domingo, 26 de noviembre de 2017

LOS SUEÑOS DEL NACIONALISMO CATALÁN

    III – Seguimos sin encontrar referencias a Cataluña
       

En la primavera  del año 719, el califa Umar II prescinde del anterior walí Al-Hurr y nombra gobernador de Al-Ándalus a Al-Samh ibn Malik, que continuó con el asedio a la Narbonense,  iniciado en el año 716 por su predecesor. La ciudad de Narbona aguantó estoicamente el tipo y  Al-Samh no logró doblegarla hasta bien entrado el año 720. Y en ese momento, y sin miramiento alguno, los defensores fueron pasados a cuchillo. Con Narbona, cayó también Perpiñán y otras ciudades limítrofes. En esa misma campaña, murió Ardón, el último rey visigodo
Y como Al-Samh necesitaba realizar nuevas conquistas o, por lo menos, conseguir un buen botín, en el año 721 deja en Narbona una guarnición de soldados y se dispone a sitiar con su ejército la ciudad histórica de Carcasona. Pero al ver que  las murallas  de esta ciudad eran prácticamente inexpugnables, decidió avanzar hacia Tolosa, que pertenecía al Reino de los francos. Y tras dos meses de asedio, logró asaltar la ciudad en junio. Pero justo en ese momento, llegan a Tolosa las tropas que había logrado reunir Odón el Grande, que causan una grave derrota a los musulmanes. El mismo Al-Samh muere en ese combate.
Tras la muerte de  Al.Samh en la batalla de Tolosa, el ejército sarraceno eligió allí mismo a Al-Ghafiqi como  nuevo walí interino,  ya que gozaba de una gran simpatía entre sus soldados porque siempre repartía con ellos el botín conseguido. Y desde el primer momento, nada más  ser nombrado gobernador, se ocupó de reorganizar y levantar convenientemente la moral de los restos de su tropa, evitando cuidadosamente  que fueran hostigados en su retirada por las fuerzas atrincheradas en la fortaleza de Carcasona.
En la  primavera del año 722, llegó con su ejército a tierras asturianas para acabar definitivamente con la insurrección de unos cristianos, que capitaneaba don Pelayo, a los que persigue hasta las montañas de Covadonga. Y al llegar allí, las menguadas huestes de don Pelayo, que se crecen con las dificultades orográficas,  provocan el pánico en las tropas agarenas, que huyen desordenadamente. Hasta el bereber Munuza,  que actuaba como gobernador, huye precipitadamente de Gijón e intenta ponerse a salvo. Con esa sorprendente victoria sobre los musulmanes, don Pelayo pone en marcha el conocido Reino de Asturias.

Diez años más tarde, Al-Ghafiqi decide saquear el rico monasterio de San Martín de Tours. Marchando desde Pamplona, parte de sus tropas atraviesan los pirineos por Roncesvalles. El resto del ejército lo hace por el valle Bidasoa. Se reúnen nuevamente a las puertas de Burdeos que conquistan fácilmente  y consiguen un gran botín. Y en octubre del año 732, cuando llegan a las proximidades de Poitiers, se encuentran con las tropas del duque Carlos Martel, futuro fundador de la dinastía carolingia. En la lucha, muere el walí Al-Ghafiqi y los musulmanes sufren una derrota tan terrorífica, que desisten de seguir expandiéndose por toda Europa.
 Para prevenir nuevas razias sarracenas desde Hispania, Carlomagno decidió intervenir en la península ibérica para reconquistar territorios al sur de los Pirineos para formar, cómo no, una especie de colchón o barrera defensiva que aísle totalmente  al Imperio Carolingio del peligroso e imprevisible Al-Ándalus. Con el decisivo apoyo de la población autóctona de las montañas,  los francos conquistaron Gerona en el año 785 y Barcelona en  el 801.  Y manteniendo más o menos  ese ritmo, seguirían ampliando ese territorio en sucesivas intervenciones, hasta disponer de una especie de fortaleza militar que frene cualquier intento de ataque musulmán.
Y los territorios arrebatados a los islamitas, que conocemos con el nombre de Marca Hispánica, dependían totalmente de los monarcas carolingios. Y para gobernar esas zonas, los propios reyes francos designaban unos administradores locales o condes,  que solían ser casi exclusivamente autóctonos. Se les exigía, eso sí, lealtad  y fidelidad a la Corona. Pero después de cierto tiempo,  algunos condes o señores locales pretendieron convertir sus demarcaciones en auténticos señoríos hereditarios, pera trasmitirlos directamente a sus deudos o descendientes. A partir de entonces, los condes elegidos solían ser siempre  de origen franco.
Con la aplastante victoria de don Pelayo sobre las hordas islámicas, comenzó a consolidarse el conocido Reino de Asturias, considerado tradicionalmente como un auténtico precedente o embrión de España. Y de Cataluña, como entidad jurídica independiente, seguimos sin tener noticia.
Es verdad que los nacionalistas catalanes, acostumbrados habitualmente a sacar petróleo donde no hay ni agua, afirman sin pudor alguno que el Estado catalán nace con la creación de la Marca Hispánica. Para hay que puntualizar que la Marca Hispánica nunca pretendió ser  un Estado administrativo, ni tan siquiera el nombre de una región constituida ocasionalmente como una parte del Reino Franco. Los condados de la Marca Hispánica abarcaban un territorio muy amplio, empezaban en Pamplona y, pasando por tierras de Aragón, llegaban hasta Gerona y Barcelona. Sus habitantes eran conocidos como ‘spagnuls’, que intentaban poner fin a la invasión musulmana.
La Marca Hispánica fue gobernada por Carlomagno y por sus descendientes francos desde el año 801 hasta que Luis IX, rey de Francia, y Jaime I, rey de Aragón, firmaron el Tratado de Corbeil en el año 1258. En esa fecha, los diferentes condados que formaban la Marca Hispánica se integran en la Corona de Aragón.

Gijón, 1 de noviembre de 2017

José Luis Valladares Fernández       

2 comentarios:

  1. Ni se encuentran esas referencias, ni se van a encontrar nunca, por más que se empeñen algunos en reescribir la historia.

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  2. Así es, pero los independentistas adquieren clientela cambiando la historia a su placer.

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