Éramos muchos los que
seguíamos de cerca, y con gran entusiasmo, las intervenciones de Mariano Rajoy cuando
era jefe de la oposición. Despertaron especial interés las realizadas en
vísperas de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011 y cuanto dijo
en su enfrentamiento dialéctico con Alfredo Pérez Rubalcaba, en el debate
electoral televisado. Sus afirmaciones eran especialmente contundentes y
esperanzadoras. Coincidían además perfectamente con las directrices que ha
marcado siempre la derecha tradicional española y con lo que esperaban todos
aquellos que se han vacunado a tiempo contra el zapaterismo.
Es evidente que las promesas
electorales de Mariano Rajoy entusiasmaron gratamente a los ciudadanos con
derecho a voto. De ahí esa magnífica mayoría absoluta obtenida en las
elecciones, la mayor de toda nuestra historia democrática. El desastre electoral
del PSOE estaba más que cantado, aunque nadie esperaba que éste fuera tan
contundente. Los despropósitos cometidos por José Luis Rodríguez Zapatero, al
frente del Gobierno, fueron de tal envergadura y tan sectarios que, hasta
votantes tradicionales de izquierdas, optaron esta vez por dar su voto al
Partido Popular.
Los ciudadanos con derecho a voto tenían, es cierto, la opción del antaño
todopoderoso ex vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero
Rubalcaba, elegido a dedo para sustituir a Zapatero, decepcionó en sus mítines
preelectorales, demostrando ampliamente su enorme falta de carisma. Hasta le
falló la fama de hábil enredador que le atribuían sus adeptos, no sé si por
miedo o por servilismo. Su discurso, retrógrado y arcaico, carecía de gancho y no
ilusionaba a su audiencia. Como dijo en Mérida el 16 de julio de 2011, quería
desarrollar un proyecto político en el que se reconocieran los socialistas de
hace 100 años, de modo que, si levantaran la cabeza, exclamaran inmediatamente:
“¡Estos son los míos”. Es un hecho que Rubalcaba ha sido uno de los máximos
responsables de los enormes desaguisados cometidos por el Gobierno anterior y
esto pesaba mucho en los ambientes sociales.
Tampoco Mariano Rajoy es un líder
carismático que entusiasme fácilmente a la muchedumbre que le escucha. Pero los
ciudadanos eran conscientes de que, para dar carpetazo a la ya prolongada
crisis económica, era menester cambiar radicalmente de política. Y era de
esperar que las medidas propuestas por Mariano Rajoy, que coinciden exactamente
con las aplicadas por José María Aznar en 1996, den tan buenos resultados como
entonces. Se trata básicamente de bajar impuestos y, ante todo, no gastar nunca más de lo que se recaude.
Llegaron las elecciones y la
gente acudió a las urnas, aprobando masiva e ilusionadamente el programa
electoral del Partido Popular. Una vez consumada la humillante derrota de los
socialistas, comenzó a crecer la euforia y se pedía insistentemente el adelanto
inmediato del traspaso de poderes. Los plazos previstos para el cambio de
Gobierno se hacían excesivamente largos. Era tan grave la situación económica,
que no se quería perder tiempo en formalidades absurdas.
Llegó por fin la investidura
formal de Mariano Rajoy y, poco tiempo después, aparece la desilusión. Desde el
primer momento, el nuevo presidente
comienza a dar muestras evidentes de indecisión, mostrándose sumamente
remiso para poner en marcha las medidas que llevaba en su propio programa
electoral. Todo eran dilaciones, hasta que un día se descorcha inesperadamente
con el increíble anuncio de una subida temporal del IRPF. Buscaba afanosamente
una manera fácil y rápida de recaudar dinero a costa, como siempre, de los que
menos tienen. Un auténtico hachazo al salario de las familias y a los que, a
base de privaciones, han conseguido juntar unos pocos ahorros.
Es cierto que el Gobierno de
José Luis Rodríguez Zapatero provocó este desastre económico y lo ocultó
intencionadamente utilizando contabilidades amañadas y propalando
desvergonzadamente medias verdades y, cómo no, auténticas mentiras. Según Elena
Salgado, al final de la legislatura, el
déficit público estaría en el 6% acordado. Las cuentas demostrarían
posteriormente que había un desfase de más de 2 puntos, y Mariano Rajoy
aprovecha esta circunstancia para disimular el impacto del incumplimiento
flagrante de una de sus promesas estrellas: no subir los impuestos. Dice que fue
engañado y que, al constatar la cruda realidad, no le quedó más remedio que romper
su compromiso anterior. Y está muy claro que solamente un ingenuo podía dar
crédito a lo que dijeran o dejaran de decir Zapatero y sus ministros. Y Mariano
Rajoy no es precisamente un ingenuo. Era público y notorio que estábamos ante
una auténtica catástrofe económica con un Gobierno endeudado hasta las cejas y sin un ochavo en la caja
“para atender los servicios públicos”.
Es entonces cuando el nuevo
Gobierno hace el fabuloso descubrimiento de que, para ahorrar dinero no hace
falta reducir gastos. Esto también se logra, al parecer, aplicando recortes y
subiendo impuestos. De ahí que se apresten a ahorrar 11.254 millones de euros,
recortando 7.267 millones en Sanidad y otros 3.987 millones en Educación.
Aunque los gastos corrientes sean extremadamente desmesurados, se les hace
frente con más recortes y con nuevas cargas fiscales. Pero como las Comunidades
Autonómicas son un pozo sin fondo, todos estos supuestos “ahorros” resultan inútiles y no dan ni para hacer boca.
Como no se quiere cambiar el
rumbo y se empeñan en mantener a ultranza el despropósito de tan gigantesco
Estado, todo el dinero que se pueda recaudar es poco. De ahí ese nuevo ajuste,
el más duro de la democracia que, ante todo, perjudicará de manera
desproporcionada a los más desfavorecidos, a los que tienen que hacer
malabarismos para llegar a final de mes. Resulta paradójico e irritante que, en circunstancias tan críticas, nos diga
Montoro que el proyecto del Partido Popular se basa en reducir impuestos. La
realidad es muy diferente. Y con esta subida del IVA y la inoportuna supresión de la paga extra de
Navidad a los funcionarios, el Gobierno ha causado un enorme roto a los que menos culpa tienen.
De nada nos vale esta
confesión sincera de Mariano Rajoy: "Estoy haciendo lo que no me gusta,
pero han cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a ellas. Hago lo
único que se puede hacer para salir de esta postración". Estamos ante un
ajuste extremadamente duro, tanto por el lado de los gastos como por el de los
ingresos. Lo que consiguen con esto es multiplicar escandalosamente el número de pobres circunstanciales,
obligando a muchos ciudadanos a dejar sus posiciones actuales más o menos
desahogadas para pasar a integrar el grupo de los menesterosos. Es demencial
que, con unos ingresos muy por debajo de
la media europea, estemos entre los que tienen que soportar más impuestos a la
renta y al ahorro. Y ahora, para nuestra desgracia, también al consumo. Desde el 1 de septiembre, nuestros tipos de
IVA superaran incluso a los de Alemania y Francia.
Y todos estos esfuerzos
extraordinarios que se nos imponen tan caprichosamente, van a resultar
perfectamente inútiles al soslayar voluntariamente el auténtico problema, que
no es otro que el modelo de Estado. El Estado autonómico, además de
ineficiente, es extremadamente caro y, por lo tanto inviable. Aguantamos el
tipo, mientras los enjuagues de la burbuja inmobiliaria proporcionaban dinero fácil
para cubrir los gastos faraónicos de los barones autonómicos y sus secuaces. Y
el bolsillo de los contribuyentes, que ha sido sistemáticamente esquilmado por
los poderes públicos, ya no da más de sí. De seguir así, nuestro porvenir no es
nada halagüeño, ya que únicamente se nos ofrece una recesión continuada y sin
precedentes.
Si Mariano Rajoy, al asumir
la presidencia del Gobierno, convoca un referéndum para decidir sobre nuestro absurdo
sistema autonómico, hubiera solucionado el problema y, a estas alturas, desde
la tribuna del Parlamento, podría repetir aquella frase famosa “Veni, vidi,
vici”, utilizada por Julio Cesar para comunicar al Senado romano su
victoria en el Ponto y su dominio completo de Oriente. Pero le sobraron
complejos y le faltó arrojo para abordar este problema. Y en consecuencia,
seguimos ahí con esos dichosos 17 reinos de taifas y con toda la enorme
parafernalia de virreyes, diputados autonómicos y demás congéneres, llevándonos
directamente a la ruina más absoluta.
Durante sus dos
interminables legislaturas, José Luis Rodríguez Zapatero, al igual que el mítico Dédalo, construyó un inmenso laberinto donde
confinó a toda la clase media, condenándola a vagar perdida por sus
innumerables pasillos, sin más alternativas que ser devorada por el Minotauro
de la crisis económica. Llegó el 20 de noviembre de 2011 y, a la vista de los
resultados, todos pensábamos que el calvario de los más modestos tenía ya los
días contados, que Mariano Rajoy vencería definitivamente a la bestia de la
crisis. Pero todo fue un lamentable espejismo. Tenemos que seguir esperando
hasta que, por fin, aparezca Teseo, se
enfrente decididamente a la bestia y la venza. Y al final, nos saque de tan
terrible laberinto comenzando a ahorrar como hay que ahorrar: eliminando gastos
absurdos y no imponiendo nuevas cargas y más recortes a quienes ya no dan más
de sí.
Barrillos de Las Arrimadas,
4 de agosto
José Luis Valladares
Fernández
Muy bien
ResponderEliminarRajoy ha evidenciado lo que es la clase politicástrica española. Una sucesión de seres q no entiende de ideologías y que persiguen perpetuar un modelo de estado q les es ampliamente favorable y que no quieren modifcar porque reposa, mayoritariamente en el Pueblo. Nosotros pagamos impuestos, sufrimos recortes y vemos que las promesas de unos o de otros se quedan en el aire. Seguimos despilfarrando, los de arriba abusando y los de abajo dejándose abusar.
ResponderEliminarEs imperativo dar el hachazo y lo digo de manera literal, a unos y a otros.
Un saludazo.
Ni Rajoy, ni mucho menos el PP, desean acabar, ni siquiera retocar, el estado autonómico. Recordemos la cantidad de autonomías que gobiernan y la de gente ("su gente", claro) que está viviendo de eso a cuenta de todos nosotros. Muchos de ellos (por no decir todos) son verdaderos inútiles, profesionales de la adulación en los pasillos de las sedes del PP, que jamás serían contratados por una empresa privada.
ResponderEliminarAdemás de ello, no se nos olvide que buena parte de la crisis la han generado esas autonomías y ahí sí que gobernaba el PP cuando ZP estaba en el poder.
De seguir este camino, vamos a acabar cada vez más hundidos y, desde luego, si sacamos la cabeza va a ser gracias a nuestos sacrificios, no a los de ellos.
Un buen análisis de la situación política con toques de literatura clásica.
ResponderEliminarMe gusta.
Iacob
Magnífica tu exposición. El ejemplo del laberinto de Creta no puede ser más acertado.
ResponderEliminarDesilusión y desesperanza a la espera de nuestro Teseo porque a los actuales políticos, España, les importa bien poco.
Un abrazo.
Apreciado José Luis, no te quito razones, pero también hay que "considerar" la gran responsabilidad de todos los políticos en saber lo que se cuece y hacer las cosas bien es toda una obligación de la misma CASTA, pero a ocurrido todo lo contrario, "cada uno ha ido a su pedo", "otros esperando turno", y sobretodo la gran cantidad de políticos chuperos, inútiles y con mala leche que llevan en el poder durante décadas, me da igual PSOE,PP,PNV o la madre que parió a Panete, si es que esto que ocurre y nos está ocurriendo "no es serio" esto es una casa de lumis ( con perdón)....Donde están los políticos serios, responsables, profesionales y trabajadores del pueblo,...no los veo, lo que veo es un cachondeo propio de una mafiocracia donde nadie es culpable y todos son cómplices, una tomadura de pelo constante donde la democracia solo se saca en días festivos, para lo que conviene y para ir a las urnas.
ResponderEliminarTodos sabemos quién es ZP o el RBCB, en si ese PSOE que necesita un reciclaje y sabia nueva con verdaderos políticos para este país, solo queda la morralla de hace décadas, que decir del PP por favor estos en que se diferencia del PSOE ¿en las siglas?, joder si son los mismos buitres que los del PSOE, han echo y siguen haciendo muchas cosas mal, sobre todo meterse con los más débiles demuestra la gran cobardía y la poca sinceridad de los componentes del PP, por cierto "haber si en las próximas hay lista limpia" que desde que nació esta democracia siempre va sucia, de muestra la poca seriedad como responsabilidad hacia el pueblo hacia este país.
Por lo demás de nada sirve echar culpas a los demás cuando aquí el que no corre vuela.
Mientras aprovecharse de la gran ignorancia de la gente es fácil estando con un nivel cultural por debajo de la media mundial.
Un abrazo cordial José Luis.
Hola, José Luís:
ResponderEliminarRajoy, aunque carente de carisma, obtuvo una mayoría holgada. Logró engañar a los electores que creyeron sus mentiras y la estrategia de subir los impuestos no sirve para crear riqueza.
Como sus discursos fueron muchos y todos ellos están notariados en diversos medios, ahora no vale que intente decirnos "donde dije digo, digo Diego".
Mal vamos.
Un abrazo
Tengo que estudiarme en los próximos meses las medidas que adoptó Aznar en el 96, porque la verdad es que estoy un poco perdido y una pregunta inocente ¿Qué se habría dicho, si las medidas de Rajoy las toma Zapatero?.
ResponderEliminarLo que no se puede es entrar a gobernar basándose en mentiras ni arrimando el ascua solamente a sus sardinas. Sobran muchas cosas, pero las "Castas Políticas" lo primero.
Un saludo
¿Y quién será ese Teseo? Porque viendo lo que hay, esto todo más de lo mismo: Demagogia pura y barata esperando pescar en aguas revueltas. Escuché que Mario Conde se quiere presentar y he visto comentarios halagüeños hacia él.
ResponderEliminarDisfruta de tus vacaciones.
Un abrazo.
Para mi opinion hemos pecado de incautos y honrado al darle el voto mayoritario al PP.Una vez mas promesas incumplidas,Lo triste es que todos son iguales,Luego para que diantre queremos una democracia corrupta digo yo,un saludo,
ResponderEliminarRajoy lo tiene, ciertamente, muy difícil. Tiene muchos enemigos entre quienes no le dieron el voto; y, para colmo, no cuenta ya con la simpatía de los muchos que se lo dimos. ¡Nos ha decepcionado lastimosamente, amigo José Luis.
ResponderEliminarUn cordial abrazo.
Nunca tuvo más sentido aquello de "Prometer hasta meter..."
ResponderEliminarMariano Rajoy ya demostró, en su etapa como líder de la oposición, que el cargo le venía grande. Se decantó por eso que viene a llamarse "oposición blanda" y, una vez llegado al Poder, en ello sigue... con un "Gobierno blandito" con el poderoso, pero cruel con el débil.
Tras 30 años de Sistema, ahora contemplamos a las claras en qué consiste el invento.
Un saludo, José Luís. Excelente análisis.
Creo que nos mintiò a todos el S.Rajoy, el sabìa lo que habìa en las arcas del estado, porque solo hay que mirar las comunidades de Valencia, Baleares o Murcia, tienen las mayor deuda del estado, y pertenecìan al PP, si tanto sabìan de dèficit porquè se endeudaron....todo es una falacia. Deberìan disolver las càmaras y presentarse con el nuevo programa electoral,,,si ese que tenìan guardado.... y que sabìan que al final pondrìan en marcha.
ResponderEliminarUN buen artìculo. Enhorabuena
un abrazo
fus