martes, 12 de febrero de 2019

LAS LEYES IDEOLÓGICAS DE ZAPATERO






Llevábamos más de 300 días con un Gobierno en funciones y no había manera de salir de semejante atolladero institucional. Durante todo ese tiempo, es verdad, se realizaron varios pactos, unos a la sombra y otros bajo los focos de los medios de comunicación, buscando afanosamente la manera de acabar con esa situación anómala. Pero fallaron, uno tras otro, los diversos intentos de investidura. Y todo por culpa de la desmedida ambición de Pedro Sánchez, que había  perdido claramente las elecciones del pasado 20 de diciembre.

Ante la imposibilidad de formar Gobierno, se disolvieron Las Cortes y se repitieron las elecciones el 26 de junio. Y lógicamente, las volvió a ganar Mariano Rajoy, logrando incluso mayor número de votos y más escaños. Y aunque el incombustible Pedro Sánchez perdió muchos votos y cinco escaños, continuó con su “no es no”, y con toda la euforia de quien descubre por primera vez el Mediterráneo, porque no se produjo el temido sorpaso de Podemos. Y cuando todo apuntaba a que habría que volver a votar por tercera vez, el Parlamento recupera aparentemente la cordura y se produce la investidura de Mariano Rajoy.

Decimos que la recuperación de la cordura por parte del Congreso de los Diputados es meramente aparente, porque los socialistas, aunque defenestran a su secretario general y abandonan el famoso mantra del “no es no”, siguen cuestionando esa investidura, ya que, según dicen, Rajoy no merece ser presidente de España, porque no ha estado “a la altura de las circunstancias en política económica y, mucho menos, en política social”. En esta ocasión, obligados por las circunstancias, optaron por la abstención. Sabían perfectamente que, si se repetía la cita con las urnas, el PSOE podía quedar en cuadro.

Aunque no con tanto ahínco como Pedro Sánchez, el PSOE sigue satanizando al Partido Popular, y se muestran también excesivamente críticos con Mariano Rajoy porque, según dicen, ha arruinado por completo nuestro Estado de bienestar con sus recortes indiscriminados. Recortó en educación, recortó en Sanidad, empobreciendo a toda la clase media y haciendo que se tambaleara peligrosamente la economía española. Quieren, cómo no, que dé un paso atrás por la desconfianza que genera con la corrupción, y porque, con su política injusta y antisocial, no ha hecho más que agrandar escandalosamente las diferencias entre pobres y ricos.

En la pasada legislatura, según se quejan los socialistas, Mariano Rajoy  abusó despiadadamente de su mayoría absoluta, negándose a dialogar con la oposición. Le recriminan, mira por donde, su olvido inmediato de la promesa solemne de no subir impuestos. Le reprochan igualmente su afición desmedida a legislar por decreto, y a utilizar de manera compulsiva el rodillo para sacar adelante muchas de sus propuestas.
Es verdad que, en la campaña para  las Elecciones Generales de noviembre de 2011, Mariano Rajoy prometió solemnemente no subir los impuestos, promesa que repetía en todas sus actuaciones. Pocos días antes de las elecciones, en El País, confesó alegremente: “yo no voy a subir los impuestos, no”. Y agregó: "Subir los impuestos hoy significa más paro y más recesión. Subir los impuestos hoy es darle una vuelta más a las maltrechas economías de las familias y las empresas". Otra de las banderas inamovibles, según el programa del Partido Popular era “el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones”.

Ganó las elecciones con una mayoría aplastante, y la promesa de no subir los impuestos saltó por los aires en el primer Consejo de Ministros, al aprobar ciertas subidas que afectaban directamente a las rentas de los trabajadores, del ahorro y al IBI. Y esto no fue nada más que un pequeño aperitivo, porque el Gobierno, poco tiempo después, aumentó otros impuestos, entre ellos el IVA, que subió nada menos que tres puntos de golpe. También  implantó el dichoso copago farmacéutico,  que afecta principalmente a los pensionistas.  

Hay que tener en cuenta que, cuando Mariano Rajoy llegó a La Moncloa, España estaba prácticamente al borde de la quiebra, por obra y gracia del despilfarro irresponsable del Gobierno de Zapatero. No olvidemos que, al finalizar su mandato, el Gobierno saliente dejaba un déficit del 8,9%, casi tres puntos por encima del que se había comprometido con la Unión Europea. Y Mariano Rajoy, para evitar la intervención económica inmediata, hizo lo único que podía hacer: tragarse, sin más, su precipitada promesa de no subir impuestos, e intentar poner orden en las cuentas públicas de los españoles.

Con esta inesperada subida de impuestos, el nuevo presidente del Gobierno logró paralizar a tiempo la amenaza de un inminente rescate de la economía española por parte de Bruselas. Y eso hubiera sido totalmente catastrófico para nuestros intereses. A Rajoy, es verdad, podemos criticarle por muchas cosas, pero no por haber subido los impuestos, ya que así, al evitar que entráramos a formar parte del nefasto club de los intervenidos, nos libró, ahí es nada, de todo un desastre económico, que ya estaba anunciado.

No podemos disculparle, sin embargo, por el incumplimiento de otras promesas electorales de carácter estrictamente político, relacionadas casi todas ellas con la ideología de género, promovidas, ¡faltaría más! por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Estando aún en la oposición, y Zapatero legaliza el matrimonio homosexual, Mariano Rajoy protesta enérgicamente contra semejante decisión, y se compromete de manera solemne a poner fin al matrimonio Gay, cuando él llegue a presidir el Gobierno.

Pasó exactamente lo mismo con la reforma de la Ley del Aborto. Cuando se aprobaron ambas Leyes, el mismo Rajoy alentó a los miembros del Partido Popular y a sus simpatizantes a que participasen activamente en las protestas y en las manifestaciones contra esas nuevas leyes, promovidas por el Gobierno de Zapatero. Y no conformándose con protestar en la calle, la cúpula del Partido Popular, recurrió ambas leyes ante el Tribunal Constitucional, la de la unión entre personas del mismo sexo, porque, además de desnaturalizar la institución tradicional del matrimonio, permite la adopción a esas parejas de homosexuales, atentando contra el derecho de los menores a tener una madre y un padre.

Y como no podía ser menos, Mariano Rajoy aseguró expresamente que, si ganaba las elecciones generales de noviembre de 2011, suprimiría sin más el matrimonio homosexual, aunque contara con el aval del Tribunal Constitucional. En cuanto a la Ley del Aborto, se comprometió igualmente  a derogar la reforma impulsada por Zapatero para volver a los tres supuestos, tal como se aprobó en 1985. Por el mismo precio, se comprometió a despolitizar el órgano de gobierno de la judicatura, dejando que sean los propios jueces y magistrados los que elijan a los distintos vocales del Consejo General del Poder Judicial.

Y ya de puestos ¿por qué no continuar? A sí que, el líder del Partido Popular no dudó en afirmar que, si llegaba a ser presidente del Gobierno, garantizaría plenamente el derecho de los padres a elegir la formación de sus hijos y, por supuesto, la libertad de pensamiento y de conciencia. Y entre sus ofertas más llamativas no podía faltar la eliminación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía y, ¡faltaría más!, una reforma sensata de la Ley de Memoria Histórica.

Llegó el 20 de noviembre de 2011 y Mariano Rajoy ganó aquellas elecciones prácticamente por goleada. Pero sus promesas quedaron todas en aguas de borraja, o pasaron inmediatamente al dichoso baúl de los recuerdos. Y en vez de hacer honor a su palabra, asumió sin más las distintas leyes ideológicas que, de manera aviesa y malintencionada, puso en marcha José Luis Rodríguez Zapatero. Y en vez de abrir su primera legislatura, abrió la tercera del propio Zapatero-
          
Hasta esa fecha, aunque había algún que otro verso suelto, la línea institucional del Partido Popular era extremadamente clara y estaba marcada, cómo no, por unos valores morales y sociales que avala incluso la religión católica. Y entre esos valores, estaba el derecho a la vida que, como es evidente, es anterior a cualquier otro derecho. Pero para la cúpula actual del partido, esos valores morales fueron perdiendo vigencia paulatinamente, para dar paso a una nueva moral, menos absoluta y universal y bastante más laica: el relativismo moral.

A partir de entonces, los responsables políticos del Partido Popular asumieron, y de qué manera, la “ideología de género”, impulsada por el mafioso lobby LGBT. El influjo de esa ideología perversa les ha llevado a pensar que, para la realización integral del ser humano, podemos prescindir de  los aspectos biológicos de la persona, ya que son absolutamente irrelevantes y baladíes. Confiesan alegremente que, lo que de verdad importa para ese fin, es su propia naturaleza cultural.

Al estar tan contaminados con la “ideología de género”, en el Partido Popular suelen poner la heterosexualidad en el mismo plano que la bisexualidad y la homosexualidad, como si se tratara de simples variantes de   identidad sexual. Precisamente por eso, cuando hablan  de educación sexual, o de los distintos modelos de familia, defienden siempre valores alternativos a los defendidos tradicionalmente hasta ahora por el partido. Y hablan de dicha ideología como si fuera una ciencia, cuando no es nada más que una auténtica macana totalmente rastrera y vulgar. Pero eso sí con aires francamente totalitarios.

En Madrid, por ejemplo, la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, que cuenta con una relevancia muy notable dentro del Partido Popular, está tratando de eclipsar a Bibiana Aído, la estrella feminista en tiempos de Zapatero. Y para lograr semejante propósito, asume el papel de inquisidora e impone forzosamente la “ideología de género”. Y para que nada escape al influjo perverso de semejante ideología, generaliza la presencia de los colectivos LGBT en la vida pública y en la privada y, por el mismo precio, implanta en todos los colegios madrileños, tanto si son públicos como privados, el adoctrinamiento LGBT.

Traicionando flagrantemente uno de los principios básicos que había venido manteniendo el Partido popular, Cristina Cifuentes pone fin a la libertad de educación. Según el artículo 27.3 de nuestra Constitución, los poderes públicos deben garantizar el derecho que asiste a los padres para elegir, de acuerdo con sus propias convicciones, la formación religiosa y moral que quieren para sus hijos. Pero con la llamada 'Ley de protección integral contra la discriminación por diversidad sexual y de género de la Comunidad de Madrid', se les priva intencionadamente de su patria potestad, conminándolos a que la dejen en manos del Estado.

A partir de ahora, a los alumnos madrileños se les enseñará que no hay hombres y mujeres; que solamente hay diversidad sexual y afectiva. Y la ley va aún más lejos y prohíbe taxativamente “cualquier intervención médica, psiquiátrica, psicológica o religiosa que persiga modificar la identidad de género u orientación sexual de una persona”. Y se multa hasta con 45.000 euros a quien se salte esta prohibición y ofrezca ayuda a quienes pretendan abandonar sus sentimientos homosexuales.

Sin la menor duda, los responsables del Partido Popular que, traicionando obviamente a un buen número de sus votantes, impulsaron esta ley, quieren implantar en las escuelas la censura ideológica para que, en la práctica, no se pueda ni pensar en contra de la “ideología de género”. Y en esa especie de ingeniería social totalitaria que patrocinan,  la orientación sexual de homosexuales y de los bisexuales es, por ley, tan buena y tan respetable como pueda ser la de los heterosexuales. De ahí que  no se pueda, en modo alguno, cuestionar ese hecho, ni alegando criterios médicos o morales.

Es evidente que se promulgó esta ley prescindiendo intencionadamente de la opinión de los médicos o de los psiquiatras. Tampoco se consultó a los profesionales de la educación y mucho menos, ¡faltaría más!, a las entidades estrictamente religiosas. Si escucharon, sin embargo, a los colectivos LGBT que participaron, ¡y de qué manera! en el desarrollo de toda la Ley. No es de extrañar, por lo tanto, que prohíban expresamente hasta el más mínimo intento de curar la homosexualidad. Hay que aceptar, claro está, la distrofia de género, como si en realidad se tratase de una variante perfectamente normal del desarrollo infantil.

Los responsables máximos del Partido Popular, por lo que parece, asumieron alegremente todas y cada una de las leyes ideológicas que promulgó en su día el Gobierno de Zapatero. En vista de esto, es normal que, en las elecciones generales de diciembre de 2015 y en junio de 2016, muchos de sus votantes se quedaran en casa, o desertaran  y votaran a alguna de las nuevas formaciones políticas.

Gijón, 27 de noviembre de 2016

José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. Se quiera reconocer o no, con medidas más o menos impopulares, el caso es que el gobierno del PP sacó a España del atolladero en que la había metido el ínclito Zapatero.

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    1. Arregló, más o menos, la economía de España, es verdad. Pero los ciudadanos le dieron aquella mayoría absoluta, para que corrigiera también los otros desaguisados que hizo Zapatero. Por eso el PP perdió tantos votos y dio vida a Ciudadanos y a Vox

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  2. El pp es tambien culpable,de muchos de los males que estan pasando.In burn ejemplo,es Como Aznar no metio end LA carvel a Jordi Pujol.

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    1. Con la mayoría que dieron a Rajoy en su primera legislatura, pudo hacer bastante más de lo que hizo. El sabrá porque limitó toda su actuación a reflotar la economía. Saludos

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