sábado, 31 de octubre de 2020

LA PERVERSIÓN DEL PROCESO DEMOCRÁTICO

 



Es enormemente lamentable, pero el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, además de hacer bueno a José Luis Rodríguez Zapatero, que ya es decir, está pervirtiendo nuestra democracia y llevando a España a la ruina más absoluta. Es tan presumido y petulante, está tan endiosado, que piensa que no hay nadie que le haga sombra y, sin embargo, estropea todo lo que toca.

Y por si fuera poco todo esto, no te puedes fiar de semejante tarambana, porque es como una veleta, ya que puede decir una cosa por la mañana y, sin inmutarse, decir exactamente lo contrario por la tarde. Y como carece hasta de los principios morales más básicos, te vende a las primeras de cambio porque, para colmo de males, siempre actúa movido por su ego y por sus caprichos particulares. Y esto, claro está, le lleva a anteponer  sus intereses personales a los generales, que son los que, en realidad, interesan siempre al común de los españoles.

Dos semanas antes de las elecciones generales del 28 de abril de 2019, Pedro Sánchez es entrevistado por eldiario.es en La Moncloa. Y quien no ha dicho una verdad en su vida, refiriéndose a las duras descalificaciones que recibía de la derecha, contestó desvergonzadamente: "Quien no tiene argumentos recurre a la mentira y, cuando la mentira se acaba, recurre al insulto". El viejo refrán que reza ‘donde dije digo, digo Diego’ le viene como anillo al dedo a este ‘trolas’ compulsivo.

Ha repetido infinidad de veces, que no pactará jamás con Podemos, porque “sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, como el 95% de los ciudadanos de este país”. Y fingiendo serenidad, ha agregado que “el PSOE nunca va a pactar con el populismo porque el final del populismo es la pobreza de Chávez, las cartillas de racionamiento y la falta de democracia”. Pasa exactamente lo mismo con Bildu y con los separatistas catalanes: “Yo no voy a permitir que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas.

Y a pesar de todas estas píldoras, lanzadas aparentemente con toda sinceridad, ahí le tenemos, gobernando en coalición con Podemos y con la bendición de Bildu y de los independentistas vascos y catalanes. Y es más, ha llegado a confesar que está lleno de ‘orgullo’ de su vicepresidente Pablo Iglesias.

De todos modos, es evidente que Pedro Sánchez no vivió aquella Guerra Civil y, por supuesto, no llegó a conocer a Franco. Lo que sabe de aquella época, sea poco o sea mucho, se lo debe a la Historia. Pero no es de recibo que tanto Sánchez, como Zapatero utilicen lo que sucedió entonces de manera sesgada, falseando datos para engañar a los incautos y hacerles comulgar con ruedas de molino.

Está visto, que estos dos representantes destacados de la izquierda española actual adulteran conscientemente la historia, al mantener que los sublevados se levantaron contra la Republica española que, según ellos, seguía siendo una democracia consolidada. Ocultan cuidadosamente el fraude cometido por los prebostes del Frente Popular en las elecciones generales de febrero de 1936. Como no lograron la mayoría, para actuar a sus anchas, falsificaron unas cuantas actas de escrutinio, para hacerse con el poder.

Y como era de esperar, nada más hacerse con las riendas del Gobierno de la República, el Frente Popular puso en marcha un proceso acelerado de sovietización de España, que acabó rápidamente con cualquier atisbo de democracia. A pesar de las evidencias, la petulancia de Pedro Sánchez le llevará a negar esos hechos y seguirá defendiendo que la Republica continuaba siendo democrática, y que el general Franco, por lo tanto, se sublevó contra el Gobierno democrático de ese Frente Popular.

Esto le lleva a decir sin titubear que, con la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, se completaba por fin el proceso democrático español. Ni que decir tiene que el presidente Sánchez sabe, cómo no, que todo eso es mentira. No obstante, está plenamente decidido a mantener semejante falacia, para completar el proceso, iniciado por Zapatero, de santificar a todos sus antepasados ideológicos, aunque sean de una calaña tan opresora y déspota como Francisco Largo Caballero o cualquiera de sus pistoleros.

Para conseguir semejante objetivo hay que olvidarse de lo que realmente sucedió y reorientar la historia, dándole el giro que nos interese. Y esto, por supuesto, que resulta excesivamente complicado para cualquier persona normal, no tiene complicación alguna para un personaje como Pedro Sánchez, que ha hecho de la mentira y el embuste, su medio natural de vida. Si hace falta adormilar a los que protestan, recurrirá tranquilamente a la hechicera griega Medea para que le proporcione las pócimas y los ungüentos mágicos que dio a Jasón, para que se burlara del rey Eetes y marchara con el vellocino de oro.

De momento, creo yo, la historia real no tiene nada que ver con la que se desprende de la desdichada Ley de Memoria Histórica y, menos aún con la que nos impondrán, si sale adelante la proyectada Ley de Memoria Democrática. Para empezar, hay que tener en cuenta que, ni la República era democrática cuando el general Franco dio el golpe de Estado, ni el engreído Sánchez completó el cacareado proceso de democratización, con el traslado de los restos mortales de Franco al cementerio de Mingorrubio. Aún no se ha dado cuenta que, desde hace ya mucho tiempo, el general Franco es ya pasado. Lo de menos es que esté en Mingorrubio, o en el Valle de Los Caídos.

Aunque pretendiera algo muy distinto, con la exhumación de Franco, el presidente del Gobierno restauró sin más su figura y su recuerdo, y nos devolvió a los duros enfrentamientos entre vencedores y vencidos. Y al recuperar así ese lenguaje de guerra, que ya habíamos olvidado, volvieron a reabrirse las viejas heridas, que creíamos definitivamente cerradas, y con ellas apareció de nuevo el odio, la intolerancia y la incomprensión entre los españoles.

Mal que le pese al impresentable Sánchez, la recuperación íntegra del proceso democrático es algo, que consiguieron los españoles cuando renunciaron a la idiotez de seguir saldando cuentas con el pasado y, mirando decididamente al futuro, pasaron página, olvidando que se habían estado matando unos a otros. Y con ese olvido voluntario, como era de esperar, llegó la reconciliación sincera entre ambos bandos, que se tradujo en el celebrado acuerdo nacional de la Transición Española.

Y hay que subrayar, que debemos esa Transición a unos políticos que vivieron desde muy cerca la terrible tragedia de nuestra Guerra Civil. Ambos bandos solventaron sus diferencias, enterrando en silencio sus muertos y sus rencores y, por supuesto, olvidando generosamente el pasado siniestro que les tocó vivir. Y gracias a ese acuerdo de la Transición, pudimos disfrutar, durante casi treinta años, de una convivencia nacional aceptable, a pesar de los altibajos del Partido Socialista.

No olvidemos,  que el PSOE es muy dado a navegar entre dos aguas. Y esto le ha llevado a mantener siempre una actitud un tanto equívoca con relación al pacto de Transición, mientras ha estado enteramente vigente. A partir de 1980, los Ayuntamientos regidos por los socialistas ya comenzaron a borrar de sus respectivos callejeros a personalidades destacadas, por estar directamente relacionadas con el franquismo. Y en muchos casos, esos nombres eran sustituidos por otros de personajes del otro bando.

En 1995, sin embargo, el Partido Popular todavía creía en la concordia y en la fiabilidad de una reconciliación sincera y amistosa. Precisamente por eso, la Corporación Municipal de Madrid, que presidía José María Álvarez del Manzano, se olvidó de las veleidades de los socialistas y aceptó, sin más, dar el nombre de Indalecio Prieto a uno de los bulevares del distrito de Vicálvaro.

Y como no podía ser menos, todo se fue al traste con la llegada a La Moncloa, primero de José Luis Rodríguez Zapatero y, después, de Pedro Sánchez. Zapatero dinamitó el pacto de la Transición Democrática con su Ley de Memoria Histórica. Y Sánchez, para no ser menos, trata de enterrarlo para siempre, con la nueva Ley de Memoria Democrática, que quiere imponernos

Por lo que parece, estos dos prohombres del socialismo actual no han sido capaces de digerir la dichosa Transición. Y como son tan sectarios y revanchistas, pretenden pervertir ese proceso democrático, tergiversando mendazmente nuestro pasado. Saben que corrompiendo adecuadamente la memoria, volvemos a las andadas y, entonces, los que perdieron aquella guerra pueden reaparecer ahora como auténticos vencedores.

Para conseguir semejante propósito, comenzaron a denigrar despiadadamente a quienes se levantaron contra el desorden y los atropellos de una República revolucionaria y golpista, que intentaba sovietizarnos por la fuerza. Y con el mismo interés que ponen en zarandear a Franco y a sus seguidores y partidarios, procuran dignificar, faltaría más, a  toda la izquierda tabernaria, que se adueñó de España en 1936 y, muy especialmente, a políticos siniestros y criminales, como Francisco Largo Caballero o Indalecio Prieto.

Con semejante política, es normal que el panorama actual de la convivencia entre los españoles sea tan extremadamente preocupante y desolador. Pero no es para menos, ya que, si hay que retirar las estatuas y quitar los nombres a las calles de los personajes históricos de un bando, hay que hacer lo mismo, con los del otro bando. Porque en ningún caso puede haber privilegios políticos para nadie. Así que, una de dos, o estamos todos al sol, o todos a la sombra.

 

Gijón, 29 de octubre de 2020

 

José Luis Valladares Fernández


4 comentarios:

  1. 6 meses de estado de alarma,esto pinta cada vez peor y los ciudadanos no responde a las medidas,del nuevo Dictador, saludos,

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    1. Ni responden los ciudadanos, ni los partidos de la oposición. Y tanto el plagiador como el matón presumen de actuar de espaldas a la Constitución. Saludos

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  2. El caso es resucitar de forma interesada el pasado para que nadie hable del nefasto presente.

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    1. De eso se trata precisamente. Hablando del pasado, la gente se olvida del presente, aunque les vaya la vida en ello. Saludos

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