viernes, 5 de marzo de 2021

LA BURGUESÍA COMO META INDISCUTIBLE

 




Es algo francamente lamentable, pero siempre ha habido engañabobos que, aprovechando la ingenuidad de una buena parte de la ciudadanía, predican la colectivización de todos los bienes y la igualdad económica más absoluta. Dicen que, para redimir a los pobres y a los desheredados, hay que acabar con la propiedad privada, y poner todas las riquezas: la tierra, el dinero y los demás bienes al servicio de la comunidad.

Pero no escuchemos a estos evangelizadores ocasionales ya que, son incoherentes, e incapaces de vivir de acuerdo con sus encendidos sermones. Utilizan desvergonzadamente sus prédicas o alocuciones para aparentar que se dedican  a proteger y a liberar a los desarrapados y menesterosos, cuando en realidad, no buscan nada más que utilizarlos como escabel para poder vivir personalmente, sin mucho esfuerzo, como auténticos burgueses.

Esto es, ni más ni menos, lo que hizo el mundialmente famoso Karl Marx. Este político alemán, de origen judío, se cansó de clamar  contra la opresión y la explotación de los más desfavorecidos por la fortuna. Y para simular que buscaba desinteresadamente la defensa de la clase obrera, nos dejó varios conceptos, como ‘la lucha de clases’ o la ‘dictadura del proletariado’, que han sido muy manoseados a lo largo de la historia.

Pero eso sí, vivió siempre como un auténtico burgués, sin trabajar y sin estudiar, abusando siempre del vicio y del desorden. Primero, cómo no, a costa naturalmente de sus progenitores, que pertenecían a una clase media acomodada. Y cuando llegó el momento, se retrató a sí mismo, casándose con Jenny von Westphalen, una  baronesa de la clase dirigente prusiana, ya que así podía mantener indefinidamente su habitual estilo de vida. A partir de entonces, claro está, sería la familia de su mujer, la encargada de sufragar una buena parte de sus gastos.

Con ese discurso absorbente y totalitario, Karl Marx logró embaucar a mucha gente, y aún sigue teniendo cantidad de prosélitos en todo el mundo. Y España, por supuesto, no es una excepción. Pero, eso sí, para los que siguen actualmente sus pasos, tienen mucha más importancia sus métodos autocráticos que su doctrina, porque así pueden llegar a  mejorar su situación personal. Y eso solo se consigue, si logras integrarte  en  la lista secreta de personas ‘confiables’ que, en la Unión Soviética, recibía el nombre de ‘nomenclatura’.

Y un aspirante serio, entre nosotros, a ocupar el número uno en esa lista de ‘confiables’ es precisamente Pablo Iglesias Turrión. Como consecuencia de la crisis económica, que se inició en el año 2008, y las medidas  de austeridad, adoptadas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, miles de personas comenzaron a ocupar plazas y calles. Estaban indignados y trataban de airear públicamente su frustración, por el trato que recibían de los políticos y de las distintas instituciones. Y el enfado de los indignados terminó explotando el 15 de mayo de 2011.

Cuando los líderes, que manejaban esas manifestaciones y acampadas, quisieron darse cuenta, ya se había adueñado Pablo Iglesias de la crispación y del malestar social que reinaba en la calle, plasmando seguidamente todas las demandas de esos grupos en un programa político, que pensaba utilizar en las próximas convocatorias electorales.

Para defender los postulados que demandaban todos los implicados en el Movimiento del 15M, en los próximos procesos electorales, necesitaban crear urgentemente una formación política concreta. Para conseguir semejante objetivo, una treintena de activistas sociales, ligados a la cultura y al periodismo, firman el manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político’, iniciando así la creación de ese partido. Y hay alguien que, inspirándose  en el lema “yes, we can”, utilizado profusamente por Barack Obama para abrirse camino a la Casa Blanca, se le ocurrió bautizar a esa nueva fuerza política con el nombre de Podemos.

De acuerdo con la legislación vigente, la nueva agrupación, que acababa de nacer, fue inscrita en el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior el 11 de marzo de 2014. Y aunque no estaba entre los firmantes del manifiesto fundacional, esa formación política estaba presidida, que casualidad, por el inevitable  Pablo Iglesias. Es muy posible que, para esa designación, pesara mucho, creo yo, la proyección mediática innegable del personaje y, por supuesto, el carisma que tenía de aquella.

Y casi sin tiempo para confeccionar el programa político correspondiente, Podemos aúna fuerzas con otros partidos y movimientos de extrema izquierda, y se presenta, sin más, a las elecciones del 25 de mayo al Parlamento Europeo. Querían dar la campanada, y lo consiguieron, ya que obtuvieron un resultado claramente espectacular. Fue la  cuarta fuerza política más votada, logrando nada menos que 5 escaños.

Como consecuencia de esos comicios, comenzaron a dispararse todas las encuestas a favor de la nueva formación política y de sus dirigentes. Dos meses después de esas elecciones, según el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Podemos ya superaba al PSOE en intención directa de voto, y se aproximaba al Partido Popular. Y en todos los medios que intervenía su secretario general, Pablo Iglesias, se disparaban las audiencias.

Y llenos de euforia, y en estado prácticamente de shock  por el triunfo cosechado, los dirigentes de Podemos comienzan a preparar la Asamblea ciudadana ‘Sí se puede’, que pensaban celebrar el próximo otoño. En dicha Asamblea, que se celebró entre el 15 de octubre y el 15 de noviembre de 2014, se constituyó oficialmente el nuevo partido político. Como era de esperar, Pablo Iglesias volvió a ser elegido secretario general de Podemos con el 88,7%, de los 107.488 votos emitidos.

Y en las elecciones autonómicas, celebradas a lo largo del año 2015, Podemos consiguió hacerse con una representación suficientemente aceptable  en todas las Autonomías de la geografía española. Y esto es determinante para que el secretario general de Podemos, con todo su equipo, comience a diseñar su estrategia política particular, para presentarse a las próximas elecciones generales, convocadas para el 20 de diciembre  de 2015.

Estos comicios los gana el Partido Popular, pero Mariano Rajoy desecha firmemente optar a la investidura. Se presenta Pedro Sánchez, que cuenta con el apoyo de la muchachada ciudadana de Albert Rivera. Y como el secretario general del PSOE no consigue los votos necesarios para ser investido presidente, se abre un nuevo proceso electoral, fijado para el 26 de junio de 2016.

En estas elecciones, Pablo Iglesias encabeza la lista de Unidos Podemos, que es la coalición formada por Podemos con las huestes de Izquierda Unida, que dirige Alberto Garzón y con otras fuerzas minoritarias, defensoras a ultranza de la igualdad social y del igualitarismo. Y el líder de Podemos acude a este encuentro con las urnas con renovado entusiasmo, porque estaba completamente seguro de dar el ‘sorpasso’ al PSOE, tal como vaticinaban casi todas las encuestas.

Pero el optimismo desmedido del cuartel general de Unidos Podemos fue desapareciendo progresivamente a medida que avanzaba el escrutinio, convirtiéndose al final de la noche electoral, en una sensación inaguantable de frustración y fracaso. Y como fallaron estrepitosamente las expectativas, Pablo Iglesias, Alberto Garzón y demás miembros de Unidos Podemos despertaron del sueño imposible del ‘sorpasso’, y tuvieron que conformarse con los 71 escaños que sacaron.

Y Unidos Podemos que, en atención a la lucha del movimiento feminista, pasará a ser Unidas Podemos, cerró la noche con un mitin de Iglesias, animando a su parroquia a resistir. Les recordó que Salvador Allende tardó cuatro elecciones  en conseguir el triunfo. Y nosotros, dijo, “seguimos llamando a las puertas del cielo”. Y añadió: “nacimos para ganar y vencer” y “esto acaba de comenzar”. Pero la realidad es  tremendamente tozuda, y lo que parecía ser un tsunami arrollador, se desinfló muy pronto, y no tardamos mucho en comprobar que solo se trataba de una simple amenaza.

Y de hecho, Unidas Podemos comenzó muy pronto a perder apoyos. Y esa pérdida de respaldos se intensificó afortunadamente, aún más, a partir de las elecciones generales de junio de 2016. No es de extrañar, por lo tanto, que las mesnadas  populistas asistieran divididos y enfrentados a su segunda Asamblea estatal, conocida como Vistalegre 2, que se celebró el 11 y el 12 de febrero de2017.

Son dos grupos irreconciliables entre sí. Por un lado estaba el omnipresente Pablo Iglesias, que trata de hacerse con todo el poder. Y en la acera opuesta, estaba Íñigo Errejón, que pretende conservar, al menos, el puesto de relevancia que venía desempeñando, para seguir siendo el número 2 de la formación morada.

En esta segunda Asamblea estatal, se enfrentan dos Podemos distintos. Un Podemos más radical y más izquierdista que dirige el tabernario Pablo Iglesias, y un Podemos más posibilista, más sensato y moderado que viene defendiendo Íñigo Errejón. Y se abrió Vistalegre 2 con el plebiscito presentado por Iglesias, al afirmar que, o lo ganaba todo, o se marchaba. Y como las bases se decantaron mayoritariamente por el Podemos más extremista y revolucionario, el que quiere llevar la lucha a las calles, se cerró la segunda Asamblea estatal, con un triunfo contundente de Pablo Iglesias y con Errejón en la cuerda floja.

El reelegido líder se enfrenta ahora al reto de recomponer la unidad del partido de Unidas Podemos. Y trata de conseguirlo,  vilipendiando despiadadamente a los ricos, a los burgueses, a los que llama despectivamente ‘la casta’. Y asegura, que seguirá estando al lado de los menos afortunados y que defenderá, contra viento y marea, a su gente, a los del pueblo llano y a todos los que viven humildemente de su trabajo y necesitan ayudas sociales.

Y como la hemeroteca ha dejado a Pablo Iglesias con las vergüenzas al aire, ya no habla de Vallecas, ni critica a “los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalets, que no saben lo que es coger el transporte público o el precio de un café”. Por razones meramente tácticas, ya no le oiremos decir, refiriéndose  a Luis de Guindos, que poner a un millonario al frente de la política económica, “es como entregar a un pirómano el Ministerio de Medio Ambiente”.

Como cualquier impostor, Pablo Iglesias sigue cantando continuamente las excelencias  de la  vida de los de abajo, de los que suele llamar ‘sus gentes’. Y como ahora ya no es el mileurista que utilizaba frecuentemente el transporte público, que vivía “tan a gustito” en un piso humilde del madrileño barrio de Vallecas, se ha ido a vivir, con Irene Montero, a un Dúplex en Rivas-Vaciamadrid, que es bastante más amplio y cómodo que el piso vallecano.

Y aunque al impresentable caudillo de los morados le gusta más la opulencia que las estrecheces y se siente fuertemente atraído por la vida muelle que llevan los burgueses, sigue cantando las excelencias de la vida de los de abajo, de los que pasan necesidades y tienen que hacer auténticos milagros para llegar a fin de mes.  Sabe que es un incoherente, porque predica una cosa y hace exactamente la contraria, pero como confía en la insensatez de las gentes que tienen que ganar el pan con el sudor de su frente, piensa que ya no necesita disimular sus continuas contradicciones.

A partir de ese  momento, el fatuo Pablo Iglesias, comenzó a vivir a lo grande, como han vivido siempre los aparentemente odiados capitalistas. Y para que las gentes del pueblo, los que trabajan, no descubran el engaño y sigan prestándole sus votos, se presenta como si fuera uno de titanes que, según la mitología, se enfrentaron valientemente a los dioses del Olimpo,  para iniciar el famoso ‘asalto a los cielos’, para tratar de mejorar la situación económica y social de los que tienen que vivir necesariamente de su trabajo.

Y como no podía ser menos, el exigente 'ethos' de Pablo Iglesias y de su pareja Irene Montero, les instaba insistentemente a mejorar su situación personal. Así que ya no les bastaba  con imitar el comportamiento y la vida típica de los burgueses. Tenían que vivir también entre la propia burguesía. Y sin pensarlo dos veces, abandonaron el Dúplex de Rivas-Vaciamadrid, y se marcharon a vivir al casoplón de 268 metros construidos, que compraron en  Galapagar. El chalet está construido dentro de una parcela de más de 2.000 metros cuadrados, tiene piscina, un amplio jardín y cuenta, además, con una casa independiente para invitados.

Y se instalaron en su nueva mansión de Galapagar, rodeándose de todas las comodidades habidas y por haber. Y hasta se rodearon de una servidumbre abundante, más propia de aristócratas que de simples dirigentes comunistas, que se jactan  de estar al frente de un numeroso grupo de populistas baratos y bolivarianos. Y justamente por eso, por ser comunistas, y por llevar un tren de vida que no tiene nada que ver con lo que pregonan, esta pareja no fue muy bien recibida en la sierra madrileña.

Y para colmo de males, esa especie de rechazo social se acentuó aún más cuando, por decisión del presidente  Pedro Sánchez, Pablo Iglesias se convierte en vicepresidente segundo del Gobierno, e Irene Montero se hace con el Ministerio de Igualdad. A partir de ese momento, en las calles de Galapagar, siempre ha habido manifestantes que, con banderas de España y cánticos de Manolo Escobar,  expresan ruidosamente sus protestas contra los líderes de podemos.

Aunque parezca extraño, hay calles de Galapagar por la que no pueden pasear libremente ni sus propios vecinos. Un nutrido grupo de Guardias Civiles, que se encarga de proteger la intimidad de dicha pareja, impide que  los inoportunos viandantes se acerquen a los aledaños del dichoso casoplón. Y como no hay manera de realizar un escrache explícito  a sus moradores, los que realizan esas protestas derrochan ingenio a raudales para que, al menos los ecos de esos alborotos callejeros, traspasen la incómoda barrera policial y molesten e incomoden de verdad a los nuevos ocupantes de ese chalet.

Y por lo que parece, quién lo iba a decir, tanto el vicepresidente, como la ministra, se sienten sumamente enojados por esos escraches a veces un tanto originales. Y como ya están hartos de lo que el propio Pablo Iglesias, en su programa de Fort Apache, bautizó como “jarabe democrático de los de abajo”, ya han comenzado a buscar una nueva residencia.

Como buscan desesperadamente preservar su privacidad, están barajando la posibilidad de aterrizar en otra zona exclusiva de la presierra madrileña, en la ciudad residencial La Berzosa, en las proximidades de Torrelodones  y Hoyo de Manzanares. De momento, han puesto los ojos en la reconstrucción de un chalet, tan amplio y tan lujoso o más, que el de Galapagar.

De todos modos, es incomprensible, que haya personas que subsisten a base de soportar auténticas estrecheces económicas, y apoyen incondicionalmente a unos vividores, que pertenecen  a ‘la casta’ y que solo se acuerdan de los que dicen defender, cuando necesitan sus votos para conservar o incrementar sus privilegios.

 

Gijón, 24 de febrero de 2021

 

José Luis Valladares Fernández

6 comentarios:

  1. Esta izquierda es la que muchos países a traído la ruina y la que está el señor Iglesias pretendiendo hacer con España,esperemos que esta organización solo dure unos años y se pueda acabar con esta nueva izquierda que lo único que esta trayendo es maleantes, robos,y manifestaciones pocas pacíficas.

    ResponderEliminar
  2. Los ingenuos de siempre,pagando las hipotecas de tanto chorizos,como el clan Iglesia,y Alberto Garzón,este último de Izquierda Unidad.Como siempre a su prole,les mandarán a estudiar a un colegio privado a Suiza,y ellos a comer a restaurantes de cinco tenedores,faltaría más,Sra por dinero,abrazos,😂

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esta izquierda que padecemos, tan progresista como los cangrejos, lleva ya mucho tiempo practicando ese estilo de vida: siempre han hecho lo contrario de lo que predican. Un abrazo

      Eliminar
  3. Una cosa es lo que predico para los demás y otra lo que quiero para mí.
    Así son estos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. Pero los españoles seguimos sin darle mucha importancia a eso y, si les dejamos, terminarán llevándonos al huerto.

      Eliminar