jueves, 26 de febrero de 2009

TIEMPO DE LÁGRIMAS

La crisis generalizada y la degradación social que imperaba en Occidente a principios del siglo V, como consecuencia de la descomposición gradual del orden establecido por Roma, dio origen a esta expresión gráfica de San Jerónimo: “...Durante mucho tiempo he permanecido en silencio, persuadido de que había llegado el tiempo de las lágrimas”
Entonces eran las tribus bárbaras del norte las que, aprovechándose de las luchas internas de Roma, amenazaban la estabilidad de todo el imperio romano. En la Hispania romana, por ejemplo, suevos, alanos y vándalos terminaron con la unidad lograda por el Imperio y, por consiguiente, con el orden social y económico que se derivaba de esa unidad.
Ahora ha vuelto a llegar ese tiempo de lágrimas. Con Zapatero se han vuelto a poner de moda los reiterados intentos de establecer nuevas fronteras internas, que rompen el destino común y la solidaridad interregional. Hay un afán patológico por intelectualizar las diferencias entre un ellos, y un nosotros. Y tratan, por todos los medios, de que estas diferencias se conviertan en auténticos límites divisorios, cada vez más infranqueables. Límites divisorios que defienden irracionalmente empleando una fuerte carga emocional. Y esto, a pesar de que son plenamente conscientes de que esas nuevas fronteras representan un verdadero lastre para su propio desarrollo económico. Con estas fronteras internas, evidentemente generadoras de mayor pobreza, se agrava peligrosamente el estado, ya pésimo, de la economía española.
Pero Zapatero es incombustible y le cuesta llamar a las cosas por su verdadero nombre. Una de dos: o trata de anestesiar a la sufrida sociedad española, utilizando, claro está, los tradicionales modos de propaganda del PSOE, o ha terminado por creerse sus propios sueños, cayendo en el espejismo de que, pese a la crisis, aún vivimos en la Arcadia europea.
De ahí que insista machaconamente en hacernos ver que estamos mejor preparados que nadie para solucionar este, según él, coyuntural frenazo económico. A la vista están sus recetas salvadoras: un debate en el Congreso de los Diputados que ha convocado con “carácter inmediato” y, después, que confiemos ciegamente en las iniciativas que pueda elaborar el gobierno. Con estas simples medidas, a partir de mediados del año próximo, según Zapatero, volveremos a crecer económicamente por encima de la media europea. Esperemos a esa comparecencia del presidente del Gobierno ya que, seguro, se despachará con algún anuncio efectista y estrambótico que le permita seguir tirando hasta que aparezca otra nueva andanada de malos datos económicos. Lo lamentable es que esas ocurrencias presidenciales, como los 400 euros de marras, suelen complicar más aún las cosas.
Lo que viene a demostrar, en el mejor de los casos, que no es plenamente consciente del estado real de nuestra economía. De ahí que tardara tanto en reconocer la grave crisis que padecemos. Era ya una fijación recurrente en él la persistente huida de la palabra crisis. Y admite su existencia ahora que la crisis va a dar paso a una preocupante recesión.
La crisis económica tiene su inicio cuando el crecimiento decae y se comienza a crecer menos durante dos o más trimestres consecutivos. Si se traspasa la línea del cero y se comienza a crecer negativamente, como lamentablemente ocurrirá ya a partir de ahora, tendremos a la vuelta de la esquina una recesión económica generalizada. Y los efectos de dicha recesión serán, con toda seguridad, mucho más perniciosos que los de la crisis previa. .
Y lo malo es que Zapatero quiere solucionar los graves problemas por los que atraviesa nuestra economía, aplicando simplemente verdaderos paños calientes. Lejos de solucionarse el problema, se irá agravando cada vez más, ya que el Presidente del Gobierno se ha puesto en manos de unos gurús o arbitristas de nuevo cuño, que tratan de reactivar la economía, regalando simplemente unas lámparas de bajo consumo y, quizás, contratando unos cuantos miles de personas para cuidar los bosques.
Los malos augurios que parecen conjurarse contra nuestra economía, llenan de preocupación a cuantos vivimos de una simple pensión, ya que los efectos de esta crisis se dejaran sentir, con mayor crudeza, en los grupos sociales menos favorecidos. Y entre estos grupos se encuentra la mayor parte de las personas mayores que viven exclusivamente de una pensión. Y lo malo es que, según todos los indicios, la degradación de la economía no ha hecho más que empezar.
El déficit por cuenta corriente tan alto -nada menos que el 10% del PIB- impide solucionar satisfactoriamente ese empeoramiento progresivo de nuestra economía. Además hay otros dos factores, claramente negativos, que contribuyen a que el problema tenga una muy difícil solución: no hay posibilidad de acudir a la socorrida devaluación de la moneda como en otros tiempos, y, también, al endurecimiento real de las normas crediticias del BCE.
Es evidente que esta situación económica es muy grave y afecta a toda la sociedad, pero a unos estamentos con mayor dureza que a otros. Las personas, en edad de trabajar, y que hayan perdido su puesto de trabajo, serán, sin duda, las más perjudicadas. Pero detrás de este colectivo, vienen los jubilados y pensionistas, ya que la pérdida inexorable del poder adquisitivo de sus pensiones va a ser más fuerte de lo normal por culpa de esta crisis económica. Y no digamos nada si, como acostumbran, acuden a una carga impositiva mayor.
Si esta situación se prolongara en el tiempo, más allá de lo razonable, hasta podría ponerse en grave riesgo el sostenimiento de nuestro sistema de pensiones. Ya estuvo Solbes a punto de conseguirlo en tiempos de Felipe González. Y, como siga así, no será tarde para que lo consiga en esta su segunda etapa al frente del Ministerio de Economía. De todos modos, el desastre económico está servido. No solamente los parados, que perciben una prestación o subsidio muy limitado; también los jubilados y pensionistas tendrán que prepararse para unos tiempos muy difíciles que se avecinan. Definitivamente, ¡… estamos en tiempo de lágrimas!

26-09-08 El Comercio

José Luís Valladares Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario