viernes, 13 de noviembre de 2009

EL MURO DE BERLIN Y LA FIESTA DE LA LIBERTAD

Este año se celebra, por todo lo alto, el 20 aniversario de la caída del muro de Berlín, conocido también como el muro de la vergüenza. Este muro que significó la división de la sociedad en Alemania, y hasta de no pocas familias alemanas, fue durante 28 años un símbolo inequívoco de la guerra fría. La apertura del muro tuvo lugar la noche del 9 al 10 de noviembre de 1889, y los berlineses comienzan su derribo con las herramientas que encuentran a mano. El violonchelista Mstislav Rostropovitch, exiliado en el Berlín Oeste, tan pronto se entera, acude al pie del muro para animarles en el derribo.
Con motivo de tal evento, se vienen celebrando en Berlín múltiples actos, todos ellos de tipo netamente cultural, tendentes a mostrar la amplia transformación de la capital desde la caída del muro y la reunificación de Alemania. Se trata de exposiciones fotográficas, vídeos, películas retrospectivas, puntos de información fijos e itinerantes y hasta un plano interactivo de la ciudad. Tal como indica Klaus Wowereit, alcalde de Berlín, que abrió toda esta serie de eventos, estos festejos sirven como “motivo para recordar, conmemorar y recordar” los avatares que provocaron la apertura definitiva del telón de acero. Y también, como no, para “agradecer a las personas valerosas que se levantaron en la extinta República Democrática Alemana en defensa de la democracia y de la libertad”.
El broche de oro a estas celebraciones tuvo lugar la noche del día 9 de noviembre pasado con una serie de actos festivos llenos de simbolismo, y con el remate final una espectacular quema de fuegos artificiales. Previamente Lech Walesa se había encargado de provocar la caída en cadena de las mil piezas del dominó gigante para simular el derribo físico del muro que, durante tantos años, mantuvo la división de Alemania. Toda una gran “Fiesta de la Libertad”, celebrada a los pies de la Puerta de Brandeburgo, infranqueable mientras existió el muro de la vergüenza y convertida hoy en emblema indudable de la Alemania unificada.
Fueron muchos los ciudadanos alemanes que, pese a la persistente lluvia, revivieron aquel sueño fantástico del derrumbe del Telón de Acero. La intervención de Daniel Barenboim y Plácido Domingo en la interpretación de la marcha de Paul Lincke, que corearon miles y miles de personas que asistían al acto, fue todo un responso laico y popular por aquellas personas que dejaron su vida en el intento de de huida hacía la libertad.
Para rememorar aquel 9 de noviembre de hace 20 años, Ángela Merkel, acompañada por todo un cortejo de jefes de Estado y de Gobierno y personas significativas de aquel acontecimiento, pasó a través de la famosa puerta de la parte oriental a la occidental. Entre estas personas significativas se encontraba el ex presidente ruso Mijaíl Gorbachov, el ex presidente polaco y Nobel de la Paz Lech Walesa, y el ex canciller alemán Helmut Kohl, que con Juan Pablo II y Ronald Reagan, fueron determinantes a la hora de acabar con el telón de acero y con la guerra fría.
A este acto central asiste también José Luis Rodríguez Zapatero, al igual que el resto de líderes europeos, y celebran allí, todos juntos, con el resto de jefes de Estado y de Gobierno asistentes y el pueblo alemán, la reconstrucción de Europa, que había quedado rota con la II Guerra Mundial.
No hacía muchas horas, el propio Zapatero, en una rueda de prensa desde Polonia, destacó la importancia de la caída del muro de Berlín. La caída de este muro “cambió la historia” y se atrevió a añadir, “es una de las páginas más relevantes de la historia contemporánea"
Si nos atenemos al comportamiento de Zapatero aquí, en España, llama poderosamente la atención que festeje el hecho de que Alemania logre superar su división histórica y celebre la reconciliación lograda hace 20 años por el pueblo alemán.
Desde el momento mismo en que Zapatero llega a la Moncloa, ocupando la presidencia del Gobierno, se ha empeñado en dinamitar la concordia ejemplar lograda en nuestra transición democrática. Los responsables políticos de uno y otro signo, en aquella fecha, acordaron la desaparición definitiva de las dos Españas, separadas por el muro de una incomprensión secular. Es vergonzoso que Zapatero, a la vez que festeja la reunificación alemana y celebre con fruición la llamada fiesta de la libertad, trate de restaurar aquí, con su caprichosa ley de Memoria Histórica, el muro de la discordia derribado en la transición democrática.
El izquierdismo sectario y cavernícola de Zapatero le lleva a querer ganar ahora aquella guerra civil que, con muy aviesas intenciones, algunos de sus conmilitones de entonces la hicieron prácticamente inevitable. Y no solamente quiere restaurar aquí aquella desgraciada discordia que dividió a los españoles y que tanto daño nos ha causado. Además de volver a las dos Españas, se empeña en apuntalar otros muros, tan carcelarios como el de la vergüenza que dividió a Alemania durante décadas..
Ahí están, por ejemplo, los apoyos que presta continuamente al castrismo de Cuba, al chavismo bolivariano de Venezuela. Y no nos olvidemos de los apoyos continuos que presta a los mandatarios de Bolivia, de Nicaragua, de Ecuador y de tantos otros sitios donde padecen gobiernos déspotas y que tanto gustan a Zapatero. El mismo Zapatero, desde Polonia, nos dice que no hay que “perder de vista que hay otros muros en el mundo que también deben caer". Pero en la práctica, hace lo posible y lo imposible por apuntalarlos para que no caigan.
En este sentido es mucho más coherente Paco Frutos, presidente del Partido Comunista hasta hace muy pocos días. “No celebraré -dice- la caída del Muro de Berlín. Demagogias las justas”. Y agrega: fue un palo muy fuerte del que aún no hemos sido capaces de recuperarnos. Pero buscar coherencia en las actuaciones de Zapatero, es misión imposible, es tanto como pedirle peras a un olmo.

Gijón, 10 de Noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario