Nada
más llegar a La Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero comienza a desmantelar las
instituciones básicas del Estado para poder implantar en España un nuevo
proyecto cultural, totalmente ajeno a nuestras tradiciones milenarias. Da
inicio a su labor de zapa, primero de manera solapada y después abiertamente y
sin complejos, promoviendo una serie de leyes y disposiciones que tienen muy
poco que ver con la idiosincrasia y las costumbres de los españoles. Y utiliza
toda clase de tretas para substituir los valores y la vieja moral de la
sociedad española por un nuevo humanismo, que excluye expresamente cualquier
tipo de referencia al bien y a la virtud.
El
atrevimiento de Rodríguez Zapatero no tuvo límites. Sin el menor escrúpulo, se
sirvió del Gobierno, como si fuera un simple instrumento, para poner en
práctica su proyecto. Comienza, por lo tanto, aprovechándose astuta y descaradamente del
Boletín Oficial del Estado para impulsar, con nuevas disposiciones y leyes, la
transformación cultural e ideológica de la sociedad española. No le preocupa
gran cosa el bienestar de los españoles, pero se desvive para imponerles una nueva
manera de pensar, sustituyendo sus creencias ancestrales por otras más acordes
con el laicismo, con el relativismo ético y con la ideología de género.
Para
conseguir semejante objetivo, desplegó todas sus artimañas para destruir la
familia tradicional. Sabía que, sin desmantelar definitivamente la actual
institución familiar, el Estado no podría sustituir a su antojo los valores
personales, ni usurpar fácilmente nuestra libertad individual y, menos aún,
modelar nuestro futuro. Para lograr su
objetivo, el entonces presidente del Gobierno dispone que se adoctrine a los
futuros ciudadanos desde su más tierna infancia, para implantar más fácilmente
el relativismo y el laicismo y acabar así, de una vez, con el carácter absoluto
de los principios y los valores morales
que emanan de las familias.
Pero
Rodríguez Zapatero no se conforma con
mantener bajo control a todos y a cada uno de los ciudadanos y con el
propósito laicista de relegar la religión al ámbito estrictamente privado. Su
proyecto era mucho más ambicioso y demoledor. Hizo cuanto pudo para destrozar nuestro
modelo de sociedad, falsear la historia de España y destruir hasta nuestra propia
identidad. Y lo que es peor, puso todo su empeño en romper la convivencia de
los españoles con su inoportuna ley de recuperación de la Memoria Histórica.
Con
la elaboración de una nueva Ley Fundamental, la Ley para la Reforma Política,
aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1976, los españoles inician uno de
los procesos más interesantes de nuestra historia reciente: la transición a la
democracia. En un clima de consenso, desconocido hasta entonces, la derecha y
la izquierda deciden enterrar el hacha de guerra y aparcan por fin sus
diferencias y suspenden definitivamente sus habituales enfrentamientos. La misma Constitución Española, aprobada por
una amplísima mayoría de españoles el 6 de diciembre de 1978, nace precisamente como consecuencia de esa reconciliación nacional
Con
la mal denominada Ley de Memoria Histórica, Rodríguez Zapatero pretende devolvernos
a una época que creíamos totalmente olvidada, quiere borrar de un plumazo los
acuerdos transcendentales de 1978 y abrir otra nueva transición, estableciendo
la legitimidad democrática, claro está, en 1931. Sabía perfectamente que, con esa
actitud, daba al traste con esa voluntad de entendimiento que cristalizó en la
Constitución de 1978, y ponía en peligro la convivencia pacífica de los
españoles al reabrir las viejas heridas que se cerraron con los acuerdos de la
transición.
Ese
afán enfermizo, propio de un personaje mesiánico y patológico, llevó a Zapatero a buscar
incansablemente el enfrentamiento de la sociedad para cambiar el resultado
final de la Guerra Civil española y, de paso, castigar severamente a los que
dieron la espalda a las esencias republicanas. Algo parecido ocurría en la
antigua Roma. Cuando moría alguna persona importante, incluido el propio
emperador, el Senado romano juzgaba minuciosamente todos sus actos. Y si estos
eran improcedentes, decretaba oficialmente la “damnatio memoriae” (condena de la memoria). Y entonces, se
destruían todas sus estatuas, sus escudos y hasta se borraba su nombre de los registros públicos.
Con
la Ley de Memoria Histórica, Rodríguez Zapatero, encendió la mecha del
republicanismo en la izquierda española. Hay que recordar que, en 1978, todos
los partidos políticos prefirieron claramente la reforma democrática a la
ruptura con el régimen anterior. Y hasta aceptaron sin problemas la monarquía
parlamentaria como forma de Gobierno. Hoy día, debido al aldabonazo de la
Memoria Histórica, casi todos los
partidos de izquierda añoran la república como modelo de Estado. Y de hecho,
perturban diariamente la paz de las calles para pedir de manera insistente y ruidosa la instauración de la República. En el
PSOE, aunque no sea nada más que por “coherencia política”, respetan de momento
el pacto constitucional y, por lo tanto, no cuestionan la institución
monárquica.
Tampoco
podemos extrañarnos de la actual exacerbación independentista que padecemos,
principalmente en Cataluña, y que puede terminar con la unidad de España
saltando por los aires. El nacionalismo catalán siempre ha estado a la que
salta y amenazando constantemente con la posibilidad de destruir nuestro
vigente modelo de Estado y declarar su independencia. Pero ahora han pasado de
la simple y velada amenaza al apremio, al chantaje y al ultimátum más
desvergonzado y exigen esa independencia. Y todo por la verborrea y la facundia
irresponsable de Zapatero.
Casi
al comienzo de su mandato, Rodríguez Zapatero se lanzó a la piscina y se
permitió frivolizar con lo que él entiende por nación, para dar aire a los
nacionalistas catalanes. “El concepto de nación
-dijo- es un concepto discutido y
discutible”. Un año más tarde, para
alentar e impulsar el desarrollo del Estatut
catalán, que estaba prácticamente estancado, se reúne en secreto con Artur Mas
en La Moncloa, al que hace varias concesiones, extremadamente conflictivas y
peligrosas para la unidad y la integridad territorial de España. Deciden,
faltaría más, conservar el término “nación”
para Cataluña.
Y
fue a raíz de esos imprudentes acuerdos
con el jefe de la oposición en el Parlamento catalán, cuando Zapatero
abrió la famosa caja de los truenos con esta irreflexiva afirmación: “aprobaré
cualquier cosa que salga del Parlamento catalán”. Y dice “cualquier cosa”, como
si nada y sin importarle las consecuencias inmediatas que podía traer.
José
Luis Valladares Fernández
En vez de intentar cerrar heridas, se dedicó a abrir algunas que estaban cicatrizando.
ResponderEliminarHola,José Luís:
ResponderEliminarCreo que es un artículo para leer varias veces, un relato muy ajustado de la carta de ruta elaborada por el antipatriota de ZP, el hombre que, de todas formas, no ha podido cambiar el parte franquista de la victoria. Cierto que el número de necios es infinito y gente de su ralea andan jugando con nuestra historia y paz social, como que la han reventado.
Subnormal ZP, el hombre del orgullo arcoiris, otros gobernantes parecen habr cogido su relevo.
Un abrazo
Zapatero al abrir la caja de los truenos,es el responsable moral de todos los males que sufre nuestra nacion.Ahora salen como setas aprendices como un tal Madina.El mal esta ya hecho,un saludo,
ResponderEliminarComo todos, el fué a lo suyo.
ResponderEliminarZP, nuestro más ZarraPastroso político de los últimos años, jugó a la ruleta rusa con nuestro país en un atrevimiento que ni siquiera se permitieron los políticos de izquierdas más radicales; auténtico "pocero" experto en remover la mierda ya compostada por el tiempo y no vivida por la mayoría de los españoles que habitamos el país. Reivindicar la república puede ser un sueño bonito en su esencia, pero reivindicar la II república es un acto de suicidio colectivo en toda regla, removiendo los cadáveres de una guerra que no tenía que haber sucedido.
ResponderEliminarLa estupidez es muy atrevida, y el atrevimiento sin límites de ZP pone de manifiesto la ralea de un político, de un partido que ahora está al borde del abismo por su atrevimiento, por su estupidez.
No me disgusta que los familiares de los muertos en la Guerra Civil española puedan recuperar los restos de sus parientes, enterrados en cunetas, en fosas comunes, de cualquier manera, pero no debería utilizarse la desgracia para avivar un fuego del que no quedan rescoldos y sí algunas pavesas volando por las mentes de algunos.
Saludos a todos.
PD. Enhorabuena por tu libro. Te dejé un comentario en el blog pero no salió.
tienes un blog diferente a los que suelo frecuentar.No se mucho de lo que hablas Vivo en Miami
ResponderEliminarMe gusta aprender
un abrazo
Zapatero que destruyó, hundió, aniquiló España ¿Cobra pensión? Si cobra es que los españoles ya somos marionetas......Y España ya nunca jamás levantará cabeza, antes iremos todos al " pozo"...
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