lunes, 9 de marzo de 2015

LA SOCIEDAD EN DEUDA CON LOS MAYORES

A primera vista, la vejez es algo que mete mucho miedo, tiene una serie de connotaciones preocupantes que inquietan y amilanan al más valiente. A nadie se le escapa, faltaría más, que la ancianidad comporta necesariamente importantes limitaciones. Es normal que, con los años, se debilite el cuerpo y te veas obligado a prescindir de cosas que, como te gustaban, venías haciendo de manera más o menos asidua. Pero no todo es negativo en la vejez. También tiene abundantes aspectos positivos, porque nos proporciona algo tan valioso como la experiencia y la sabiduría, que compensan con creces cualquiera de esas otras limitaciones.

La ancianidad tiene muy mala prensa, es verdad, pero todos quieren llegar a viejos. Cicerón es muy claro a este respecto. En su pequeña obra titulada Cato Maior o De Senectute, escrita en los últimos años de su vida, dice con toda claridad: “La vejez está en primer plano. Todos se esfuerzan por alcanzarla y, una vez que la consiguen, la acusan (de todos sus males)”. Quo in genere est in primis senectus, quam ut adipiscantur omnes optant, eandem accusant adeptam. En dicho libro, Cicerón canta las excelencias de la vejez y nos recuerda constantemente que siempre hay algo mejor a qué aspirar, que, si los que alcanzamos esa elevada edad sabemos mantener intacto el interés y la ocupación, puede proporcionarnos muchas satisfacciones.

La vejez, como es lógico, tiene muchos detractores. Muchas personas mayores se enfrentan a unas condiciones de vida francamente difíciles, pierden la fuerza física, la actividad social y, en muchos casos, es la propia sociedad la que les olvida y relega a un segundo plano. Pero la tercera edad  también tiene, cómo no, muchos defensores acérrimos que cantan esperanzados esa etapa de la vida, tan rica en dones y placeres para el que sabe adaptarte a ella. Las personas mayores pueden llevar una vida plenamente satisfactoria si, además de  no ser exigentes, llevan una vida moderada, aprovechan correctamente el tiempo libre y saben disfrutar de los momentos de ocio.

A nadie se le escapa que las personas jóvenes, en general, son excesivamente suspicaces con la vejez, al considerar que esa es una etapa de la vida totalmente negativa, dominada por la enfermedad y por el inevitable deterioro integral de todas sus facultades. Aristóteles, por ejemplo, confiesa en su Retórica que las personas ancianas son dignas de compasión y socialmente inútiles. Más aún, se vuelven desconfiadas, egoístas y  treméndamente cínicas e inconstantes.

Los que llegan a la tercera edad, en cambio, suelen tener una visión muy diferente sobre la vejez. En los textos bíblicos del Antiguo Testamento, todo son elogios para las personas mayores, se ensalza, ante todo, su dignidad y su sabiduría y se las propone como ejemplo y modelo para los demás mortales. En el largo período que va desde los patriarcas hasta los jueces, los ancianos eran lo que dirigían al pueblo y resolvían los problemas cotidianos de la comunidad judía. Todos los Libros Sapienciales de la Biblia están llenos de alabanzas hacia las personas que alcanzaban la longevidad. Platón y Cicerón compartirán más tarde esta misma línea.

El filósofo griego confesará en la República que, en la ancianidad,  las personas alcanzan la máxima prudencia, son mucho más discretas y sagaces y, por supuesto, bastante más responsables y merecedoras de la estima social. Después vendrá Cicerón y, en la obra ya citada, compartirá esta visión positiva de la vejez. El orador romano aún va más lejos y aconseja a los mayores  que controlen meticulosamente su salud y practiquen ejercicios propios de esa edad y, sobre todo,  que sean cuidadosamente moderados tanto en la comida, como en la bebida.

El envejecimiento, hoy día, tiene mala prensa, ha perdido buena parte de aquel prestigio social de otras épocas. Es verdad que en Japón aún cuentan con el aprecio y la estima de sus conciudadanos más jóvenes. Pero en los países de nuestro entorno se tiene verdadera aversión al envejecimiento, y se considera que la vejez es una de las peores desgracias que pueden afectar al hombre. Y de hecho, no es fácil encontrar hoy día  a personas de la tercera edad desempeñando algún papel importante en la sociedad porque, con  las condiciones de vida creadas por la tecnología, se piensa que ya no sirven ni siquiera para dar consejos.

Como los mayores, aparentemente al menos, se han convertido en una rémora molesta, se los aparta de su actividad rutinaria de una manera un tanto diplomática, sin darles tiempo a que se preparen sicológicamente para afrontar sin riesgos esa nueva etapa. Son muchos los que, al tener que prescindir de su actividad diaria, se desestabilizan emocionalmente y sufren ataques de tristeza y de ansiedad,  pierden toda su autoestima y se sienten solos. Esa especie de aislamiento social que les invade termina haciéndoles caer en la depresión. Y la depresión, cuando es recurrente, agrava  aún más  las enfermedades inducidas por el proceso de envejecimiento.

Y la Administración Pública no se lo pone fácil. Les hablan de su jubilación como si fuera algo meramente gracioso, un simple servicio estatal para que los ancianos tengan satisfechas todas sus necesidades básicas. Algo que han ganado ellos ampliamente a lo largo de su vida laboral, se lo ofrecen como si fuera un servicio social, una especie de limosna que se les hace por haber alcanzado la longevidad. Consideran que las gentes de la tercera edad son afortunadas porque, gracias a las políticas asistenciales de la Administración, cuentan con unos  Servicios Sociales fabulosos. Y no olvidemos que los mayores, también se lo han ganado con su esfuerzo y su trabajo. Más que de Servicios Sociales, tendríamos que hablar de “Derechos Sociales”.

Para paliar los males propios de la vejez, los ancianos no necesitan compasión, ni piden limosnas asistenciales. Se conforman simplemente con un poco de comprensión para mantener intacta su ilusión y sus ganas de vivir y de ser útiles a la sociedad y no una carga.

Gijón, 19 de febrero de 2015


José Luis Valladares Fernández

8 comentarios:

  1. El materialismo de nuestra sociedad también ha llegado a este ámbito.
    Malos augurios para quienes no saben respetar a sus mayores y aprovecharse, en el mejor de los sentidos, de su experiencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La juventud de hoy día es muy intrépida, y desde mucho antes de alcanzar la mayoría de edad, piensan que ya lo saben todo.

      Eliminar
  2. Los que peinamos canas,somos presa facil de manipuladores y cazadores de votos.El respeto a las personas mayores,hoy es algo defasado,asi solo somos utiles en dia de Elecciones,saludos,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Precisamente por eso, son muchos los jóvenes que acaban estrellándose, porque piensan que los mayores ya están desfasados. No les entra en la cabeza, que la zorra sabe más por vieja que por zorra. Saludos

      Eliminar
  3. Pueblos mucho menos avanzados que el llamado mundo occidental al que pertenecemos guardan verdadera reverencia a su mayores y los cuidan y tienen en cuenta y hacen de sus consejos una orden. Particularmente tengo amigos que han pasado ampliamente la frontera de los 80 años que son una enciclopedia viva y deberían las nuevas generaciones prestarles mucha más atención porque son una fuente de sabiduría de la que la mayoría carecemos. Mi amigo Pedro, con 90 años es un torbellino, da clases ala tercera edad y siempre está dispuesto a ayudar a los demás, es un joven con algún año de más.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y lo peor es que los consejos que les das, les molestan. Van de sobrados y así les salen las cosas

      Eliminar
  4. La experiencia es un grado y siempre se ha tenido en cuenta hasta ahora en que de repente todo son niñatos dando lecciones y prisas por cambiarlo todo sin sopesar consecuencias, lo lamentaremos...antes que después todos hemos de pasar por ahí.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso es lo malo, que encima pretender aconsejar a los mayores, a los que tienen años de experiencia.
      Saludos

      Eliminar