viernes, 12 de junio de 2020

HABLEMOS CLARO


X.- Tovarisch Pablo Iglesias y sus soflamas



Hay que remontarse hasta unos 400 años a.C, para encontrarnos con Diógenes de Sinope. Este filósofo moralista vivía muy austeramente en un tonel y solía pasear en pleno día por las calles de Atenas, portando una lámpara de aceite encendida. Y al ver la cara de sorpresa que ponían los atenienses, se justificaba diciendo que buscaba “un hombre honesto”.

Y hoy día también necesitábamos el famoso farol de Diógenes, ya que es poco menos que imposible, encontrar algún hombre honesto y sincero, sobre todo entre los políticos de izquierda. Unos y otros viven instalados permanentemente en el cuento y en el engaño. Y como no quieren perder esa insultante bicoca, tratarán de dignificarse a sí mismos, ocultando celosamente sus verdaderas intenciones, a la vez que falsean o tergiversan interesadamente la realidad.

Pero no todos los políticos de izquierda son capaces de dominarse y guardar las apariencias. Siempre hay alguno que se deja llevar por su excesiva vehemencia y da rienda suelta a su ambición y a sus ansias desmedidas de poder o dominio. Esto le ocurre frecuentemente a tovarisch Pablo Iglesias, actual vicepresidente segundo  del Gobierno y ministro de Asuntos Sociales.

Hay que reconocer que el impresentable líder de Podemos se ha caracterizado siempre por su manifiesto afán  de notoriedad y fama. Y esto le ha llevado infinidad de veces a comportarse como un vulgar matón patibulario. Como todos los que padecen  el síndrome de Eróstrato, trata de conseguir sus objetivos políticos, utilizando  profusamente el insulto, la intimidación y hasta el chantaje. Y aunque ahora forma parte del Gobierno, su interés por salir con la suya se mantiene intacto, lo que le incapacita para ocultar o disimular sus sueños y sus aspiraciones ideológicas.

Es verdad que Tovarisch Pablo Iglesias comanda, con Pedro Sánchez, el bipartido que se ocupa del Gobierno de España o, al menos, ocupa un puesto destacado en esa coalición. Pero quiere mejorar aún más su posición, invadiendo competencias de los demás miembros del Ejecutivo. Y para lograr semejante propósito, nada mejor que seguir actuando como un bravucón o matón incorregible, minando deliberadamente la autoridad del presidente y perturbando y desestabilizando la labor de los demás ministros.

Está visto que Pedro Sánchez depende necesariamente del impertinente  vicepresidente segundo del Gobierno para seguir en La Moncloa. Por lo tanto, no tiene más remedio que tragar saliva, aguantar sus invectivas y provocaciones y disculpar sus continuas embestidas contra las instituciones que nacieron con la Transición Democrática. Y el ambicioso Pablo Iglesias aprovechará interesadamente esa circunstancia para hacerse, poco a poco, con el control del Gobierno, que es algo que necesita para comenzar a dinamitar el ‘régimen del 78’ e iniciar así el camino hacia la ansiada bolivarización de España.

martes, 2 de junio de 2020

HABLEMOS CLARO


IX.- Las trolas y los embustes de Pedro Sánchez

           Son muchas las figuras interesantes que aparecen en la mitología griega. Una de ellas es Casandra, la famosa hija de Príamo, rey de Troya. Cuando Casandra llegó a la adolescencia, se convirtió en una mujer tan atractiva y tan hermosa, que hasta el mismo dios Apolo quedó totalmente prendado de sus encantos e intentó casarse con ella.

Al oír la propuesta de Apolo, Casandra dio a entender que estaba dispuesta a casarse con él, pero exigía una condición previa. Antes de celebrar los desposorios, este dios olímpico tenía que concederle el don de la profecía, para poder augurar y desentrañar el futuro. Pero nada más recibir tan extraordinario privilegio, Casandra se llamó a andanas y se negó a  celebrar ese matrimonio. Y el dios Apolo, que se sintió cruelmente despreciado, la castigó a que nadie creyera ninguna de sus predicciones.

Y cuando Casandra comenzó a anunciar las terribles desgracias que caerían sobre Príamo y sobre todos los troyanos, pensaron que había enloquecido y la encerraron en una torre. Allí, Casandra, ante los oídos sordos  de sus conciudadanos, redobló inútilmente sus lamentaciones por la próxima destrucción de Troya. Tampoco quisieron escucharla cuando les advirtió, con lágrimas en los ojos, que el caballo de madera no era un trofeo  ni un signo de victoria, que se trataba, más bien, de una trampa, preparada por los aqueos, para poder burlar las fortificaciones inaccesibles de la ciudad.

Y aunque Pedro Sánchez, el doctor de pacotilla que se coló en La  Moncloa por una puerta falsa, va de divo por la vida, aún no se ha enterado que le está pasando lo que a Casandra, y no hay nadie que crea nada de lo que dice. Y como está plenamente convencido que son muchos lo que le siguen y apoyan, porque toma siempre las mejores decisiones posibles, suele pavonearse de sentirse justo acreedor de la admiración y el aplauso de todos los españoles. No es de extrañar, por lo tanto, que siga torturándonos cada sábado con sus disparatadas proclamas. Piensa, que así mantiene y acrecienta incluso el entusiasmo de sus fieles seguidores.

Pero la realidad es muy distinta. El impresentable Sánchez es un mentiroso compulsivo,  un tramposo manifiesto y un embaucador empedernido, que no ha dicho una verdad en su vida. Es perfectamente lógico que no tenga credibilidad alguna. Y por si todo esto fuera poco, es tan insaciable y ambicioso, que busca desesperadamente el poder y los puestos de privilegio, para refocilarse con los honores y los parabienes que se derivan de esos cargos.

sábado, 25 de abril de 2020

ASÍ NO VAMOS A NINGUNA PARTE





Es algo lamentable, pero estamos desgraciadamente en manos de unos personajes fatídicos, que piensan que están por encima del bien y del mal y, sin embargo, son unos impresentables y unos sinvergüenzas redomados. Es el caso del endiosado Pedro Sánchez y de su fatal costalero, el esbirro Pablo Iglesias Turrión.

Por lo visto, Pedro Sánchez entró en La Moncloa pensando que ser presidente del Gobierno, más que comportar problemas complicados, proporcionaba cantidad de honores y enormes satisfacciones. Y se prestó, sin más, a gozar de todos esos bienes públicos, que el Estado ponía, gratis et amore, a su servicio. Además de residir en un fastuoso palacio, como el mismo ha presumido en Vanity Fair, también podía veranear en parajes singulares del erario público y disponer, cómo no,  de un Falcon, para realizar toda clase de viajes, tanto oficiales como privados.

Y todo porque el presidente de traca que padecemos, tiene una personalidad narcisista, sumamente tóxica. Por culpa de ese trastorno patológico, se cree único y muy superior a los demás y, por lo tanto, merecedor del aplauso y los parabienes de todo el mundo. Su arrogancia y prepotencia le lleva a vivir fuera de la realidad y a recurrir constantemente a las personas que le rodean, a sus lacayos y escuderos, para ascender y sobresalir y, por supuesto, para recibir sus halagos y sus elogios. 

Es francamente difícil encontrar a alguien que sea tan caradura como Pedro Sánchez. Como si fuera un jugador experimentado de póquer, utiliza el farol y la fanfarronada con toda soltura, más que nada, para impresionar y deslumbrar a la audiencia. Y aunque es un falsario totalmente imprevisible, utiliza sus comparecencias para auto complacerse a sí mismo y para darse autobombo. En realidad, no sabe hacer otra cosa. El trastorno psicológico de su personalidad narcisista, le mantiene incapacitado hasta para hacer política y, como es lógico, se dedica exclusivamente a presidir  y figurar.

Para Gobernar, hay que tomar decisiones que suelen ser comprometidas y se corre el riesgo de equivocarse. Y para quien busca aumentar su propia importancia, eso es inadmisible porque deteriora claramente su carisma y sufre un enorme desprestigio. Por eso busca acólitos o maleteros, más o menos dóciles, que afronten ese problema y carguen con las consecuencias si sale mal. Y si por casualidad aciertan, el que preside siempre está en disposición de apropiarse los honores y los parabienes.

sábado, 21 de marzo de 2020

¡ESPAÑA ES DIFERENTE!


               Hasta el 19 de julio de 1808, el todopoderoso ejército napoleónico había salido victorioso en campo abierto, en todos sus enfrentamientos contra otros pueblos europeos. Ese día, sin embargo, tenía en frente, en la batalla de Bailén, al desdeñado pueblo español, que defendía valientemente su independencia, y no tuvo más remedio que doblegar su cerviz. Y Napoleón, desconcertado ante semejante derrota, se disculpó diciendo que ‘España es diferente’, frase que terminaría haciendo historia.

A partir de 1936, entra en escena Luis Antonio Bolín, que mantenía una relación muy estrecha con Franco. Intervino directamente en el alquiler del Dragon Rapide, que trasladó al denostado General desde las islas Canarias a Tetuán, para dar comienzo al Alzamiento Nacional. Y Bolín también utilizó la frase lapidaria ¡‘España es diferente’!, pero dándole, eso sí, un sentido totalmente diferente al de Napoleón Bonaparte..

Al finalizar la II Guerra Mundial, los afortunados vencedores trataron de asfixiar políticamente al nuevo régimen franquista, sometiendo a España a un aislamiento internacional sumamente feroz e inhumano. Y Luis Bolín que, durante muchos años, ostentó el cargo de director general de Turismo, buscó la manera de mejorar nuestra complicada situación, abriendo España al turismo exterior.

Después vendría Manuel Fraga Iribarne, que fue ministro de Información y Turismo, desde 1962 hasta 1969. Y para promover el desarrollo de España, utilizando ampliamente la industria turística, recurrió también a la conocida frase de ¡‘España es diferente’!, pero traducida al inglés. Y sembró nuestra geografía con el nuevo eslogan Spain is different!’,  para atraer a los turistas extranjeros con nuestro sol despampanante y con nuestras playas paradisíacas. Y así perdió también vigencia, cómo no, el humillante apotegma, “África empieza en los Pirineos”, que acuñó Alejandro Dumas.

Pero el ¡‘España es diferente’!, utilizado profusamente antaño para dar a conocer las excelencias turísticas españolas, tiene ahora un significado muy poco halagüeño. Ese eslogan, hoy día, se emplea para reflejar la situación caótica y deleznable, en que ha caído últimamente la sociedad española. Por culpa de un tramposo como Pedro Sánchez, el Gobierno se ha convertido en un enorme e indisciplinado circo.

lunes, 9 de marzo de 2020

HABLEMOS CLARO


VIII.- Sánchez y sus acólitos odian a Franco por los favores que hizo l mundo del trabajo




Tardaría aún más de diez años y medio en caer el Muro de Berlín y Felipe González, secretario general del Partido Socialista, ya se había dado cuenta del inminente fracaso del marxismo. Y vio que, si el PSOE no abandonaba a tiempo su condición de marxista, podía hundirse irremisiblemente a la vez que el marxismo.

Y para evitar semejante riesgo, González acudió al XXVIII del PSOE, que se celebró en Madrid en mayo 1979 con una propuesta francamente desconcertante para la mayor parte de los delegados. Con su célebre frase “hay que ser socialistas antes que marxistas”, les pedía, ni más ni menos, que renunciaran al marxismo como ideología oficial del Partido. Pero los partidarios de mantener la línea tradicional marxista del PSOE, que eran mayoría, rechazaron tajantemente dicha propuesta. Y al no conseguir su propósito, González abandonó el cargo de secretario general, quedando el partido momentáneamente en manos de una Comisión Gestora.

Y como el clima de enfrentamiento entre los dos sectores, el crítico o histórico y el moderado, siguió agudizándose progresivamente, la Comisión Gestora, dirigida por José Federico de Carvajal, intentó pacificar el Partido, convocando un Congreso Extraordinario que se celebró los días 28 y 29 de septiembre de ese mismo año.

En las primeras sesiones de este Congreso Extraordinario, volvió a aflorar la división y el enfrentamiento entre las dos corrientes mayoritarias del PSOE. Felipe González, Alfonso Guerra y sus partidarios seguían siendo claramente partidarios del abandono del marxismo como ideología oficial del Partido. Por otro lado, estaban los del bando crítico o histórico, comandado por Pablo Castellano y por Francisco Bustelo, que eran totalmente contrarios al abandono de la línea tradicional marxista que siempre ha caracterizado al PSOE.

Tras los intensos debates para dilucidar la línea o el rumbo que debía seguir el partido, las dos corrientes llegaron finalmente a una especie de entente, moderando ambas sus pretensiones iniciales. El sector renovador consiguió, cómo no, que los postulados marxistas dejaran de formar parte de la ideología oficial del PSOE. Y para no desairar inútilmente al sector histórico, la corriente renovadora accedió a que el marxismo continuara dentro del programa político del Partido Socialista, aunque simplemente, eso sí, como instrumento meramente teórico y sin el menor atisbo dogmático.