IX.-El tesoro del Vita
Los responsables del ‘Frente Popular’ perdieron claramente
las Elecciones Generales de Febrero de 1936. Pero supieron sobreponerse y,
utilizando descaradamente el fraude y la violencia, amañaron el resultado de
las urnas y se apoderaron del Gobierno. Y eso les envalentonó y llegaron a
pensar que había llegado el momento propicio de olvidarse para siempre de la
derecha. Y para lograr semejante propósito,
no tenían nada más que obligar a esa molesta y acomplejada derecha a
rebelarse y a levantarse en armas para aplastarla definitivamente desde el
Poder.
Y comenzaron, sin más, a
atosigarla insistentemente con provocaciones constantes, organizando un proceso
revolucionario muy especial, en el que predominaban los incendios provocados, los desórdenes y
todo tipo de algaradas callejeras. Y por si todo esto era poco, se realizaban
ocupaciones de fincas, se confiscaban propiedades particulares y, además, se
practicaba la violencia política de manera indiscriminada. La derecha, claro
está, no aguantó el envite y, como se esperaba, reaccionó violentamente,
lanzando a una parte muy importante del Ejército contra las instituciones
republicanas.
El levantamiento militar, es
verdad, fracasó prácticamente en casi todas las ciudades españolas y, como es
lógico, derivó en una cruenta y prolongada Guerra Civil. Pero quedó muy claro,
desde un principio, que aquella insurrección era algo mucho más serio que la
Sanjurjada del 10 de agosto de 1932. El ‘Frente
Popular’ había sobrevalorado excesivamente sus propias posibilidades y, en
consecuencia, había lanzado retos sumamente envenenados a la derecha y, ahora,
era ya demasiado tarde para volverse atrás.
Tras los primeros enfrentamientos
bélicos con los sublevados, el pesimismo y la desesperanza se fueron apoderando
de los distintos Gobiernos de la República. El alzamiento militar, que
desembocaría en la Guerra Civil Española, se produjo el 17 de julio de 1936. Y
el presidente del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, dimite el 19
de julio, porque fue incapaz de contener la rebelión. Ese mismo día, le
sustituyó el sevillano Diego Martínez Barrio, que intentará formar un Gobierno
de conciliación para evitar el inicio de la guerra. Habló con varios militares
rebeldes y, como no logró nada positivo, dimitió el día 20 de julio.
Tras el fracaso de Martínez
Barrio, es José Giral Pereira el designado por Manuel Azaña para formar un
nuevo Gobierno. Y como no consigue
revertir la marcha desbocada de la guerra, termina sin ánimos y profundamente
desmoralizado. Y el 4 de septiembre de 1936, coincidiendo con la caída de
Talavera de la Reina en manos de las tropas rebeldes y con Madrid seriamente
amenazada, se rinde a la evidencia y presenta su dimisión.
Le sucedió Francisco Largo
Caballero, el dirigente del PSOE que había hecho todo lo posible para que
estallara la Guerra Civil, para hacerse con el poder y sovietizar a
España. Pero de aquella, la izquierda
comenzó a desmoralizarse por la actitud de las tropas milicianas. Estas tenían
muy buena voluntad, pero eran demasiado indisciplinadas, carecían de entrenamiento, y hasta les
faltaba algo de coraje para hacer frente
a los militares insurrectos. Y como la derrota era ya prácticamente inapelable,
se olvidaron de los ‘100 años de
honradez’ y comenzaron a prepararse un exilio dorado, lo más esplendido y venturoso
posible.
Y en vez de tirar la toalla para
poner fin a una guerra cruenta e innecesaria, los miembros del Gobierno socialista, con el
ministro de Hacienda Juan Negrín a la cabeza, iniciaron su obsceno y soez
rosario de incautaciones. Entraron a saco en el Banco de España, y se
apoderaron del oro y de la plata que almacenaba en sus cámaras acorazadas.
Después vendría el expolio de las cajas
de seguridad y de la banca privada. Asaltaron impunemente palacios, catedrales
y monasterios, y robaron auténticos tesoros al patrimonio artístico e histórico
nacional y a los particulares que empeñaban sus escasos bienes de valor en los
Montes de Piedad.
Del oro decomisado al Banco de
España, que se guardaba en los polvorines de la base naval de Cartagena, el Gobierno
republicano envió unas 500 cajas a Marsella y, como ya hemos visto, regaló
7.800 cajas de oro amonedado y en lingotes a Stalin. Las 4.600 cajas restantes
quedaron en manos de la siniestra Caja General de Reparaciones. Y al igual que
los demás tesoros confiscados, sufrieron el mismo peregrinaje que el Gobierno
de la República: el 5 de noviembre de 1936, terminan en Valencia y el 31 de
noviembre de 1937 en Cataluña.
Cuando el presidente del Consejo
de Ministros, Juan Negrín, traslada la sede del Gobierno republicano a
Barcelona, los tesoros incautados, incluidas las 4.600 cajas restantes del oro
del Banco de España, se escondieron en el
Alto Ampurdán, a escasos kilómetros de la frontera francesa, repartidos
entre el Castillo de Figueras, el Castillo de Perelada y la mina de talco de la
Vajol, trasladándolo todo a Francia tras
el desastre definitivo que sufrieron en la
‘Batalla del Ebro’.
A finales de 1938, con la guerra
ya prácticamente perdida por los republicanos, un hombre de paja o testaferro
de Negrín, Marino de Gamboa, compró en el Reino Unido el famoso yate que ya
había sido rebautizado con el nombre ‘Vita’,
y lo dejó en el puerto francés de El Havre, a disposición las autoridades
españolas de la República. Se ha dado por hecho, que se trataba del famoso ‘Giralda’,
antiguo yate real de Alfonso XIII. Pero es más que probable que se trate del
buque construido en Kiel (Alemania) en 1931 con el nombre de ‘ARGOSY’, que era algo más pequeño y
más moderno que el ‘Giralda’.
La tripulación del ‘Vita’ estaba compuesta casi
exclusivamente por carabineros y marineros nacionalistas vascos, que
simpatizaban con Juan Negrín y lo
capitaneaba José de Ordorica, que también guardaba una relación muy estrecha
con el Partido Nacionalista Vasco. El agregado comercial de la embajada
española en Londres, Mariano Manresa, se encargó de reunir en los puertos de
Ruán y de El Havre los tesoros decomisados durante la Guerra Civil para
embarcarlos más fácilmente en el ‘Vita’
para enviarlos a México.
A parte de las cajas que aún
quedaban del oro incautado al Banco de España, había otros muchos objetos
valiosos de diversa procedencia, entre los que encontramos joyas, metales
preciosos, cajas de oro amonedado, colecciones enteras de monedas con un valor numismático verdaderamente
incalculable, además de pinturas y alhajas del Monte de Piedad. Había también,
cómo no, objetos históricos de gran valor, robados en las catedrales de Tortosa
y de Toledo, como el Relicario Mayor de Sta. Cinta y el famoso manto de las
50.000 perlas de la Virgen del Sagrario y, por supuesto, los objetos de culto substraídos de la
Capilla Real de Madrid.
Hay que contabilizar también, el
tesoro de guerra del Gobierno de la Generalitat de Cataluña, compuesto por
piezas sumamente valiosas del patrimonio y bienes públicos catalanes, que
entregaron a Negrín, bajo coacción, Lluís Companys y Josep Tarradellas muy poco
antes de huir a Francia. Estos fondos podían ser convertidos rápidamente en recursos monetarios o en divisas, sin el
menor problema. El honrado socialista, Juan Negrín había quedado en devolverles
todos estos bienes tan pronto como se establecieran en París. Promesa que no
cumplió jamás, provocando así la ruina financiera de la Generalitat.
El 28 de febrero de 1939, cuando
la guerra ya estaba a punto de terminar, se procedió a cargar en las bodegas
del barco ‘Vita’, primero en el
puerto Ruan, y después en el de El Havre, el inmenso tesoro que habían robado
en España a instituciones y a particulares y que habían ocultado
celosamente en varios lugares estratégicos del Alto
Ampurdán. Además de las cajas restantes de oro amonedado y en lingotes
expoliado al Banco de España, cargaron también en el ‘Vita’, colecciones enteras
de la Casa de la Moneda, del Museo Arqueológico y otros muchos objetos de valor incalculable,
sacados de catedrales y de distintos palacios.
Cargaron en el buque ‘Vita’ las 120 grandes maletas, que
compraron discretamente en París los socialistas Francisco Gordo y Felipe
Mesta. Estaban llenas de objetos
preciosos incautados de forma irregular por los esbirros de Negrín y que jamás volverían
a España. Además de las piezas de oro
sueltas y desclasificadas y cantidades ingentes de joyas y piedras preciosas,
había también en esas maletas colecciones valiosas de relojes de oro y
otros muchos objetos religiosos y de
culto utilizados por Benedicto XIII, el
célebre Papa Luna.
Y el mismo día 28 de febrero de
1939, una vez completada la carga, el barco
‘Vita’ abandona Francia, y
pone rumbo a México, con el encargo
expreso de Juan Negrín de anclar en el puerto de Veracruz y de entregar la
carga a José Puche Álvarez, ex rector de la Universidad de Valencia, convertido
ahora en su agente en México.
Y sin mayores contratiempos, el
yate ‘Vita’ llegó, frente al puerto
de Veracruz, el 23
de marzo de 19 39. Y es entonces, cuando aparecen los primeros
problemas. El capitán José de Ordorica se había comprometido con Negrín, a
entregar personalmente la carga al doctor Puche que no acudió a la cita, porque
estaba en Nueva York. Y como en el ‘Vita’
ondeaba la bandera de Estados
Unidos y ninguno de sus tripulantes
tenía esa nacionalidad, si atracaba en el puerto, podía ocasionar un conflicto
entre la administración estadounidense y la mexicana, además de provocar la
detención del capitán por contrabandista y la confiscación del cargamento.
Y en ese momento tan complicado
para el capitán Ordorica, entra providencialmente en escena Indalecio Prieto, que
se pone en contacto con el presidente de México Lázaro Cárdenas, amigo suyo, y
burla a Juan Negrín y al PNV y, autoproclamándose
representante oficial del Gobierno de España en el exilio, se apodera del tesoro del ‘Vita’. Con la autorización del presidente mexicano, el yate se
desvió al puerto de Tampico, donde se procedió a la descarga de las cajas y las
maletas que transportaba, bajo la mirada y el control del general José Manuel
Núñez, que representaba al presidente Cárdenas.
Después de quemar varias etapas,
el fabuloso cargamento del yate ‘Vita’
llega, por fin, a Ciudad de México y lo
ocultan en una vivienda que tenía
Indalecio Prieto en la calle de Nuevo León. Y para evitar que las piezas
pudieran ser reconocidas y reclamadas por sus auténticos dueños, montan un
taller para desarmarlas y desguazarlas. Comenzaron recuperando las gemas
incrustadas en las custodias, en los cálices, en los copones y en los
relicarios. Y como todos estos objetos de culto religioso eran de metales
preciosos, fueron fundidos después, al igual que otras muchas monedas de un
valor numismático incalculable.
Y no fue ese el único desaguisado
que se cometió en ese taller provisional. De manera totalmente irresponsable,
destrozaron la valiosa colección de relojes, extrayendo el oro y la plata de
los mismos. Y como si se tratara de un cementerio acuático, lanzaron los restos
de esos relojes y otros objetos, que consideraron de poco valor, a la laguna
del volcán del Nevado de Toluca. También tiraron a esa laguna las cajas de
seguridad después de vaciadas, en alguna de las cuales podía leerse claramente ‘Montepío de Madrid’.
Tanto Prieto, como los demás
miembros de su camarilla, creían que esos restos quedarían ocultos para
siempre, esfumándose así definitivamente el rastro de semejante latrocinio.
Pero apareció un buzo deportivo, al que se le ocurrió rastrear los fondos de
esa laguna y, mira por donde, comenzaron a aparecer piezas sueltas de aquel tesoro. Y hoy día,
esas piezas se encuentran en el Museo
Subacuático de la Playa del Carmen (México). Y son, claro está, testigos
irrebatibles del mayor desfalco perpetrado en España por dirigentes del PSOE,
que los defensores de la nefasta Ley de
Memoria Histórica tratan de ocultar.
Jamás habló Prieto del valor del
tesoro que encontró en las bodegas en el yate ‘Vita’. Y no consta que exista inventario alguno o relación
completa de esos bienes. Según Negrín,
el valor estimado de esos bienes estaba entre los 1.000 y 1.500 millones de
francos, unos 40 millones de dólares. Pero sabemos, que al jefe del Gobierno
republicano le interesaba reducir notablemente ese importe, para despistar y no
llamar tanto la atención. Y según todos los indicios, el valor material de ese
cargamento alcanzaba incluso los 200 o 300 millones de dólares. Habría que
añadir, eso sí, el valor de las colecciones y el valor numismático.
Sabemos ciertamente, que
Indalecio Prieto vendió al Banco Central de México una buena parte del oro y de
la plata. Hay constancia de un lote de 1.488 kilos de oro de 24K que, al precio
de hoy día, podría alcanzar aproximadamente, ahí es nada, unos 55 millones de euros.
Vendió piedras preciosas a varios joyeros internacionales. Y también vende a
Estados Unidos parte de la plata y otros objetos de valor, además del yate ‘Vita’. Hay que tener en cuenta, eso
sí, que todas esas ventas se realizaron en condiciones francamente
desfavorables. No podía ser exigente con el precio de algo que se sabía, que
habían llegado a sus manos de manera irregular.
No podemos olvidar, que el tesoro del ‘Vita’ salió de España sin
el adecuado registro, y que entró en México sin pasar por la aduana. Y
por si todo esto fuera poco, Indalecio
Prieto lo estaba vendiendo sin pagar el correspondiente impuesto. Contaba,
claro está, con la connivencia y la complicidad del presidente mexicano, su
nuevo amigo Lázaro Cárdenas.
Y para que nadie dudara que,
tanto Prieto, como los miembros de su camarilla eran todos ellos unos honrados
socialistas, jamás rindieron cuentas, ni de los fondos logrados con esas ventas
clandestinas, ni de las joyas y, tampoco de las obras de arte y de los
distintos objetos religiosos que desaparecieron misteriosamente, sin dejar el
más mínimo rastro. Y como era de esperar, a partir de ese momento, comenzaron a
llevar una vida fastuosa.
La sonrisa inesperada de la fortuna les proporcionó, y de qué manera, un exilio sumamente
dorado y venturoso. Podemos decir que, haciendo honor al nombre de ese yate, se
dieron la ‘grande Vita’. Y sin embargo, los demás exiliados, los que no
pertenecían al clan de Indalecio Prieto, tenían que conformarse con las migajas
o las limosnas que les llegaban ocasionalmente a través de la ineficaz Junta de
Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE).
Aquello fue un robo vergonzoso.
ResponderEliminarEl mayor robo en la Historia de España cometido por un partido político que presume de honradez.
EliminarCon lo que han robado end Andalusia,con el asunto de los Eres,y desde que gobiernan an el resto de nuestra nacion,lo del Vita es calderilla,saludos
ResponderEliminarEl ejercicio prolongado de la política genera mucha corrupción. Pero lo de los ERES en Andalucía es algo que rompe todos los esquemas. Saludos
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