jueves, 26 de marzo de 2009

LOS VAIVENES DE LA ECONOMÍA

En la mitología griega se nos cuenta la historia del famoso Sísifo. Sísifo, al igual que Prometeo, enfadó a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, además de perder la vista, fue enviado al infierno donde debía cumplir, de una manera indefinida, una terrible penitencia: empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada y sumamente larga. Y, antes de alcanzar la cima de la montaña, la piedra siempre volvía a caer rodando hasta el valle para que Sísifo empezara de nuevo desde el principio.
Esto es, poco más o menos, lo que nos ocurre a los españoles con la economía. Trabajamos lo indecible por mejorarla, nos privamos de amuchas cosas con tal motivo y, cuando creemos que hemos tenido éxito, la economía se vuelve a hundir de nuevo. Y vuelta a empezar la rueda con los mismos sacrificios y las mismas privaciones. Y, como no, los gobiernos de turno son responsables de estos avatares económicos. Ahí está la historia para demostrarlo.
. Si analizamos correctamente el hecho histórico, veremos que socialismo y pobreza, son siempre caras de la misma moneda. Algo así como el Ying y el Yang íntima y armoniosamente entrelazados. La Unión Soviética y sus satélites, donde campaba el socialismo más rancio, alcanzaron las cotas más elevadas de pobreza de todo el continente europeo. Se dio, por lo tanto el fenómeno contrario a lo esperado por Marx.
El empobrecimiento o depauperación creciente, si utilizamos el lenguaje de Marx, es debido a que la propiedad del suelo y los medios de producción se le van escatimando al proletario o trabajador y pasan poco a poco a manos capitalistas, lo que termina por generar una descarada explotación. Y esta explotación será la causa de dicho empobrecimiento. Empobrecimiento que puede llegar a ser absoluto.
En el Manifiesto del Partido Comunista y, posteriormente, en El Capital se detallan los principios de la teoría marxista, más tarde conocida como Materialismo Dialéctico, que va a emancipar y a salvar a la clase trabajadora. Pero esa revolución salvadora pregonada por Engels y por Marx no llegó nunca. Con este estatismo y la planificación excesiva, en vez de emancipación del proletariado, el empobrecimiento del mismo era cada vez más agudo. Y es que a Marx le faltó perspectiva para analizar correctamente los conceptos de salario, valor de uso y de cambio, mercancía y plusvalías.
A la sombra de la doctrina marxista fueron surgiendo, a lo largo de la historia, distintas formas de socialismo, unos más radicales y sectarios que otros. Los hay que son partidarios, sin más, de la abolición total de la propiedad privada. Otros, sin llegar a tanto, cuestionan que dicha propiedad privada sea algo intrínseco al ser humano, por lo que no formaría parte fundamental de las libertades y derechos humanos.
Pero todas las formas conocidas de socialismo tienen el mismo afán de limitar absurdamente la iniciativa privada, planificando drásticamente cualquier tipo de actuación individual. Todos ellos procuran establecer elevados impuestos, que llaman progresivos, y buscan un igualitarismo imposible entre todos los ciudadanos. Todo esto generará, inevitablemente, amplias e incontroladas bolsas de pobreza.
En la misma medida que la propiedad privada influye siempre, en mayor o menor medida, para que el hombre prospere, la intervención estatal o dirigismo conduce hacia la pobreza. La libertad individual de los ciudadanos y la capacidad de crear riqueza de los mismos tienen su fundamento en los derechos de propiedad. El derecho a la propiedad, junto con la libertad y la vida, forman parte de los inalienables e indivisibles derechos humanos. Y cualquier tipo de socialismo, por descafeinado que esté, siempre pone en tela de juicio alguno de estos derechos.
Se puede demostrar empíricamente que el socialismo empobrece a la sociedad civil. Es la misma historia la que nos indica que, todos los países que han intentado experimentos de corte socialista, terminan con problemas económicos y sociales. No hace falta que se trate de un socialismo marxista para dirigir los pasos hacia un empobrecimiento seguro. Aunque se abandone el marxismo, si se conserva la liturgia del mismo, caso del PSOE en España, el resultado será el mismo. El sistema socialista no da para más. Falla estrepitosamente como sistema.
Cuando la degradación económica llega a límites inadmisibles, cuando estamos de nuevo en el profundo valle de la pobreza, la sociedad suele despertar, echa mano de la razón y elige una nueva opción política. Pasó ya en 1996, y tendrá que volver a repetirse ese cambio, si es que queremos enderezar otra vez nuestro rumbo económico y salir airosos de esta crisis económica que nos atenaza.
Para reemprender el camino, ladera arriba como Sísifo, necesitamos un cambio en el gobierno. Necesitamos a alguien que, como Aznar en 1996, nos devuelva la libertad y la seguridad jurídica de que los bienes, así como sus rendimientos, derivados de nuestro esfuerzo económico o laboral, podremos conservarlos y disfrutarlos. Para invertir en capital, tenemos que estar plenamente seguros de que podremos rentabilizarlo adecuadamente. Necesitamos una nueva orientación política que nos garantice que la riqueza natural, tan degradada hoy, se convierta sin más en riqueza humana. Algo que no sabe hacer el socialismo.
Lo malo es que los españoles olvidamos pronto las dificultades pasadas y, cuando estamos a punto de coronar la cima de la montaña, dejamos la razón a un lado y utilizamos el corazón, que es el peor consejero a la hora de acudir a la nueva cita electoral. Y, claro está, la roca de nuestra economía y nuestro bienestar social vuelve a rodar hasta lo más profundo del valle.

José Luís Valladares Fernández

1 comentario:

  1. El problema "capitalismo-socialismo", como sistemas económicos enfrentados y diferentes, nacido en el s. XIX, ha hecho correr mucha tinta, ha ocasionado numerosos enfrentamientos
    sociales y al final siempre volvemos al principio. Ni capitalismo salvaje ni socialismo radical. ¿Cuál es el papel del Estado? ¿Dónde están los límites de la libertad de comercio? Quizás la solución haya que buscarla en un término medio. Adam Smith, fundador a nivel teórico del primer liberalismo, ya planteó en 1776 estas cuestiones: el libre juego de la oferta y la demanda y que el Estado no debe intervenir en la economía. Puro liberalismo.Y Keyness intentó paliar los efectos negativos de la crisis de 1929 centrándose en la idea del pleno empleo, el abaratamiento del dinero y las inversiones públicas. La iniciativa privada estimula indudablemente la economía y el Estado puede crear un clima favorable para que esa economía se desarrolle en su justa medida, pero sin imposiciones y sin paternalismos. En este sentido creo que tu artículo "Los vaivenes de la economía" está muy bien enfocado.

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