martes, 17 de noviembre de 2009

FRACASO DEL ESTADO DEL BIENESTAR


La angustia, decía Kierkegaard, es consubstancial a la existencia humana. Es, ni más ni menos, el estado natural de la existencia, ya que el hombre está asomado continuamente al abismo de la nada. Es una aventura vital de la que el hombre es incapaz de prescindir. Siguiendo la estela de Soren Kierkegaard, y casi con los mismos argumentos, Martín Heidegger y Jean-Paul Sartre insisten también en esa angustia puramente existencial. Según Heidegger, la angustia sería esa disposición fundamental que nos coloca ante la nada. Sartre va un poco más lejos y afirma que el hombre mismo es angustia por el miedo que tiene de sí mismo, por el miedo de las decisiones que pueda tomar y por las consecuencias de estas. En una palabra, para Jean-Paul Sartre la angustia es el vértigo que sentimos al enfrentarnos con la libertad.
Las elucubraciones sobre la angustia de estos representantes del existencialismo, no tienen ya vigencia. Pertenecen a una época ya pasada en la que preocupaban mucho los problemas existenciales. Y la angustia que nos describen era realmente un problema de ese tipo, un problema puramente existencial, metafísico si se quiere, al que trataban de dar una respuesta coherente. Hoy día esos problemas ya no quitan el sueño a nadie. Ya no hay personas que, como a Miguel de Unamuno, les duela el alma y se desvivan por librarse de la previsible nada y asegurar así su inmortalidad.
A las personas actuales no les dicen nada todos esos problemas y se atiende más a lo inmediato y a las realidades terrenas. Nos ocupamos únicamente de lo material, de lo que podemos tocar con las manos. La nada no es tangible, ni mensurable. Lo que si es tangible y mensurable es el estado de bienestar, y la posible pérdida del mismo nos encorajina. La angustia que nos invade tiene un origen más prosaico que la de los existencialistas. El posible quebranto de nuestra economía es lo único que nos perturba y nos angustia, ya que el deterioro económico nos puede llevar a la indigencia y a la pobreza.
La obstinación y la terquedad de un presidente inepto, que cree saberlo todo y que no escucha a nadie, nos está llevando inexorablemente al descalabro económico más absoluto. Sus ocurrentes medidas para salir de la crisis, nos hunden cada vez más en ella. Nuestra situación es ya dramática. Hemos llegado a un deterioro económico tan notable por la testarudez y obstinación culpable de Zapatero, que el Premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman dice que si queremos poner freno a nuestra caída libre, forzosamente deberemos “regresar a los precios y salarios del año 2000”.
Puesto que no podemos echar mano de la socorrida devaluación monetaria de otras veces, dado el deterioro que ya ha alcanzado nuestra economía, nuestra única alternativa pasa por una fuerte “devaluación interna” Esto quiere decir que tienen que caer los precios y los sueldo con respecto a los países de nuestro nivel económico anterior. Para salir de este pozo en que hemos caído, necesitamos competir con nuestros productos y la competitividad es inalcanzable sin una caída de los precios y, por ende, una caída de los salarios. Ese sería nuestro único medio de aumentar nuestras exportaciones y de atraer las inversiones extranjeras precisas para construir nuevas fábricas y crear empleos sin cualificar en gran escala, para ocupar a tantos parados que proceden de la construcción.
O José Luis Rodríguez Zapatero es un ignorante, o su única preocupación es mentir de un modo lo más convincente posible. Se negó a admitir que hubiera crisis en España durante mucho tiempo. Según él, era cosa de antipatriotas. Cuando por fin cayó del caballo, ya era demasiado tarde para poner remedio, pues la tardanza en habilitar medidas nos llevó a una situación tan precaria y lamentable, de la que es muy difícil retornar. Ahora niega que continuemos inmersos en dicha crisis y aventura el inicio de nuestra recuperación económica para fechas próximas que tiene que ir prorrogando continuamente. Era para marzo pasado el inicio de esa recuperación que no llegó. Después fue el segundo semestre de 2009 y, como sigue sin llegar, lo difiere a principios de 2010.
Cualquier dato económico que miremos es mareante en sí mismo. Para el Gobierno no. Para Zapatero y sus ministros la botella está siempre medio llena y en cualquier cifra negativa ven una desaceleración manifiesta. Se está desacelerando la destrucción de empleo. Se está desacelerando la caída de la afiliación a la Seguridad Social. Lo único que no se desacelera es la indecencia y la irresponsabilidad de quienes nos gobiernan.
Seguimos estando a la cabeza de la destrucción de empleo en Europa. En octubre pasado el paro aumento en casi 100.000 personas. Exactamente fueron 98.906 los trabajadores que pasaron a engrosar las listas del paro durante el mes pasado. Seguimos batiendo todos los records en este sentido.
La obnubilación de Zapatero no le deja ver que la crisis económica se ha cobrado más de un millón de puestos de trabajo desde noviembre de 2008. La Seguridad Social, en los últimos 12 meses, ha perdido la escalofriante cifra de 1.009.528 cotizantes, prácticamente el doble que en octubre de 2008. En porcentajes, en estos últimos doce meses, hay 5,34 % menos de cotizantes.
En la actualidad, el número de ocupados en España, según datos del propio Ministerio de Trabajo, asciende a la cifra de 17. 908.945 personas, lo que supone un retroceso en el mercado laboral de cuatro años. Volvemos a cifras similares de ocupación de mayo de 2005. Pero, eso sí, para complicar el problema, al igual que los parados, aumentan también los pensionistas.
Con estos datos en la mano, es muy posible que el sistema de pensiones español corra un serio riesgo y peligre su sostenibilidad. Al envejecimiento continuo de la población hay que agregar el deterioro de las cuentas públicas al aumentar el gasto destinado a subvencionar el paro. Pues hay que tener en cuenta que es el Estado el que respalda las pensiones.
Todos estos problemas económicos, que el Ejecutivo no sabe o no quiere solucionar, generan en nosotros una angustia peor que la descrita por los existencialistas. Al analizar a fondo nuestra situación económica y ver que, al disminuir nuestro poder adquisitivo, peligra nuestro estado de bienestar, no solamente la angustia, sentimos también una nausea más profunda que la descrita por Jean-Paul Sartre. No se nos ocurre pensar que venimos de la nada, ni si existimos sin justificación alguna y si terminamos en la nada. No nos importa si lo que existe nace sin razón y se mantiene por debilidad hasta que muere por casualidad. Pensamos en nuestro bienestar, que hemos labrado durante años de esfuerzo y ahorro, y que ahora pone en peligro la incuria y la inoperancia de unos gobernantes ineptos.

Gijón, 5 de Noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

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