sábado, 12 de julio de 2014

DE AQUELLOS POLVOS...

Nada más llegar a La Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero comienza a desmantelar las instituciones básicas del Estado para poder implantar en España un nuevo proyecto cultural, totalmente ajeno a nuestras tradiciones milenarias. Da inicio a su labor de zapa, primero de manera solapada y después abiertamente y sin complejos, promoviendo una serie de leyes y disposiciones que tienen muy poco que ver con la idiosincrasia y las costumbres de los españoles. Y utiliza toda clase de tretas para substituir los valores y la vieja moral de la sociedad española por un nuevo humanismo, que excluye expresamente cualquier tipo de referencia al bien y a la virtud.

El atrevimiento de Rodríguez Zapatero no tuvo límites. Sin el menor escrúpulo, se sirvió del Gobierno, como si fuera un simple instrumento, para poner en práctica su proyecto. Comienza, por lo tanto,  aprovechándose astuta y descaradamente del Boletín Oficial del Estado para impulsar, con nuevas disposiciones y leyes, la transformación cultural e ideológica de la sociedad española. No le preocupa gran cosa el bienestar de los españoles, pero se desvive para imponerles una nueva manera de pensar, sustituyendo sus creencias ancestrales por otras más acordes con el laicismo, con el relativismo ético y con la ideología de género.

Para conseguir semejante objetivo, desplegó todas sus artimañas para destruir la familia tradicional. Sabía que, sin desmantelar definitivamente la actual institución familiar, el Estado no podría sustituir a su antojo los valores personales, ni usurpar fácilmente nuestra libertad individual y, menos aún, modelar nuestro  futuro. Para lograr su objetivo, el entonces presidente del Gobierno dispone que se adoctrine a los futuros ciudadanos desde su más tierna infancia, para implantar más fácilmente el relativismo y el laicismo y acabar así, de una vez, con el carácter absoluto  de los principios y los valores morales que emanan de las familias.

Pero Rodríguez Zapatero no se conforma con  mantener bajo control a todos y a cada uno de los ciudadanos y con el propósito laicista de relegar la religión al ámbito estrictamente privado. Su proyecto era mucho más ambicioso y demoledor. Hizo cuanto pudo para destrozar nuestro modelo de sociedad, falsear la historia de España y destruir hasta nuestra propia identidad. Y lo que es peor, puso todo su empeño en romper la convivencia de los españoles con su inoportuna ley de recuperación de la Memoria Histórica.


Con la elaboración de una nueva Ley Fundamental, la Ley para la Reforma Política, aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1976, los españoles inician uno de los procesos más interesantes de nuestra historia reciente: la transición a la democracia. En un clima de consenso, desconocido hasta entonces, la derecha y la izquierda deciden enterrar el hacha de guerra y aparcan por fin sus diferencias y suspenden definitivamente sus habituales enfrentamientos.  La misma Constitución Española, aprobada por una amplísima mayoría de españoles el 6 de diciembre de 1978,  nace precisamente como consecuencia  de esa reconciliación nacional

Con la mal denominada Ley de Memoria Histórica, Rodríguez Zapatero pretende devolvernos a una época que creíamos totalmente olvidada, quiere borrar de un plumazo los acuerdos transcendentales de 1978 y abrir otra nueva transición, estableciendo la legitimidad democrática, claro está, en 1931. Sabía perfectamente que, con esa actitud, daba al traste con esa voluntad de entendimiento que cristalizó en la Constitución de 1978, y ponía en peligro la convivencia pacífica de los españoles al reabrir las viejas heridas que se cerraron con los acuerdos de la transición.

Ese afán enfermizo, propio de un personaje mesiánico y patológico, llevó a Zapatero a buscar incansablemente el enfrentamiento de la sociedad para cambiar el resultado final de la Guerra Civil española y, de paso, castigar severamente a los que dieron la espalda a las esencias republicanas. Algo parecido ocurría en la antigua Roma. Cuando moría alguna persona importante, incluido el propio emperador, el Senado romano juzgaba minuciosamente todos sus actos. Y si estos eran improcedentes, decretaba oficialmente la “damnatio memoriae” (condena de la memoria). Y entonces, se destruían todas sus estatuas, sus escudos y hasta se  borraba su nombre de los registros públicos.

Con la Ley de Memoria Histórica, Rodríguez Zapatero, encendió la mecha del republicanismo en la izquierda española. Hay que recordar que, en 1978, todos los partidos políticos prefirieron claramente la reforma democrática a la ruptura con el régimen anterior. Y hasta aceptaron sin problemas la monarquía parlamentaria como forma de Gobierno. Hoy día, debido al aldabonazo de la Memoria Histórica, casi todos  los partidos de izquierda añoran la república como modelo de Estado. Y de hecho, perturban diariamente la paz de las calles para pedir de manera insistente y  ruidosa la instauración de la República. En el PSOE, aunque no sea nada más que por “coherencia política”, respetan de momento el pacto constitucional y, por lo tanto, no cuestionan la institución monárquica.

Tampoco podemos extrañarnos de la actual exacerbación independentista que padecemos, principalmente en Cataluña, y que puede terminar con la unidad de España saltando por los aires. El nacionalismo catalán siempre ha estado a la que salta y amenazando constantemente con la posibilidad de destruir nuestro vigente modelo de Estado y declarar su independencia. Pero ahora han pasado de la simple y velada amenaza al apremio, al chantaje y al ultimátum más desvergonzado y exigen esa independencia. Y todo por la verborrea y la facundia irresponsable de Zapatero.

Casi al comienzo de su mandato, Rodríguez Zapatero se lanzó a la piscina y se permitió frivolizar con lo que él entiende por nación, para dar aire a los nacionalistas catalanes. “El concepto de nación  -dijo-  es un concepto discutido y discutible”.  Un año más tarde, para alentar e impulsar el desarrollo del Estatut catalán, que estaba prácticamente estancado, se reúne en secreto con Artur Mas en La Moncloa, al que hace varias concesiones, extremadamente conflictivas y peligrosas para la unidad y la integridad territorial de España. Deciden, faltaría más, conservar el término “nación” para Cataluña.

Y fue a raíz de esos imprudentes acuerdos  con el jefe de la oposición en el Parlamento catalán, cuando Zapatero abrió la famosa caja de los truenos con esta irreflexiva afirmación: “aprobaré cualquier cosa que salga del Parlamento catalán”. Y dice “cualquier cosa”, como si nada y sin importarle las consecuencias inmediatas que podía traer.



José Luis Valladares Fernández 

7 comentarios:

  1. En vez de intentar cerrar heridas, se dedicó a abrir algunas que estaban cicatrizando.

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  2. Hola,José Luís:

    Creo que es un artículo para leer varias veces, un relato muy ajustado de la carta de ruta elaborada por el antipatriota de ZP, el hombre que, de todas formas, no ha podido cambiar el parte franquista de la victoria. Cierto que el número de necios es infinito y gente de su ralea andan jugando con nuestra historia y paz social, como que la han reventado.
    Subnormal ZP, el hombre del orgullo arcoiris, otros gobernantes parecen habr cogido su relevo.
    Un abrazo

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  3. Zapatero al abrir la caja de los truenos,es el responsable moral de todos los males que sufre nuestra nacion.Ahora salen como setas aprendices como un tal Madina.El mal esta ya hecho,un saludo,

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  4. ZP, nuestro más ZarraPastroso político de los últimos años, jugó a la ruleta rusa con nuestro país en un atrevimiento que ni siquiera se permitieron los políticos de izquierdas más radicales; auténtico "pocero" experto en remover la mierda ya compostada por el tiempo y no vivida por la mayoría de los españoles que habitamos el país. Reivindicar la república puede ser un sueño bonito en su esencia, pero reivindicar la II república es un acto de suicidio colectivo en toda regla, removiendo los cadáveres de una guerra que no tenía que haber sucedido.
    La estupidez es muy atrevida, y el atrevimiento sin límites de ZP pone de manifiesto la ralea de un político, de un partido que ahora está al borde del abismo por su atrevimiento, por su estupidez.
    No me disgusta que los familiares de los muertos en la Guerra Civil española puedan recuperar los restos de sus parientes, enterrados en cunetas, en fosas comunes, de cualquier manera, pero no debería utilizarse la desgracia para avivar un fuego del que no quedan rescoldos y sí algunas pavesas volando por las mentes de algunos.
    Saludos a todos.
    PD. Enhorabuena por tu libro. Te dejé un comentario en el blog pero no salió.

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  5. tienes un blog diferente a los que suelo frecuentar.No se mucho de lo que hablas Vivo en Miami
    Me gusta aprender
    un abrazo

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  6. Zapatero que destruyó, hundió, aniquiló España ¿Cobra pensión? Si cobra es que los españoles ya somos marionetas......Y España ya nunca jamás levantará cabeza, antes iremos todos al " pozo"...

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