lunes, 26 de septiembre de 2016

LA INVOLUCIÓN DE PEDRO SÁNCHEZ Y DE SU EJECUTIVA






           En julio del año 2000, durante la celebración del XXXV Congreso del PSOE, los guerristas, se confabularon para impedir que José Bono desembarcara en la Secretaria General del Partido Socialista. Intuían que, con Bono, peligraba una buena parte de su poder actual y, muchos de ellos, hasta tendrían  que abandonar obligatoriamente sus cargos institucionales.

Para evitar semejante peligro, los guerristas se movilizaron y pusieron en marcha un plan para cortar de raíz las nuevas aspiraciones políticas del temido presidente de la Comunidad Autónoma de Castilla-La mancha. Y fue precisamente José Blanco, el ilustre “Pepiño”, el encargado de realizar el trabajo sucio de semejante operación. De aquella, es verdad,  “Pepiño” era un personaje gris, con muy poco predicamento dentro del partido, pero lo suficientemente malvado para salir airoso en cualquier tipo de amaño o conspiración.

Y de hecho, gracias a la estratagema urdida cuidadosamente por José Blanco, un número suficiente de compromisarios guerristas abandonó en la estacada a su candidata natural, Matilde Fernández, y votó inesperadamente a José Luis Rodríguez Zapatero, un “candidato sorpresa” completamente desconocido y, por supuesto, sin  ningún tipo de experiencia. Y esa oportuna desviación del voto guerrista sirvió, como es lógico, para acabar definitivamente con las ambiciosas aspiraciones de  José Bono, al conseguir nueve apoyos menos que Zapatero.

La sorprendente victoria, conseguida por el inexperto político leonés sobre todo un prestigioso presidente manchego, abrió, ya entonces,  numerosos interrogantes. No olvidemos que el nuevo líder socialista llegó a la Secretaría General de rebote y sin la más mínima experiencia. Y para compensar su exagerada incompetencia, se rodeó exclusivamente de gente tan novata y bisoña como él. No podían presumir de brillantez ni Rodríguez Zapatero, ni ninguno de los miembros que integraban su Sanedrín particular. No tenían ideas, ni proyectos viables y, para completar el cuadro del despropósito, no sabían escuchar y actuaban siempre, cómo no, guiados por su intuición.

Bajo la batuta de Zapatero, el Partido Socialista se radicalizó y, al distanciarse del centro, ahondó considerablemente el divorcio entre el partido y una parte de su electorado tradicional. Y en consecuencia, al esfumarse un buen número de votos de extracción centrista, el PSOE continuó perdiendo fuelle. Y el nuevo líder socialista quiso compensar esa circunstancia pactando reiteradamente con otras fuerzas políticas independentistas, totalitarias y de ultraizquierda, todas ellas muy poco respetuosas con la Constitución, para crear un “cordón sanitario” en torno al Partido Popular para mantenerlo aislado y desplazado.


Estamos ante un personaje muy particular, que presumía constantemente de “talante” y de “diálogo”,  y que procuraba disimular su exagerada maldad, su sectarismo y su resentimiento detrás de una sonrisa perenne y bobalicona.  El comportamiento errático de Zapatero estuvo siempre marcado por su profunda animadversión hacia la libertad y hacia la convivencia entre españoles, instaurada por  la transición democrática. Precisamente por eso, nada más llegar a la Secretaría General del PSOE, rompió los distintos pactos constitucionales suscritos por Felipe González,  y se empeñó en recuperar las raíces de aquel viejo socialismo de los años 30, afecto a una izquierda mucho más radical y hasta antisistema.

Y cuando, gracias al intencionado despanzurramiento de unos trenes de cercanías madrileños, Rodríguez Zapatero llegó inesperadamente a La Moncloa, procuró implantar el trasnochado “laicismo” o viejo “anticlericalismo”, puesto en marcha por los socialistas  durante el complicado  período republicano español. Pero esto no sería nada más que un simple aperitivo político,  ya que, poco tiempo después, intentaría asolar y destruir, de manera alevosa y soez, todo lo conseguido con nuestra modélica transición democrática.

No olvidemos que Zapatero buscaba, como primera providencia, reabrir las viejas y olvidadas heridas del pasado y utilizar miserable y desvergonzadamente ese dolor, no sé si para reivindicar la memoria de su abuelo, el capitán Lozano y reponer así su honor, o simplemente para darse el gusto absurdo de restaurar el suicida “guerracivilismo” que amargó nuestro pasado. Se inventó, faltaría más, lo de la Memoria Histórica para intentar reabrir nuevamente el drama de las trincheras, haciendo una lectura de los hechos históricos desde una perspectiva mucho más personal y subjetiva.

Es evidente que Zapatero fracasó rotundamente como secretario general del PSOE y, sobre todo, como presidente del Gobierno. Como era de esperar, sumió a España en la ruina económica más absoluta y en la ruina moral más deprimente.  En nombre de una falsa libertad individual, prescindió de los grandes valores tradicionales y sustituyó, de manera totalmente consciente, la “cultura de la vida” por la “cultura de la muerte”. Y como era de esperar, terminó olvidándose hasta de los pobres y los desamparados. Practicó una política exterior caótica y desafortunada, dilapidando así, en muy poco tiempo, todo nuestro prestigio internacional.

Desde que asumió el cargo de secretario general, Rodríguez Zapatero mantuvo una preocupación constante por dejar su sello personal en el partido. Y para lograr semejante propósito, intentó borrar hasta la sombra y las huellas de Felipe González y acabar con todo su legado. De ahí que comenzara a cuestionar públicamente el modelo de Estado y la transición, y a frivolizar irresponsablemente con los conceptos de soberanía y de nación.  Ahí está, por ejemplo, aquella afirmación suya que desconcertó y escandalizó a tanta gente: "el concepto de nación es un concepto discutido y discutible".

Con Zapatero al frente del PSOE, es verdad, el socialismo se radicalizó y se alejó considerablemente  de los postulados  de la ideología  socialdemócrata y, por supuesto, de lo que establece la Constitución Española. Y a base de ingenuidad y cara dura, hizo creer a mucha gente que, al igual que Alicia, estábamos viviendo en el País de las Maravillas. Y en consecuencia, para conseguir cosas, no teníamos nada más que dialogar con nuestros contendientes o rivales políticos derrochando buena voluntad y, ante todo, muy buen talante. Ahora bien, si fracasa el diálogo, la culpa es siempre de nuestros antagonistas porque se niegan a dialogar.

Y tal como confiesa Rodríguez Zapatero, para ese socialismo, un tanto ultra y muy poco respetuoso con nuestra Constitución, no existen problemas complicados. Por complejos que parezcan, tienen siempre soluciones relativamente fáciles y simples. Y esta afirmación, no sé si por lo que tiene  de absurda e irracional, cautivó, ¡y de qué manera!, a las juventudes socialistas de entonces.

Y como era de esperar, al producirse el inevitable relevo generacional, aquella juventud ocupa hoy día cargos de auténtica responsabilidad en el PSOE. Y semejante camarilla, comandada por un vanidoso y narcisista Pedro Sánchez, maneja arbitrariamente y a su antojo la Ejecutiva del partido. Todos ellos, es verdad, siguen siendo rabiosamente jóvenes y, por lo tanto, aunque les sobra ingenuidad, carecen de la más elemental experiencia política. Y esto es determinante, creo yo, para que vivan permanentemente en el limbo de la incoherencia o de la estulticia más absoluta.

Tanto Pedro Sánchez como sus más estrechos colaboradores se comportan como si fueran unos arribistas profesionales. Asumieron la dirección del partido con una euforia francamente desmedida y están dispuestos a llevarse el mundo por delante.  Nadie, que yo sepa, pone en duda su posible talla intelectual, pero en política, de momento, no son nada más que unos auténticos pigmeos, dominados, es verdad, por la exagerada y enfermiza inquina que sienten contra la derecha española, representada aquí por el Partido Popular.

Gracias al nefasto influjo de Rodríguez Zapatero, estos supuestos genios de la política rechazan las formas propias de la socialdemocracia, e intentan recuperar los modos y las maneras de actuar del  viejo socialismo. Y con las costumbres seculares, instauraron nuevamente el odio ciego y visceral contra la derecha, volvieron al sectarismo del pasado y, por supuesto, recuperaron el dogmatismo de otros tiempos, que creíamos ya superado. En consecuencia, harán hasta lo imposible para evitar hasta el más mínimo acercamiento al Partido Popular, al que, con cinismo y desvergüenza, tratarán de aislar y de expulsar de la vida pública.

Para conseguir tan siniestro propósito, el jefe de dicho sanedrín político, Pedro Sánchez, intervino directa y descaradamente para consensuar acuerdos con otras fuerzas políticas más radicales y populistas y hasta con los que quieren romper España. Y todo para apartar al Partido Popular, hasta del Gobierno de las Autonomías y de los Ayuntamientos donde ganó por una amplia mayoría. Con esta actuación tan disparatada como irresponsable, Pedro Sánchez colocó a Podemos y a sus confluencias en una situación de privilegio que no tenían, y así pueden competir, hasta con cierta ventaja, con los propios socialistas.

Con su huida hacia ninguna parte, el líder socialista y sus abanderados más próximos están convirtiendo al PSOE, ¡qué le vamos a hacer!, en una simple e indecente secta, que se despreocupa hasta de sus electores tradicionales. Saben que así causan un daño irreparable a España y a sus instituciones, e incluso a su propio partido. Pero para estos desaprensivos, eso es lo de menos. No olvidemos que, llevan ya mucho tiempo jugando desvergonzadamente con los intereses de España y de los españoles en beneficio propio.

 Y han llegado ya tan lejos con sus  líneas rojas y con sus bloqueos suicidas, que ya son incapaces de volverse atrás y recomponer la situación. Son tan tercos y tan intransigentes, que no hay manera de hacerles recapacitar. Y si alguien lo intenta, fracasará irremediablemente, como fracasó aquella famosa pareja del cura y el barbero, que intentó sacar a Don Quijote de Sierra Morena para llevarlo a su casa. No tendrían suerte, ni aunque les acompañara la hermosa Dorotea, disfrazada de princesa Micomicona.

Gijón, 23 de septiembre de 2016


José Luis Valladares Fernández

8 comentarios:

  1. Pedro Sánchez está al borde del abismo y creo que más pronto que tarde se dará le batacazo definitivo.

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    1. El problema es que ya tarda. y está haciendo un daño enorme a la marcha normal de España y, por supuesto, a su propio partido

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  2. Despues de las dos aplastantes derrotas de los Socialistas en Galicia y las Vascongadas.Este aprendiz de politico,tiene los dias contados.Lo cual es muy agradable para la sabia a veces nacion Iberica,saludos,

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    1. Hará todo lo que pueda para mantenerse en el cargo. Porque ¿a dónde va para ganarse la vida? Él, que había soñado ya con ser ex-presidente... Saludos

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  3. el PsoE lo que tiene que hacer es disolverse y devolver la S y la O de sus siglas

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    1. ¡Hombre!... Disolverse, no. Pero tendría que regenerarse. Y esto es completamente imposible con los líderes que tiene en la actualidad.

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  4. Si no se deshacen de este tipo desaparecen fagocitados por la tribu del coleta...pero sólo porque les hace perder votos conste, nada que ver con alturas de miras.

    Y Bono siempre en las maniobras orquestales en la oscuridad.

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    1. Es normal. Y se metió en esos líos, esperando que los de Podemos le dieran el espaldarazo definitivo para llegar a La Moncloa como presidente del Gobierno. Si lograba eso, que dejara al PSOE en la miseria, eso era lo de menos. Primero él y lo demás que se hunda.
      Saludos cordiales

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