Según
una vieja leyenda de la mitología griega, el titán Prometeo subió al monte
Olimpo y robó el fuego de los dioses y se lo dio a los hombres, para que
pudieran calentarse. Y Zeus, que se sintió burlado por ese hecho, decidió
vengarse de la humanidad y de su improvisado benefactor. Y encargó a Hefesto, el dios del fuego y de
la forja y protector de los artesanos, que hiciese una mujer de arcilla, la famosa
Pandora. Y después de infundir vida a esa imagen, Zeus se la envió a Epimeteo,
el hermano de Prometeo.
Y
aunque Epimeteo había sido aleccionado por su hermano para que no aceptara
ningún regalo de los dioses, la belleza de aquella mujer le subyugó y terminó
casándose con ella. Pandora recibió, como regalo de boda, una misteriosa caja,
con la recomendación precisa de no abrirla bajo ningún concepto. Pero Pandora,
que era extremadamente curiosa, no pudo resistir la tentación y abrió la
dichosa caja para ver qué había dentro. Y fue entonces cuando se escaparon de
su interior todos los males del mundo, y se alojaron entre los humanos.
Entre los perversos espíritus que se escaparon de la caja de
Pandora estaban los Pseudologos (Ψευδολογος), esa especie de daimones
que encarnan las mentiras y las falsedades. Es cierto que, por su propia
naturaleza, los Pseudologos se oponen radicalmente a Alétheia (ἀλήθεια), que es la personificación de la verdad. Hay que
tener en cuenta, que los Pseudologos griegos se corresponden con los Mendacium
de la mitología romana
Y los Pseudologos prófugos, o los Mendacium,
que se escaparon de la caja de Pandora enturbiaron considerablemente la
política, contaminando en mayor o menor medida a todos los partidos políticos.
Pero fue en el Partido Socialista, donde entraron a saco y causaron los mayores
estragos. Es verdad que, para conquistar el poder, todos los partidos, tanto si
son de izquierdas como de derechas, recurren normalmente a las presiones, a la
compra de voluntades, a la mentira y al engaño. Pero la chusma del PSOE se
lleva la palma, porque utiliza todos esos recursos de una manera mucho más
desvergonzada y abyecta que los demás.
Y ahora, que hace décadas que desapareció
Franco, los socialistas ‘patrios’ presumen de ser de izquierdas y más
antifranquistas y más demócratas que nadie. Por consiguiente, se consideran
moralmente muy superiores a los demás, y se arrogan el derecho a gobernar y a
disfrutar del poder. Y aunque no se ocupan nada más que de sí mismos y de sus
familiares y amigos, se olvidan de la decencia y mienten con toda desfachatez
afirmando que son ellos, y nada más que ellos, los que defienden y protegen al
pueblo. Son ellos, por lo tanto, los únicos que merecen el apoyo de los
ciudadanos para gobernar.
Y como los socialistas carecen del sentido del
ridículo, pretenden hacernos creer que, gracias a ellos, disfrutamos de un
Estado de bienestar envidiable y de otras muchas bicocas, que nos proporcionan
un futuro optimista y halagüeño. Y gracias a esos supuestos beneficios, los
españoles podemos contar con una buena educación y disfrutamos, ahí es nada, de una sanidad
universal y gratuita. También dispusimos, por qué no decirlo, de unos derechos
laborales, francamente interesantes y
portentosos que estamos perdiendo de manera evidente.
En cuanto al Estado de bienestar, los hechos
que cuentan no concuerdan en absoluto con las afirmaciones interesadas del
PSOE. El mérito que se arrogan, no es suyo. Fue Franco, y no el PSOE, quien
sacó a España de su secular pobreza, y quien dio vida a esa extraordinaria
clase media que, por desgracia, está empezando a desaparecer. Más aún, a pesar
del malintencionado bloqueo exterior, también colocó a España como octava
potencia económica mundial. Y como los políticos que le sucedieron no han
sabido mantener esa posición, hemos vuelto a caer lamentablemente unos cuantos
puestos.
Y tampoco es cierto que los socialistas hayan
implantado generosamente el sistema de educación universal gratuita. Nos guste
o no, eso es algo que tenemos que atribuir al régimen franquista. Con la Ley
General de Educación, promulgada el 4 de agosto de 1970, ya quedó plenamente
reconocida y consolidada la obligatoriedad y la gratuidad de la Educación
general Básica para todos los españoles.
Pasó lo mismo con la Formación Profesional de
primer grado, que estaba al servicio de quienes aspiraban a una especialización
laboral, sin tener que realizar estudios superiores. No olvidemos que, de
aquella, el Estado buscaba afanósamente la colaboración magnánima de los obreros. De manera
interesada, por lo tanto, procuraba facilitarles su promoción social,
desarrollando su nivel cultural, educativo y profesional, lo que se traduciría
en una mejora sustancial de su situación económica. Al PSOE le debemos, eso sí,
el deterioro progresivo del sistema educativo español y una pérdida
significativa de calidad en la enseñanza.
Y pasa exactamente lo mismo con la Seguridad
Social. En el PSOE no se cortan lo más mínimo y pretenden apropiarse
injustamente de la instauración de la sanidad universal y gratuita. Y no fue
así. Cuando Felipe González entró triunfalmente en La Moncloa, muchos de
nosotros ya llevábamos disfrutando cantidad de años de una cobertura sanitaria
así, y aún mejor que la que tenemos hoy. No había copago, ni para el
trabajador, ni para los jubilados.
El Seguro Obligatorio de enfermedad se implantó
en España el 14 de diciembre de 1942, y
dependía del Instituto Nacional de Previsión (INP). Para dar cobertura a esa
Ley, además de cientos de Ambulatorios y, más o menos, otros tantos
Consultorios, se construyeron 292 Residencias hospitalarias, y se estableció un
concierto con otras 96. La asistencia sanitaria se modificó y se amplió en
diciembre de 1963 y en mayo de 1974.
La instauración de los derechos laborales es
otro de los mantras utilizados profusamente por esa patulea viciada de
socialistas. Y dan a entender, que tuvo que llegar el PSOE al Gobierno, para
que los trabajadores pudieran disfrutar de un plato caliente de comida y
dejaran de ser vilmente explotados. Con la aparición del Fuero del Trabajo en 1938 y el Fuero
de los Españoles en 1945 y otras leyes complementarias, los obreros
contaban con unos derechos laborales, tan completos o más que los actuales. Era
mucho más difícil despedir a un trabajador entonces que ahora y, además,
estaban libres de cotizar por el IRPF.
Pero no nos engañemos. Los socialistas se
presentan siempre, como defensores natos de la igualdad, de la justicia social,
del bienestar y de la dignidad de la clase trabajadora. Pero ha quedado completamente demostrado, que están claramente
incapacitados para gestionar con éxito la economía, para crear empleo y,
sobre todo, para proporcionar al obrero la prosperidad que alcanzaron durante
el franquismo.
Hay que tener en cuenta que Franco hizo algo
que no está al alcance de los dirigentes del PSOE. Nos dejó un país próspero y,
al menos, como una de las diez mayores potencias industriales del mundo. Y
consiguió unas tasas de crecimiento más altas que nunca y totalmente inalcanzables
para la izquierda actual. Y de esto, como no podía ser menos, se benefició
ampliamente la clase trabajadora.
El PSOE, sin embargo, cuando tiene
responsabilidades de Gobierno, se dedica más bien a crear clientela electoral
para mantenerse indefinidamente en el poder. Y en vez de crear empleo, se
dedican prioritariamente a montar toda clase de chiringuitos y pesebres para
colocar a los familiares y para premiar a sus amigos. Y lo hacen, claro está,
ahogando y exprimiendo despiadádamente con impuestos a los que crean riqueza en
España y, por supuesto, vaciando el bolsillo de la sufrida clase media.
El odiado franquismo nos dejó un sector
industrial boyante, que suponía, por qué no decirlo, más del 30% de nuestro
PIB. Éramos competitivos en ese y en otros campos y hacíamos sombra a varios
países de nuestro entorno. Y esto lo arregló Felipe González de un plumazo, con
el desmantelamiento de muchas empresas y la famosa reconversión industrial.
Arrasó completamente la siderurgia, la naval, la automoción nacional y la
minería. Y por supuesto, dejó en paños menores, a sectores industriales tan
importantes para España, como la ganadería, la pesca y la agricultura. Y todo
para atajar una supuesta crisis industrial.
El desaguisado provocado por Felipe González
fue reparado, en buena parte, por José María Aznar. Pero sin que lo esperara
nadie, llegó José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa y rompió todos los
moldes habidos y por haber. Se dedicó casi exclusivamente a crear chiringuitos
para pagar favores políticos que, para disimular, vinculaba a la mal llamada Memoria Histórica, al feminismo ramplón
y, por supuesto, a los distintos lobbies
gays que padecemos. Pretendía de este modo perpetuarse en el poder.
Y los ciudadanos que no estaban de acuerdo con
el rumbo emprendido, dieron una mayoría absoluta considerable a Mariano Rajoy
para que acabara con los despropósitos del Zapaterismo. Pero Rajoy no quiso
mojarse y defraudó a sus electores. Logró, eso sí, acicalar un poco la economía, pero mantuvo
íntegramente todas las leyes ideológicas de Zapatero. Y esto sirvió, cómo no,
para acelerar la llegada de un
presidente tan fullero y tan siniestro como Pedro Sánchez, aunque tuvo que
utilizar la puerta de atrás para entrar en La Moncloa.
Y el nuevo presidente, que no anda muy sobrado
de luces, intensificó peligrosamente la política pesebrera de la izquierda,
ensombreciendo a Felipe González, y haciendo incluso bueno al mismísimo Zapatero.
Y da un ejemplo clamoroso, situando a su mujer, Begoña Gómez, en el Instituto
de Empresa, como directora del Africa
Center, un puesto creado expresamente para satisfacer los intereses de tan
ilustre señora.
También fue muy pródigo, regalando todo tipo de
privilegios a los separatistas catalanes y a los terroristas etarras. Y para
prolongar un poco más su estancia en La Moncloa, se arrodilló sumisamente ante
Quim Torra, accediendo así a la legitimación ante el mundo de esa camarilla
golpista con la concesión absurda de ese ‘relator’
o ‘mediador’ especial. Con esta
traición imperdonable, Pedro Sánchez colocó a España en una encrucijada institucional francamente degradante., de la
que no va a ser fácil salir indemnes.
Gijón, 8 de febrero de 2019
José Luis Valladares Fernández
Jamás han sabido reconocer los aciertos de los demás, como si todo lo bueno de este país lo tuviéramos gracias a ellos, cuando la realidad es que lo tenemos a pesar de ellos.
ResponderEliminarLamentablemente, así es, al menos para la generación actual de los líderes del PSOE.
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