jueves, 14 de diciembre de 2017

LOS POLÍTICOS ESPAÑOLES A EXAMEN

En Así habló Zaratustra, que es la obra más popular y controvertida del filósofo alemán F. Nietzsche, nos presenta al hombre como un ser absolutamente miserable y hasta inmundo, que sigue estando a medio hacer. Estaríamos hablando de un ejemplar que ha evolucionado de gusano a hombre y que, a pesar de estar destinado a ser un Superhombre, sigue teniendo aún mucho de gusano. El ser humano, visto así, sería el único animal que no ha logrado consolidarse definitivamente y que corre el riesgo de volver a su animalidad primitiva si no logra vencer al hombre mediante la superación.
El hombre, según Nietzsche, es muy reacio a evolucionar y le cuesta enormemente desprenderse de los valores del pasado. Y en consecuencia, corre el riesgo de seguir anclado permanentemente en la esclavitud  de la condición humana y privado totalmente de un auténtico estado de libertad. El hombre que quiera convertirse  en el Übermensch o el Superhombre descrito por Nietzsche,  además de superarse a sí mismo y a la propia naturaleza humana, tendrá que prescindir necesariamente de cualquier tipo  de influencia externa. Solo así podría construir su destino personal e inventar sus propios valores
Según Nietzsche, faltaría más, el ser humano no es un ser estático, ya que cuenta con una fuerza creadora francamente extraordinaria. Y si todos los seres evolucionan y se transforman habitualmente, el hombre no debe ser una excepción y está obligado, cómo no, a transformar todos los antiguos valores y a crear otros nuevos partiendo de su propia vida y entregándose sin reservas a la realización de su propia existencia.
Pero como señala el mismo Nietzsche, el hombre no es nada más que un puente  entre el animal y el Superhombre. Y entre ambos extremos se abre un enorme abismo, donde caerán indefectiblemente los que pretenden superarse a sí mismos para alcanzar la añorada libertad y la independencia más absoluta.  Porque tanto el hombre vulgar, como el excepcional, el que aspira fervientemente a convertirse en Superhombre, no lograrán jamás  transcenderse a sí mismo.
El Superhombre, por lo tanto, tendrá que conformarse con ese simple anhelo de superación, dedicándose en cuerpo y alma a vivir su propia vida, pero condicionada, claro está,  por el ambiente que le rodea y, cómo no, por adaptar todos sus actos a lo que es políticamente correcto. Según Nietzsche, la especie humana cuenta con la fuerza expansiva de la vida, que está inmersa en un proceso de evolución imparable, cuya meta sería  el Superhombre. Pero como no puede substraerse al nefasto influjo del ‘estado nacional’ que promueve la mediocridad y la ramplonería, se instala definitivamente  en la vulgaridad más absoluta y en la insignificancia.
Tenemos que tener en cuenta que Friedrich Nietzsche hizo estas afirmaciones en pleno siglo XIX, cuando el hombre superior, el auténtico  Superhombre, no era nada más que un apasionante anhelo o una simple aspiración vital de aquella sociedad. Hoy día, sin embargo, han cambiado mucho las cosas. Nuestros políticos, en general, aunque son mucho más mediocres que nunca, se comportan, quien lo diría, como si fueran hombres excepcionales y actúan como auténticos  Superhombres.
No olvidemos que, en tiempos de Nietzsche, el aspirante a convertirse en Superhombre, además de superar la moral tradicional y supuestamente decadente, tenía que soportar necesariamente tres metamorfosis o estadios diferentes. En primer lugar, hacer como el camello y soportar pacientemente grandes cargas. El exceso de carga termina por cansar y alienar al hombre y, entonces, hace como el león: se rebela e impone su voluntad. El león deberá transformarse ahora en niño para poder olvidar y vaciar su mente del pasado. Y como el niño está lleno de futuro, conquista su mundo y termina siendo Superhombre.
Los políticos actuales, en realidad, no están sujetos a esa complicada metamorfosis que describe Nietzsche, y se convierten en Superhombres en bloque y de manera totalmente espontanea. Y aunque casi todos ellos son personajes de medio pelo, se creen insustituibles actúan siempre como si fueran  auténticos profesionales de la política.  Comenzaron, claro está, utilizando cínicamente el padrinazgo del amiguismo y del enchufe para aterrizar en política y así poder vivir cómoda y despreocupadamente  a costa del erario público.
Como son totalmente incombustibles, pasaran los años y seguiremos encontrándonos con los mismos personajes, convertidos ya en viejos santones de la política, que defienden descaradamente sus privilegios particulares y, por supuesto, los del colectivo político. Y como son insaciables por naturaleza, y les gusta vivir la vida con la mayor intensidad posible, practicarán conscientemente un clientelismo obsceno para perpetuarse en el cargo. Y todo, porque saben que así, continuarán acrecentando sus prebendas personales y podrán seguir, cómo no, beneficiando a toda esa corte inmensa de familiares, acólitos y amigos que les rodean.
Y por si todo esto fuera poco, estos desvergonzados gestores de la cosa pública practican un supremacismo político totalmente insolente. Se creen muy superiores al resto de los  ciudadanos de a pié y, por lo tanto, piensan que son insustituibles, y que son la única alternativa posible. Precisamente por eso, ellos mismos han procurado que esos cargos, que ejercen regularmente, tengan asignadas cuantiosas ventajas, claramente abusivas e hirientes para los demás mortales. Y para que nada falte, se han inventado la famosa ‘puerta giratoria’ para conseguir grandes contratos, cuando se vean obligados a dejar  la política.
Ser diputado o senador en España ha pasado a ser hoy día el chollo del siglo. Para empezar, cuentan con un salario francamente envidiable,  sin que exista control alguno de si asiste o no a las reuniones ordinarias del Parlamento y, por supuesto, sin la menor exigencia profesional o técnica. Y para que no falte nada a estos Superhombres, se acosa con impuestos al resto de los españoles y, de vez en cuando, en  nombre de la dichosa ‘equidad’ y a la ‘justicia fiscal”, que tanto más da, se recortan aún más sus derechos y se reducen sus salarios. Los emolumentos de los políticos, en cambio, son sagrados y no se pueden tocar.
Y como, al parecer,  los políticos han sido elegidos por la diosa fortuna, no se conforman con su sueldo que, comparado con el común de los trabajadores, ya es escandalosamente alto y procuran incrementarlo con una variada cadena de suculentos y jugosos complementos, que no están al alcance de los demás mortales. Y por si todo esto fuera poco, tampoco les afectan las incompatibilidades y, en consecuencia, pueden disfrutar tranquilamente de dos o más sueldos públicos o simultanearlos, por qué no, con alguna otra actividad privada.
Vayamos por partes. Las bicocas que reciben los diputados y los senadores son cuantiosas y, a veces, ya lo hemos dicho, provocativas e insultantes. Entre otras bagatelas, empiezan recibiendo gratuitamente uno de los últimos modelos del móvil Iphone y del portátil Ipad y, qué menos, la conexión Adsl desde su casa. Esto no es nada más que el comienzo de un derroche desvergonzado de prerrogativas  que convierte a estos parlamentarios en una ‘casta’ absolutamente privilegiada, que se cree muy superior al resto de ciudadanos.
Los que proceden de una circunscripción electoral distinta de Madrid reciben, en concepto de indemnización por residencia,  catorce pagas  de 1.823, 86 euros, tengan o no tengan el domicilio en la capital de España. Cada una de esas catorce pagas queda reducida a 870,56 euros para los parlamentarios que han sido elegidos por la circunscripción de Madrid. Aunque de menor calado, nuestros parlamentarios disfrutan también de otras ventajas, que no están al alcance de los demás trabajadores y que acrecientan considerablemente sus honorarios
Los gastos de viaje de estos Superhombres, por ejemplo, tanto si utilizan el avión, el tren o el barco, son abonados puntualmente por el Congreso. Y aquellos que decidan realizar esos desplazamientos en su propio coche, y lo justifiquen, se les abonará una dieta de 0,25 euros por kilómetro. Y si no disponen de coche oficial, reciben un plus de 300 euros mensuales para moverse libremente en taxi por Madrid. Los vicepresidentes del Congreso, los portavoces y sus adjuntos y los que presiden comisiones percibirán, al menos, 1.000  euros al mes en gastos de representación, y  3.327,89 euros, el  presidente del Congreso.
Los viajes oficiales de nuestros parlamentarios disponen también de una dieta por desplazamiento, cuyo importe asciende a 150 euros al día, cuando van al extranjero. Y si viajan por territorio nacional, entonces la dieta es de 120 euros diarios. Y no terminan aquí las gangas de nuestros políticos. Algunos tienen derecho a un complemento para gastos de libre disposición. Por este concepto, el presidente del Congreso se lleva 2.728 euros mensuales. Los presidentes de comisión 1.600 euros al mes, y  600 euros mensuales los secretarios y, por supuesto, los distintos portavoces parlamentarios.
Llama la atención, cómo no,  que los ciudadanos normales estén obligados a trabajar, como mínimo, durante 35 años, para tener derecho a la pensión máxima. Nuestros privilegiados políticos, sin embargo, lo tienen realmente mucho más fácil, ya que consiguen ese mismo derecho cotizando solamente 7 años. Y para que sean más sangrantes esas diferencias, los ministros, los parlamentarios y los secretarios de Estado, entre otros altos cargos institucionales, mira por donde, pueden compatibilizar tranquilamente dos, y hasta tres tipos de pensiones diferentes.
Y como  no podía ser menos, además de otras muchas fruslerías, estos consumados Superhombres gozan de unas ventajas fiscales extraordinarias, absolutamente inalcanzables para el resto de trabajadores. Con estas exenciones fiscales, sus señorías y demás cargos públicos consiguen que entre el 20 y el 40 por ciento de su salario no tribute a Hacienda. Y los representantes públicos autonómicos no se quedan atrás. Todos ellos, cuando menos, disfrutan exactamente de estos mismos privilegios, o incluso superiores, como es el caso de Cataluña. ¿Hay quién de más?
Es evidente, que todos esos Superhombres sobrevenidos, disfrutan de unos privilegios o prerrogativas,  que lamentablemente no se corresponden en absoluto con los resultados de su gestión  que, por desgracia para los españoles de a pié,  suele ser frecuentemente deplorable y muy  negativa.

Gijón, 1 de diciembre de 2017


José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. La verdad es que viven a cuerpo de rey.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya lo creo.Y sin tener que demostrar su valía, como tienen que hacer los demás trabajadores.

      Eliminar
  2. Mas que superhombre!seria mas logico lllamarlos supergandulesl.Aqui en nuestra patria,el chollo de ser mediocre y politico,es lo mejor pagado'si no que se lo pregunten al puigdemon,menuda vidorra se esta pegando en Bruselas,jejeje,saludos,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes toda la razón del mundo. Demuestran tener muy poca decencia y, si pueden, te la la arman sin miramiento alguno. Eso sin contar que sobran más de la mitad. Saludos

      Eliminar