martes, 27 de julio de 2021

DONDE NO HAY ESTABILIDAD ECONÓMICA CRECEN LAS COLAS DEL HAMBRE Y LA MISERIA

 



Es de dominio público, que las marionetas utilizadas en algunas representaciones teatrales, son figuras que personifican indistintamente a seres humanos, animales o a otros seres fantásticos. Pueden ser de distinto tamaño y estar hechas con cualquier clase de material. Y al ser manejadas por el titiritero de turno, adquieren personalidad propia, llena de vida, aunque se trate de una vida dependiente de quien maneja los hilos.

El teatro de las  marionetas o títeres hunde sus raíces en una época muy remota y ha gozado siempre de una inmensa popularidad, tanto en la civilización oriental como en la occidental. Y se recurre normalmente a estos espectáculos de tipo mágico o religioso para hacer frente a la superstición y para para huir del miedo que se siente ante lo desconocido y, también para entretener y divertir a la audiencia.

Es muy posible que estas representaciones teatrales comenzaran a realizarse inicialmente en Egipto. Sabemos que, entre las ruinas de la antigua ciudad egipcia de Antínoe o Antinópolis, en la ribera oriental del Nilo, apareció un barquito,  junto a unos trozos de hilos y varias figuras pequeñas de marfil. Una de esas figuras era articulada y podía moverse manejando diestramente unos hilos. Ni que decir tiene que esa sería una de las primeras marionetas de la historia.

Y esa manera de hacer teatro se iría extendiendo, aunque muy lentamente, al resto del mundo. En China, por ejemplo, las marionetas ya eran muy conocidas  en el año 1000 a.C., y solían utilizarse en las celebraciones festivas de la corte de la dinastía Zhōu, más como simple arte mágico que como entretenimiento.

Estas representaciones teatrales con muñecos, faltaría más, también llegaron a Occidente. El historiador Herodoto, que vivió entre los años 484 y 425 a.C., ya habla en sus escritos de esas figurillas articuladas, que podían moverse con unas cuerdas o con alambres. Y según cuenta Jenofonte, en el año 422 a.C., Callias tenía contratado a un ciudadano de Siracusa, que se ocupaba principalmente de distraer a sus huéspedes, montando esa especie de espectáculos.

Y para saber lo importante que eran las representaciones con figuras animadas en Roma, no tenemos nada más que recurrir a historiadores de la talla de Tito Livio, o a poetas famosos como Horacio u Ovidio, que conocemos sobradamente todos los que estudiamos latín. No había mejor manera de divertir a los niños y de entretener a los adultos, que utilizar esos muñecos para parodiar los excesos, reales o ficticios, de  las personas que han llegado a la fama.

En épocas pasadas, las marionetas o títeres eran muñecos de trapo, de madera o de cualquier otro material, y se accionaban por hilos para imitar los movimientos de los seres humanos. Hoy día hemos progresado tanto  que, en muchos casos, son los propios interesados los que se representan a sí mismos, asumiendo directamente el papel, que antes tenían las marionetas. Es lo que pasó, ni más ni menos, con Pedro Sánchez Pérez-Castejón que, desde que llegó a La Moncloa, actúa como si fuera un muñeco en manos de los populistas y comunistas patrios, de los separatistas vascos y catalanes y hasta de los proetarras de Bildu.

Eso indica al menos la última remodelación que hizo del mastodóntico Gobierno que padecemos. En el Ejecutivo de coalición que él mismo preside, había y sigue habiendo dos tendencias claras e irreconciliables, que reducen claramente su operatividad. Y en vez de cortar por lo sano, Pedro Sánchez sustituye  sin más a militantes fieles de su propio partido y mantiene en el puesto a quienes, desde el principio, han procurado marcar el paso al Gobierno y no han respetado nunca las tradicionales reglas del juego político.

Y mira por dónde, entre los cesados  tenemos nada menos que a Carmen Calvo, la vicepresidenta primera, ministra de la Presidencia y Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, que ha sido una de las personas que más se ha molestado para que el presidente Sánchez llegara a donde llegó.

Es evidente que la vicepresidenta primera del Gobierno cometió el error de criticar públicamente las inaceptables barbaridades de la ‘ley trans’ porque, entre otras cosas, destruye hasta el concepto mismo que las feministas históricas tienen de la mujer. Hay que tener en cuenta, que la ‘ley trans’  es uno de los proyectos estrella de Unidas Podemos, que presenta y defiende Irene Montero, la impresentable ministra de Igualdad.

Y oponerse desde el Gobierno a la libre autodeterminación de género, negando a las personas la posibilidad de cambiar libremente a su antojo el nombre y el sexo en el DNI, puede provocar la enemistad y las represalias de Podemos. Y el insaciable Pedro Sánchez, para apaciguar y tranquilizar a los responsables de la formación morada, quien lo iba a decir, sirvió a Irene  Montero en bandeja de plata, la cabeza de Carmen Calvo.

No obstante, debemos admitir que la defenestración del ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, resulta aún mucho más llamativa que la caída en desgracia de Carmen Calvo. Es incomprensible que Pedro Sánchez haya prescindido tan fácilmente de quien, sin duda alguna, fue su auténtico fontanero político, de quien más le ayudó a tomar decisiones concretas, para ayudarle a escalar puestos políticos importantes.

Para empezar, hay que reconocer que fue precisamente Ábalos quien negoció, con toda esa tropa de separatistas vascos y catalanes, los diferentes apoyos que necesitaba Sánchez para que prosperara su moción de censura contra Mariano Rajoy. Y por si fuera esto poco, no terminó ahí la ayuda de quien fuera hasta ahora ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, ya que también hay que atribuir al propio Ábalos, la formación del equipo que puso en marcha el actual Gobierno de coalición con Unidas Podemos.

Cabe también la posibilidad, cómo no, que Sánchez haya decidido cesar a José Luis Ábalos, sin previo aviso, por haber sido excesivamente exigente con las mesnadas de Podemos que pastorea ahora  Ione Belarra. No olvidemos que, por culpa de esa rigidez, fracasó en su intento de consensuar  una Ley con los socios actuales del Gobierno, para garantizar la función social de la vivienda y mantener a raya los precios de alquiler.

De todos modos, ha servido de muy poco la remodelación gubernamental que ha hecho Pedro Sánchez. Como dice el refrán castellano, para ese viaje no hacían falta tantas alforjas. Una vez puesto, es lamentable que no haya aprovechado la ocasión para aligerar sensiblemente el número de ministerios y, sobre todo, para deshacerse de los ministros incompetentes que lastran gravemente la actuación de su Gobierno. Y por supuesto, ser bastante más cuidadoso a la hora de elegir a los nuevos miembros del Ejecutivo que sustituyen a los cesados.

Pero está visto que Pedro Sánchez no tiene arreglo y, por ahora, tendremos que apechar necesariamente con sus zarandajas y necedades. De momento seguimos, no sé por cuanto tiempo más, con el Gobierno más numeroso, más caro y más ineficaz de nuestra historia. Y todo, creo yo, porque no sabe hacer otra cosa. Y una de dos, o paramos los pies a tiempo a este incorregible y malvado Adonis, o el futuro de España correrá un serio riesgo económico y social de proporciones insospechadas.

Y a pesar de todas las evidencias en contra, el impresentable presidente Sánchez seguirá pensando efectivamente que, con esta remodelación ministerial, ha conseguido formar el mejor de los Gobiernos posibles. De ahí el desbordante optimismo que derrochó al hacer públicos los cambios realizados en su gabinete. Comenzó la comparecencia, subrayando estas palabras: “hoy comienza el Gobierno de la recuperación” que acabará, “por completo”, con todos los males  que sufre España. Y lleno aparentemente de satisfacción se atrevió a decir que había llegado el momento de impulsar la agenda de cambios y “dar el gran salto adelante”.

En esta ocasión, Pedro Sánchez soltó esta llamativa locución porque le gustan las frases expresivas y contundentes, aunque después, la realidad vaya por otros derroteros más bajos. Y utilizó ese slogan, porque ignoraba que, detrás del Gran Salto Adelante, se ocultaban las medidas económicas, sociales y políticas implantadas por Mao Tse Tung en China entre los años 1958 y 1961, con un resultado francamente apocalíptico. Todo un genocidio, que se cobró de aquella, quién lo diría, más de cincuenta millones de muertos por hambre.

Y por mucho que se empeñe Pedro Sánchez en ocultar la realidad y proclame insistentemente que hemos comenzado la recuperación, los hechos nos muestran todo lo contrario. Todos los indicadores económicos nos dicen que vamos camino del desastre más absoluto, ya que, desde 2018, no ha hecho más que empeorar la situación. Así que, con coronavirus o sin coronavirus, seguiremos, vete a saber hasta cuando, en la cola de Europa y de la OCDE. Porque, no le demos más vueltas, nadie ha gestionado tan mal la pandemia como nuestro presidente.

Analizando por separado los distintos indicadores económicos, veremos que, en 2017, el PIB español creció un 3%, mientras que en 2018 ese crecimiento se redujo al 2,4%, y en 2019 se quedó en un modesto 2%. El verdadero naufragio de la economía española se produjo en 2020, que rompió, ahí es nada, con seis años de crecimiento y registró un descenso de nada menos que un 10,8%, que prácticamente duplica el descenso  de la producción económica del resto de las economías  desarrolladas. Y por lo que parece, el PIB de España sigue el mismo rumbo en 2021, ya que cerramos el primer trimestre,  con una caída de otras 4 décimas más.

Y si revisamos detenidamente el indicador del déficit público, veremos que llegamos a la misma conclusión que con el análisis del crecimiento del PIB. A base de recortes y de reducir el gasto público, Mariano Rajoy logró bajar el déficit público del 11%, al 3% del PIB. Y se mantuvo más o menos estable en ese 3%,  a lo largo del año 2018 y 2019. Pero gracias a la desastrosa gestión del presidente Sánchez y su banda, que casualidad, se volvió a disparar otra vez al 11% del PIB, nada menos que cuatro puntos por encima de la media de la Unión Europea.

Y no digamos nada si ponemos el foco en la deuda pública que complica cada vez más nuestra situación económica. Es verdad que, en general, las Autonomías y los Ayuntamientos han comenzado a reducir su deuda, pero el Estado sigue gastando sin control. Si examinamos los datos suministrados por el Banco de España, veremos que en mayo de 2021, solo por culpa del endeudamiento fiscal, batíamos todos los records de deuda, ya que llegamos a alcanzar los 1,4 billones de euros, superando ampliamente el 125% del PIB.

Pasa exactamente lo mismo con el paro. Ateniéndonos a los datos que ofrece mensualmente la Oficina Europea de Estadística Eurostat, comprobaremos que, a primeros de junio de 2018, fecha en la que Pedro Sánchez aterrizó en La Moncloa, España sumaba ya la abultada cifra de 3.162.162 parados. A partir de entonces, esa cifra siguió creciendo imparablemente, de modo que, al cerrar mayo de 2021, llegábamos ya a los 3.614.392 desocupados, nada menos que 452.230 desempleados más.

A finales de mayo, por lo tanto, teníamos en España un 15,3% de paro, mientras que en la Unión Europea no pasaban del 7,3% de media. Si contáramos también los trabajadores parados, que el Gobierno procura camuflar en los ERTE y los autónomos que están en cese de actividad, el número de desempleados podría sobrepasar holgadamente los 4,9 millones. Y esto nos llevaría, claro está, a un escandaloso 22%  de paro real.

Hay que tener presente, que el aprendiz de brujo que rige nuestros destinos no vale nada más que para presumir. Y para darse más importancia de la que realmente tiene, el presidente Sánchez intentará sobrevalorar exageradamente, como ya vimos, su última remodelación del Ejecutivo, anunciando a bombo y platillo que, gracias a esos cambios, hemos iniciado ya la tan traída y llevada recuperación económica. Y todos sabemos que eso no es nada más que una vana ilusión, un canto a la luna de un empedernido narcisista que se ha enamorado de sí mismo.   

Y para que creamos en la bondad de sus intenciones, Pedro Sánchez nos dice que, a partir de ahora, será Nadia Calviño, la nueva vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital de España, la encargada de pilotar la economía española. Hace falta, eso sí, que atendamos minuciosamente las  indicaciones de Calviño, porque así no tardaremos en enfilar el camino de la huidiza recuperación económica.

Nos presentan a Nadia Calviño como si fuera un auténtico “dique de contención” contra las aspiraciones suicidas del sector populista del Gobierno. Y de hecho, se ha referido muchas veces al incipiente crecimiento económico que no acaba de llegar. En realidad, se repite ineludiblemente la historia de los fallidos brotes verdes, que trató de vendernos la antigua ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado. Pero la realidad es muy tozuda, y no aparecen los brotes verdes y tampoco llega la deseada estabilidad económica.

De todas maneras, sabemos que Nadia Calviño está condicionada lamentablemente por un embustero patológico de la calaña de Pedro Sánchez, que se comporta como una auténtica marioneta, que manejan a su antojo los dirigentes de Podemos. Y justamente por eso, cada vez que han surgido discrepancias entre los dos bloques del Gobierno de coalición, siempre ha prevalecido el criterio de los ministros más radicales del Ejecutivo. Es normal ya que, a ser posible, hay que eternizarse en La Moncloa.

 

Gijón, 23 de julio de 2021

 

José Luis Valladares Fernández



4 comentarios:

  1. Bueno, no preocuparse, con las ayudas europeas lo vamos a solucionar todo.

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    1. Veremos a ver si Europa se fía del trilero Sánchez. De momento, esas ayudas están en el aire, sujetas al comportamiento del Gobierno.

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  2. La miseria está golpeando a todo el mundo,esa por desgracia será la única manera de que la gente despierte de su letargo,y de la Victoria al PP y Box,en las próximas elecciones generales si es que las hubiere, saludos,😜

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    1. Este Gobierno es un desastre y, con su gestión, ha hecho bueno nada menos que a Zapatero, que ya es decir. Saludos

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