domingo, 2 de abril de 2017

LOS POLÍTICOS Y EL LOBBY LGTB



En la segunda mitad del siglo V a.C., a la vez que se multiplicaban los enfrentamientos entre las distintas polis o ciudades-Estado de la Antigua Grecia, la muchedumbre más baja irrumpe masivamente  en la vida pública helena. En consecuencia, todos los ciudadanos pueden intervenir directamente en política y ocupar cualquier cargo público. Y esto fue determinante, para que la tradicional cultura griega, como tal, perdiera su propia identidad y comenzara a disgregarse o, al menos,  a ser mucho más localista.

A partir de entonces, y gracias a esos cambios sociales evidentes, la situación política en Grecia es cada vez más inestable. Al intervenir cada vez con mayor frecuencia en los asuntos del Estado, si querían salir airosos en los distintos debates o litigios políticos, los ciudadanos necesitaban perentoriamente una educación mucho más específica. Para poder persuadir y cautivar   a la gente, estaban obligados a recurrir a alguien que les enseñe el arte de hablar bien en público y, sobre todo, a manipular convenientemente el lenguaje. Y en esto eran auténticos maestros los filósofos sofistas de la época.

Los sofistas griegos supieron adaptarse perfectamente a la nueva situación histórica y, en vez de dedicar su tiempo  al estudio de la naturaleza como los filósofos presocráticos, comenzaron a preocuparse prioritariamente del hombre y de su comportamiento social. Y como sabían que, seduciendo y conquistando a los jóvenes, adquirían fama y renombre, les enseñaban a ser buenos ciudadanos y, por supuesto,  les ayudaban a desenvolverse con soltura en los asuntos públicos.

Protágoras de Abdera fue el primer sofista profesional importante que, rompiendo con la tradición de los filósofos presocráticos, se olvidó de los misterios del cosmos y comienzó a recorrer las distintas poblaciones de Grecia para impartir sus enseñanzas. Sostiene que el hombre es la medida de todas las cosas: “como cada cosa me aparece, así es para mí; y como aparece a ti, así es para ti”, que es tanto como decir que todo es relativo, el mundo, el conocimiento y hasta la misma moral. El hombre, por lo tanto,  es incapaz de alcanzar la verdad universal y objetiva. Cada hombre tiene su propia percepción de las cosas y, por lo tanto, su verdad.

El otro sofista importante, Gorgias de Leontinos, defiende un escepticismo y un relativismo subjetivo mucho más radical, si cabe, que el propio Protágoras. Se reía abiertamente de la ciencia y de cualquier clase de conocimiento. Para Gorgias, no existía nada. Y si existía alguna cosa no la podríamos conocer. Y si llegáramos a conocerla, el lenguaje humano no nos permitiría transmitir ese conocimiento a nadie más.


Es evidente que, para los sofistas griegos, la opinión en sí tiene un valor sumamente extraordinario. Todos ellos, incluidos los dos más importantes, Protágoras y Gorgias, se dedicaban a enseñar, creyendo sinceramente que la verdad está siempre en la opinión, que solamente es verdad, lo que cada uno piensa que es verdad. Mucho tiempo después, vendría Ramón de Campoamor y, en sus Doloras y Humoradas, repetiría humorísticamente  esta misma afirmación:
En este mundo traidor,
Nada es verdad ni mentira.
Todo es según el color
Del cristal con que se mira.

No olvidemos que los sofistas griegos supieron utilizar con maestría su oratoria y su discurso para convertir el saber en un auténtico movimiento social. Hicieron ver a los ciudadanos que, utilizando hábilmente la retórica y la erística, saldrían airosos en todas sus intervenciones públicas. Identificaban, además, la virtud con el conocimiento y con el triunfo, sosteniendo que “el hombre virtuoso es aquel que vence en la asamblea”.

Y aunque de aquella estaba mal visto y hasta resultaba escandaloso, Protágoras comenzó a vender sus conocimientos a precios excesivamente exorbitados. Los demás sofistas, imitando a Protágoras, empezaron a cobrar también por enseñar, convirtiéndose así, todos ellos, en sofistas profesionales. A partir de entonces, los sofistas dejaron de ser filósofos para convertirse en políticos, que se prestaban también al engaño, si esto aumentaba sus emolumentos. Vendían su mercancía de una manera tan interesada  que, Platón, les acusó de ser extremadamente codiciosos y de andar siempre “a la caza de jóvenes ricos”.

Imitando a los sofistas griegos, nuestros políticos se comportan como auténticos maestros del enjuague y del embrollo. Es verdad que no conocen tan a fondo como ellos los entresijos  de la retórica y de la erística, pero supieron asimilar perfectamente sus enseñanzas y nos engañan y manipulan con inusitada soltura y desparpajo. Y aunque muchos de esos políticos carecen de una formación intelectual adecuada y suficiente, intervienen activamente con voz y voto en las distintas instituciones donde, sin contar con nosotros,  se decide una buena parte de nuestras vidas y  se juega nuestro destino.

Los políticos, que aparentemente nos representan, tratan de hacernos creer que tenemos una democracia completamente modélica y fiable. Y sería así, cómo no, si  dichos políticos fueran realmente elegidos por el pueblo y representaran de verdad al pueblo. Pero sabemos que no es así. A los sufridos electores no se les deja intervenir en la confección de las listas de candidatos, faena que se reservan para sí los responsables de los distintos partidos políticos. Y al tratarse de unas listas electorales que cumplen necesariamente la condición de completas, cerradas y bloqueadas, no pueden ser modificadas por los ciudadanos.

Y como los ciudadanos tienen que limitarse a optar por una de las listas electorales, no eligen directamente a sus teóricos representantes públicos. Esa labor la realizan los distintos partidos políticos, que son los que, en realidad, confeccionan esas listas. Por eso encabezan siempre esas listas los responsables de los aparatos de los partidos y les siguen, faltaría más, sus adeptos y lacayos. No es de extrañar, por lo tanto, que unos y otros terminen siendo políticos profesionales. Y muchos de ellos, cuando logran perpetuarse en los cargos, se olvidan del bien común y comienzan a utilizar el poder en beneficio propio y de su partido.

Y estos políticos profesionales que padecemos en España, piensan que lo saben todo y que están intelectual y moralmente muy por encima de los demás ciudadanos. Y sin embargo, asumen sin más las ideas falsas y absurdas que, con el apoyo inconfundible del Nuevo Orden Mundial, pregonan incansablemente ciertos colectivos totalitarios, como es el caso del grupo LGTB. Y sin despeinarse, intentan coartar la libertad del resto de los españoles, haciéndoles tragar semejantes ideas, valiéndose de la dictadura de lo políticamente correcto y el pensamiento único, con la ayuda evidente, claro está, del poder mediático.

Nuestros Gobiernos han pasado voluntariamente a formar parte de ese establishment o grupo de poder antidemocrático, que oculta o tergiversa intencionadamente la verdad. Y actuaron mancomunadamente con esas minorías o lobbies que nadie ha elegido para pisotear y complicar la vida a quien se atreve a discrepar y no acepta de buen grado la pesada losa de lo políticamente correcto. Hace ya mucho tiempo que, con la complicidad expresa y truhanesca del Gobierno de turno, el Nuevo Orden Mundial ocupó espacios televisivos con la nueva Ideología de Género.

Hasta que no llegó el tercer milenio, eran muy pocos los gays que veíamos en la pequeña pantalla y, los que veíamos, eran personajes meramente marginales que, como mucho, desempeñaban papeles muy secundarios en la sociedad. Y como en España estaba muy arraigada la familia monógama y estable, resultaba sumamente complicado modificar ese tipo de familia a través del BOE, si no se cambiaba previamente el ambiente social. Y para conseguir esto, empezaron a trivializar el sexo y la promiscuidad, inundando diariamente nuestras televisiones con contenidos y personajes claramente gay-friendly.

El lobby gay comenzó a entrar sistemáticamente en nuestros hogares en 2003, a través de Antena 3, con la comedia humorística ‘Aquí no hay quien viva’, y continuaría haciendo lo mismo con otros programas, en los que intervienen, cómo no, otras cadenas de televisión. En esos programas, desaparece prácticamente el matrimonio tradicional, y populariza interesadamente la relación promiscua y la pareja gay. Y gracias a esa propaganda comienza a disminuir progresivamente la prevención que existía contra el matrimonio homosexual y contra los diversos  postulados de la Ideología de Género.

Con esta propaganda, a veces hasta  subliminal, el poder constituido se ha ganado a mucha gente joven. Y con el tiempo, eso ha sido determinante para que el modelo tradicional de la familia española comenzara a romperse. A partir de entonces, además de encontrar grupos familiares integrados normalmente por un padre, una madre y unos hijos, comienzan a aparecer también otros tipos de familia, bastante más complejos, formados por núcleos monoparentales e, incluso, hasta por dos padres o dos madres.

Gracias a ese nuevo ambiente, José Luis Rodríguez Zapatero encuentra suficiente apoyo social para legalizar el matrimonio homosexual y oficializar sin más el Divorcio Exprés que multiplicó considerablemente las rupturas matrimoniales. Más tarde, siguiendo instrucciones concretas del lobby LGTB, además de dar los últimos retoques a la Ideología de Género, se atreve a despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo, si esta se realiza durante las primeras 14 semanas de gestación. Con esta Ley, ¡faltaría más!,  el aborto deja de ser un delito y se convierte directamente en un derecho de la mujer.

El Partido Popular, de aquella, recurrió esta Ley ante el Tribunal Constitucional, porque el aborto no es un derecho de la mujer. Es más bien un fracaso absoluto. Y Mariano Rajoy, como no podía ser de otra manera, se comprometió a derogar esa Ley cuando llegara a La Moncloa. Y esa promesa se incluyó expresamente en el programa del partido para las elecciones generales de 2011. Y en esas elecciones, como era de esperar, el Partido Popular ganó por goleada. Todos los que estaban a favor de la vida, optaron unánimemente por la opción del partido conservador.

Con esa mayoría absoluta tan aplastante, el Partido Popular hubiera podido derogar tranquilamente, y en cualquier momento de la legislatura, la Ley del aborto libre y las demás leyes ideológicas de Zapatero. Y todos esperábamos que lo hiciera, pero por indicación más o menos directa del poder en la sombra o por lo que sea,  no se atrevió, y los responsables del partido, eso sí, buscaron una disculpa un tanto peregrina, y alegaron que la crisis que sufría España, les obligó a concentrarse exclusivamente en la economía.

La plataforma ‘Sí a la Vida’, integrada por más de 500 asociaciones y entidades cívicas, y todos los defensores de la vida, se sintieron engañados por el Gobierno de Mariano Rajoy.  Y muchos de ellos, claro está, decidieron castigar al partido en las sucesivas citas  electorales. Y ahí están, por ejemplo, los resultados de las elecciones de diciembre de 2015 y de junio de 2016 que, además de inaceptables, fueron extremadamente dolorosos. Y aunque en ambas convocatorias competía con candidatos tan inconsistentes como Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Albert Rivera, Mariano Rajoy tuvo que conformarse con una victoria francamente pírrica.

Gijón, 30 de marzo de 2017


José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. La sexualidad es algo muy privado la utilizacion por parte de los po politicos de este asunto es patetico,saludos,

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    1. Es que los políticos, con más frecuencia de lo recomendable, piensan que son redentores de la humanidad. Y por eso, muchas veces, en vez de solucionar problemas, los complican aún más de lo que están.

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  2. Una cosa es no mandar a los homosexuales a la hoguera, creo que hay que ser tolerante por encima de todo y otra, es hacer apología. Creo que nos hemos pasado de un extremo a otro.

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    1. Claro que hay que ser tolerantes con los homosexuales, y hasta prestarles toda nuestra ayuda. A los políticos, tendríamos que mandarles otra vez a la escuela para que repasen nuevamente la biología elemental que se estudia en primaria

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