Los datos publicados, hace poco más de una semana,
por la Oficina Estadística de la Comisión Europea (Eurostat), sobre la
educación en España, son francamente demoledores. Volvimos a registrar, un año
más, la tasa más alta de Europa en fracaso escolar. Según Eurostat, de los
jóvenes españoles que, en 2013, estaban matriculados en Educación Secundaria,
un 23,5% abandonó sus estudios al finalizar el ciclo obligatorio. Y muchos de ellos, sin conseguir, incluso, la
graduación correspondiente. La media de la Unión Europea es del 11,9% de
fracaso escolar.
En España, son muchos los alumnos que, aunque se
esfuercen, no logran alcanzar jamás el nivel medio de la mayoría de
jóvenes de su misma edad. Y como es lógico, suspenden irremediablemente
al finalizar el curso. Y una de dos, o se convierten en eternos repetidores, o
abandonan prematuramente sus estudios.
En cualquiera de los dos casos, esto se traduce en un fracaso personal y social
evidente y, como es lógico, afecta gravemente a su autoestima. Es normal
que pierdan la confianza en sí mismos y
queden marcados para toda su vida, cercenando así toda posibilidad de mejorar
en el futuro.
Son muchas las circunstancias que provocan, de
manera inexcusable, ese abultado fracaso escolar. Algunas son perfectamente
subsanables, como la miopía y la sordera ocasional. Otras son más difíciles de
corregir. Es el caso de la dislexia y la hipersensibilidad que padecen algunos
niños, en cuyo caso, o no comprenden lo que leen, o son incapaces de controlar
sus movimientos y su atención. En ambos casos, el fracaso escolar es inevitable.
También fracasarán, , por razones obvias, los que tengan un coeficiente
intelectual manifiestamente bajo, los
que proceden de familias desestructuradas y, cuando se aburren en clase, los
superdotados.
En Europa, nadie nos iguala, ni nos discute el
liderazgo en fracaso escolar. Hasta hace unos años, eran Malta con un 49,9% y
Portugal con un 41,2% los campeones de
dicho fracaso. Nosotros, con un 30%, ocupábamos un discreto tercer lugar. Rebajamos
algo ese porcentaje, es cierto, pero de manera muy leve. Malta y Portugal, en
cambio, mejoraron significativamente sus resultados con pequeñas reformas y nos
dejaron solos al frente de semejante clasificación. En muy poco tiempo, Malta
redujo esa tasa en 29 puntos y Portugal no se quedó atrás y redujo la suya en
22 puntos.
Todas esas deficiencias físicas o mentales, que
ocasionan necesariamente esa falta manifiesta de rendimiento en los estudios,
no son exclusivas de España. Se dan también en todos los países desarrollados y
en unos porcentajes muy similares a los nuestros. Sin embargo, en ningún otro
país de Europa hay tanto fracaso escolar como en España. Tiene que haber, por
lo tanto, otros factores pedagógicos determinantes de ese plus de fracaso
escolar que padecemos. O fallan los
métodos de enseñanza porque no se adapten
plenamente a la madurez de nuestros escolares, o falla de plano nuestro
sistema educativo, que es lo más probable. Puede haber también, cómo no, una
excesiva masificación en las aulas y hasta demasiados profesores con más
vocación de políticos que de enseñantes.
Desde que, en 1990, apareció la Ley Orgánica de Ordenación General del
Sistema Educativo de España (LOGSE),
el fracaso escolar comenzó a dispararse, y hoy día es ya todo un problema que
nos deja en muy mal lugar. El influjo de la LOGSE ha sido notablemente negativo para la educación española. Restó
importancia a la disciplina y al esfuerzo personal de los escolares. Los profesores
perdieron su autoridad y una gran parte de sus atribuciones tradicionales. Esto
dio lugar, como es lógico, a ese clima de
desorden que se respira actualmente en muchas clases.
Y algo tendremos que hacer para mejorar los
resultados académicos de nuestros escolares y adecentar convenientemente nuestras
elevadas tasas de fracaso escolar. Necesitamos, por supuesto, un sistema educativo menos dogmático y
mucho más adaptado a la capacidad real
de nuestros alumnos, un sistema que adoctrine menos y enseñe más, lo que nos
obliga a cambiar substancialmente las reglas de juego. Y esto es lo que pretende el Partido Popular
con su nueva Ley de Educación, la LOMCE,
aprobada últimamente, a pesar de la oposición frontal de toda la izquierda
española y de los nacionalismos autonómicos.
Hasta 1990, la Formación Profesional (FP) estaba funcionando aceptablemente bien y
proporcionaba una cualificación profesional digna a muchos de aquellos escolares
con dificultades manifiestas para superar el Graduado Escolar de entonces. De ese modo, y a pesar de sus propias
limitaciones para el estudio, muchos jóvenes lograban prepararse
convenientemente para acceder al mundo del trabajo. Con la LOGSE, esto ya no fue posible,
ya que era obligatoria la titulación en la ESO para cursar enseñanzas
profesionales,
Si queremos equipararnos en resultados académicos
a los países de nuestro entorno y abandonar definitivamente el vagón de cola,
tendremos que mejorar sustancialmente la oferta de FP, tal como nos recomienda la Comisión Europea. ¿Cómo? Abriendo a
los jóvenes con problemas, la posibilidad de seguir estudios profesionales
aunque no consigan el título de enseñanza obligatoria. Y esto es lo que
pretende la llamada “Ley Wert” con esa institucionalización de la nueva FP Básica que, por otra parte, es lo
que se viene haciendo en los demás países del mundo civilizado.
La Ley
Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) pretende, cómo no,
solucionar también otros muchos problemas, que venimos arrastrando desde
1990 y que tanto han perjudicado a la
calidad de nuestra enseñanza. Entre otras cosas, pretende mejorar los
resultados académicos, optimizando los contenidos y, por supuesto, volviendo a
potenciar el mérito y el esfuerzo personal de cada alumno. No van a lograr todos
ellos los mismos resultados, es cierto, pero hay que procurar constantemente que
cada uno de ellos alcance su propia potencialidad.
Gijón, 21 de abril de 2014
José Luis Valladares Fernández.
La educación debería ser una cuestión de estado, como ocurre en algunos paises de nuestro entorno, consensuada y por encima de disputas políticas que, entre otras cosas, provocan este cambio continuo de leyes educativas, cambios que hacen más daño que beneficio porque muchas veces están enfocados con criterios de partido e inducen a una desgana y desconfianza de los profesionales que ven como cada dos por tres la normativa y los contenidos cambian sin dar tiempo ni a asimilarlos, ni a saber de veras lo que podrían dar de sí.
ResponderEliminarAdemás de eso, en muchas ocasiones ocurre que una cosa es la norma, que queda bonita y reluciente y otra su aplicación práctica que, en ocasiones, se queda en promesas de los políticos de turno sin que llegue a materializarse como estaba prevista.
La educación, efectivamente, debería ser cuestión de Estado. Pero por desgracia en España, no es así y por eso vamos en la cola europea. Aquí, lo primero es el partido, y el bien común que cada uno se las arregle como pueda.
EliminarCon este terrible informe vamos de mal en peor.En fin que Dios coja confesado a estas nuevas generaciones de analfabetos,saludo,
ResponderEliminarEl daño que se está haciendo a muchos colegiales es inmenso, porque lo que pierden ahora, no lo recuperaran jamás
EliminarNo me extrañaría nada que cualquier miembro del Gobierno, se jaztase de este primer puesto.
ResponderEliminarBueno, como esto no es un baldón de gloria, me imagino que todos procuraran culpar al de allado
EliminarAbundando en lo anterior, ya veo que te preocupa tanto como a mí...pero ya sabes, camisetas verdes y que no haya cambios porque así unos cuantos viven fetén a costa de la burrez de muchos, y los rectorcitos ya están en campaña contra la exigencia y el esfuerzo, sólo quieren más pasta para seguir dilapidando y sin tener que rendir cuentas.
ResponderEliminarEs lamentable que profesionales de la enseñanza no se den cuenta de que está fallando por completo la actual manera y que no sean los primeros en exigir un cambio radical en el sistema empleado, aunque no sea nada más que por dignidad personal. Y para más INRI piden becas para los que suspenden una y otra vez también. Habría que comenzar por inhabilitar a los docentes que protestan por los cambios que introduce la nueva Ley, que, en realidad, se ha quedado bastante corta.
ResponderEliminarLa culpa de todo esto es de Zapatero.
ResponderEliminarLa LOGSE, que yo sepa, es bastante anterior a la llegada da Zapatero, en la que tuvo bastante que ver un tal Rubalcaba
EliminarSí, Rubalcaba y los socialistas tienen la culpa, pero Zapatero también...
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