sábado, 16 de enero de 2021

POR PRESUMIR QUE NO QUEDE

 

 

En el terrible atentado del 11 de marzo de 2004, que despanzurró cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, hubo más de 190 muertos y más de 2.000 heridos, muchos de ellos sumamente graves. Y ni los medios de comunicación de titularidad pública, ni los que administra directamente la izquierda española encontraron obstáculos para publicar aquellas deprimentes escenas. Y todos los españoles pudimos ver imágenes en directo de las 43 víctimas mortales del luctuoso accidente del Metro de Valencia, que se produjo el 3 de julio de 2006.

Pasó exactamente lo mismo con las retransmisiones sobre el tren Alvia, que descarriló, por exceso de velocidad, el 24 de julio de 2013, en las afueras de Santiago. Y volvió a repetirse la misma historia en otro siniestro importante, que tuvo lugar el 3 de octubre de ese mismo año. Tanto la televisión pública, como las otras televisiones, que siguen ciegamente las consignas del Gobierno de turno, mostraron sin dificultad alguna, la impactante vista de casi 300 féretros, con los restos de los inmigrantes que murieron ahogados en el mar, cuando intentaban llegar a la isla de Lampedusa.

Y por lo que parece, tampoco han tenido problemas esos mismos medios televisivos en proporcionarnos imágenes de salas italianas, completamente repletas de ataúdes con víctimas del Covid-19. Y muy ufanos publican fotografías de las fosas comunes a las que tienen que recurrir necesariamente en Nueva York y en Brasil, por el número tan elevado de muertes que allí se producen, por culpa del coronavirus. En España, sin embargo, no tenemos semejantes problemas, ya que en algo tiene que notarse la supuesta maestría y destreza del ñiquiñaque que dirige nuestros destinos. Y cuando los tenemos, procuramos ocultarlos con todo cuidado.

Y sin ir más lejos, también tenemos nosotros imágenes espeluznantes, como es el caso de las habitaciones convertidas en morgues, repletas de bolsas con cadáveres, porque los empleados de las funerarias no daban abasto a retirar a todos los que morían diariamente en los hospitales y en las residencias de ancianos. Pero ni los medios públicos, ni los afines al Gobierno dejaron constancia de esas deprimentes informaciones. Tampoco mostraron jamás las impactantes imágenes de los 800 féretros, que llenaban  el Palacio de Hielo de Madrid, mientras esperaban el momento oportuno de su inhumación, o de ser entregados a sus familiares.

Hay que tener en cuenta, que Pedro Sánchez no ha dicho una verdad en su vida. Pero le gusta presumir y suele pavonearse  de su planta y de su excelsa figura. Así que, al llegar a la presidencia del Gobierno, institucionalizó la mentira y, como no podía ser menos, institucionalizó también el engreimiento y la jactancia. Quería darse el gustazo de satisfacer sus viejos sueños, vanagloriándose  hasta de lo que hace rematadamente mal.

Y como esos medios de comunicación viven opíparamente a costa de las subvenciones  y de los subsidios gubernamentales, aceptan sin discusión alguna, hasta las chuscadas más absurdas de semejante personaje. Y mira por dónde, ahora se le ha ocurrido hacernos ver que, gracias a sus desvelos y servicios, los españoles somos unos privilegiados, y vamos muy por delante de los demás países, cuando la realidad es muy distinta. Con semejante aventurero al frente del Gobierno, estamos condenados desgraciadamente a caminar en el furgón de cola.

Y presume a todo trapo, faltaría más, de la admirable gestión que está haciendo de la pandemia que padecemos. Y se esfuerza por aparentar que, en España, gracias a sus ímprobos esfuerzos, estamos haciendo más PCR y más test rápidos que en  ningún otro país. Y como gestionamos correctamente esa terrible epidemia, reducimos significativamente los contagios y, como es lógico, las defunciones por culpa del Covid-19.

Claro que, para dar el camelo, y seguir aparentando que competimos estadísticamente con cualquier otro país, tenemos que ocultar una buena cantidad de los fallecimientos que se producen por culpa del coronavirus. Y eso, al atrevido Pedro Sánchez se le da muy bien. Así que, con la bendición de la prensa amiga y de sus más fieles lacayos, se mantuvo en sus trece y  afirmó complacidamente que, a lo largo del año 2020, solo habían muerto en España 50.837 personas, por ese maldito coronavirus.

Se trata, claro está, de un dato radicalmente falso, que no se lo cree ni el propio presidente del Gobierno, ni por supuesto, ninguno de sus compañeros de viaje. Es totalmente imposible que haya alguien, que gane a Pedro Sánchez a mentir. A su lado, el mismo Paul Joseph Goebbels no era nada más que una simple hermanita de la caridad o, como mucho, un simple aprendiz de brujo. Si nos atenemos a lo que dicen otras fuentes, bastante más fiables que las auspiciadas por el Gobierno, entre las que están el Instituto Nacional de Estadística (INE)  y el Instituto de Salud Carlos III, el virus habría provocado en torno a los 80.000 muertos.

Y si nos hacemos caso de los datos que ofrece el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), contamos con otro dato muy significativo, que no tiene nada que ver con lo que se dice desde el Gobierno. Según esta información, tenemos que admitir que, en el año 2020, causaron baja como beneficiarios aproximadamente unos 70.000 jubilados más que a lo largo de todo el año 2019. Y el informe de pensiones del INSS puntualiza más detalladamente ese mismo dato, reflejando que, de enero a noviembre de 2020 han "causado baja", en la Seguridad Social, un 14,6% más de pensionistas que en el año anterior.

De todos modos, hay que recordar al oportunista Pedro Sánchez, que gobierna en comandita con el intrigante Pablo Iglesias, que su mala gestión no se limita exclusivamente a la pandemia. Se extiende también a otras áreas, como la economía, al Estado de bienestar y está haciendo añicos hasta la reputación que teníamos ante los demás foros mundiales. Está visto que pulveriza y hunde, sin remedio, todo lo que toca.

Es realmente evidente que, con la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa, comenzamos a perder peso en las diversas organizaciones internacionales. Queda fuera de toda duda, que España ocupa una posición estratégica de primer orden en el Mediterráneo, para controlar la entrada del yihadismo en Europa. Y sin embargo, en  la última cumbre de la Alianza Atlántica (OTAN), no se contó con ningún responsable español. Y eso que fue convocada precisamente para debatir temas tan importantes y básicos, como el terrorismo de los suníes y las mafias de la inmigración subsahariana.

Llama poderosamente la atención que España ocupe el séptimo lugar como contribuyente económico de la OTAN, y no haya ni rastro de españoles en el comité técnico, que se encarga de configurar la estructura militar de esa organización. Y de hecho, en el Informe OTAN 2030, que elaboró dicho comité, que yo sepa, tampoco existe la más mínima referencia a España. Y esto es algo incomprensible, porque en ese informe se estudia detenidamente la manera de controlar las entradas de inmigrantes en Europa y, como no podía ser menos, el modo de combatir la yihad sunita.

Y lo que son las cosas, hasta el mismo Pedro Sánchez está sufriendo las consecuencias de que España haya perdido gancho y peso internacional. Nada más conocerse la victoria de Joe Biden en las elecciones de Estados Unidos, el presidente Sánchez, que vio el cielo abierto y una ocasión de oro para conseguir una foto histórica del momento, escribió inmediatamente en las redes sociales su efusiva felicitación: “el pueblo americano ha elegido a su 46 Presidente. Felicidades Joe Biden y Kamala Harris. Os deseamos suerte. Estamos preparados para cooperar con los EEUU y hacer frente juntos a los grandes retos globales”.

Y exultante de alegría, sin esperar a más, encarga a la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, que inicie rápidamente los trámites necesarios para realizar un contacto directo con Biden. Al vanidoso  Pedro Sánchez le valía incluso una simple conversación telefónica. El contenido era lo de menos. Lo que de verdad le importaba era el contacto en sí, para que los medios de comunicación españoles se hicieran eco de esa circunstancia y lo difundieran públicamente hasta la saciedad. Pero al presidente electo norteamericano no le debe gustar mucho el aspecto socialcomunista de nuestro Gobierno, y no se da ni por enterado.

En vista del ninguneo internacional al que estamos fatídicamente sometidos a nivel mundial, el presidente Sánchez, para seguir presumiendo y no perder  los halagos y el agasajo de la propia plebe, se dedica a organizar actos de propaganda, poniendo de relieve únicamente las cosas de andar por casa. Ya vimos cómo aprovechó, con semejante fin, hasta la entrada en España de la vacuna contra el coronavirus.

Todos pudimos ver imágenes del camión que transportaba las primeras dosis de esa vacuna, debidamente escoltado por la Guardia Civil. Y como era de esperar, procuraron que la llegada de esa mercancía al almacén de Cabanillas del Campo, en Guadalajara, fuera francamente apoteósica. Y allí vimos como daban la nota, pegando solemnemente el logotipo institucional del Gobierno, de un tamaño tan grande, que casi tapaba la bandera de la Unión Europea, que era quien, en realidad, había negociado y gestionado la compra de esas vacunas. Ningún otro país se molestó en organizar ese tipo de zarandajas.

 

Gijón, 9 de enero de 2021

 

José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. En proporción, España es el país donde peor se ha gestionado la pandemia.

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  2. Hoy nuestra nación está en el escenario más deprimente de nuestra historia.Marrueco lo tiene fácil para apoderarse de Ceuta y Melilla.Los muertos por Vivir llegan a los ,80.000.Pero eso le importa un rábano,al actual gobierno, saludos,

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    1. Esperemos que, más pronto o más tarde, estos arribistas que nos gobiernan ahora, tengan que rendir cuentas y paguen rigurosamente por lo que estan haciendo. Saludos

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