viernes, 27 de febrero de 2009

EL LAICISMO Y SUS CONSECUENCIAS

El laicismo, poco a poco, se va abriendo paso en nuestra sufrida sociedad. Un laicismo intransigente, defensor de los pretendidos valores laicos, que no se conforma con el confinamiento de la religión en el ámbito privado y en la conciencia individual. Su ciega intolerancia les lleva a buscar, sin desmayo, el desarraigo definitivo de la religión de nuestra sociedad. Este laicismo, parece haberse convertido en la bandera o emblema fundamental de la ya famosa posmodernidad española.
Los que profesan esta moral laica, ponen todo su ardor en ganar adeptos para su nueva religión. Se trata de una visión a-religiosa de la vida, donde se prescinde de Dios, y no hay lugar para nada que trascienda a la pura razón, ni para ninguna ley moral de valor absoluto. El hombre empieza y termina en si mismo, negándosele toda posibilidad de otras metas trascendentes que, en definitiva, es lo que da sentido a la vida de las personas y salvaguarda su verdadera dignidad.
Los defensores de esta cultura laicista son Prometeos tonantes, tramposos como dicho seudo-dios mitológico. Tienen la extrema osadía de teorizar sobre el carácter finito de la humanidad, negando abiertamente toda realidad escatológica. Anuncian públicamente, desde unos autobuses urbanos, como si de una epifanía laica se tratara, su buena nueva, con el siguiente slogan publicitario, copiado a los ingleses: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”. Más que buena nueva, será triste suerte, ya que al pobre ser humano, únicamente le espera el vientre acogedor de la tierra y del tiempo.
Tratan de descristianizar, como sea, nuestra cultura secular, cultura que nos trasmitió el Imperio Romano, una vez cristianizado. La cruz y los valores que representa, producen, en estos nuevos predicadores de vía estrecha, verdaderos e inaguantables sarpullidos. De ahí su empeño patológico de hacerla desaparecer de todos los ámbitos sociales, tanto públicos como privados. Han dejado de ser simples agnósticos y se han convertido en ateos fundamentalistas, intolerantes con toda idea religiosa.
No se dan cuenta que, muchos de los problemas que aquejan a nuestra sociedad, se agravan considerablemente cuando las convicciones religiosas se deterioran o desaparecen. Y lo peor es que, al coro de esos doctrinarios de poca monta, se unen nuestras autoridades públicas, tratando de vaciar de contenido los principios propios de nuestra cultura. Esos valores cristianos, por sí mismos, son ya todo un freno efectivo, capaz de evitar muchos de los males sociales que padecemos: la violencia, el aborto y la droga entre otros.
Despojado el hombre de todo valor espiritual y trascendente, quedaría reducido a la simple condición de animal. En tal circunstancia, el hombre verá en sus congéneres a unos odiosos competidores, dispuestos a coartarle su propia libertad. De ahí que viva siempre en guardia y, con frecuencia, asigne al prójimo la categoría de enemigo mortal. La racionalidad le valdría únicamente para ser más efectivo en la lucha entablada contra sus congéneres por esos bienes caducos, a los que únicamente puede aspirar.
Ni las recomendaciones a la cordura, ni la simple solidaridad humana, lograran un comportamiento humano acorde con unos cánones éticos y morales. Se necesita algo más. Y ese algo más es nuestro destino al más allá, es nuestra pervivencia fuera del tiempo, es ser persona. Son toda esa serie de valores espirituales, de los que quieren despojar al hombre, desde su niñez. Por eso tratan de usurpar a los padres, el derecho natural a educar a sus propios hijos. Ese es el objetivo primario de la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
La violencia de género, lejos de remitir, aumenta de día en día. De nada ha servido la correspondiente ley, ni los juicios rápidos, ni los demás medios ideados para frenar su avance. Otro tanto ocurre con la violencia callejera. La decadencia de nuestra cultura cristiana y el abandono definitivo de los valores morales, tienen mucho que ver con todo esto. Y, mientras la escala de valores morales no se restaure, diga lo que diga el poder político, la violencia seguirá aumentando irremediablemente.
No olvidemos tampoco el daño, que toda esta supuesta progresía, está haciendo actualmente a los niños y adolescentes, a los que, subliminalmente, animan a quemar etapas en la maduración sexual. Las campañas a favor del uso del preservativo es casi una incitación velada a la práctica prematura del acto sexual.
No se si estos laicistas de nuevo cuño, tienen algún conocimiento de antropología sexual de los adolescentes. Si se, que esa zafia campaña, lejos de evitar los embarazos, a la larga, los aumentará considerablemente. Y, a continuación, viene lo peor: el aborto. La degradación ha llegado a tal punto que, en muchos ámbitos, se piensa ya que el aborto es un derecho, prácticamente innato, en mano de las mujeres. Y no es otra cosa que una auténtica aberración criminal.
El aborto, aún en los supuestos que nuestras leyes permisivas despenalizan, es un verdadero crimen, un asesinato en toda regla. Tan grave o más que cualquier otro asesinato. Se trata de niños en gestación, a los que no se les consultó para traerles a este mundo. Y ahora tampoco se les consulta para acabar con su vida. Y existe el agravante de que son seres inocentes e indefensos.
Educando en valores, desde la más tierna edad, lejos de provocar una juventud reprimida, como se quiere hacer ver desde esos sectores falsamente progresistas, tendríamos unos jóvenes responsables en todos los sentidos. Dejarían de ver en el prójimo al competidor molesto, para ver en él al amigo o al hermano con quien hay que ser solidario. Restaurada nuestra cultura cristiana, pasaría a ser verdad aquella estrofa del poeta John Donne: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la humanidad. Por eso nunca preguntes, por quien doblan las campanas…”.
Lo que si está claro es que, si no hay valores morales objetivos que nos ayuden a determinar lo que está bien o mal, una auténtica catástrofe, moral y humana se hará inevitable.

José Luís Valladares Fernández

3 comentarios:

  1. Enhorabuena Sr Valladares. Su articulo refleja lo que las personas con ética y sentido moral opinamos. Ayuda, educación, prevención ¡SÍ!. Asesinato, consentimiento, alcahuetismo y falsa moral ¡NO!.
    ¿No habrá asuntos en España muchísimo más importantes de poner en marcha (paro, ley de dependencia, educación, sanidad etc, etc) que querer satisfacer a unos cuantos aprobando leyes y medidas aberrantes que solo conducen a la desgracia de unos jóvenes demasiado inmaduros para asimilar las medidas hitlerianas que estos gobernantes nos imponen. ¿Qué habria sido de la Sra Ministra que tan orgullosamente las anunció si sus padres hubieran tomado esa decisión? Sres y Sras del gobierno, piensen de una vez y paren de atropellar. Quizás es cierto lo que dicen de que "un pueblo ignorante es fácil de gobernar"

    ResponderEliminar
  2. Señor Valladares, desde mi más profundo respeto, estoy totalmente en desacuerdo con usted. Usted conoce la historia de España tan bien e incluso mejor que yo. Nuestro país siempre ha tenido que convivir con la fe, con los valores "cristianos" y con la santa cruz. Fíjese que, en mi caso, he sido educado en una Ikastola en el País Vasco, y nunca he presenciado una sola clase de religión. No tengo santa idea de cómo se santigua uno, ni conozco una pizca de lo que cuenta la biblia. He recibido una educación integralmente atea, laicista. Y, sinceramente, no tengo nada que envidiar a mis antiguos compañeros de instituto, que muchos, fueron a un colegio religioso y estuvieron hasta el cogote de la santa cruz. Compartimos valores éticos que los pro-religiosos acuñan como "valores cristianos". Todo esto es muy filosófico, pero con ello quiero decir que el laicismo no es, bajo ningún concepto, la caja de Pandora. No es el hecho de creer en un dios el que da una solución a los problemas del mundo, a los problemas de los jóvenes, de los adolescentes. De hecho, esos valores que la religión supuestamente enseña a los niños los tengo yo también, como otros miles de ciudadanos provenientes de una educación laica. Ser laico es creer en el ser humano y en los valores que puedan ser útiles para una mejor convivencia, mayor respeto y libertad sin tener que idolatrar a un dios ficticio. Cada cual es libre de hacer lo que quiera, no pretendo acusar a nadie. Pero lo que me parece una aberración es hacer creer a los niños que una entidad del ultramundo les vigila y que si se comportan de tal o tal manera pecarán porque dicha entidad lo dice. Es más práctico decirles a los niños que convivimos en un mundo en el que todos somos diferentes pero con los mismos derechos, y que si nos comportamos de tal o tal manera está mal por tal y tal razón.

    También me parece que sí, el aborto es un derecho en toda regla de la mujer. Porque el niño no es niño hasta cierto mes, y si realmente los cristiano-católicos pensaran en la vida del niño, se dirían que si el niño no ha sido traido al mundo con amor la madre sufriría por él y por ella. ¿Qué le contaría a su hijo una vez nacido y crecido? ¿Que no le quiso y que nació porque la ley se lo obligó? Más vale abortar y tener otro hijo en otro momento que tenerlo y sufrir. Hay que pensar en el hijo, no en los valores pseudocristianos. Por ello, la madre es la que decide por su bien y el del futuro hijo, y no un montón de catolicistas. Porque el niño que está en el útero de la madre no siente como ustedes sienten, porque el niño no tiene una concepción del mundo, ni de la vida, ni del ser. Lo mismo ocurre con los homosexuales y con el matrimonio homosexual. Aquí vivimos todos y no podemos excluir a nadie por ser como se es, nos guste o no, lo "diga" Dios o no.

    Para finalizar, me parece que ya basta de volver a tiempos pasados en los que España estaba en la cola de Europa y del mundo, en el que era el azmerreir del continente. La cultura secular está bien en el Rocío, pero no hace falta volver ese pasado de retraso social. Muchos, ante todo muchos de los jóvenes, no queremos una España anclada en las tradiciones y en la moral católica. No queremos creencias impuestas, ni religiones obligatorias en las escuelas ni otros centros públicos de enseñanza. Queremos una España laica en la que el ser humano y los valores para la libertad y la convivencia primen en la sociedad sin excluir ni humillar a nadie.

    Vuelvo a repetir que no pretendo dañar a nadie, simplemente quería que tuviese una opinión de un ateo convencido como soy yo.

    Un saludo amistoso,
    Adrián

    ResponderEliminar
  3. Cuando el esperma se une con el óvulo en la matriz, hay un ser, ese ser ya tiene alma, ese algo que llamamos cigoto después feto, ya es un ser es un ser humano y tiene derechos, derechos naturalez, el primer derecho natural es la vida,,

    ResponderEliminar