sábado, 13 de febrero de 2021

LOS CAPRICHOS DE PEDRO SÁNCHEZ

 



No cabe la menor duda, que siempre es mucho más fácil hablar o dar consejos, que realizar lo que se aconseja. Ya lo dice el refranero español, ‘una cosa es predicar, y otra dar grano’. Y el presidente del Gobierno suele hacer eso precisamente, presumir y hablar mucho, y rara vez acierta. Pero a la hora de actuar, ni está, ni se le espera. 

No sé si con razón o no, pero solemos decir frecuentemente que el pueblo tiene siempre el Gobierno que se merece. Y el famoso escritor francés, Víctor Hugo lo hizo de esta manera: “Entre un Gobierno que lo hace mal y un Pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”. Y Mahatma Gandhi expresó esta misma idea de una manera mucho más gráfica: “Si hay un idiota en el Poder, es porque quienes lo eligieron están bien representados”.

Sea esto cierto, o no, sí podemos  afirmar rotundamente que los españoles hemos tenido muy mala suerte con los dos últimos aspirantes socialistas que consiguieron dirigir el Gobierno. Ni que decir tiene  que José Luis Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa, porque el PSOE utilizó torticeramente aquel terrible atentado del 11 de marzo de 2004, que despanzurró cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, dejando un número muy elevado de víctimas. Y para nuestra desgracia, cuando Zapatero se marchó, dejó a España al borde mismo de la quiebra.

Y como no podía ser menos, también hubo juego sucio, por parte del PSOE, en el montaje de la moción de censura contra Mariano Rajoy, para que Pedro Sánchez pudiera satisfacer su capricho apremiante de ocupar inmediatamente la presidencia del Gobierno. Para conseguir ese objetivo, aprovecharon una apreciación improcedente, que introdujo intencionadamente el juez José Ricardo de Prada en la sentencia de Gürtel. Este juez progresista, afín al socialismo, dio por hecho que quedaba acreditada la existencia de una ‘caja B’ en el Partido Popular, destruyendo así la necesaria apariencia de imparcialidad.

Cuando ya era tarde, claro está, vendría el severo varapalo, que el Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional dio al atrevido juez de Prada, ya que le apartó sin más del juicio pendiente sobre la financiación del Partido Popular. De este modo tan simple, la Audiencia Nacional confirmó, que la maniobra de Sánchez para alzarse con el poder, se cimentaba artificialmente en un manejo espurio del derecho.

Con la recusación del juez José Ricardo de Prada, podemos afirmar que Pedro Sánchez llegó al poder de manera claramente bochornosa e irregular. A su moción de censura le faltó uno de los requisitos esenciales, ser constructiva, tal como exige nuestra Constitución. A una buena parte de los que votaron con el PSOE, les importaba un bledo Sánchez. Votaron más bien contra Mariano Rajoy, porque querían hacerle pagar su postura inflexible contra el referéndum del 1 de octubre de 2017. Y ya veremos qué hacen con el líder socialista, una vez que consigan el indulto de los independentistas que están cumpliendo prisión.

Es evidente que la mayoría ostentada por Pedro Sánchez en la resolución de su moción de censura era meramente ficticia. Eso indica, al menos, el resultado en las elecciones generales del 28 de abril de 2019. Ganó esos comicios, es verdad, pero fue incapaz de reunir los apoyos que necesitaba para formar Gobierno, y fue preciso repetir las elecciones.

El nuevo proceso electoral tuvo lugar el 10 de noviembre de ese mismo año, y volvió a ganar, el líder del PSOE, pero logrando solamente 120 escaños, 3 menos que en las pasadas elecciones de abril. Pero entonces, se impuso su ambición. Y para no abandonar La Moncloa y ser investido presidente, aceptó encantado el insomnio anunciado y se echó en brazos de su alter ego, el charlatán que cambió la coleta por el moño. 

Con el nuevo Gobierno de coalición, la inestabilidad política que venimos arrastrando desde 2015 se intensificó aún más, por la falta de entendimiento entre las dos facciones del Gobierno. Y también, cómo no, porque al pseudodoctor Pedro Sánchez le molesta enormemente que le controlen. Y como se trata de un personaje sumamente caprichoso y resentido, sin proponérselo, imita a una deidad mitológica de la antigua Grecia, tan llamativa y señalada, como la famosa diosa Hera (Ἥρα).

En los viejos anales helénicos, Hera aparece siempre como una diosa femenina, extremadamente vengativa y rencorosa, que tenía atemorizados a los demás dioses del Olimpo. Es verdad que, por su papel de hermana y esposa de Zeus, tenía la consideración de reina de los dioses.  Y derrochaba rencor y se mostraba especialmente resentida, contra las amantes ocasionales de Zeus y contra los hijos bastardos de éste.

Y entre todos ellos, la diosa Hera se cebó principalmente contra Heracles, el hijo que tuvo Zeus con la mortal Alcmena. Trató de quitarle la vida, cuando era un recién nacido, enviando a su cuna dos serpientes. Pero el pequeño héroe logró estrangularlas con sus manos, antes de que le causaran algún daño. Y siguió persiguiendo a Heracles cuando ya era mayorcito, obligándole a desempeñar las misiones complicadas que le encomendaba  Euristeo, el rey de Micenas.  Esperaba que fracasara y muriera en alguno de esos cometidos. Pero Heracles salía siempre victorioso y acrecentaba incesantemente su gloria.

Y al lenguaraz Pedro Sánchez, que nos aburre continuamente con su verborrea absurda, le está ocurriendo lo que a la reina de los dioses. Si a Hera le sacaban de quicio las amantes de Zeus y los hijos adulterinos que venían detrás, a Sánchez le pasaba exactamente lo  mismo con las instituciones o entidades públicas, que controlaban todas sus actuaciones. Tiene una verdadera fijación por todos esos organismos o contrapesos constitucionales, que tienen la misión de garantizar el comportamiento democrático de los que ejercen el poder.

Es sabido que el malhadado presidente del Gobierno, que padecemos, es radicalmente incapaz de tolerar que lo investiguen y que, para coronar la fiesta, le pidan encima explicaciones de sus actos. Se olvida de lo que hizo él, cuando representaba a la oposición. Entonces, es verdad, se cansó de pedir “transparencia  y rendición de cuentas” a Rajoy. Pero no hay peligro que repase las hemerotecas y se escuche a sí  mismo, y actúe después en consecuencia.

Son particularmente sangrantes las diatribas lanzadas por Pedro Sánchez contra el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. En octubre de 2014, llegaron repatriados a España dos misioneros afectados por el virus del ébola, que murieron finalmente y se contagió con ese virus Teresa Romero, una auxiliar de enfermería del Hospital Carlos III de Madrid.

En aquella ocasión, el líder socialista gritaba desaforadamente al presidente del Gobierno: “necesitamos políticos  que no rehúyan los debates, que den la cara, que aclaren y den seguridad a los ciudadanos, que protejan a los profesionales de la sanidad pública y que no nos victimicen y responsabilicen de sus propios errores”. Y remataba su festival de improperios pidiendo a Rajoy información pormenorizada de la crisis del ébola, y de los “errores cometidos”, tras el “desgraciado espectáculo de incompetencia y desgobierno” que estaba dando su Gobierno.

Volvió a pasar algo muy parecido, por el colapso de la autopista de peaje AP-6 y la A-6, tras la nevada que se produjo entre el 6 y el 7 de enero de 2018. En esa ocasión, quedaron atrapadas, según la acusación del líder de la oposición, varios miles de personas que fueron oportunamente rescatadas por el Ejército. Y achacó toda esa odisea, faltaría más, a “la ineptitud y la irresponsabilidad del Gobierno”.

Y para que nadie te pida cuentas y te exija reiteradamente que des explicaciones que no quieres dar, no hay nada mejor que entrar a saco en esas instituciones públicas y sustituir a las personas incómodas por algún que otro amiguete particular. Y con la intención de perpetuarse en la poltrona gubernamental, Pedro Sánchez procuró ampliar sus apoyos, incorporando a su causa a los independentistas de ERC. Y todo a costa, claro está, de abrir la mano haciendo concesiones  complicadas y, sobre todo, desjudicializando el dichoso  ‘procés’ catalán.

Claro que, si el responsable del Ministerio Público es una persona medianamente independiente, efectuar todos esos enjuagues políticos, acarrearía algunas complicaciones y, más que nada, originaría mucho ruido. Y como era previsible, con un personaje tan pagado de sí mismo como el presidente Sánchez, sucedió lo que tenía que suceder. Para soslayar hasta la más mínima dificultad, prescinde de los requisitos habituales, y procura asegurarse el control del Ministerio Fiscal, poniendo al frente de la Fiscalía General del Estado a su ex ministra y moldeable amiga Dolores delgado García. Y así, se acabó la fiesta.

Y como el ‘asalto’ a la Fiscalía General del Estado salió bastante bien, Pedro Sánchez tardó unos meses, pero terminó haciendo lo mismo con el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno. Hay que tener en cuenta, que el Consejo de Transparencia es un organismo público que, como se sabe, venía desarrollando habitualmente su labor de control al Gobierno de una manera autónoma e independiente.

 Pero está visto que el presidente Sánchez no quiere que nadie  controle su gestión. Es más, le molesta soberanamente que haya alguien que se atreva a indagar si abusa o no de los recursos públicos. Y le indigna sobremanera que pretendan saber hasta dónde llega  su favoritismo con los amigos. Y trató de solucionar su problema, qué le vamos a hacer, del mismo modo que en el Ministerio Público: acabando con su autonomía tradicional y con su independencia.

Y al ser completamente alérgico a rendir cuentas, Pedro Sánchez decide salvaguardar su supuesto derecho a no dar explicaciones de sus actos. Recaba el apoyo de su impresentable vicepresidente segundo y, de común acuerdo, adoptan la determinación de nombrar un presidente del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, que llevaba vacante desde noviembre de 2017. Y pretenden completar su faena, sustituyendo a Javier Amorós y a Esperanza Zambrano, que eran los dos miembros más exigentes de ese organismo público.

Y a pesar del sigilo desplegado escrupulosamente por los dos líderes máximos del Gobierno social-comunista, no tardaron mucho en trascender sus verdaderas intenciones. Y al saberse que querían relevar a esos dos miembros del Consejo de Transparencia, para poder disfrutar de una opacidad siniestra para todos sus actos, comenzaron a aparecer críticas muy duras por ese hecho, en las tertulias de los distintos medios de comunicación.

Para acallar esas reprimendas y acusaciones, tan molestas  para los que viven en un mundo paralelo o en otro planeta, como es el caso de Pedro Sánchez, cambian tajantemente de disco, y aquí no pasó nada. Se olvidan de la sustitución de  Javier  Amorós y a Esperanza Zambrano, que eran miembros fundacionales de esa institución, y se centran en la elección de un buen candidato para presidir esa institución pública, para poner fin a una interinidad tan prolongada.

Claro que, para el dúo maquiavélico que dirige el Gobierno de coalición, solo es ‘buen candidato’, si se distingue por ser indiscutiblemente dúctil y manejable. Y creyeron ver esas apreciadas cualidades en José Luis Rodríguez Álvarez, que ya había desempeñado cargos públicos relevantes, en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero. Y sin esperar a más, le nombran presidente del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno.

Ni que decir tiene que Pedro Sánchez quedó totalmente satisfecho con esa elección. Y todo, porque sabía que Rodríguez Álvarez, terminaría comportándose, como un magnífico comisario político, dispuesto a realizar los trabajos sucios que fueran necesarios en esa entidad, para imponer su voluntad.

La prueba está en que, desde que asumió esa ocupación, Transparencia no volvió a realizar valoraciones ante la prensa, y a partir de ese momento, el mismo Rodríguez Álvarez se negó firmemente a ser entrevistado por los distintos medios de comunicación. Y como era de esperar, terminó remodelando a su antojo el equipo directivo del Consejo de Transparencia.

Comenzó relevando a la funcionaria Esperanza Zambrano, que llevaba al frente del área  de Reclamaciones desde el año 2015. Y está esperando la oportunidad precisa, para hacer justamente lo mismo con Javier Amorós, subdirector actual de esa organización.

Y como el antojadizo Pedro Sánchez  actúa siempre  a golpe de capricho, también ha querido dejar su sello en el Consejo General del Poder Judicial, para acabar definitivamente con su independencia tradicional. El Poder Judicial lleva en funciones desde diciembre de 2018. Y para poder renovarlo, es necesario contar con una mayoría cualificada de tres quintos de los 350 diputados del Congreso.

Con la aritmética parlamentaria actual, es francamente imposible reunir esa mayoría de 210 diputados, si no hay un acuerdo expreso entre populares y socialistas. Y de momento, ese acuerdo es inviable, porque el presidente Sánchez no quiere desairar a sus socios de Gobierno, y pretende darles voz y voto en la elección del nuevo Consejo General del Poder Judicial. Y eso es algo que no acepta el Partido Popular.

Y en consecuencia, el Poder Judicial sigue necesariamente en funciones y, como no podía ser de otra manera, continúa nombrando cargos clave para puestos importantes de la administración de Justicia. Y esto, por supuesto, saca de quicio al endiosado Pedro Sánchez y a toda su corte de aduladores.  Y como prefiere salir con la suya, antes que pactar la renovación con los Populares, decide cambiar la ley, modificando simplemente la mayoría que se necesita para elegir el nuevo Consejo. Reduciendo la mayoría cualificada de los tres quintos a una mayoría simple, ya no se necesita el concurso del principal partido de la oposición.

Pero realizar esa modificación legislativa, que les permitiría elegir, al menos, a una parte de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, acarreaba otros problemas graves que no habían previsto.  Como la modificación pretendida delimita abiertamente aspectos esenciales del Estatuto de los miembros del Poder Judicial, la Unión Europea obliga a realizar esa tramitación, contando con los distintos sectores implicados.

Y resulta que, entre los sectores implicados, además de los miembros del propio Consejo General del Poder Judicial, está también, quien lo diría, la propia Unión Europea. Y mira por dónde, ese hecho enciende la luz de alarma, que obligó al entrometido Pedro Sánchez y a sus entregados ganapanes a paralizar, momentáneamente al menos, la anunciada modificación de esa ley. Todo un fracaso, que aún no han sido capaces de asimilar.

 

Gijón, 31 de enero de 2021

 José Luis Valladares Fernández


2 comentarios:

  1. Él se había propuesto llegar al poder a cualquier precio y eso es lo que hizo, sin avergonzarse de los métodos empleados.

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    1. Los caprichosos son así, son capaces de cualquier cosa, para salir con la suya. A estos personajes, la conciencia y el honor no les dicen nada.

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