Llevábamos
más de 300 días con un Gobierno en funciones y no había manera de salir de
semejante atolladero institucional. Durante todo ese tiempo, es verdad, se
realizaron varios pactos, unos a la sombra y otros bajo los focos de los medios
de comunicación, buscando afanosamente la manera de acabar con esa situación
anómala. Pero fallaron, uno tras otro, los diversos intentos de investidura. Y
todo por culpa de la desmedida ambición de Pedro Sánchez, que había perdido claramente las elecciones del pasado
20 de diciembre.
Ante
la imposibilidad de formar Gobierno, se disolvieron Las Cortes y se repitieron
las elecciones el 26 de junio. Y lógicamente, las volvió a ganar Mariano Rajoy,
logrando incluso mayor número de votos y más escaños. Y aunque el incombustible
Pedro Sánchez perdió muchos votos y cinco escaños, continuó con su “no es no”, y con toda la euforia de
quien descubre por primera vez el Mediterráneo, porque no se produjo el temido sorpaso de Podemos. Y cuando todo
apuntaba a que habría que volver a votar por tercera vez, el Parlamento
recupera aparentemente la cordura y se produce la investidura de Mariano Rajoy.
Decimos
que la recuperación de la cordura por parte del Congreso de los Diputados es
meramente aparente, porque los socialistas, aunque defenestran a su secretario
general y abandonan el famoso mantra del “no
es no”, siguen cuestionando esa investidura, ya que, según dicen, Rajoy no
merece ser presidente de España, porque no ha estado “a la altura de las
circunstancias en política económica y, mucho menos, en política social”. En
esta ocasión, obligados por las circunstancias, optaron por la abstención.
Sabían perfectamente que, si se repetía la cita con las urnas, el PSOE podía
quedar en cuadro.
Aunque
no con tanto ahínco como Pedro Sánchez, el PSOE sigue satanizando al Partido
Popular, y se muestran también excesivamente críticos con Mariano Rajoy porque,
según dicen, ha arruinado por completo nuestro Estado de bienestar con sus
recortes indiscriminados. Recortó en educación, recortó en Sanidad, empobreciendo
a toda la clase media y haciendo que se tambaleara peligrosamente la economía
española. Quieren, cómo no, que dé un paso atrás por la desconfianza que genera
con la corrupción, y porque, con su política injusta y antisocial, no ha hecho
más que agrandar escandalosamente las diferencias entre pobres y ricos.
En
la pasada legislatura, según se quejan los socialistas, Mariano Rajoy abusó despiadadamente de su mayoría absoluta, negándose
a dialogar con la oposición. Le recriminan, mira por donde, su olvido inmediato
de la promesa solemne de no subir impuestos. Le reprochan igualmente su afición
desmedida a legislar por decreto, y a utilizar de manera compulsiva el rodillo para
sacar adelante muchas de sus propuestas.
Ganó
las elecciones con una mayoría aplastante, y la promesa de no subir los
impuestos saltó por los aires en el primer Consejo de Ministros, al aprobar
ciertas subidas que afectaban directamente a las rentas de los trabajadores,
del ahorro y al IBI. Y esto no fue nada más que un pequeño aperitivo, porque el
Gobierno, poco tiempo después, aumentó otros impuestos, entre ellos el IVA, que
subió nada menos que tres puntos de golpe. También implantó el dichoso copago farmacéutico, que afecta principalmente a los pensionistas.
Hay
que tener en cuenta que, cuando Mariano Rajoy llegó a La Moncloa, España estaba
prácticamente al borde de la quiebra, por obra y gracia del despilfarro irresponsable
del Gobierno de Zapatero. No olvidemos que, al finalizar su mandato, el
Gobierno saliente dejaba un déficit del 8,9%, casi tres puntos por encima del
que se había comprometido con la Unión Europea. Y Mariano Rajoy, para evitar la
intervención económica inmediata, hizo lo único que podía hacer: tragarse, sin
más, su precipitada promesa de no subir impuestos, e intentar poner orden en
las cuentas públicas de los españoles.
Con
esta inesperada subida de impuestos, el nuevo presidente del Gobierno logró
paralizar a tiempo la amenaza de un inminente rescate de la economía española
por parte de Bruselas. Y eso hubiera sido totalmente catastrófico para nuestros
intereses. A Rajoy, es verdad, podemos criticarle por muchas cosas, pero no por
haber subido los impuestos, ya que así, al evitar que entráramos a formar parte
del nefasto club de los intervenidos, nos libró, ahí es nada, de todo un
desastre económico, que ya estaba anunciado.
No
podemos disculparle, sin embargo, por el incumplimiento de otras promesas
electorales de carácter estrictamente político, relacionadas casi todas ellas
con la ideología de género, promovidas, ¡faltaría más! por el Gobierno de José
Luis Rodríguez Zapatero. Estando aún en la oposición, y Zapatero legaliza el
matrimonio homosexual, Mariano Rajoy protesta enérgicamente contra semejante
decisión, y se compromete de manera solemne a poner fin al matrimonio Gay,
cuando él llegue a presidir el Gobierno.
Pasó
exactamente lo mismo con la reforma de la Ley del Aborto. Cuando se aprobaron
ambas Leyes, el mismo Rajoy alentó a los miembros del Partido Popular y a sus
simpatizantes a que participasen activamente en las protestas y en las
manifestaciones contra esas nuevas leyes, promovidas por el Gobierno de
Zapatero. Y no conformándose con protestar en la calle, la cúpula del Partido
Popular, recurrió ambas leyes ante el Tribunal Constitucional, la de la unión
entre personas del mismo sexo, porque, además de desnaturalizar la institución
tradicional del matrimonio, permite la adopción a esas parejas de homosexuales,
atentando contra el derecho de los menores a tener una madre y un padre.
Y
como no podía ser menos, Mariano Rajoy aseguró expresamente que, si ganaba las
elecciones generales de noviembre de 2011, suprimiría sin más el matrimonio
homosexual, aunque contara con el aval del Tribunal Constitucional. En cuanto a
la Ley del Aborto, se comprometió igualmente
a derogar la reforma impulsada por Zapatero para volver a los tres
supuestos, tal como se aprobó en 1985. Por el mismo precio, se comprometió a despolitizar
el órgano de gobierno de la judicatura, dejando que sean los propios jueces y
magistrados los que elijan a los distintos vocales del Consejo General del
Poder Judicial.
Y
ya de puestos ¿por qué no continuar? A sí que, el líder del Partido Popular no
dudó en afirmar que, si llegaba a ser presidente del Gobierno, garantizaría
plenamente el derecho de los padres a elegir la formación de sus hijos y, por
supuesto, la libertad de pensamiento y de conciencia. Y entre sus ofertas más
llamativas no podía faltar la eliminación de la asignatura de Educación para la
Ciudadanía y, ¡faltaría más!, una reforma sensata de la Ley de Memoria
Histórica.
Llegó
el 20 de noviembre de 2011 y Mariano Rajoy ganó aquellas elecciones prácticamente
por goleada. Pero sus promesas quedaron todas en aguas de borraja, o pasaron
inmediatamente al dichoso baúl de los recuerdos. Y en vez de hacer honor a su
palabra, asumió sin más las distintas leyes ideológicas que, de manera aviesa y
malintencionada, puso en marcha José Luis Rodríguez Zapatero. Y en vez de abrir
su primera legislatura, abrió la tercera del propio Zapatero-
Hasta
esa fecha, aunque había algún que otro verso suelto, la línea institucional del
Partido Popular era extremadamente clara y estaba marcada, cómo no, por unos
valores morales y sociales que avala incluso la religión católica. Y entre esos
valores, estaba el derecho a la vida que, como es evidente, es anterior a
cualquier otro derecho. Pero para la cúpula actual del partido, esos valores
morales fueron perdiendo vigencia paulatinamente, para dar paso a una nueva
moral, menos absoluta y universal y bastante más laica: el relativismo moral.
A
partir de entonces, los responsables políticos del Partido Popular asumieron, y
de qué manera, la “ideología de género”, impulsada por el mafioso lobby LGBT. El influjo de esa ideología
perversa les ha llevado a pensar que, para la realización integral del ser
humano, podemos prescindir de los
aspectos biológicos de la persona, ya que son absolutamente irrelevantes y
baladíes. Confiesan alegremente que, lo que de verdad importa para ese fin, es
su propia naturaleza cultural.
Al
estar tan contaminados con la “ideología de género”, en el Partido Popular
suelen poner la heterosexualidad en el mismo plano que la bisexualidad y la
homosexualidad, como si se tratara de simples variantes de identidad sexual. Precisamente por eso,
cuando hablan de educación sexual, o de
los distintos modelos de familia, defienden siempre valores alternativos a los
defendidos tradicionalmente hasta ahora por el partido. Y hablan de dicha
ideología como si fuera una ciencia, cuando no es nada más que una auténtica macana
totalmente rastrera y vulgar. Pero eso sí con aires francamente totalitarios.
En
Madrid, por ejemplo, la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, que cuenta
con una relevancia muy notable dentro del Partido Popular, está tratando de
eclipsar a Bibiana Aído, la estrella feminista en tiempos de Zapatero. Y para
lograr semejante propósito, asume el papel de inquisidora e impone forzosamente
la “ideología de género”. Y para que nada escape al influjo perverso de
semejante ideología, generaliza la presencia de los colectivos LGBT en la vida pública y en la privada
y, por el mismo precio, implanta en todos los colegios madrileños, tanto si son
públicos como privados, el adoctrinamiento LGBT.
Traicionando
flagrantemente uno de los principios básicos que había venido manteniendo el
Partido popular, Cristina Cifuentes pone fin a la libertad de educación. Según
el artículo 27.3 de nuestra Constitución, los poderes públicos deben garantizar
el derecho que asiste a los padres para elegir, de acuerdo con sus propias
convicciones, la formación religiosa y moral que quieren para sus hijos. Pero
con la llamada 'Ley de protección integral contra la discriminación por
diversidad sexual y de género de la Comunidad de Madrid', se les priva
intencionadamente de su patria potestad, conminándolos a que la dejen en manos
del Estado.
A
partir de ahora, a los alumnos madrileños se les enseñará que no hay hombres y
mujeres; que solamente hay diversidad sexual y afectiva. Y la ley va aún más
lejos y prohíbe taxativamente “cualquier intervención médica, psiquiátrica,
psicológica o religiosa que persiga modificar la identidad de género u
orientación sexual de una persona”. Y se multa hasta con 45.000 euros a quien
se salte esta prohibición y ofrezca ayuda a quienes pretendan abandonar sus
sentimientos homosexuales.
Sin
la menor duda, los responsables del Partido Popular que, traicionando
obviamente a un buen número de sus votantes, impulsaron esta ley, quieren
implantar en las escuelas la censura ideológica para que, en la práctica, no se
pueda ni pensar en contra de la “ideología de género”. Y en esa especie de
ingeniería social totalitaria que patrocinan, la orientación sexual de homosexuales y de los
bisexuales es, por ley, tan buena y tan respetable como pueda ser la de los
heterosexuales. De ahí que no se pueda,
en modo alguno, cuestionar ese hecho, ni alegando criterios médicos o morales.
Es
evidente que se promulgó esta ley prescindiendo intencionadamente de la opinión
de los médicos o de los psiquiatras. Tampoco se consultó a los profesionales de
la educación y mucho menos, ¡faltaría más!, a las entidades estrictamente
religiosas. Si escucharon, sin embargo, a los colectivos LGBT que participaron, ¡y de qué manera! en el desarrollo de toda
la Ley. No es de extrañar, por lo tanto, que prohíban expresamente hasta el más
mínimo intento de curar la homosexualidad. Hay que aceptar, claro está, la
distrofia de género, como si en realidad se tratase de una variante
perfectamente normal del desarrollo infantil.
Los
responsables máximos del Partido Popular, por lo que parece, asumieron alegremente
todas y cada una de las leyes ideológicas que promulgó en su día el Gobierno de
Zapatero. En vista de esto, es normal que, en las elecciones generales de
diciembre de 2015 y en junio de 2016, muchos de sus votantes se quedaran en
casa, o desertaran y votaran a alguna de
las nuevas formaciones políticas.
Gijón,
27 de noviembre de 2016
José
Luis Valladares Fernández
Se quiera reconocer o no, con medidas más o menos impopulares, el caso es que el gobierno del PP sacó a España del atolladero en que la había metido el ínclito Zapatero.
ResponderEliminarArregló, más o menos, la economía de España, es verdad. Pero los ciudadanos le dieron aquella mayoría absoluta, para que corrigiera también los otros desaguisados que hizo Zapatero. Por eso el PP perdió tantos votos y dio vida a Ciudadanos y a Vox
EliminarEl pp es tambien culpable,de muchos de los males que estan pasando.In burn ejemplo,es Como Aznar no metio end LA carvel a Jordi Pujol.
ResponderEliminarCon la mayoría que dieron a Rajoy en su primera legislatura, pudo hacer bastante más de lo que hizo. El sabrá porque limitó toda su actuación a reflotar la economía. Saludos
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