miércoles, 11 de noviembre de 2020

EL HAMBRE ES YA LA OTRA PANDEMIA

 



No hace falta ser un lince, para darse cuenta, que España está atravesando una situación extremadamente crítica con la extensión descontrolada de la pobreza y la miseria. Ya son miles y miles los conciudadanos que, para saciar su hambre, tienen que recurrir a la beneficencia de Caritas, de Cruz Roja o de otras instituciones, que atienden desinteresadamente a los que carecen de lo más elemental para seguir viviendo.

Como la miseria es totalmente democrática, afecta por igual a todos los estamentos sociales habidos y por haber. Así que, entre los que necesitan ayuda, ya no están solo los desarrapados de siempre, los que no han sabido, o no han querido reintegrarse en la sociedad. Están también los parados, los jóvenes que no encuentran trabajo y los que no han logrado cobrar los ERTE. Y la lista de menesterosos, que sigue creciendo alocadamente, se completa, quien lo iba a decir, con autónomos, con azafatas, con modelos, con gentes del espectáculo y con empresarios del ocio nocturno, ya que todos ellos se han quedado a verlas venir.

España sigue siendo, según dicen, la cuarta potencia económica de Europa. Pero esto, por lo que se ve,  no es óbice  para que siga creciendo imparablemente la miseria y la pobreza. Por consiguiente, es normal que aumente también, en la misma proporción, los españoles que pasan hambre. Y esto implica, cómo no, que cada día tengamos más gente, con rostros de verdadera angustia, guardando cola ante una organización benéfica, para hacerse con una bolsa de comida que les permita seguir malviviendo.

Siempre ha habido, es verdad, un número determinado de mendigos o vagabundos que, para saciar su hambre, acudían invariablemente a organizaciones sociales como Cáritas o la Cruz Roja, o a la caridad de sus conciudadanos. Hoy día, sin embargo, el número de menesterosos se ha disparado, porque ya no hay nadie que esté a salvo de la penuria y la indigencia, ya que la ruina puede afectar a cualquier hogar. Y de hecho, ya hay personas de todas las profesiones que,  al perder su puesto de trabajo, tienen que acudir inevitablemente, como un mendigo más, a una de esas instituciones sociales para poder comer.

Con el aumento descontrolado de los que acuden diariamente a esos centros sociales en busca de comida,  los Bancos de Alimentos no dan abasto y están quedando desabastecidos. Y si no reciben ayudas extra para afrontar esta profunda crisis económica, no tardará mucho en producirse un estallido social de consecuencias ciertamente imprevisibles. Y entonces, es muy posible  que el eco de los disturbios  y los alborotos callejeros resuenen fuertemente en el Parlamento, en La Moncloa y hasta en el casoplón de Galapagar.

Podemos citar el caso de la Fundación Madrina, que es muy significativo. Antes de la pandemia, esta ONG venía socorriendo habitualmente  a unas 400 familias vulnerables al mes. Ahora esa cifra se ha disparado, y está  dando de comer a 3.500 familias al día. Y las demás organizaciones benéficas han tenido una evolución muy similar a la Fundación Madrina. Entre el 15 de abril y el 14 de mayo, por ejemplo, Cáritas Diocesana de Madrid prestó ayuda a 2.354 familias más que en los 30 días anteriores. Y a pesar de las dificultades, las distintas ONG realizan esa labor humanitaria, sin recibir el más mínimo apoyo gubernamental.

Está visto que, con la continua desaparición de puestos de trabajo, las colas del hambre son cada vez más largas y forman ya parte integrante de nuestro paisaje urbano tradicional. Y ¿por qué se produce una destrucción de empleo tan vertiginosa? Si nos hacemos caso del Gobierno, semejante desastre estaría ocasionado exclusivamente por la pandemia originada por el peligroso coronavirus.

Es evidente que el Covid-19 influyó notablemente en la marcha tambaleante de nuestra economía.  Pero el verdadero culpable de ese aumento descontrolado del hambre en España, como no podía ser menos, es del Gobierno social-comunista que padecemos. No olvidemos, que el presidente Pedro Sánchez, el aprendiz de autócrata que nos atormenta,  ha hecho una gestión absolutamente catastrófica de la pandemia. Y en porcentajes, terminamos encabezando las listas de contagiados, tanto de ciudadanos normales, como de personal sanitario. Y aunque han tratado de camuflar difuntos, también tenemos más fallecidos que nadie.

Sabía perfectamente que el coronavirus era sumamente peligroso. Y aunque contaba con advertencias serias de lo que se avecinaba, no quiso tomar ninguna medida, hasta después del 8 de marzo. Había que celebrar, sin contratiempo alguno, las manifestaciones feministas que estaban programadas para ese día. Y cuando quiso reaccionar, era ya demasiado tarde, porque el virus se había extendido  por toda la península, y había ya  muchos miles de infectados. Entonces, claro está, tuvo que recurrir al estado de alarma para doblegar la curva de contagiados y la de fallecidos, provocando así una enorme destrucción de puestos de trabajo.

Y por si todo eso fuera poco, el irresponsable Pedro Sánchez, recabó el apoyo de un inquisidor comunista, el impresentable Pablo Iglesias, para crear un sistema subsidiado francamente insostenible. Y todo, porque esa era la mejor manera de crear una red clientelar de voto, similar a la de los famosos PER de Andalucía. Y de común acuerdo, proceden alegremente  a desmantelar la tradicional economía productiva, para abrir camino a la economía subsidiada. Saben que con esa sustitución disminuye el crecimiento potencial de la economía. Pero eso es lo de menos para estos dos zahoríes, porque lo solucionan sin más, aumentando el gasto público.

Y sin la menor pérdida de tiempo, comienzan a elaborar el proyecto absurdo de los Presupuestos Generales del estado para 2021, con la intención manifiesta de conseguir un estado asistencial, que saben que es ineficiente, pero que refuerza necesariamente, faltaría más, la dependencia de los ciudadanos del poder público. Olvidan, creo yo, que el crecimiento económico terminará estancándose, si finalmente terminan aprobándose esos presupuestos. Tampoco tienen en cuenta que la sustitución del sector privado por el sector público, produce siempre una serie de efectos negativos que no se pueden cubrir con más gasto público.

Y si no hay crecimiento económico, el aumento del paro está servido. Y la falta de crecimiento no se soluciona aumentando simplemente el gasto. Y como el dinero no es como el maná que recogían los israelitas cada mañana mientras deambulaban por el desierto, y como tampoco lo dan los espinos, con esa política expansiva del gasto que practica  el Gobierno, eso sí, aumentará considerablemente el número de pobres, a los que habrá que subsidiar de alguna manera. Y malgastando así el dinero, tendremos que recurrir obligatoriamente a la deuda pública para abonar las pensiones y hasta para hacer frente a los subsidios por desempleo.

Y si, como acabamos de ver, lideramos sobradamente todas las estadísticas negativas de la pandemia, porque tenemos más fallecidos y más contagiados que nadie. También ganamos a todos los países de nuestro entorno, en parados, en el aumento del déficit público, en la caída del PIB  y en el aumento descontrolado de la deuda pública. Como ha venido siendo normal con los distintos Gobiernos socialistas, en la actualidad, las listas del paro en España son extraordinariamente escandalosas.

Y no digamos nada de las demás variantes que constatan el asombroso descalabro de nuestra economía.  Si nos hacemos caso de los pronósticos oficiales, a finales de 2020, es muy posible que la caída del PIB alcance un escalofriante 12%. Y en cuanto al déficit público es casi seguro que consigamos un nuevo récord histórico, porque podría oscilar entre los 133.000 y 161.000 millones de euros, que se dice pronto. Y no son menos escandalosas todas las previsiones ajenas al Gobierno sobre la deuda pública, ya que todas ellas aseguran que, al final del presente ejercicio, superaremos holgadamente el 120% del PIB.

Estamos padeciendo, por lo tanto, una situación económica exageradamente precaria y calamitosa. Será que hemos alcanzado la ‘nueva normalidad’ que auguraba el veleidoso presidente Sánchez cuando afirmó rotundamente en junio, que habíamos vencido al virus y que salíamos de la pandemia mucho más fuertes que antes. Pero entonces, vale más que se deje de zarandajas, y haga todo lo posible para devolvernos a la ‘normalidad’ de siempre.

Está visto que, si seguimos así y no cambiamos de rumbo, terminaremos todos como el infeliz Lazarillo de Tormes, que iba de mal amo en peor. Y estando al servicio del pomposo escudero, ayunaba obligatoriamente, porque en aquella casa no había nada para comer. Y siendo Pedro Sánchez tan altanero y petulante, hasta cabe la posibilidad que se dirija a los sufridos ciudadanos, plagiando lo que el noble amo dijo a Lazarillo: viviréis más y más sano, porque “no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco”.

 

Gijón, 5 de noviembre de 2020

 

José Luis Valladares Fernández


3 comentarios:

  1. Si en el terreno sanitario se está manejando la pandemia muy mal, en el el económico la cosa se vuelve retorcida y grotesca.

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    1. Efectivamente, han tratado mal la pandemia por aconsejarse de amigos, como Simón, que ni son especialistas, ni nada. Y en cuanto al tratamiento económico, un verdadero desastre.

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