabajadores sin empleo. En algo menos de ocho años, la tasa de desempleados, que estaba en el 10,74%, creció hasta el 22,85%. A finales de 2011, teníamos 1.575.000 hogares españoles con todos sus miembros en el paro, lo que es francamente escandaloso.. En esa fecha, superábamos prácticamente a todos los países europeos en paro y en casi todos los registros negativos. La cifra de parados  jóvenes, que alcanzó el 48,5% en diciembre de 2011, es especialmente escandalosa.

        Y Zapatero, en vez de buscar incansablemente la manera de mejorar esas estadísticas, se dedicaba a teorizar sobre el concepto de nación, y el de patria. Según su filosofía, el concepto de nación es algo “discutible y discutido”. Para el ex presidente de Gobierno Rodríguez Zapatero, el concepto de patria está totalmente desprovisto de cualquier componente emocional y no guarda relación alguna con los conceptos de familia, de padre o de tierra paterna. Para Zapatero, la patria es nada más que “la libertad, la convivencia, la justicia, la solidaridad y la igualdad”.

         Pensando así, no es de extrañar que, en la campaña a las elecciones catalanas de noviembre de 2003, nos saliera con aquel “apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña”, que alborotó, aún más, el avispero del separatismo y el nacionalismo catalanes. Es normal que esta afirmación tan alocada e irreflexiva del jefe del Ejecutivo de entonces, indujera a los ponentes del nuevo Estatuto de Autonomía a buscar singularidades catalanas y a dar por sentado que ”Cataluña es una nación”, o también, por qué no, una auténtica “realidad nacional”.
       
Dicho Estatuto, en realidad, pretende ser una “Constitución paralela”, como bien dijo el Partido Popular, que infringe varios preceptos básicos de la Constitución española. Entre otras cosas, atribuye a Cataluña el carácter de nación,  rompe con la igualdad de todos los españoles e impone el catalán como lengua única de esa Autonomía. El Partido Popular presentó el primer recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto catalán el 31 de julio de 2006. Después vendrían los recursos del Defensor del Pueblo y los de las Autonomías de Aragón, Baleares, el de la Comunidad Valenciana, la de Murcia y la de La Rioja.

         El Tribunal Constitucional dictó sentencia sobre el Estatuto de Cataluña el 28 de junio de 2010, casi cuatro años más tarde de la presentación del recurso por parte del Partido Popular. En dicha sentencia se declaran inconstitucionales 14 artículos del Estatuto y sujetos a la interpretación del alto Tribunal otros 27 artículos. Dictaminan, además, que carecen de eficacia jurídica las referencias al término “nación” y a la “realidad nacional” de Cataluña.
  
         El veredicto del Tribunal Constitucional, aunque un tanto descafeinado, molestó profundamente  a los nacionalistas catalanes. Fue un duro golpe para ellos comprobar que se esfumaba en un instante la posibilidad de contar con una identidad “nacional” y disponer de una Administración de Justicia y de una Hacienda propias. Para protestar contra semejante sentencia, organizaron una manifestación multitudinaria en Barcelona, que terminó, como era previsible, en un plebiscito tumultuoso a favor de la independencia.


        Las elecciones al parlamento catalán, que se celebraron unos meses más tarde, acabaron con la hegemonía del tripartito, al conseguir Convergència i Unió una mayoría holgada. Y como se esperaba, su líder Artur Mas fue investido presidente de la Generalitat. Y ya sabemos cómo evolucionó, en muy pocos años, este meritorio peón del otrora ‘Molt Honorable Jordi Pujol. Cuando llegó a la Generalitat, Artur Mas se comportaba, aparentemente al menos, como un nacionalista mas. Pero poco a poco va sustituyendo su nacionalismo moderado por otra posición mucho más beligerante y agresiva, Y antes de finalizar la legislatura, era ya un consumado separatista, predestinado por la historia para conseguir que el pueblo de Cataluña, por fin, se convierta en un Estado propio dentro de Europa.

        Ante la masiva manifestación de la Diada del 11 de septiembre de 2012, reclamaba de forma “cívica” la independencia de Cataluña, el presidente de la Generalitat se sintió obligado a luchar denodadamente para que ese derecho a la autodeterminación sea una auténtica realidad. Por eso, sin tener en cuenta que faltan dos años de legislatura, adelanta las elecciones. Quería “trasladar a las urnas la voz de la calle” y presentarse a esos comicios, llevando en su programa electoral el ese viejo objetivo de hacer de Cataluña una nación independiente, integrada, eso sí, en la estructura de la Comunidad Europea.

        Quiso Artur Mas que esas elecciones, fijadas para el 25 de noviembre, tuvieran en realidad un aire claramente plebiscitario.  Pensaba que, lanzando un órdago soberanista a los electores, obtendría la mayoría absoluta que necesitaba para pilotar ese proceso de autodeterminación, que concluiría necesariamente con la independencia, pasando Cataluña a formar un Estado propio. Pero el líder de Convergència i Unio, que esperaba una mayoría francamente escandalosa,  sufrió un severo correctivo en las urnas. Es cierto que su formación política fue la más votada, pero obtuvo más de 92.000 votos menos que en las elecciones anteriores, celebradas dos años antes, pasando de 62 a 50 diputados autonómicos.

        Con estos resultados electorales tan adversos, Artur Mas se da cuenta que, sin el apoyo de otras fuerzas políticas, no podrá organizar esa consulta de autodeterminación. Sabe que tiene enfrente al Gobierno central por razones obvias y a la patronal catalana, lógicamente temerosa de que ese hecho produzca una desaceleración económica. Previendo estas dificultades, el líder de CIU lanza un guiño intencionado a Esquerra Republicana.

        Al recoger el guante ERC, Artur Mas y Oriol Junqueras firman un pacto un tanto comprometido para el líder de CIU. El dirigente de Esquerra Republicana accede a dar estabilidad al Gobierno durante los próximos cuatro años, siempre y cuando Mas se comprometiera firmemente  a crear en Cataluña las distintas infraestructuras del Estado, necesarias para “garantizar la transición nacional” y poder realizar el referéndum de autodeterminación en el año 2014, como habían pactado.

        Pero después de dos años, Cataluña seguía sin contar con una estructura administrativa capaz de asumir todas las funciones que debe desarrollar un Estado soberano, cuando llegue el momento de su independencia. El máximo responsable de CIU no pudo establecer la Administración Tributaria Catalana prevista, ni implantar una Tesorería de la Seguridad Social propia, ni tampoco la Administración de Justicia pactada. Fijó, eso sí, con la suficiente antelación, la fecha para celebrar la consulta soberanista y la pregunta que se iba a realizar.

        Pero tan pronto como Artur Mas firmó la convocatoria oficial del referéndum previsto para el 9 de noviembre, el Tribunal Constitucional, a instancias del Gobierno, decretó su suspensión de forma cautelar, alegando que “atenta directamente contra la Constitución” y “contra el derecho de todos los españoles”. Al no poder celebrar la consulta de autodeterminación prevista, el presidente catalán propone un nuevo proceso de participación ciudadana. Pretende sortear subrepticiamente la suspensión del referéndum, organizando una simple consulta alternativa, usando, eso sí, los recursos de la Generalitat, pero responsabilizándose de la misma gente voluntaria, reclutada  entre los funcionarios del Departamento de Educación.

        Esta especie de escapatoria o subterfugio, preparado intencionadamente por el presidente catalán para burlar la suspensión dictada por el alto Tribunal, no sirvió de nada, ya que el Constitucional paralizó también esta consulta alternativa de manera automática. Y Artur Mas ya sabe que, si continúa con su bravuconada y saca las urnas a la calle el próximo 9 de noviembre, puede tener que despedirse antes de tiempo de su carrera política.

        Es indudable que el presidente de la Generalitat está últimamente muy nervioso. Sabe que se ha metido en un berenjenal excesivamente complicado y lleno de complicaciones. Como dice Susana Díaz,  Artur Mas "está en un precipicio y quiere seguir caminando". Y son muchos los que piensan que, para mantener la unidad de España, hace falta que el Gobierno central dialogue sincera y abiertamente con el presidente catalán, para que este pueda salir de manera digna de semejante embrollo y Cataluña siga unida a España sin aspiraciones secesionistas.

        La presidenta de la Junta de Andalucía, aunque reconoce que la consulta alternativa propuesta es muy poco seria, que todo se reduce a un engaño inadmisible, pide a Mariano Rajoy que no se deje ganar por el “inmovilismo” y dialogue incansablemente con los catalanes y con sus representantes políticos, y que no se cierre en banda a la reforma constitucional que se necesita. Para cerrar definitivamente la crisis territorial que nos afecta, según opina la presidenta andaluza, hace falta dialogar sin complejos y reformar la Constitución para hacer de España un Estado Federal. A los nacionalistas, el federalismo les importa muy poco; buscan, eso sí, tener más ventajas  que el resto de las regiones de España.

        A medida que aumentan los desafíos soberanistas, crecen en igual o mayor medida los que piden al Gobierno de España que dialogue con los catalanes. Hasta el episcopado catalán, que a veces se ha preocupado más por la Iglesia local que por la universal, apela encarecidamente al diálogo y al entendimiento entre unos y otros “a fin de buscar soluciones justas y estables”.

        Hasta el presidente del Congreso, Jesús Posada, se ha sumado a los que piden insistentemente diálogo.  Para Jesús Posada, “Cataluña ha de estar bien ubicada  en España y los catalanes, satisfechos”. Al presidente del Congreso no le “gusta nada esto de que cada uno vaya por su lado”. Y aconseja que se mejore el “encaje” de Cataluña en España, porque  “nadie debe sentirse discriminado o maltratado en sus derechos”. Dice que hay que escuchar a los ciudadanos catalanes que se sienten maltratados, “porque a lo mejor en alguna cosa tienen razón”. También Zapatero, el anterior presidente del Gobierno que destapo la caja de los truenos, se suma al concierto de los que abogan por el diálogo y pide a las fuerzas catalanas que “reflexionen” y que abran un período de diálogo constructivo. Hasta Mariano Rajoy ofrece a los catalanes “puentes de diálogo”, dentro de la ley, pero diálogo.

        Y sin embargo, hemos llegado  a donde hemos llegado por exceso de diálogo. Hoy día en Cataluña, casi todos los viejos nacionalistas se han hecho secesionistas porque,  a base de diálogo,  se les han concedido competencias propias y exclusivas del Estado. A base de diálogo, se les ha dejado que alteren impunemente la historia, y que eduquen a la juventud, desde su más tierna infancia, trasmitiéndoles esas aberraciones interesadas. A base de diálogo, y no de exigencia, se les ha permitido continuamente saltarse la legalidad y las sentencias que les resultaban molestas.

        Y todo parece indicar que está también pactada esa especie de consulta del 9N, que más que consulta es  una verdadera mascarada y una burla para el resto de españoles. Y todo para que Artur Mas pueda lavar su cara, sin apenas padecer detrimento político alguno. Como no podía ser menos, también aquí ha habido  dialogo secreto con los soberanistas catalanes. De cara a la galería nadie daba su brazo a torcer y tanto Mariano Rajoy como Más se reafirmaban en su postura. Pero  pasado mañana veremos si la carnavalada del 9N no es algo pactado. Porque, en esta ocasión, también ha habido diálogo intenso, y posiblemente fructífero, aunque vergonzoso. Es lo que han estado haciendo, de común acuerdo, Pedro Arriola en representación del Partido Popular  y José Enrique Serrano en nombre del PSOE. Si es así, los catalanes podrán votar tranquilamente en esa consulta alternativa prevista para el 9 de noviembre.

Gijón, 7 de noviembre de 2014


José Luis Valladares Fernández

12 comentarios:

  1. Asusta ver a Pedro Arriola en las cocinas de Moncloa, como a la mandamás pepera en Cataluña que ha conseguido dejar a su partido en el último lugar en intención de voto con poco más de un 2%, pero más asusta aquel espécimen de ZParo, aquel que viendo el gallinero con muchos gallos que no se ponían de acuerdo sobre la redacción del anticonstitucional Estatuto catalán los llamó con nocturnidad y alevosía a Moncloa y puso de acuerdo a los ESTAFADORES al pueblo catalán secesionistas sobre el mismo.

    Ahora nos toca Don Tranquilino, ese que deja hacer y deshacer a los mafiosos sin dar un puñetazo en la mesa.

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    1. Don Tranquilo, aparentemente no ha hecho nada. Pero ¡vaya que ha hecho!. De manera indirecta, ha hecho que crezca un poco más la bola, y si ahora resultaba difícil pararla, mañana será mucho peor.

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  2. Trabajado, completo y didáctico. Muy bien.

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  3. El pacto de los canallas al fin salio.Desde luego al final seran los militares los que pongan algo de cordura,saludos,

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    1. No quisieron que en esta ocasión aparecieran fotos de policías retirando las urnas y haciendo frente a algún alboroto de los más exaltados, y más adelante tendrá que ser el ejército, utilizando medios más drásticos, los que tengan que imponer la cordura.

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  4. Ese día y con esa frase se ciscó en España, nuestra Constitución y todos los españoles...pero ahí está tan tranquilito sin que nadie le pida cuentas de los mil pufos que dejó.

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    1. Van a pasar años y más años, antes de que podamos restañar todas las heridas que abrió

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  5. Hola, José Luís:

    Gran culpa de ZP en el deterioro de la situación, pero no olvidemos que el PP no ha sabido crecer en Cataluña y se ha limitado a tenerlos como aliados que ahora se les han subido a las barbas y no creo que vaya a salir nada bueno de las conversaciones entre Mas y don Tancredo. A lo mejor, loa nazios catalufos aún nos van a pedir más dinero y libertad de acción.

    Un abrazo

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    1. ¡Manudos látigos los nacionalistas catalanes! Han querido ganarles a base de concesiones, y cada vez quieren más. Y Montoro ha seguido dándoles dinero a espuertas y eso ha servido para que se envalentonaran aún más. ni Rajoy, ni su corte se han enterado aún de que vale más ponerse colorado una vez que ciento amarillo.
      Un abrazo

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  6. La Constitución se la montaron de puta madre los padres de la patria y así llegamos a la situación
    actual.

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    1. Estos padres de la Patria, entendieron muy bien aquello de que "La caridad bien entendida, empinza por uno mismo

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