miércoles, 8 de junio de 2016

LA LARGA HISTORIA DEL PSOE


I

En la noche del pasado 20 de diciembre, nada más conocerse los resultados de aquellas elecciones, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, compareció en la sede de Ferraz, ante los medios de comunicación, con un aspecto que denotaba realmente cansancio, abatimiento y una desmoralización profunda. Y todo por culpa del  batacazo propinado por  las urnas, ya que obtuvo un  resultado que quedaba muy lejos de sus expectativas electorales, el peor, con mucho, de los cosechados a lo largo de la historia política del PSOE.

Pero al sentirse arropado por sus partidarios que, al grito de  “¡Presidente!, ¡Presidente!”, trataban de animarle, el líder socialista intenta recuperar el ánimo y recomponer su semblante. Después de agradecer a los votantes socialistas el apoyo que le han dado, confiesa que se siente “enormemente orgulloso de liderar al PSOE”. Y al valorar el resultado de las elecciones generales, es cuando descubre, ¡qué imaginación!, que “es verdad que España quiere izquierda, es verdad que España quiere cambiar". Y es Pedro Sánchez, claro está, el elegido para encabezar esa coalición de izquierdas.

A pesar de lo inapelable de su derrota, el máximo dirigente del PSOE comienza a creer que, con la ayuda de Podemos y de toda su pandilla de confluencias, puede realmente llegar a formar un Gobierno progresista que ponga “fin a las políticas injustas de la derecha”. E ilusionado con semejante perspectiva, cierra su intervención de aquella noche viéndose ya en La Moncloa. No es de extrañar que, a partir de entonces,  tratara de alentar a sus seguidores, afirmando categóricamente que “hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro".

Y cuando llegó la hora de la verdad y había que sentarse con Podemos para concertar acuerdos  de cara al proceso de investidura para contar con su apoyo, el secretario general del PSOE se encontró con un Pablo Iglesias excesivamente hosco e intratable. Estaba dispuesto, cómo no, a transigir con el famoso “Gobierno del cambio”, pero siempre y cuando se acepten sin rechistar ciertas pretensiones. Además de otras exigencias  inasumibles para el PSOE, se postula como vicepresidente del propio Sánchez,  reclama los principales ministerios para su formación política y para IU y  quiere controlar el CNI y, por supuesto, los medios de comunicación.

El dirigente socialista acudió, rebosando optimismo, a los encuentros que tenía concertados con Pablo Iglesias para recabar los apoyos que necesitaba para su   investidura como presidente del Gobierno del cambio. Pero el líder de Podemos, que está buscando la manera de comer la tostada a Pedro Sánchez, juega al despiste e introduce nuevas imposiciones, entre otras, la famosa plurinacionalidad de España. Pide al líder del PSOE que se comprometa a realizar los correspondientes “encajes constitucionales para construir un futuro de convivencia”, para  que las comunidades autónomas, que lo deseen, puedan decidir libremente su futuro.

Aquí sí que hay una parte del no, que el secretario general del PSOE no acaba de comprender. Con ese tipo de excusas, un tanto esperpénticas si se quiere, Pablo Iglesias se ríe de él, lo ningunea y,  a la vez, retrasa indefinidamente la toma  de cualquier acuerdo que no piensa firmar. Y el líder socialista no se entera de la fiesta porque, como reza el título de una película argentina de Fernando Musa, No sabe, no contesta. Trata, eso sí, de repetir la hazaña de Edipo que liberó la región de Beocia de la famosa Esfinge. Pero como carecía del coraje y  de la sagacidad del mítico rey de Tebas, era engañado una y otra vez por Pablo Iglesias.

Y no fueron precisamente los continuos desplantes del dirigente de Podemos, ni su evidente falta de consideración lo que devolvió a la realidad al líder socialista. A pesar de ser reiteradamente humillado por Pablo Iglesias y sus huestes, Pedro Sánchez, antes y después de su frustrada sesión de investidura, seguía esperando inútilmente el apoyo final de Podemos para hacerse con la Presidencia del Gobierno y desalojar así a Mariano Rajoy de La Moncloa. Aún no se había dado cuenta que Pablo Iglesias, además de intentar tomar el cielo “por asalto”, trataba  de destrozar al PSOE para convertir a Podemos en la única fuerza hegemónica de la izquierda.

Cuando el dirigente socialista abrió los ojos y quiso reaccionar, era ya demasiado tarde, ya que, por culpa del calendario, se habían ya disuelto las Cámaras y convocado nuevas elecciones. Y para olvidar que fracasó rotundamente en su intento de encabezar un “Gobierno del cambio”, entra en la precampaña electoral criticando abiertamente a Podemos y a Ciudadanos porque no aportan soluciones a las injusticias que se producen y al Partido Popular porque todas sus soluciones son injustas. Y después, trata de reforzar  su autoridad, reivindicando la larga  historia del PSOE, que alcanza ya los 136 años de vida.

Comienza Pedro Sánchez, confesando que “el PSOE no es fruto de una torrentera” y que se siente tremendamente orgulloso de la trayectoria que ha sabido mantener este partido que, con mucho, es el “que mejor ha sabido unir e integrar a los españoles”. Y pasándose unos cuantos pueblos, agrega muy ufano que “las mejores páginas de la historia de este país se han escrito con el puño y las letras del PSOE”, Mantiene la vieja cantinela de que, gracias a los socialistas, tenemos  una sanidad pública envidiable, una educación pública excelente y un sistema de pensiones francamente aceptable.

Gijón, 4 e junio de 2016


José Luis Valladares Fernández

6 comentarios:

  1. Pobre hombre no quiere darse cuenta,que sus dias como lider de los socialistas estan contado.Claro que puede contar mentiras a las nuevas generaciones.Pero a los que peinamos canas,desde luego sabemos que la Sanidad Publica la trajo la Dictadura de Franco,saludos,

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  2. Entre la corrupción y la pobreza de ideas, lo tienen bastante mal.

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  3. Pues ya veremos dónde lo deja esta lumbrera que ha conseguido casi hacer bueno a ZP y sin tocar poder...

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    1. Bueno. Yo creo que tiene tan malas intenciones como ZP, pero es mucho más corto, que ya es decir

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